[Code: Lyoko] Veinticinco momentos by Natsumi Niikura
[Code: Lyoko]
Veinticinco shots de Ulrich y Yumi.
XII.- Agua: Ulrich determinó una cosa: el agua del océano era más fría que la del mar, pero estaba bien.
Ver tabla del reto en el interior.
Categories: CARTOON Characters: Ninguno
Generos: Accion/Aventura, Angustia, Ciencia Ficción, Drama, Fantasía, Misterio, Romance, Universo Alternativo, Viaje en el Tiempo
Advertencias: Lemon
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 13 Completed: No Word count: 43229 Read: 5000 Published: 07/11/2010 Updated: 27/05/2011
[Code: Lyoko]
Veinticinco shots de Ulrich y Yumi.
XII.- Agua: Ulrich determinó una cosa: el agua del océano era más fría que la del mar, pero estaba bien.
Ver tabla del reto en el interior.
Categories: CARTOON Characters: Ninguno
Generos: Accion/Aventura, Angustia, Ciencia Ficción, Drama, Fantasía, Misterio, Romance, Universo Alternativo, Viaje en el Tiempo
Advertencias: Lemon
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 13 Completed: No Word count: 43229 Read: 5000 Published: 07/11/2010 Updated: 27/05/2011
01.- Pastelería; 02.- Baño; 03.- Resfriado; 04.- Secreto; 05.- Árbol; 06.- Naranja; 07.- Bomba; 08.- Caricia; 09.- Arriesgar; 10.- Pasado; 11.- Nariz; 12.- Agua; 13.- Excusa; 14.- Amigo; 15.- Sol; 16.- Salado; 17.- Enfado; 18.- Manzana; 19.- Llaves; 20.- Hogar; 21.- Lluvia; 22.- Diario; 23.- Elfo; 24.- Té; 25.- Camisa. (Si alguien quiere tomar este reto puede hacerlo, me gustará leer las versiones que aparezcan, no hay que hacerlo en orden y puede ser sobre cualquier pareja.)
01.- Pastelería; 02.- Baño; 03.- Resfriado; 04.- Secreto; 05.- Árbol; 06.- Naranja; 07.- Bomba; 08.- Caricia; 09.- Arriesgar; 10.- Pasado; 11.- Nariz; 12.- Agua; 13.- Excusa; 14.- Amigo; 15.- Sol; 16.- Salado; 17.- Enfado; 18.- Manzana; 19.- Llaves; 20.- Hogar; 21.- Lluvia; 22.- Diario; 23.- Elfo; 24.- Té; 25.- Camisa. (Si alguien quiere tomar este reto puede hacerlo, me gustará leer las versiones que aparezcan, no hay que hacerlo en orden y puede ser sobre cualquier pareja.)
I.- Patelería by Natsumi NiikuraCode: Lyoko y todos sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.
I.- Pastelería
Las vacaciones a veces traían cosas buenas consigo. Ulrich Stern acababa de cumplir los dieciséis y lo había aprobado todo con nota, por eso, aquel año sus padres le habían permitido quedarse en la ciudad con sus amigos. Su madre le había dicho que lo habían pensado entre los dos, pero él sabía que su padre nunca participaría en algo así.
Prefería no pensar en ello, porque eso siempre le cabreaba.
Llamó por teléfono a Odd, pero no obtuvo respuesta. Probó con Jérémie con el mismo resultado. Aelita tampoco le contestó. Y Yumi ni siquiera estaba en el país.
—Estupendo —gruñó con desgana.
El móvil vibró en el bolsillo de su chaqueta, lo sacó pensando en que Odd, Jérémie o Aelita le estarían devolviendo la llamada. Era un mensaje de texto. El nombre le arrancó una sonrisa.
¿Cómo lo estás pasando? Seguro que estáis organizando una fiesta tras otra. Me encantaría poder estar ahí con vosotros. Os echo de menos, te echo de menos. Yumi.
Tecleó la respuesta a toda velocidad.
No creas. Ni siquiera sé dónde están los demás. Ya ves, me quedo en la ciudad y todos desaparecéis. Si estuvieras aquí te invitaría a tomar algo, mala suerte. Te echo de menos. Ulrich.
Pensó en que quizás había contestado demasiado deprisa. Odd siempre le decía que debería esperar, al menos, cinco minutos antes de responder a los mensajes de Yumi "para hacerle pensar", siempre le decía lo mismo, y él siempre pensaba que lo haría la próxima vez. Pero las ganas y la emoción le ganaban pasase lo que pasase.
Al parecer Yumi si se tomaba cinco minutos "para hacerle pensar". Un nuevo mensaje de texto entró, lo abrió rápidamente.
Ya veo. Me invitarías porque no encuentras a nadie, ¿no? Jajaja, me lo cobraré, Ulrich. ¿Qué piensas hacer?
Alzó la mirada al cielo. Era una buena pregunta.
¡Ey! ¡No es eso! Seguramente acabaré yéndome al Kadic o al bosque. No tengo ni idea. ¿Me propones algo mejor?
Ulrich esperó paciente la respuesta.
El bosque está bien, seguro que eso te ayuda a relajarte. Quien sabe. Puede que los demás estén en L'Hermitage. Buena suerte. Me voy a dormir. Buenas noches.
Suspiró. Si no tenía suficiente con dar vueltas solo como un idiota, la diferencia horaria le fastidiaba un poco más.
Buenas noches, Yumi. Que descanses.
¿Qué podía hacer? A penas eran las cinco de la tarde, no le apetecía encerrarse en la sala de recreo a ver cualquier basura que saliese en la televisión. Lo del bosque y L'Hermitage no sonaba tan mal. Se encogió de hombros, por probar no perdía nada.
Odd, Jérémie y Aelita estaban en una pastelería del centro, adornando el techo y las mesas con cintas de colores, de la zona de cafetería. La campanita de la entrada tintineó y Yumi entró.
—No sospecha nada. —Sonrió tomando algunas cintas—. Creo que se acercará a L'Hermitage.
—Genial —dijo Jérémie.
—Cuando te vea aquí le va a dar un infarto. —Odd rió imaginado la cara que pondría su amigo.
Aelita tiró de la oreja de su "primo".
—Ve a preguntarle a Pierre si tiene listo el pastel.
Pierre era un hombretón rellenito, con un espeso bigote negro y mejillas sonrosadas. Parecía sacado del dibujo de un envase de comida preparada, todo un estereotipo. Odd refunfuñó moviéndose hacia la parte delantera del local.
Yumi abrió un tubo de cartón y de él sacó una gran pancarta, Jérémie y Aelita soltaron una exclamación.
—¡Te ha quedado genial!
—¿De verdad lo crees? —dijo acomodándola sobre la mesa más larga—. Pensaba que no acabaría a tiempo.
—Nosotros sabíamos que lo lograrías. —Jérémie se acercó a mirarla con más detenimiento— has hecho el escudo y todo, estoy impresionado.
—Las cosas se hacen bien o no se hacen — replicó sonriente Yumi.
Ulrich pateaba con desanimo las piedras que encontraba en su camino. Era frustrante. Debería estar contento, de hecho debería estar dando saltos de alegría por librarse de la mirada acusadora de su padre. Sin embargo se sentía bastante deprimido.
La persona con la que más le apetecía pasar las vacaciones estaba lejos. Y sus amigos desaparecidos.
Los pájaros piaban animados entre el follaje de los árboles, y eso le cabreaba. Hasta el sol parecía estar radiante de felicidad, como si todo se burlase de él.
No podía seguir así. Tener a Yumi cerca no era fácil. Sus sentimientos por ella hacían que se bloquease, necesitaba de toda su fuerza de voluntad para ser su "amigo", y eso no era algo sencillo. El principal problema era que cuando trababa de verbalizar sus sentimientos era incapaz, le dominaban las emociones, como si estuviera borracho, ¡si a penas podía respirar!
Pensó en todos esos gestos cómplices que compartían, y, que le daban una idea aproximada de lo que sentía por él. Era al único al que le besaba en la mejilla, al único al que abrazaba. No necesitaban las palabras para comunicarse. Confiaba en él en todos los sentidos, le contaba sus secretos, en Lyoko había puesto su vida en sus manos… Por más imbécil que se pusiera ella siempre le perdonaba.
Además lo había leído en su diario.
Pero eso no bastaba para darle el valor suficiente.
El teléfono móvil vibró en su bolsillo y él lo sacó, pensando en Yumi, frunció el ceño al ver el nombre de Odd parpadeando. Abrió el mensaje de texto.
¡Ey, Ulrich! No me he enterado de tu llamada. ¿Dónde estás? Vente al centro, Jérémie, Aelita y yo estamos en la pastelería de Pierre, dice que no preparará algo para chuparnos los dedos. Odd.
Lo meditó unos segundos. El bosque o la pastelería. Era una elección fácil.
Estaba pasándomelo en grande chutando piedras en el bosque. Puede que tarde un rato, estoy casi en l'Hermitage. Voy para allá. Ulrich.
Corrió, pese a no tener ninguna necesidad de hacerlo. Por que si seguía allí pensando en Yumi acabaría haciendo alguna tontería. Quería llegar cuanto antes, estar con sus amigos, beber refrescos, comer dulces y reírse hasta que le doliera la barriga.
Del bosque pasó al Kadic, del Kadic a la ciudad.
Se encontró, jadeante, frente a la puerta de la pastelería, desde el otro lado del cristal el regordete Pierre le sonrió. Desde allí podía verse la arcada que daba paso a la cafetería, una tela roja hacía las veces de puerta. Frunció el ceño aquello no tenía que estar allí.
Se encogió de hombros y abrió la puerta de cristal, la campanita de la entrada tintineó.
—Buenas tardes, chico —dijo Pierre en un tono más alto del habitual—. Tus amigos te esperan allí dentro.
—Buenas tardes, gracias.
Descorrió la improvisada cortina y estuvo a punto de caer. La sala estaba a oscuras. Buscó a tientas el interruptor, que sabía que estaba a su derecha, y cuando dio con él lo accionó.
—¡Sorpresa! —gritaron varias de voces.
Sus ojos tardaron un par de segundos a acostumbrarse a la luz de los fluorescentes, entonces vio a sus amigos. Jérémie, Aelita, Odd y Yumi… Yumi también estaba. Leyó la enorme pancarta que colgaba entre miles de cintas de colores.
¡FELICIDADES POR EL FICHAJE CON EL PSG!
Se sintió aturdido unos instantes. Reconoció la delicada caligrafía de Yumi en la pancarta, eso hizo que se conmoviera más. Avanzó y les dio un abrazo colectivo a sus amigos.
—Me habéis engañado como a un mocoso.
—Uy, pobrecito —Odd sacó su mejor tono sarcástico arrancando las risas de todos.
Pierre se les acercó con una botella de refresco de cola, como si fuera champán, y unos elegantes vasos de cristal en una bandeja.
—Enhorabuena, chico —dijo alegre—. Aunque supongo que eso significa que a partir de ahora te veremos poco por aquí.
—Bueno yo…
—Espero que te acuerdes de mí cuando seas rico y famoso.
Ulrich se rió. No había pensado en todo lo que se perdería por jugar en la liga profesional, se acabaron las reuniones en una cafetería con los amigos, las tardes en l'Hermitage, los entrenamientos con Yumi. Yumi. No podría verla tanto como quisiera. Ella le sonrió, se le acercó y le besó en la mejilla.
—Me alegro mucho por ti.
—Gracias.
Rieron, comieron, bebieron, bailaron y se lo pasaron en grande. Pierre les había cedido la sala para toda la tarde y ellos la aprovecharon al máximo.
Jérémie y Aelita fueron los primeros en marcharse al Kadic, poco después lo hizo Odd que tenía una cita con Sophie. Se quedaron los dos solos compartiendo un trozo de tarta de cerezas.
—Siento haberte engañado —dijo sonriendo.
—Da igual que lo sientas. No te pienso perdonar —le contestó con una sonrisa encantadora.
—¡Qué cruel!
—Te perdonaré si me dejas acompañarte a casa.
—Trato hecho.
Cogieron sus chaquetas y salieron a la calle, las farolas empezaban a encenderse, y ellos caminaron y hablaron, hicieron planes para aquellas vacaciones. Por que ambos se quedarían en la ciudad aquel año, tenían el futuro por delante y ganas de vivirlo.
Ulrich resopló. A veces tenía la sensación de que la casa de Yumi estaba demasiado cerca, siempre que estaba a punto de decir algo importante llegaban a su puerta.
—¿Quieres entrar y tomar algo? —le preguntó con una sonrisa.
—Tengo que volver antes de que Jim haga la ronda. —Miró su reloj—. Odd no podrá cubrirme mucho rato.
—Lástima.
Estaba decepcionada, esperaba poder seguir con él, al menos, un ratito más.
—Estar sola en casa es muy aburrido.
—Te invitaría a la academia, pero no creo que a Jim le gustase.
Yumi rió y Ulrich sonrió.
Llegó uno de esos momentos cómplices, que le gustaban y asustaban por igual, se miraron a los ojos en silencio hasta que Yumi avanzó y le besó en la mejilla. Como siempre eso le hizo ruborizarse, como siempre Yumi le sonrió.
—Buenas noches.
—Buenas noches.
Ella subió los escalones que separaba el patio de su casa de la entrada, y se despidió de él con la mano.
—Quizás mañana te diga que te quiero —susurró viéndola entrar en su casa.
Fin
Notas de la autora:
¡Hola! Tengo un ataque de inspiración, así que lo he aprovechado jajaja. Como anuncié en mi perfil he arrancado con el reto de los veinticinco momentos, no voy a hacerlos en orden, iré subiendo según vaya escribiendo. Serán oneshots independientes, lo único que los relacionará es que todos tratarán sobre Ulrich y Yumi. Como puse arriba si alguien quiere hacer su propia versión puede hacerlo.
Espero que os guste este shot y también los próximos. Un abrazo.
Aclaraciones:
-En Japón está muy mal visto el contacto físico en público, de hecho es algo de muy mala educación, eso incluye besos y abrazos. Si os habéis fijado al único al que besa y abraza Yumi es a Ulrich, a excepción del capítulo 6x2 (32) "Saint Valentin" en el que le da un beso a William (a su familia no la cuento).
-PSG son las siglas de Paris Saint-Germain, para los que no sepan de futbol francés, es el equipo de futbol de París, juega en la Ligue1, el equivalente a la primera división, y tiene un buen palmarés.
-Sobre lo del diario en el capítulo 12x4 (77) "Torpilles virtuelles", Hiroki pierde el diario de Yumi y Ulrich lo encuentra, al final del episodio se ve que Ulrich lo ha dejado encima de la cama de ella, y se aleja silbando y sonriendo no se sabe si por que se ha reconciliado con Hiroki, o por que ha hecho caso de Odd y ha leído el diario. Yo siempre he pensado que leyó el diario.
Code: Lyoko y todos sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.
Advertencia: contiene un poco de "lime" (escena subida de tono), por lo que el rating de este shot es +16.
XXV.- Camisa
Estábamos en mi ciudad. Stuttgart. No venía por aquí desde que tenía siete años. Y seguramente no estaría aquí si aquel mensaje de Franz Hopper no hubiese llegado.
Jérémie había entrado en estado de euforia. Ayudar a Aelita era importante.
Yo era el único que sabía alemán por lo que me convertía en el candidato perfecto para ir. Pero ¿quién iba a acompañarme?
Ella se ofreció. Con su magnifica sonrisa.
Yumi y yo partimos aquel mismo día, sin equipaje, sólo con lo puesto. Ella con su vestido de tirantes negro, y yo con camisa blanca y vaqueros.
Las luces de la ciudad nos recibieron. Cogimos un taxi desde la estación de tren hasta mi antigua casa, un trayecto de a penas quince minutos, en el que el taxista no paraba de maldecir a los políticos y de mirar, de un modo poco apropiado, a Yumi. Me estaba poniendo histérico con comentarios del tipo "cuando te canses de tu novia me la pasas" o "¿qué tal se porta en el catre?", "has hecho bien, muchacho, eligiendo a una que no sabe tu idioma, así no tienes que escucharla". Juro que de haber podido le hubiese incrustado su retorcida nariz en el cerebro.
Respiré aliviado al bajar, aunque ella no supo el motivo y yo preferí dejarla con la intriga. Metí la mano en mi bolsillo derecho en busca de la llave.
—Te vas a reír… —dije con una expresión estúpida.
—¿Reírme? ¿Reírme por qué?
—Me… he dejado las llaves en el tren.
Esperaba una reprimenda, pero Yumi se rió con ganas.
—¿Y dónde vamos a dormir? ¿Debajo de un puente?
—Creo que hay una pensión aquí al lado.
Ella volvió a reír.
—Una pensión —repitió—. Qué romántico.
Sentí una punzada en el pecho. Cada vez que Yumi pronunciaba la palabra "romántico" el corazón me daba un vuelco, alimentaba la esperanza de que algún día pudiese tenerla entre mis brazos, despertar cada mañana con ella a mi lado y, morir viejo y feliz rodeado de hijos y nietos.
Recorrimos la manzana, muy cerca el uno del otro, hablando de Franz Hopper.
Nos detuvimos frente a un letrero de neón que parpadeaba, seguramente era la pensión más espantosa de toda la ciudad. A ella no debió parecerle tan horrible como a mí, porque tomó mi mano y me llevó hacia el interior.
—Podría ser peor —me susurró al oído.
Un tipo gordo, sudoroso y con aspecto de no saber que eran ni el agua ni el jabón, se plantó frente a nosotros detrás del mostrador.
—Quisiéramos dos habitaciones —dije en alemán.
—Sólo tengo una individual —me contestó mirando de arriba abajo a Yumi.
Ella se dio cuenta y le sostuvo la mirada, desafiante, con aquella sonrisa que indicaba que, si seguía por ese camino, iba a patearle el culo hasta que suplicase piedad.
—Creo que tendremos que irnos a otro sitio —le dije en voz baja a Yumi.
—¿Por qué? ¿No hay habitaciones?
—Una individual —le informé.
—¿Cómo se dice "nos la quedamos"?
—Yumi, "individual" significa para una sola persona.
Me dio un puñetazo en el brazo sin demasiada fuerza.
—Sé lo que significa "individual", Stern —dijo seria—. Mejor eso que el puente, ¿no?
Suspiré, no la iba a convencer de lo contrario.
La ventaja de tener veinte años era que, en mi poder, tenía una tarjeta de crédito, la desventaja de ser Ulrich Stern, era que no tenía muchos fondos. Pero no podía permitir que Yumi pagase.
El hombre nos hizo descuento, tras haber intentado tocarle el culo y que ella le hubiese estampado contra una pared, y retorcido el brazo hasta hacerle llorar como a un bebé. Así pues, la factura de cincuenta euros se vio reducida a veinticinco.
—Habitación cuatro, primera planta, al lado de las escaleras —nos gritó sin atreverse a acercarse a ella—. Hay una manta en el armario y el baño está dentro.
La escalera era de madera y crujía bajo nuestros pies, la barandilla parecía estar a punto de ceder. Era un sitio horrible. Sin embargo la habitación me sorprendió, estaba limpia como una patena, las paredes pintadas de un blanco inmaculado, la cama perfectamente hecha, el encerado del suelo reluciente. Debo reconocer que casi me caigo de culo al verlo.
—Parece que es una porquera limpia.
—Creo que quieres decir "pocilga".
Me escrutó con sus brillantes ojos negros y movió la mano, de arriba abajo, dejando claro que el haber confundido la palabra le preocupaba tanto como quien iba a ganar el reality show de moda.
A veces se equivocaba, y eso me resultaba fascinante, la mirada, a medio camino entre vergüenza y confusión, le daban un aire especial y único. En esos momentos te dabas cuenta del esfuerzo que le suponía hablar correctamente en francés.
—¡Ey! Tenemos hasta jabón. —Me sacó de mis cavilaciones—. Quién iba a decirlo, con la pinta que tenía el encargado.
Me reí tanto que acabé tosiendo como un idiota.
—Hemos olvidado comprar comida… —susurró acercándose a mi.
—Hay una gasolinera a dos manzanas. Iré a comprar un par de sándwiches y refrescos.
Me sonrió y sacó el portátil que nos había dado Aelita, abrió la página de enlace con el satélite espía que ahora controlaba Jérémie. Tecleó las coordenadas del lugar que nos indicaba el mensaje de Franz Hopper.
Salí sin hacer ruido en busca de nuestra cena. El barrio no había cambiado demasiado, era ventajoso tener la seguridad de que no iba a perderme, sería vergonzoso perderme en mi propia ciudad.
Las farolas marcaban el camino a seguir, como si fuera el camino de baldosas amarillas de "El mago de Oz". Esquivé el Mercedes que casi me atropella cuando entró a repostar y crucé la puerta automática de la tienda. El guardia de seguridad me escrutó con la mirada y, cuando determinó que no era peligroso, clavó su mirada en la cajera como si contemplase una obra de arte, me pregunté si yo miraba así a Yumi.
Me detuve frente a las cámaras frigoríficas y cogí un par de latas de refresco y otro par de botellas de agua, pasé a los sándwiches, no tenía muy claro de que tipo le gustaban a Yumi así que cogí uno de cada, un total de siete, no pasaríamos hambre, eso seguro.
Pagué y me dispuse a volver, no sin antes echarles una última mirada al guardia y a la cajera, estaba convencido de que ambos sentían lo mismo, la sola idea de pensarlo me estrujó el corazón. Corrí, para no pensar en ellos, para no pensar en nosotros, en lo que un día casi fue y que no sabía si algún día podría ser. Cuando me dí cuenta estaba frente a la cochambrosa pensión, el dependiente dormía con la cara pegada al mostrador, bajo su mejilla sobresalía un boli, sonreí pensando en la marca tan ridícula que tendría cuando se despertara.
Cuando abrí la puerta Yumi seguía ahí tecleando. Estaba preciosa. Cerré y me senté junto a ella, le tendí la bolsa con los sándwiches, ella tomó el de queso y yo el de pavo.
Con Yumi era fácil estar en una habitación y hablar de cualquier cosa, por estúpida que fuera, y sentirse como en casa, la familiaridad y la intimidad eran tan cómodas, que parecía que llevásemos toda la eternidad juntos.
Cenamos sentados en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, muy cerca el uno del otro pero sin tocarnos, separados por las latas de refresco.
Nuestra conversación giraba en torno a nuestra ruta del día siguiente, en el posible modo de llegar, taxi, transporte público, alquilar un coche… Reímos por la abundancia de la comida, no tendríamos que preocuparnos por comprar nada, hicimos hipótesis sobre Hopper, sobre como ayudar a Aelita.
Le di un codazo a mi lata de refresco manchando la ropa de Yumi.
—¡Mierda! —exclamé—. Te he manchado.
Actué como si estuviera loco, poniéndome en pie bruscamente, buscando algo con que secarle el vestido. La escuché ponerse de pie, caminar hasta mí y entonces me dio una colleja.
—Relájate, ni que me hubieras apuñalado. —A veces Yumi era muy poco delicada—. Lo lavaré y quedará como nuevo.
—Sí… buena idea —titubeé.
Se encerró en el lavabo y la oí abrir el grifo. Entonces caí en la cuenta de que el vestido era la única ropa que llevaba ¿qué iba a ponerse? Toda la sangre de mi cuerpo se concentró en mi cara.
Me quité la camisa y llamé a la puerta del baño.
—¿Qué pasa?
Entreabrió y asomó la cabeza, yo miré a un lado tendiéndole la pieza de ropa.
—Usa esto…
—Gracias —dijo tomando la camisa—. ¿Te importa que me de una ducha?
—A-adelante.
Un par de minutos después salió, con mi camisa puesta y el vestido empapado en la mano, lo tendió en la ventana. Le quedaba mejor que a mí, le quedaba de fábula, aunque seguramente ella hubiese preferido una más larga.
Volvió a encerrarse en el baño y escuche el inconfundible sonido de la ducha. Aparté mi mente de eso, porque soy un caballero o quiero serlo en un futuro muy próximo, y porque no podía salir nada bueno de imaginarme cosas. Así que me concentré en la pantalla del portátil y los números que pasaban a toda velocidad. Acabé con un mareo de los que hacen historia, tirado en la cama como un trapo sucio y una cara que no quería ni imaginarme.
La puerta se abrió con un leve crujido y la figura de Yumi apareció entre el intenso aroma a champú, con una toalla blanca en las manos, y como siempre sus movimientos me dejaron fascinado. Es que cada vez que Yumi se movía era como si lo hiciese una bailarina, elegante, delicada y sin movimientos innecesarios.
No podía dejar de pensar en lo bien que le quedaba mi camisa, sin embargo, me moría de ganas de quitársela.
Siendo dos adultos no se hacía nada fácil mantener esa relación de "sólo amigos", y menos aún cuando aparecía frente a mí tan sugerente, con esas largas piernas perfectamente torneadas a la vista.
—¿Has llamado a Aelita? —preguntó sacándome de mi ensoñación.
—No.
Se sentó a mi lado en la cama, secando su pelo azabache con una toalla. Olía a fruta fresca.
—Siento lo de tu camisa —musitó.
—¿De qué hablas?
—La he mojado.
Eso me obligó a mirarla para no parecer descortés. La tela blanca se adhería a su piel y se transparentaba sobre sus hombros y la espalda. Demasiado sugerente. Demasiado seductor. Demasiado para mantener la razón y la distancia.
Quise levantarme. Quise alejarme. Quise encerrarme en el baño y meterme bajo el agua helada de la ducha. Juro que quise.
Pero no pude.
La besé con frenesí, sin ningún tipo de delicadeza, derribándola sobre la colcha de flores que cubría la cama.
Acaricié su mejilla, su fino cuello, su clavícula. Deseaba más, pero me detuve en su hombro. Recuperé el control sobre una parte de mí y me separé un poco de sus labios.
—Yo no quiero ser sólo tu amigo —pronuncié con voz ronca y extraña.
En ese punto podían pasar dos cosas: que Yumi me correspondiese, o que me hiciese una de sus dolorosas llaves de kung fu, esas que tanto me gustaban siempre que no fuesen dirigidas a mí.
—Esto me está matando, Yumi. —Llevé su mano al punto donde latía con fuerza mi corazón—. Me vuelves loco, cada vez que te veo me muero por besarte. Llevo años aguantando. Ya no puedo más…
Me quedé clavado en sus ojos negros, profundos y brillantes, esperando una palabra, un gesto… algo, pero no hizo nada.
—Di… algo —supliqué.
—Calla —me susurró.
Pensé que iba a recibir un golpe, sin embargo sus brazos rodearon mi cuello y me atrajo hacia su cuerpo para besarme.
Sus caricias en mi espalda desnuda, eran la cosa más maravillosa del mundo. Y nuestros besos, que hacía rato que habían perdido cualquier rastro de inocencia, me hacían desear mucho más de lo que tenía en ese momento, estaba tumbado sobre ella por lo que estaba seguro de que ya lo había notado.
Con su ayuda me deshice del dichoso pantalón que se había convertido en una tortura, y la hice rodar por la cama, dejándola encima de mí, para librarla de mi peso y para contemplarla mejor. Maldije a mi estúpida camisa por tener unos botones tan pequeños y difíciles de desabrochar, acabé pegando un tirón, un par de ellos saltaron y rodaron por el suelo.
Yumi rió, se inclinó para poder besarme y acabamos rodando de nuevo.
Su piel era suave y cálida, nunca me habría imaginado que mis manos pudiesen recorrer sus piernas, la delicada curva de su cintura, ni que eso le haría estrecharme con más fuerza, que eso encendería mi ánimo y me permitiría oír lo que tanto tiempo había soñado.
—Te quiero…
—¿Qué has dicho? —pregunté con la voz entrecortada.
—Que te quiero, Ulrich.
Sujetó mi cara entre sus manos y me dio un pequeño beso en los labios, tan tranquilo, dulce y casto, que me pareció imposible teniendo en cuenta que estábamos medio desnudos, en la cama y con la respiración tan entrecortada como si hubiésemos corrido tres maratones seguidas.
En cierto modo me sentí aliviado de no ser el primero en pronunciar aquella frase, pero sobre todo, me sentí aliviado al saber que no estaba dejándome hacer por que me estaba comportando como un loco pervertido y temiera por su seguridad.
—Yo también te quiero, preciosa.
La musiquilla de mi móvil rompió el momento, cosa que agradecí, porque ninguno de los dos estábamos dispuestos a pasar de ahí, no esa noche, no si no hacía una segunda visita a la gasolinera.
Jóvenes sí, idiotas no.
El nombre de Jérémie se encendía de manera intermitente, me tumbé boca arriba y contesté. Seguía en su estado de euforia, dando órdenes con su particular estilo. Yumi me mordió el cuello y yo necesité de todas mis fuerzas para ahogar un gemido en la garganta. Hubiese quedado muy raro, habría sido muy violento, y Jérémie se habría preguntado que demonios estaba haciendo.
La abracé con fuerza, inmovilizándola, mientras ella reía discretamente. Lancé el móvil a la almohada y dejé a Jérémie con su monólogo, para besar a mi chica.
Franz Hopper me importaba un bledo, el satélite espía me daba lo mismo, el mundo entero me resultaba indiferente.
Sólo me importaba ella.
Fin
Notas de la autora:
¡Hola! Me vino la inspiración viendo Torchwood, y como me pasa siempre que veo esa serie me salen cosas subidas de tono jajaja. En fin, no sé si teniendo a Yumi a su lado todos los días, durante tantos años, Ulrich, habría sido capaz de aguantar como "sólo amigos", lo que sí sé es que, de haber aguantado, habría acabado reaccionando drásticamente, es lo que tiene la timidez.
Para los que no lo sepáis, catre es un modo de llamar a la cama, creo que es un regionalismo así que lo aclaro.
En fin, espero que os guste el shot, en unos días subiré el próximo. ¡Un abrazo!
Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.
III.- Resfriado
Dos días atrás a Odd se le había ocurrido la fantástica idea de lanzarle un cubo de agua helada por encima. Si lo hubiese hecho en verano… bueno, no le habría importado tanto, pero era pleno invierno, hacía un frío de narices y de noche helaba.
Moqueaba. Tenía fiebre. Le dolía la cabeza y el pecho. Empezaba a pensar que iba a morirse.
Encima tenía un examen de mates. Adiós al plan de quedarse en la camita durmiendo. Le quedaba el consuelo de saber que aquella misma noche iba a cenar con Yumi, le diría que la quería, y después, si todo iba bien, podría morir feliz.
La señora Meyer le miró enarcando una ceja, no era de extrañar, estaba con el abrigo y la bufanda puestos dentro de la clase. El blanco del papel le dañaba los ojos como si fuese amarillo fosforito y el bolígrafo pesaba una tonelada en su mano. Entonces tuvo una sensación muy rara, como si el mundo hubiese girado bruscamente y la gravedad se hubiera invertido, después nada.
Odd, Jérémie y Aelita saltaron de sus sillas al ver a Ulrich caer al suelo. El aula se llenó de exclamaciones, susurros y sorpresa. La señora Meyer corrió hasta él, le puso la mano en la frente y ahogó un grito.
—¡Sissi! Ve a buscar a Jim y a Yolande —ordenó al borde de la histeria—. Todos los demás salid al patio. ¡Ya!
Los alumnos obedecieron sin rechistar, menos la pandilla que permanecía arrodilla junto a su amigo.
—Vosotros también —graznó la profesora.
—Pero…
—¡Fuera!
No les quedó más remedio que salir. Jim y Yolande entraron en estampida en la clase y a los pocos minutos, un pálido Jim, salió manteniendo una conversación telefónica con el hospital. Pedía una ambulancia.
Aelita corrió hasta la clase de Yumi, llamó su atención desde la ventana, la vio levantarse, disculparse y desaparecer detrás de la puerta. Se le acercó corriendo. Giantess Videos and comics
—¿Qué pasa? Creía que teníais un examen.
—Yumi —dijo mientras sus ojos se inundaban—. Es Ulrich… se lo lleva una ambulancia.
—¿Q-qué?
Sintió que se le helaba la sangre en las venas. Arrastró a Aelita hasta la parte delantera del Kadic, donde la ambulancia esperaba con las puertas abiertas. Le llevaban en la camilla, con una mascarilla y un gotero en el brazo, se le encogió el corazón. Fue hasta a allí nerviosa, Jean-Pierre Delmas le miró severamente.
—Me da igual lo que diga, señor. Voy a ir con él.
—Está bien —cedió con una facilidad sorprendente.
Ella subió a la ambulancia, el director les siguió en su coche gris oscuro. Las urgencias estaban colapsadas y el señor Delmas se alegró de que la muchacha hubiese ido. Mientras Yumi esperaba, junto a la camilla de Ulrich, en uno de los pasillos, él probó, cientos de veces, contactar con los señores Stern. Acabó rindiéndose, o estaban sordos o no querían contestar.
Dos horas después, el médico se lo llevó, le examinó y le ingresó. Tenía una pulmonía, pero se pondría bien. Un par de días en el hospital y a casa a descansar. Yumi se sintió tan aliviada como si le hubiesen quitado doscientos kilos de encima.
Empezaba a atardecer, y a Delmas no le quedó más remedio que marcharse, no sin que antes ella le prometiera seguir intentando ponerse en contacto con los padres de Ulrich y que le llamaría si había algún cambio.
Yumi probó suerte otro centenar de veces y llegó al punto de pensar que la ignoraban deliberadamente, era imposible que nadie contestase al teléfono durante nueve horas, aún más teniendo en cuenta que era el teléfono personal del señor Stern y siempre lo llevaba encima. Decidió hacer un último intento antes de darse por vencida, al fin obtuvo respuesta.
—¿Diga?
Se quedó helada al reconocer la severa voz del padre de Ulrich, pero se había comprometido a hacerlo, así que se armó de valor.
—Señor Stern —titubeó—. Soy Yumi Ishiyama, una amiga de su hijo.
—¿Qué quieres?
—Ah… no sé si habrá tenido oportunidad de escuchar sus mensajes. Verá… —Se sentía intimidada y eso que no lo tenía delante—. Es que Ulrich… está en el hospital.
—¿Qué le pasa? —El señor Stern mantenía el tono severo e indiferente— ¿Es grave?
—Se desmayó en clase, tenía mucha fiebre y… es una pulmonía. Se pondrá bien, pero le convendría tener compañía cuando despierte.
—Tengo mucho trabajo y mi hijo tiene una salud de hierro, no se morirá por una pulmonía —replicó impasible—. Puede esperar a mañana. Adiós señorita Ishiyama.
—¡Oiga!
Al otro lado solo oyó el tono intermitente de final de llamada. Lanzó un bufido totalmente fuera de sus casillas, no le extrañaba que Ulrich se cabrease con solo nombrarle. Menudo hombre más insensible, al menos podría haberle dado el teléfono de su mujer, quizás ella si querría ir. Era una suerte que Ulrich no se le pareciese, porque de lo contrario le hubiesen dado ganas de estrangularle.
Volvió a entrar en el hospital y se encaminó hacia la habitación de Ulrich, no quería que se encontrase solo al despertar. La luz del fluorescente daba un tono blanquecino al lugar. Tomó asiento en la incomodísima butaca reclinable de color gris, junto a la ventana, a escasos centímetros de los pies de la cama.
Le observó largo rato, con la máscara de oxígeno de color azul puesta. Su pecho subía y bajaba a un ritmo regular, pero menos profundo de lo que sería normal teniendo en cuenta que dormía. Con ello sólo consiguió ponerse nerviosa, así que bajó a la velocidad de la luz al kiosco de la entrada y se compró un libro. Si no se hubiese dejado la mochila en clase podría haber hecho los deberes.
Se abstrajo tanto como pudo, sin poder evitar sobresaltarse cada vez que tosía o le oía moverse.
—¿Dónde estoy? —preguntó con voz ronca y pastosa.
—¡Ulrich!
Saltó de la butaca lanzando el libro al suelo y se abalanzó hacia la cama con los ojos brillantes.
—Estás en el hospital. Te desmayaste en clase. —Alzó la mano con la intención de acariciarle la mejilla pero se detuvo a medio camino, y finalmente la apoyó en la almohada—. ¿Cómo te encuentras?
—Un poco mareado. —La miró adormilado y se percató de que ya había anochecido, las estrellas brillaban detrás de Yumi—. ¿Qué hora es?
—Las diez.
—¡Oh no! La cena…
Yumi le sonrió y esta vez sí acarició su mejilla con los dedos.
—No te preocupes por eso. Lo importante es que estés bien.
—Pero yo… te-tenía pensado decirte que yo… que tú… que te… —se sonrojó tanto que pareció que le había vuelto a subir la fiebre—. Algo importante…
—¿Cómo está mi amigo el moribundo?
—¡Odd! —protestaron Jérémie y Aelita entrando en la habitación.
Yumi se apartó de la cama como si estuviera en llamas.
—Creo que viviré un poco más —replicó con humor.
—No sabes lo que nos ha costado convencer a Jim para que nos dejase venir.
Ulrich se bajó la mascarilla y esbozó un intento de sonrisa. Yumi puso los ojos en blanco y volvió a colocársela.
—No puedo hablar con eso puesto —se quejó.
—Y si te la quitas no puedes respirar.
—¿Sabéis? —dijo Odd levantando un dedo—. Parece que llevéis casados cincuenta años.
Aelita y Jérémie se rieron al verlos tan sonrojados y Odd adoptó una de sus poses de victoria. Jérémie le entregó su mochila a Yumi, William se había asegurado de recoger todas sus cosas y dárselas personalmente a la pandilla. Ella aprovechó la presencia de sus amigos para escabullirse y poner al corriente al director del estado de Ulrich y, a regañadientes, de su desagradable conversación con el señor Stern. Volvió rápidamente.
En la puerta Jim cruzó los brazos sobre el pecho y les dirigió una mirada severa, no pensaba dejar que se olvidaran de su presencia y que, de ser necesario, les llevaría de la oreja hasta la escuela. Pese a su seriedad estaba contento de ver que la estrella de su equipo de futbol y de las artes marciales estaba bien y no tardaría en recuperarse. La iniciativa de aquella visita había sido cosa suya y si el director se enterase estaba convencido de que le despediría.
Odd le relató, con pelos y señales, el último show de Sissi, tan ridículo y divertido como casi siempre. Se había pavoneado frente a Théo e intentado dejar en evidencia a la pequeña Milly, y por lo que él llamaba "justicia fulminante", la señorita Sissi Delmas había pisado una piel de plátano, aparecida de la nada, y por tanto rodado por el suelo estrepitosamente arrancando las risas de todos. Cabe decir que la piel la había tirado Odd, aunque no fue a propósito.
No protestaron cuando el profesor les exigió que salieran para regresar a Kadic, el grandullón tenía su corazoncito y se la había jugado por ellos, una vez más.
Con la marcha de los chicos las risas cesaron y el silencio inundó la habitación. Ulrich se preguntó cuánto tardaría Yumi en irse, cuando lo hiciera se quedaría solo. La simple idea le dejó desolado. Ella le miraba fijamente desde la butaca, con cara de preocupación, trató de sonreír para tranquilizarla pero no lo logró.
—¿Mi padre sabe que estoy aquí?
Yumi se retorció los dedos nerviosa.
—He hablado con él… antes —admitió—. Ha dicho que vendrá pronto.
—Ha dicho que no voy a morirme y que vendrá cuando no tenga trabajo, ¿verdad?
Suspiró cerrando los ojos, era inútil mentirle.
—Sí…
—No importa —dijo bajándose la máscara de oxígeno—. Siempre es igual.
—¡Oye! La enfermera ha dicho que no te la quites —espetó levantándose y recolocándosela—. Se un buen paciente.
—Puedo… ¿pedirte un favor? —Yumi asintió—. ¿Te importa llamar a mi madre?
—Si me das su número lo haré encantada.
Marcó el teléfono en el móvil de Yumi y ella salió fuera, a la zona donde lo podía usar. Le dio al botón de llamada, la señora Stern contestó al primer tono.
—¿Sí? —Su voz era menos intimidante que la de su marido, pero la dejó igualmente bloqueada—. ¿Quién es?
—Ah… señora Stern, soy Yumi Ishiyama, una de las amigas de su hijo. Verá… le llamo por que…
—Mi marido ya me ha comentado que está resfriado.
—¿Resfriado? —preguntó aturdida.
—Bueno, querida, todos nos resfriamos, no es motivo para asustar a nadie.
Yumi apretó el móvil con rabia, haciendo crujir la carcasa del mismo.
—¡No está resfriado! —gritó ganando las protestas de la gente de la sala de espera. Carraspeó disculpándose con la mano—. Está en el hospital. Tiene una pulmonía.
—Si fuera grave, el señor Delmas, nos habría llamado.
Quiso gritar y zarandearla hasta dejarla molida y doblada en el suelo suplicando para ver a su hijo. Esos dos la sacaban de sus casillas, parecía que vivían en un universo a parte del resto de la humanidad.
—Y lo ha hecho —dijo con frialdad conteniendo su rabia—. Pero no les ha localizado. Ulrich me ha pedido que la llamase.
—¿Por qué no me ha llamado él?
—Por que le cuesta hablar y en la habitación no se puede usar el móvil.
—Bueno, querida, tengo que acabar de limpiar la cocina, si no tienes nada más que decir. Dale un beso de mi parte a Ulrich.
Yumi se encontró de nuevo escuchando el pitido intermitente de final de llamada. ¿La cocina? ¿Iba en serio? Frunció el ceño y apretó los dientes, salió a la calle pisando el suelo con tanta rabia que podría haber roto las baldosas. La puerta automática de urgencias se cerró a sus espaldas, un taxi se detuvo a unos metros de ella, la gente iba y venía, y ella gritó exasperada soltando toda la frustración acumulada, todas las miradas se clavaron en ella. Respiró hondo un par de veces y volvió a entrar en el hospital ignorando deliberadamente las miradas interrogativas de los que la habían oído gritar. Le habían hecho perder la calma, y eso no era algo que pasase fácilmente.
¿Qué demonios pasaba con los adultos de la familia Stern? ¿No tenían sentimientos? ¿Les importaba todo una mierda? Más le valía a Ulrich no acabar siendo como ellos o iba a estrangularle, en serio.
Él le sonrió desde la cama y ella se sintió fatal y conmovida a partes iguales.
—¿Has hablado con ella?
—Ah…
—Ya… —murmuró—. Gracias por intentarlo.
—Lo siento —dijo agachando la cabeza.
—No es tu culpa. —Llevó la mano hasta la mascarilla moviéndola, Yumi le miró mal, automáticamente la volvió a dejar en su lugar—. Ya ves, estamos nominados a la familia más feliz y unida del mundo.
Ella agachó la cabeza y su melena azabache impidió que Ulrich viera que se le habían llenado los ojos de lágrimas. Aquella situación era cruel, violenta y odiosa. Le hacía plantearse muchas cosas y ninguna de ellas era demasiado buena.
—Siempre tendrás sitio en la mía —susurró.
—Tendrás que enseñarme a comer con palillos —bromeó.
Yumi se rió, parpadeó varias veces para disipar las lágrimas antes de mirarle.
—Debería marcharme ya.
—¿Ya te vas? —preguntó con una mueca de disgusto.
—Es la una de la madrugada, ojala pudiera quedarme.
—Claro… —refunfuñó.
—Descansa, volveré por la mañana.
Ulrich cerró los ojos y frunció el ceño. Iba a pasar la noche solo en la cama de un hospital, un plan excelente. Se bajó la mascarilla pensando en algo profundo que decirle.
Quizás fuese por tener los ojos cerrados, quizás por lo impensable del gesto, pero no lo vio venir. Yumi le dio un suave beso en los labios, antes de volver a acomodarle la mascarilla.
—Yu-Yu… Yumi. —Se sonrojó hasta las orejas.
—Buenas noches, Ulrich.
La vio coger sus cosas, acercarse a la puerta y despedirse moviendo la mano. La puerta se cerró chirriando como si estuviera triste. Sacó todo el aire de sus pulmones y tosió ruidosamente, "mala idea" se repitió varías veces cuando la habitación dio vueltas a su alrededor y sus oídos pitaron ruidosamente.
No era justo. Sus padres deberían de haber estado ahí a su lado, cuidándole o al menos haciéndole compañía. Envidiaba a sus amigos y sus familias felices. No sabía como Aelita sobrellevaba la ausencia de sus padres, a ella también la envidiaba.
Un chirrido resonó en la habitación, abrió los ojos y allí volvía a estar Yumi, de pie en el dintel de la puerta, con su ropa negra y sus ojos brillantes. Se sintió tentado de mirar por la ventana y comprobar la hora, pero estaba seguro de que no había pasado más de diez minutos desde que se había ido.
—Si que ha amanecido rápido —optó por decir.
—He sobornado a la enfermera para que deje que me quede.
—¿Y tus padres?
—No hay problema. —Sonrió—. Mi padre está de viaje y mi madre te manda saludos.
—Gracias —dijo bajándose la mascarilla.
Yumi suspiró y se la recolocó.
—Si vuelves a quitártela te la grapo a la nariz, ¿queda claro?
—Cristalino.
La conocía lo suficientemente bien como para saber que sería capaz de hacerlo sin parpadear ni perder la sonrisa.
—Y-Yumi… y-yo, tú y yo… nosotros…
—Déjalo estar —dijo con media sonrisa—. Ya me lo dirás cuando salgas de aquí y parezcas un poco menos…
—¿Moribundo?
—Eso —contestó riendo.
Ulrich miró, enarcando una ceja, como Yumi empujaba la butaca y la colocaba entre la pared y la cama, al lado contrario de donde estaban el gotero y el resto de chismes médicos. Tiró de la palanca para ponerla en posición horizontal, como si fuera una cama de lo más incómoda, y se tumbó como pudo.
—¿Qué haces?
—Así si necesitas algo sólo tienes que bajar la mano y despertarme —dijo como si fuera lo más evidente del mundo.
La butaca quedaba más baja que la cama, así que en cuanto Yumi apoyó la cabeza en ella dejó de verla. Tenerla ahí, al lado, sin poder verla, tan cerca, después de lo que acababa de pasar y en esas circunstancias… Ahogó un suspiro. Bajó la mano con la palma hacia arriba, escuchó a Yumi moverse y al instante el cálido contacto de su mano sujetando con firmeza la suya.
Ambos durmieron, todo lo que se puede dormir en un hospital con enfermeras entrando y saliendo constantemente, en la posición más incómoda del mundo pero sintiéndose como si estuvieran en el lugar más agradable del planeta.
Fin
Notas de la autora:
¡Hola! Hasta aquí el tercer shot, es un poco deprimente o al menos a mí me lo parece. No sé si sus padres serían capaces de dejarle tirado en el hospital como si fuera un trapo, pero bueno, me salió así. Supongo que al menos su madre si que hubiese querido ir a verle. El próximo será más animado, lo prometo.
Nos leemos, un abrazo.
Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.
XXI.- Lluvia
—¡Ey, mirad eso! —gritó Odd repentinamente—. William y ¿¡Emilie! ¡Qué bombazo!
—¡Cállate, Odd! —gritaron los demás al unísono.
—¡Ulrich! —gritó separándose momentáneamente de Emilie—. Deberías decirle a Yumi que la quieres.
Tomó de la mano a Emilie y se alejaron riendo como un par de chiquillos.
Ulrich farfulló una serie de palabras a medio pronunciar, frases carentes de sentido incluso para él, completamente rojo. Jérémie palmeó el hombro de Ulrich dándole ánimos, con una cálida sonrisa, mientras William y Emilie desaparecían entre la lluvia.
—Quién sabe… quizás hace caso a William —comentó Odd—. Ya sabéis "¡Oh, Yumi! Amor mío. Tú lo sabes, yo lo sé, el mundo entero lo sabe ¡Te quiero!"
—Odd… —susurró Aelita.
—Para tu información, Yumi y yo sólo somos amigos.
—Claro que sí —replicó con sorna.
Aelita tomó la delantera riendo bajo su paraguas rosa, seguida de cerca por Jérémie y Odd, Ulrich se quedó allí plantado refunfuñando. Gruñó al darse cuenta de que Odd llevaba su paraguas y ya estaba demasiado lejos como para llegar hasta a él sin mojarse demasiado.
Yumi estaba de pie bajo la lluvia con su paraguas abierto y la mirada perdida en el bosque. Su cuerpo estaba allí, al menos, por que su mente vagaba por otros lugares, saltando de un lado a otro. De los estudios a William, de William a Hiroki, de Hiroki a las vacaciones en Kyoto, de las vacaciones a Ulrich… y vuelta a empezar.
La vida era demasiado compleja para darle vueltas de pie bajo una cortina de lluvia.
Las pisadas resonaban con un chapoteo sobre el barro, tres personas se detuvieron a su lado.
—¿Qué hay? —preguntó animada Aelita.
Ella le sonrió centrando su atención en sus amigos, rápidamente se dio cuenta de que faltaba Ulrich.
—Humedad y barro —bromeó.
Procuró que no se notase, pero el acelerado monólogo de William la había dejado tan aturdida como confusa, de ahí que no parase de dar vueltas.
—¿Cómo es que has venido tan temprano? —preguntó Odd.
—Hiroki no paraba de fastidiar, así que he venido dando un paseo. —Sonrió—. ¿Dónde está Ulrich?
—Por ahí, quejándose — replicó entrando en la cafetería sonriendo y sin más explicaciones.
Jérémie y Aelita se encogieron de hombros antes de seguir los pasos de su amigo. Ella se quedó allí bajo la lluvia mirando fijamente la puerta hasta que escuchó unos pasos detrás de ella, entonces vio a Ulrich empapado de pies a cabeza y con cara de pocos amigos.
—Ey —farfulló.
—¿Es qué quieres pillar una pulmonía?
—Odd se ha llevado mi maldito paraguas.
Yumi puso los ojos en blanco y suspiró.
—Te acompaño hasta la residencia para que te cambies.
—Da igual, ya me cambiaré después.
Yumi le miró con aquella expresión de "si hace falta te voy a llevar arrastrando por el barro", Ulrich se encogió de hombros, se metió bajo el paraguas de ella, por que por alguna razón se sentía estúpido caminando junto a alguien con un paraguas abierto y él mojándose. Ella se sonrojó y él no comprendió el por qué.
Por algún motivo Jim estaba sentado en las escaleras de la residencia, le prestaron un poco de atención al profesor de gimnasia grandullón, siguieron su mirada y vieron a la señora Hertz montando algo en el patio con un chubasquero azul celeste. Era tan evidente que estaba loco por la profe de ciencias…
—Te espero aquí —le dijo apoyándose en la barandilla de la escalera.
Ulrich asintió e inició su ascenso, el pasillo estaba desierto y aunque la calefacción estaba apagada y él empapado, no tenía ni pizca de frío. Kiwi saltó a sus brazos nada más abrir la puerta de la habitación y le saludó con un par de estridentes ladridos.
Sacó del armario lo primero que encontró y lo lanzó sobre la cama, entonces frunció el ceño y rebuscó un poco más, hasta dar con algo más elegante. Que fuesen a estudiar con Odd no quitaba que pudiera arreglarse un poco para impresionar a Yumi. Finalmente se puso unos pantalones de corte militar, con bolsillos en las rodillas, de color marrón y una camiseta de manga corta verdosa. Se coló la chaqueta antes de salir ganando un gruñido de protesta de Kiwi.
Ella le esperaba sentada al lado de Jim con la vista clavada en el artilugio que montaba la profesora de ciencias, en cuanto le vio sonrió.
—Stern, mañana hay entrenamiento —dijo Jim sin despegar su vista de Suzanne—. Los interescolares empiezan la semana que viene, no podemos perder.
—Tranquilo, Jim, allí estaré.
Se cobijó bajo el paraguas de Yumi que ya le esperaba en la salida del edificio. Volvía el futbol, los largos entrenamientos, las llamadas misteriosamente amables de su padre, el apoyo de Yumi desde las gradas, y la falta de tiempo para estudiar. ¿Pero a quién le importaba? Ella le ayudaría a estudiar, se lo había prometido.
En la cafetería Odd se zampaba el tercer tazón rebosante de cereales, con media cara embadurnada de chocolate, y dos croissants aguardándole en la bandeja. Jérémie le miraba pasmado, aún no había descubierto dónde demonios iba a parar todo lo que comía, Aelita lo miraba divertida como siempre, se lo pasaba en grande con Odd.
Para cuando Ulrich y Yumi entraron, la cafetería estaba prácticamente vacía. Él fue a buscar algo para desayunar y ella se sentó junto a Aelita.
El desayuno se alargó más de lo previsto, Odd rebañaba una y otra vez el contenido de su bandeja, que por aquel entonces, tanto el tazón como los cubiertos, relucían de lo limpios que estaban; también había acabado con todas las migas que habían caído sobre el plástico.
Con un gran esfuerzo, amenazas y paciencia habían logrado encerrar a Odd en la habitación. Kiwi se lanzó sobre la bolsa de tela de color negro que cargaba Yumi, suspiró y la acabó metiendo dentro del armario de Ulrich, lejos de las patitas del perro.
Los libros de biología de Odd y Ulrich estaban abiertos por el tema sobre genética, Yumi había fotocopiado sus apuntes del año anterior y le había dado una copia a cada uno. Cuando parecía que, en realidad, no necesitaban tanto su ayuda, llegaron a las mutaciones genéticas.
Aquello hizo que Odd se despistara y se pusiera a pensar en superhéroes de cómic americano. Yumi frunció el ceño y acabó optando por enseñarle una de las prácticas de laboratorio que habían hecho con la señora Hertz, pero aquello no sirvió de gran cosa. Lo repitió tantas veces que llegó al punto de no saber ni lo que estaba intentando explicar.
Odd se movió con euforia y apuntó rápidamente la respuesta "correcta". Mostró dos dedos haciendo la señal de la victoria y sonrió triunfante.
Yumi suspiró por enésima vez y tamborileó con el lápiz sobre el libro.
—Que no es así, Odd…
—Es que eres un mala profesora — refunfuñó.
—¿Qué dices? Si hasta yo lo he entendido.
—Y eso ya es difícil —replicó Odd con burla—, teniendo en cuenta que no le estás haciendo ni caso al libro.
Ulrich se sonrojó y Yumi le miró alzando una ceja. Odd se rió, porque aquello era muy gracioso, su amigo sólo estaba pendiente de cómo se movían los labios de Yumi, de cómo su pelo se balanceaba cuando se movía, de cómo sus músculos se tensaban y relajaban cada vez que cogía un libro…
—¿Te lo vuelvo a explicar? —preguntó exasperada.
—¡Nah! Prometí a Noémie que la acompañaría al centro.
—¿Qué hay del examen? —inquirió Ulrich.
—Los genios no necesitamos estudiar.
Se levantó e hizo algunos estiramientos antes de salir de la habitación, con rumbo al cuarto de Aelita para seguir estudiando, lo de Noémie no había sido más que una excusa para dejar solos al par de tortolitos lentos a ver si espabilaban de una vez.
Ulrich paseó la mirada por la habitación antes de fijarla en las manos de Yumi.
—¿Tú también tienes planes mejores que estudiar? —Lanzó la pregunta con tono irónico.
—Si cateo mi padre me matará —contestó con sinceridad—, así que por mi bien…
—¿Alguna duda?
—Ninguna —se apresuró a decir.
Estaba cabreada por lo de Odd, había sido él quien le había insistido durante semanas para que les ayudara, y se había limitado a no hacer ni caso y a fugarse con una chica.
Yumi era una buena profesora, lo creía de verdad. Aquella era la primera vez en años que entendía dos palabras juntas sobre biología y no acababa agotado. Quizás sólo era el hecho de que cualquier cosa que dijera ella se le hacía interesante. Pero era genial, probablemente sacaría una buena nota por primera vez en toda su vida.
Hicieron una par de descansos, para "despejar la mente", con temas triviales y amenos para desconectar. Estudiaron hasta la hora de comer.
Era domingo. Y los domingos sólo se servía comida a los alumnos internos, así que a Yumi no le darían nada. Se quedó mudo, pensando en alguna alternativa que les permitiese esquivar a Jim y llenar sus estómagos. Ella se puso de pie y sacó la bolsa de tela que había metido en el armario de Ulrich, al instante, Kiwi, retomó su labor de tratar de arrebatársela.
—Estate quieto, Kiwi —protestó volviendo a sentarse.
Kiwi subió ágilmente a la cama de Ulrich que lo bajó con un movimiento preciso. El perro lloriqueó y mordisqueó las deportivas de Odd, frustrado. Ella abrió la bolsa y sacó tres cajas negras. Las había visto, parecidas, en las series de animación japonesas que tanto le gustaban a Odd.
—Son los bentô que usábamos Hiroki y yo cuando íbamos a la escuela en Kyôto. —Sonrió tendiéndole uno—. Pensé que podríamos comer aquí, así que he preparado algo antes de venir. ¿Tenedor o hashi?
Él extendió la mano y dudó unos segundos entre el tenedor y los palillos. Entre comer como un tío con clase o quedar como un idiota y morirse de hambre. Sus dedos tomaron los palillos con decisión. Pasaría hambre.
—¿Qué hay? —Señaló los bentô.
—Onigiri, tortilla, salchichas, soba y tenpura.
Abrieron las tapas de las cajas a la vez, en perfecta sincronía, liberando el delicioso aroma de la comida casera preparada por Yumi.
Después de varios intentos fallidos de coger un dichoso trozo de tortilla con los palillos, Ulrich, suspiró. En las pelis parecía fácil, viendo a Yumi comer parecía fácil… Cerró los ojos y torció el gesto. De fácil no tenía nada. Olfateó la tortilla demasiado cerca de su cara como para seguir dentro del bentô, abrió los ojos y descubrió que ella le había acercado un trozo a la boca con sus palillos.
—¿Seguro que no quieres un tenedor? —preguntó cuando él, sonrojado, engulló la porción de tortilla.
—Supongo.
Le daba de comer como en los manga de Odd. Puede que en el país de Yumi aquello fuese algo común, pero en el suyo era bastante vergonzoso. Alargó el brazo por encima de la cama hasta dar con uno de los tenedores.
Casi lloró de la emoción, hacía tanto tiempo que no comía comida casera que ya había olvidado lo buena que estaba. Además Yumi era una cocinera genial.
—¿Qué te pasa? —preguntó ella de repente.
Ulrich la miró como si le hubiese planteado un problema complicadísimo de física cuántica. Habían acabado de comer tan callados como si estuvieran haciendo voto de silencio. Bajó de las nubes, se había puesto a soñar despierto con cosas que no repetiría en voz alta, por que le daba demasiada vergüenza reconocer el tipo de cosas se imaginaba haciendo con Yumi. Enrojeció. Si pudiese leerle la mente se iba a ganar una buena patada.
—Na… nada.
—¿Te preocupa el examen?
—Que va. —Se desperezó—. Puede que gracias a ti saque la primera buena nota de toda mi vida.
—No tiene mérito —replicó apoyando la mejilla sobre el mullido colchón—. Eres inteligente, Ulrich, sólo necesitas esforzarte un poco más.
Quizás Yumi tuviese razón. Tendría que planteárselo.
—Dime… —susurró ella—. ¿En qué estabas pensando tan concentrado?
—En hacer algo.
Le había pillado con la guardia baja, estaba segura de que ni se había dado cuenta de que le había contestado. Probó suerte, tal vez podría sonsacarle alguna palabra más.
—¿En hacer qué?
—En be… —se interrumpió sonrojándose. ¡Qué estaba diciendo!—. En ver una película este fin de semana.
—Ya —contestó irónica—. ¿No te atreves a decirlo? —le retó con aquella sonrisa pícara.
No, no era que no se atreviera, era que no sabía como se lo iba a tomar si lo decía. Pero sí que podía hacerlo. Se atrevería a hacerlo. Al fin y al cabo estaba mentalizado para ello.
Se inclinó hacía adelante y le dio un beso, rápido, tímido y torpe. Se giró a toda velocidad.
—Te quiero —pronunció con la mirada fija en la libreta—. Te quiero, Yumi.
Sentía sus mejillas arder, debía de estar tan rojo como un tomate maduro. Estaba nervioso, pero a la vez aliviado, al fin se lo había dicho. La suerte estaba echada.
Las manos de Yumi en sus mejillas le hicieron girar la cabeza, y le besó. El beso de Yumi fue pausado y tranquilo, pero cargado de sentimiento.
—Yo también te quiero, Ulrich.
Le miró pasmado, esperaba algo de "sólo somos amigos", hasta tenía una respuesta a la altura "¿a quién queremos engañar? Ambos sabemos que no somos sólo amigos", entonces ella habría protestado y tras un tira y afloja habrían llegado a algo.
Se rió. De haber sabido que iba a ser tan sencillo lo habría hecho antes.
Se echó hacia delante, apartando un mechón de pelo azabache de Yumi de su mejilla y la volvió a besar lentamente.
Se habían olvidado del examen, de Odd y de Jim. Tenían mucho tiempo que recuperar.
Fin
Notas de la autora:
¡Hola! Este shot es algo así como la continuación de "Sonrisa", así que si lo habéis leído habréis reconocido el principio.
Explicaré por que se sonroja Yumi cuando Ulrich entra bajo su paraguas, es una de esas cosas extrañas de los japoneses. A diferencia de los occidentales ellos no ponen cosas tipo "Yumi x Ulrich" o cualquier variedad de la fórmula, escriben ambos nombres (verticalmente al estilo tradicional) y entre ambos dibujan una raya vertical y los cubren con un triángulo, asemejando la forma de un paraguas. Antiguamente el refugiar a alguien bajo un paraguas era un símbolo de amor, como una declaración. De hecho los japos consideran algo de lo más romántico pasear con la persona amada bajo el mismo paraguas, si leéis mangas veréis que en la mayoría de ellos una chica cubre al chico que le gusta con su paraguas y acto seguido se sonroja.
He tardado en actualizar, tenía listos tres shots, pero cuando me puse a revisarlos empecé a hacer cambios y en fin… que me lié yo sola jajaja. Al final he acabado este antes que los demás, espero que os guste.
Aclaraciones:
Bentô: es un tipo de fiambrera que usan los japoneses para llevar la comida. Las preparan ellos en casa o las compran en los supermercados o en los O-bentô-ya (tienda de bentô). Buscadlas en Google, los bentô son todo un arte, ya lo veréis.
Hashi: palillos para comer.
Onigiri: bolas de arroz, suelen tener forma triangular, llevan un alga negra, nori, pegada en la base.
Soba: fideos de alforfón, hay muchas maneras de prepararlos. (El alforfón, por si no lo sabéis, es una planta, de la familia de las poligonáceas, de tallos nudosos, hojas grandes, flores blancas y frutos oscuros y triangulares.)
Tenpura: comida japonesa consistente en pescado, marisco y verduras rebozados y fritos.
Code: Lyoko y sus personajes pertenecen a MoonScoop y France3
XV.- Sol
Supongo que toda esa gente que dice que la realidad supera a la ficción tiene toda la razón del mundo. Cuando mis padres me dijeron que nos marchábamos a Francia quise esconderme debajo del futón, y suplicarle a Buda que se abriera un agujero bajo mis pies y me tragase. No me gustaban ni Francia ni los franceses… De acuerdo, siendo sincera, sí que me gustaban pero me empeñé en querer odiarlos ¿lo logré? Pues no. Fue un fracaso absoluto.
En sólo una semana perdí a mis amigos, a mi hermano, a mis tíos y abuelos, el templo, la ciudad… Todo aquello que creía que le daba sentido a mi vida.
Un pozo sin fondo, negro, solitario y helado.
Un país diferente, un idioma d
[Code: Lyoko] Veinticinco momentos by Natsumi Niikura
Veinticinco shots de Ulrich y Yumi. [Code: Lyoko] [Code: Lyoko] [Code: Lyoko] Veinticinco momentos by Natsumi NiikuraSummary: [Code: Lyoko] Veinticinco moment
fanfic
es
https://fanfic.es/static/images/fanfic-code-lyoko-veinticinco-momentos-by-natsumi-niikura-436-0.jpg
2024-11-06
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