CRISTAL DE LUNA by marta santes

 

 

 

CRISTAL DE LUNA by marta santes
Summary:

SINÓPSIS:

Elizabeth ha tenido una vida complicada. Ella soñaba con ser una joven risueña, cortejada por apuestos varones de entre los cuales encontraría a su príncipe, a quien amaría hasta la eternidad...

...Sin embargo, un día, los piratas harán que tan solo siendo una niña, deba crecer...

A sus 21 años al fin encuentra una alternativa para huir del lugar en el que siempre estuvo encerrada, pero para ello deberá vivir con piratas.

En el barco encontrará a Eleazar, un atractivo y ladino pirata, quien le provocará una serie de sensaciones desconocidas para ella. Ella le odia con todo su ser, como a todos los piratas, o eso es lo que ella cree... Aunque ambos lo nieguen, poco a poco, mientras esquivan sirenas, convaten contra bestias y surcan mares enbravecidos... sus pieles se atraerán sin remedio. Porque el deseo, a pesar del vértigo y la adrenalina, someterá a ambos a  difíciles decisiones, a elegir...

 

¿Renunciaríais a vuestros mayores deseos por la persona a la que amáis?



BOOK TRÁILER:

Tráiler 1: https://www.youtube.com/watch?v=N4oBvAma_ng

Tráiler 2:https://www.youtube.com/watch?v=3CETzePjfjs



Mi facebook, https://www.facebook.com/marta.santes.1, allí encontraréis fotos, las fechas de las actualizaciones, tráilers y muchas cosas más!



Pasaros por el blog Una de Magia por favor!! Un blog literario estupendo, donde hay información de Cristal de luna y su autora: https://unademagiaporfavor.blogspot.com.es/2013/06/promocionando-juvenil-romantica-epoca-amazon-kindle-marzo-2013-cristal-de-luna-marta-santes.html#more

 

 

Pasaros por el blog: El mundo de los sueños, un fabuloso lugar lleno de magia. Hay una entrevista y una reseña sobre Cristal de luna!! https://mundosu3nos.blogspot.com.es/


Categories: LITERATURA, ORIGINALES Characters: Ninguno
Generos: Romance
Advertencias: Ninguno
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 8 Completed: No Word count: 22730 Read: 1667 Published: 25/06/2013 Updated: 12/08/2013
Summary:

SINÓPSIS:

Elizabeth ha tenido una vida complicada. Ella soñaba con ser una joven risueña, cortejada por apuestos varones de entre los cuales encontraría a su príncipe, a quien amaría hasta la eternidad...

...Sin embargo, un día, los piratas harán que tan solo siendo una niña, deba crecer...

A sus 21 años al fin encuentra una alternativa para huir del lugar en el que siempre estuvo encerrada, pero para ello deberá vivir con piratas.

En el barco encontrará a Eleazar, un atractivo y ladino pirata, quien le provocará una serie de sensaciones desconocidas para ella. Ella le odia con todo su ser, como a todos los piratas, o eso es lo que ella cree... Aunque ambos lo nieguen, poco a poco, mientras esquivan sirenas, convaten contra bestias y surcan mares enbravecidos... sus pieles se atraerán sin remedio. Porque el deseo, a pesar del vértigo y la adrenalina, someterá a ambos a  difíciles decisiones, a elegir...

 

¿Renunciaríais a vuestros mayores deseos por la persona a la que amáis?



BOOK TRÁILER:

Tráiler 1: https://www.youtube.com/watch?v=N4oBvAma_ng

Tráiler 2:https://www.youtube.com/watch?v=3CETzePjfjs



Mi facebook, https://www.facebook.com/marta.santes.1, allí encontraréis fotos, las fechas de las actualizaciones, tráilers y muchas cosas más!



Pasaros por el blog Una de Magia por favor!! Un blog literario estupendo, donde hay información de Cristal de luna y su autora: https://unademagiaporfavor.blogspot.com.es/2013/06/promocionando-juvenil-romantica-epoca-amazon-kindle-marzo-2013-cristal-de-luna-marta-santes.html#more

 

 

Pasaros por el blog: El mundo de los sueños, un fabuloso lugar lleno de magia. Hay una entrevista y una reseña sobre Cristal de luna!! https://mundosu3nos.blogspot.com.es/


Categories: LITERATURA, ORIGINALES Characters: Ninguno
Generos: Romance
Advertencias: Ninguno
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 8 Completed: No Word count: 22730 Read: 1667 Published: 25/06/2013 Updated: 12/08/2013 Capítulo 1: Elizabeth by marta santes
Author's Notes:

Holaa!! Por fin os traigo mi primer libro autopublicado Cristal de Luna!

Espero que os guste!!!

Y recordad que es un romance juvenil de época, con lo que la forma de hablar no es la misma que la actual. Ya lo descubriréis...

Sin más, DISFRUTAD!!

Author's Notes:

Holaa!! Por fin os traigo mi primer libro autopublicado Cristal de Luna!

Espero que os guste!!!

Y recordad que es un romance juvenil de época, con lo que la forma de hablar no es la misma que la actual. Ya lo descubriréis...

Sin más, DISFRUTAD!!

Capítulo 1 (parte 1) Narradora: Elizabeth



Toda mi infancia había sido feliz, con la vida de una niña normal y corriente, fantasiosa y alocada al lado de sus padres y su hermano mayor.

Tenía todo lo que deseaba. Una casa, cariño, una familia que me cuidaba y amaba…, en fin, mi vida estaba predestinada a ser dichosa, a que el príncipe de mis cuentos favoritos llamase a la puerta de mi casa algún día y me enamorase.

Cada vez que mamá me contaba uno de sus cuentos antes de dormir, me imaginaba a ese caballero hermoso y resplandeciente, y a mí, como la princesa de su historia, dueña de su corazón y su existencia…

…Y aquí estaba yo. A punto de casarme con un hombre treinta años mayor que yo, al que ni siquiera conocía.

Claramente no lo hacía porque quería, el hombre más egoísta y sin escrúpulos que había conocido me obligaba a hacerlo. Aurelio. Según él, si me casaba con el dichoso marqués, saldríamos de la ruina y de esa choza que teníamos como casa.

 

A mí no me importaba sacarle a él de la ruina, ni siquiera me importaba que le diese un infarto y se quedase en el sitio.

No recordaba cómo había terminado aquí. Y lo peor, tampoco recordaba cómo era la cara de mis padres. Tenía

una imagen borrosa y distorsionada de sus rostros. Lo único que mi mente podía recordar era esa terrible y traumática escena en la que me arrancaban de la mano de mi madre.

No solíamos hacer viajes nunca. A mi padre no le gustaba viajar. Pero ese día, se celebraba algo importante que tampoco logro recordar. Subimos a un carro directo hacia Portugal y terminamos en un pueblo hostil, con cabañas casi destrozadas, donde el aire era seco y nos llenaba el pelo de tierra. La poca gente que lo habitaba se nos quedaba mirando descaradamente y daba la sensación de que se nos iban a tirar encima de un momento a otro. No sé cómo hicimos para acabar en ese lugar, solo sabía que el sentido de orientación de mi padre no era uno de sus fuertes.

Y cuando creíamos que estábamos salvados y que íbamos a salir de allí, algo terrible sucedió en ese pequeño y pobre pueblo.

–¡¡Piratas!!

Gritaba la gente como loca, corriendo de aquí para allá como si les fuese la vida en ello y encerrándose en sus casas, atascando puertas y ventanas.

Algunos sacaron sus armas, otros se escondieron llenos de pánico… y el hombre con el carro que se supone que nos tenía que haber sacado de allí, pegó un latigazo a los caballos y desapareció dejándonos en tierra con las bocas abiertas.

Huimos y nos escondimos como pudimos en callejones sucios y en ruinas mientras escuchábamos los gritos y súplicas de la gente al otro lado de las calles.

Mi padre nos protegió a mi hermano, a mi madre y a mí, colocándose frente a nosotros, intentando evitar que nos viesen.

Aquellas personas vestidas con harapos, el pelo enmarañado y largas barbas enredadas estaban destruyendo el pueblo, robando todo lo que se encontraban a su paso y matando a quien se interpusiera en su camino.

Recuerdo que uno de ellos nos vio, intentamos huir pero tres o cuatro más de ellos aparecieron con él. Recuerdo que se reían y que nos trataban mal, agarraron a mi madre de la cintura y olieron su perfume con una expresión que me resultó repulsiva.

Mi padre enfurecido quiso apartarla de ellos, pero lo único que logró fue que le asestasen un puñetazo en el estómago. Recuerdo los gritos de mi hermano lleno de ira, y también los míos y el miedo que tenía en esos instantes.

Recuerdo cuándo estiraron de mí para soltarme de la mano de mi madre. Todavía podía sentir los sucios y duros brazos de aquel terrible hombre cogiéndome y apartándome de mi familia…

Y lo siguiente que mis ojos pudieron ver, fue cuando un valiente hombre apuntó con una pistola al pirata que me sostenía en brazos… y un estruendoso ruido ensordecedor inundó mis tímpanos.

Nunca más volví a ver a mi familia. Jamás supe nada nuevo de ellos.

Y jamás volví a recuperar esa inocencia casta de mi infancia…

Tan solo tenía doce años cuando aquello sucedió, y ahora con mis veintiún años, me había trasformado en otra persona muy distinta a la niña de mi pasado… a aquella niña feliz.

 

Aurelio me acogió en su casa, me proporcionó alimento y cama, pero me tuvo trabajando todos los días sin descanso mientras él se quedaba tumbado en la cama y se marchaba a beberse todo el vino que había en las tabernas.

Yo trabajaba en la cocina, sirviendo platos y copas en una de las pocas y pobres posadas que había allí. En mis tiempos libres, acudía a casa de Mateo, un hombre joven que desde los doce años me había enseñado a luchar y a defenderme con armas de pirata. Y también estaba su mujer María, quien amaba la música y bailaba de una forma que me dejaba embobada. También me había dado una clase que otra de su especialidad que era la danza árabe, cuando me cansaba de entrenar con Mateo.

Ellos dos eran las únicas personas a las que les había cogido cariño en el pueblo. Pero siempre estaban ocupados con sus cosas y ahora además se iban a marchar a Francia. Si ellos se iban ya no me quedaba nada. Quería irme con ellos, pero sería solo una carga en su camino.

Me lo habían propuesto, pero yo sabía los escasos recursos económicos que poseían y a mí con el pobre salario que me pagaban en la posada no me llegaba para poder ayudarles.

Así que, aquí me encontraba yo, delante de un largo y lujoso espejo, vestida con un caro y frondoso vestido, mientras una de las sirvientas del marqués me arreglaba detalladamente mi largo y rizado pelo negro azabache. Ya no podía llevar más bártulos encima, que si el cancán, que si las enaguas, los pololos, las medias de punto, los zapatos, las joyas y todas las cosas caras que el marqués me había comprado para que estuviese rutilante en la boda.

–¿No estáis nerviosa? Yo lo estaría y mucho. Sois vos una mujer afortunada, el marqués André os proporcionará todas las riquezas que posee y os hará una mujer de la realeza –aseveró, colocándome el velo con una diadema de plata en la cabeza.

Puse los ojos en blanco.

–Ni siquiera le he visto una sola vez –mascullé entre dientes.

–Él dice que os vio y que al instante supo que vos ibais a ser la mujer de su vida. No es necesario que vos sepáis cómo es físicamente. El marqués es un hombre bueno y respetable.

Me mordí la lengua para no contestarle de malos modos.

En mi opinión debería de ser ilegal dejar que una mujer con treinta años menos que el hombre se pudiese casar, y que además fuese a la fuerza.

Solamente tenía ganas de salir corriendo de allí. Pero la verdad es que tenía que confesar que de alguna forma debería de sacar más dinero de algún sitio para poder salir de aquel pueblo. Nunca tuve la oportunidad de marcharme ya que no podía pagar a ningún trasporte para que me alejase de allí. Así que, debía aguantar. Lo difícil sería cuando quisiera escaparme, con cientos de guardias a doquier y casada con un marqués.

En fin, ya me las arreglaría.

–¿Ya está la señorita Elizabeth preparada?– preguntó un hombre con uniforme apareciendo en la habitación–. No es conveniente hacer esperar más tiempo al marqués –urgió.

–Sí, ya está preparada –anunció ella, ahuecándome el velo por encima del pelo recogido.

–Bien, acompañadme –me ofreció su brazo con galantería.

Le miré unos instantes con un nudo en el estómago y luego miré hacia el pasillo pensando en salir por piernas de allí. Pero le dediqué una sonrisa desganada y luego, resignada, levanté la mano para agarrarle.

 

Caminamos por los anchos y adornados pasillos de ese inmenso palacio hasta llegar a una de las salas donde una treintena de personas se hallaban sentadas esperando a la novia.

Según el marqués esto iba a ser una boda íntima. No sé qué entendía él por íntima, la verdad.

Otras ganas enormes de salir corriendo despavorida me entraron intensamente cuando avanzamos por ese estrecho pasillo, flanqueada por aquella gente chismosa que comenzó a cuchichear por lo bajo.

Miré hacia mis pies, intentando caminar de la mejor manera posible ya que jamás había llevado unos zapatos con tacón y un vestido tan pesado.

Me negaba a mirar al frente, donde el misterioso marqués se hallaba esperándome, seguramente mirándome con devoción y con esa cara de deseo que me resultaba asquerosa. No era la primera vez que un hombre de cuarenta y pico años clavaba la mirada en mí y en mis posaderas de tal forma que se había llevado un guantazo.

Mi superior me había avisado ya unas cuantas veces de que no lo repitiese, la próxima vez me echaría.

Y es que en este pueblo no había ni un solo hombre joven. Todos eran o mucho mayores que yo o niños de apenas cinco o siete años, que la verdad eran muy pocos.

Cuando paramos y la marcha nupcial dejó de sonar, me decidí a levantar la vista de mis pies para mirar al frente con las articulaciones tensas.

Un hombre medio calvo, y visiblemente mal cuidado con todos los estragos de la edad marcados en el rostro, estaba ahora frente a mí, dedicándome una sonrisa iluminante.

Tuve que retener unas ganas enormes de gritar o de llorar, no sabía exactamente lo que quería mi cuerpo. Me temblaron las piernas y tuve que dejar de respirar para que no se escuchase que empezaba a resollar. Hasta los clientes que siempre venían a la posada estaban mejor cuidados que él, solo que en vez de llevar un elegante y adornado traje, vestían con harapos.

No pude devolverle la sonrisa. Sabía que lo tenía que hacer para quedar bien, pero me fue prácticamente imposible.

Le retiré la mirada para que no se percatara de mi expresión de pánico y me coloqué ante el cura, que sostenía un libro dorado en las manos.

Comenzó a recitar las palabras del libro elevando la voz para que lo escuchasen todos.

Pude ver por el rabillo del ojo a Aurelio, que se encontraba sentado en uno de los bancos de madera al lado de algunas personas importantes y de alto nivel económico vestidas con coloridos trajes frondosos.

Mantenía rostro de codicia y se frotaba las manos, ansioso de recibir fortuna y diamantes a mi costa. Arrugué la nariz y volví la vista al frente deseando que cayese un rayo encima de este inmenso palacio y que yo fuese la única en salir airosa de ese desastre.

Noté como el marqués daba un paso en mi dirección y tensé los músculos.

Rodeó sin reparo alguno mi cintura sin quitar la vista del frente ¿Pero qué demonios estaba haciendo?

Arrugué el ceño y me retiré un poco hacia el lado contrario intentando alejarme, pero entonces bajó su mano hasta situarla en la parte trasera del vestido y sin pensárselo dos veces apretó la mano agarrándome una nalga.

Abrí los ojos que casi se me cayeron al suelo y me giré hacia él, estupefacta.

 

Nadie a nuestras espaldas pareció percatarse, el cura continuó recitando las palabras del libro y el marqués esbozó una sonrisa pícara y desagradable.

No me creía que nadie le hubiese visto, lo que sí que encajaba es que ninguno le hubiese dado importancia, ya que André seguramente hacía lo que se le antojaba sin que nadie rechistara.

No sé cómo me contuve para no girarme hacia él y cruzarle la cara de una bofetada, pero ganas no me faltaron.

Ya no podía sentirme más indignada.

En esos momentos, un estruendo se escuchó no muy lejos de la gran sala donde nos encontrábamos. Parecía como si los muebles y las ventanas se destrozasen en habitaciones contiguas. Todo el mundo se giró hacia atrás para mirar la puerta abierta, varios invitados se levantaron de sus asientos y algunos de los guardias desenfundaron sus espadas y caminaron hacia esa dirección. Los murmullos aumentaron con tonos asustados entre el gentío.

–¿Qué significa esto? ¿Quién osa molestar al marqués André Angobaldo el día de su boda? –gritó él a mi lado con ese matiz airado y soberbio característico de un aristócrata consentido y sibarita.

Al instante, uno de los guardias apareció por la puerta corriendo hacia nosotros con el rostro retraído por el miedo.

–Señor…–farfulló fatigado, situándose delante de él–. Son… piratas.

Lo último que dijo me clavó una punzada fuerte y dolorosa en el estómago y la piel se me erizó.

–¿Piratas? ¡Hace más de diez años que no pasan por aquí!–repitió el marqués incrédulo y repentinamente asustado.

De pronto las ventanas se hicieron añicos detrás de nosotros, salpicándonos los cristales con ímpetu y tres hombres con pelo largo y enmarañado hicieron presencia poniendo sus sucios pies en el suelo con largas y desgastadas espadas en sus manos.

La gente salió despavorida por la puerta principal gritando como locos, queriendo huir de allí. Lo que no se esperaban es que más piratas estuviesen en aquellos pasillos.

André corrió también detrás de ellos, sin preocuparse lo más mínimo de que yo le siguiese o no.

Y no lo hice.

La sala se quedó vacía en segundos mientras dos de los guardias luchaban valientes contra los tres piratas que habían irrumpido por las ventanas.

Uno de ellos me vio y sonrió. Pude ver sus dientes negros corroídos por la suciedad combinados con algunos de plata.

No dudé en girarme y correr hacia la pared donde dos espadas yacían colgadas como adorno. Salté los bancos de madera con agilidad y las cogí con rapidez empuñándolas con fiereza entre mis manos para girarme de nuevo hacia el pirata que ahora venía hacia mí.

–Hola preciosa… –me miró de abajo a arriba sonriente–. Siento haberte estropeado la ceremonia… es una pena –habló con voz rota, seguramente a causa de la ingesta de ron a cantidades desbordantes.

–Lo cierto es que yo no lo siento en absoluto…, es más … gracias –respondí, sin amedrentarme lo más mínimo, apuntándole con mis espadas.

El pirata se rió a carcajadas al ver mi actitud desafiante.

Entonces avancé veloz hacia él y levanté las espadas. Éste reaccionó y cortó su carcajada en seco para interponer su espada entre las mías que hicieron un sonido metálico chirriante.

Me moví con habilidad alrededor de él mientras nuestras espadas se entrechocaban. Ahora su expresión ya no era tan tunante. Se debatía con esfuerzo para que no acabara con su vida. Y a mí se me estaba haciendo demasiado fácil. Las millones de prácticas con Mateo me habían servido de mucho.

 

El pesado vestido no me estaba valiendo de mucha ayuda, pero al menos él era lo suficientemente torpe como para que yo saliese victoriosa. Me subí ágilmente a uno de los bancos y le asesté una patada en la cara con esos tacones lujosos que llevaba puestos, de tal forma que cayó hacia atrás golpeándose con uno de los bancos en la cabeza, quedando inconsciente.

Ahora me giré hacia los otros dos piratas, quienes habían acabado con ambos guardias y se encontraban robando todo lo de valor que había en aquella sala. Y ahora desafortunadamente se dieron cuenta de que había derribado a su camarada. Los dos, perplejos, corrieron furiosos en mi dirección.

Mi eterno y desenfrenado odio hacia los piratas hacía que cada vez que les recordaba la adrenalina se desbordara en mis venas y que la ira llenase cada rincón de mi cuerpo.

Así que yo también corrí hacia ellos sin vacilar un segundo e interpuse mis espadas entre las suyas con vivacidad y astucia.

Escuchar sus rugidos y gritos roncos de guerra todavía hacía que enfureciese más. Me recordaban tanto a aquel terrible día como si lo estuviese viviendo en esos instantes.

Uno de ellos recibió un fuerte codazo en el pecho y el otro un rodillazo en la entrepierna. Mientras ambos se quejaban doloridos les asesté un golpetazo con las pesadas empuñaduras de las espadas en la frente, de manera que los dos cayeron de espaldas al suelo. Con los piratas fuera de combate, me giré hacia la puerta y caminé apresuradamente hacia ella.

A pesar de haber entrenado tantas veces con mi maestro, jamás había luchado contra alguien. El haber derribado a tres sucios piratas de una sentada hacía correr vertiginosamente la adrenalina por mis venas. No podía creer lo que había hecho. Tal vez no era tan inservible y enclenque como creía.

Escuché los gritos de aquella gente al otro lado de los pasillos mientras los piratas se reían y soltaban frases con sorna. No pude verles, pero me paré en seco antes de asomarme.

No me importaba nadie de la gente que se encontraba allí. Todas aquellas personas eran egoístas, materialistas y desagradables a más no poder, y estaba segura de que no me hubiese llevado bien con ninguno de ellos.

Sabía que Aurelio estaba entre esas personas cautivas, pero eso me daba más igual que el resto de nobles en apuros.

De ese modo, me di la vuelta de nuevo y corrí en sentido contrario, hacia las ventanas rotas.

Me deshice de la diadema plateada que llevaba el velo y la tiré sin pensármelo, también lancé por los aires los zapatos de tacón, me levanté la falda del traje para quitarme como pude el dichoso cancán, las enaguas y los pololos con rapidez para también lanzarlos hacia atrás.

Seguidamente, sin vacilar un segundo, salté poniendo los pies descalzos sobre el alféizar de la ventana. Estaba por lo menos a cincuenta metros de altura, pero no debía pararme a pensarlo ya que los piratas podrían entrar en la sala y verme aquí.

Ahora que el vestido pesaba menos y me venía más holgado, se me hacía más fácil manejar mi cuerpo, me agarré como pude a los barrotes de la ventana para darme la vuelta y colocar los pies entre las piedras de la fachada del palacio. Con cuidado me solté de los barrotes para ir descendiendo, colocando los dedos entre las piedras.

 

No fue fácil, pero logré bajar con rapidez y cuando solo quedaban escasos metros para llegar al suelo, me solté y caí de pie, colocando las manos en la arena para acto seguido impulsarme y salir corriendo.

Me escondí como pude entre las calles. El pueblo estaba invadido por los piratas, había cientos de ellos a doquier. La gente corría y se refugiaba en sus casas como aquella vez.

Me metí por los callejones, alejándome del palacio, rehuyendo a los piratas.

Pude ver cómo destrozaban barriles y carros, les prendían fuego, cómo rompían ventanas para entrar en las casas y robar lo poco de valor que se hallaba en ellas.

Este pueblo era pequeño, de ello se aprovechaban y venían a quitarnos todo lo que teníamos.

Pero esta vez los guardias del marqués estaban más preparados, pude ver a cientos de ellos combatir contra los piratas y sacar sus armas sin dudar un segundo en dispararlas.

Continué corriendo, decidí no pararme. Aquel triste pueblo ya estaba destrozado casi al completo.

Avancé entre las calles, de forma sigilosa y veloz. No sabía adónde me dirigía, pero no tenía intención de parar.

Lo que dejaba atrás no me importaba. Es más, siempre deseé salir de allí.

Llegué al pequeño bosque que se encontraba cerca del pueblo y continué corriendo, atravesándolo, esquivando los finos árboles que lo llenaban. Corrí y corrí sin pensar, sin saber qué haría cuando parase, sin intención de volver atrás.

Entonces llegó el final del bosque.

Fatigada, paré cuando el comienzo del mar estaba próximo.

Mis ojos no dieron crédito a lo que vieron cuando escrutaron el horizonte y mi piel se erizó instantáneamente. Caminé con pausa mientras mi respiración se aletargaba y mi vista recorría aquellos dos inmensos barcos atracados en la arena.

Aquí era donde los dejaban cuando invadían el pueblo. Supuse que estarían vacíos.

Miré hacia mis lados, no había nada más que arena y árboles en veinte kilómetros a la redonda.

No sabía adónde ir, no podía regresar al pueblo. Lo único que se me ocurría era…; lo recapacité durante unos instantes, caminando por la arena andando y desandando mis mismos pasos una y otra vez. Pensé en los pros y los contras de la idea que me estaba rondando la cabeza.

¿Y si… y si subía al barco? A lo mejor me llevaría a otro lugar donde pudiese vender alguna de las joyas que llevaba encima y al fin lograse viajar al lugar donde se encontrase mi familia. También vendería joyas para que alguien especializado lograse hallar su paradero… Era lamentablemente probable que mi plan saliese mal, pero también cabía la remota posibilidad de que fuese bien…

Miré el barco con expresión especulativa. Al fin y al cabo no tenía otra opción. Sé que me estaba metiendo en la boca del lobo, pero era la única salida.

Miré por última vez hacia atrás, pensando en Mateo y María.

Seguro que ellos estarían bien, sabrían apañárselas perfectamente para enfrentarse a esos piratas y seguramente ya se encontraban lejos del pueblo con el transporte planeado para el viaje a Francia.

No sé si habrían pensado en mí, pero lo más probable es que hubiesen pensado que estaba más segura en el palacio con cientos de guardias que con ellos. Algo en lo que se equivocaban.

 

Así que, me insuflé valor, lo retuve en mis pulmones y corrí hacia el primer barco para coger una de las desgastadas cuerdas que colgaban de él, agarrándola con fuerza para impulsarme hacia arriba colocando los pies en el casco del barco, haciendo fuerza con éstos para elevarme. Y cuando llegué a la borda, me apoyé en ella para saltar hacia dentro y pisar el suelo de la cubierta.

Aquello era inmenso. El suelo hecho de tablas de madera se extendía lo menos setenta metros con sus palos gigantescos sosteniendo las velas recogidas. Arriba, había otros dos pisos, donde seguramente estaría el camarote del capitán y más arriba, en la popa, se hallaba el timón sin ningún capitán que lo manejase.

No parecía haber nadie, todos habían decidido bajar a saquear y destrozar nuestro pueblo.

Recorrí la vista por toda la superficie del barco buscando un lugar donde esconderme. No me convenía estar más tiempo expuesta. Busqué algo con los ojos nerviosamente y cuando localicé una esquina llena de barriles grandes, me apresuré a ir hasta ellos y esconderme detrás de ellos. Me costó lo mío moverlos un poco, pero al fin los puse de tal manera que sería imposible que me viesen. Me agaché y me senté como pude detrás de los gigantescos barriles llenos de líquido y decidí quitarme todas las joyas que estaban a la vista por si las moscas: los pendientes de oro, el colgante de diamantes, los anillos de oro y piedras preciosas y las pulseras, todos los puse en un pequeño bolsillo que tenía debajo de la falda del vestido.

No tuve que esperar mucho tiempo más cuando de repente se empezaron a escuchar sus pasos bruscos y sus voces roncas. Se me encogió el estómago.

Ahora estaban subiendo al barco, escuché sus pies al caer en la madera de la cubierta, eran muchos. Algo estrujó mi estómago de forma lacerante y me concentré para no comenzar a temblar.

–¡Izar las velas! –vociferó uno de ellos con voz autoritaria.

Supuse que él sería el capitán.

Segundos después, las velas blancas descoloridas se abrieron enormes y el viento las empujó haciéndolas ondular.

El navío comenzó a moverse poco después. Cuando lo hizo el pánico bulló en mi interior, pensé en la idea de saltar y salir corriendo, pero sería una gran estupidez por mi parte ya que me atraparían antes de que mis pies tocasen la tierra.

Aguanté la respiración y me quedé allí parada, con el corazón a cien por hora, ovillándome en la parte más cercana a la pared del barco.

No sé cuanto tiempo transcurrió desde que el navío zarpó. Ya estaba medio adormilada, cuando de pronto escuché unos pasos acercarse a los barriles.

La sangre me huyó del rostro y me encogí en el pequeño hueco que tenía.

–¡Ey! ¿No os apetece celebrar nuestra victoria? ¿Qué os parece un poco de ron?–escuché esa voz áspera muy cerca de donde me encontraba.

Comencé a hiperventilar y me tapé la boca con una mano para ahogar el ruido.

Pude oír cómo decenas de piratas gritaban al unísono dándole su aprobación al hombre que lo había propuesto.

Entonces movió uno de los barriles. Por suerte era uno que no me dejaba descubierta, pero aún así pegué un respingo.

Todos se estaban riendo y celebrando su éxito. Y ahora se iban a poner morados de ron hasta que se quedasen inconscientes.

 

–¡Al fin hemos logrado encontrar el Cristal de Luna!

–¡Los otros piratas se han quedado con las ganas!–exclamó otro carcajeándose.

Arrugué el ceño.

¿El Cristal de Luna? ¿Qué narices era eso? ¿Era esa cosa por la que habían saqueado el pueblo?

Inesperadamente, otro barril se movió del sitio y yo no pude evitar emitir un leve y casi inaudible gemido. No se desplazó lo suficiente como para que me pudiesen ver, pero de repente el aire se volvió silencioso.

Ya no reían, no se escuchaban sus bastos pasos en la cubierta, ni sus gritos de celebración.

Me quedé sin aliento.

Esperé a que sucediese algo pero nada ocurría. Hasta que sentí una ligera punzada en la garganta.

¡Maldita sea!

Un filo de espada se encontraba traspasando entre barril y barril y su vértice estaba apuntado mi cuello. Tragué saliva y me preparé para lo peor. Elevé la cabeza intentando alejar el filo de mi piel, pero ésta se elevó tocando mi barbilla empujando hacia arriba sin quedarme más remedio que levantarme del sitio poco a poco hasta ponerme en pié, quedándome a la vista de todos aquellos piratas.

–¿Pero qué tenemos aquí? –exclamó aquel hombre de pelo largo recogido en una coleta despeinada, con una cicatriz dibujada en la mayor parte de su mejilla izquierda.

Le miré con rostro serio, intentando no mostrar ni una pizca de temor.

Me miró de abajo a arriba, al menos la parte que no tapaba el barril, y puso una expresión que me resultó repulsiva.

–Mmm... –asintió levemente con la cabeza–. No todos los días nos encontramos a un noble en el barco… y mucho menos una mujer así… –admitió, mirándome descaradamente.

Arrugué la nariz.

–¿Qué os parece si hacemos algo con ella antes de lanzarla por la borda? –preguntó girándose hacia la demás tripulación–. Sería una pena dejar escapar esta oportunidad ¿no? Viajes y turismo

Algunos de ellos aullaron entusiasmados por la idea.

Y eso me enfureció.

Salté los barriles de forma hábil y le di una patada al brazo que sostenía la espada de manera que salió despedida hasta mi mano. Incluso yo me sorprendí de eso. La empuñé con fuerza y ahora fui yo quien le apuntó con ella hacia el cuello.

Éste se quedó atónito y los demás piratas enmudecieron de forma abrupta.

–No soy una noble y no me vas a tocar ni un solo pelo de la cabeza –escupí encolerizada.

El pirata alzó las manos a la altura de la cintura y yo apreté más el vértice de la espada en su garganta.

Pero entonces cinco o seis espadas apuntaron hacia mí provenientes de los otros piratas.

Aflojé la mano entorno a la empuñadura.

–Muchachos, bajad las armas –ordenó uno de los piratas, abriéndose paso entre ellos.

Vestía con una larga gabardina en un tono rojizo aterciopelado, su pelo era rubio oscuro, largo y enmarañado y lo cubría un gorro negro desgastado.

Los piratas bajaron las armas de forma inminente. Aquel hombre anduvo pausadamente hasta llegar hasta mí.

–¿Señorita? –me apeló, mirando la espada que sostenía en la mano apuntando hacia el cuello del pirata.

Entendí su petición, y yo también bajé el arma a regañadientes.

–¿Quién sois vos? –me preguntó mientras se acariciaba su corta barba rubia.

 

–No sé exactamente cómo responder a esa pregunta. –contesté con serenidad–. Lo único que sé es que no soy una noble… y que mi nombre es Elizabeth Galván.

–Elizabeth Galván –repitió dibujando una sonrisa en sus labios.

Dejó de mirarme y comenzó a caminar despacio delante de mí.

–Elizabeth… ¿no es un nombre inglés? ¿Qué hacíais en las Españas?–curioseó con aire de suficiencia.

–Mi abuela materna era inglesa y se llamaba así –resolví con desagrado.

Asintió como si de verdad le interesase, y luego me miró con seriedad.

–Elizabeth…, me gustaría saber qué hacíais escondida detrás de esos barriles, en mi barco.

Tragué saliva.

–Hem…, quería alejarme del pueblo… y no sabía muy bien cómo salir de allí –balbucí, mirando hacia el suelo.

–¿Y habéis pensado que el mejor transporte era un barco pirata?–clamó, incrédulo.

Los piratas se rieron con el insulto implícito en sus carcajadas.

–No había nada más –hablé en un hilo de voz, cabreándome de nuevo.

–Y… sabéis que no podéis estar aquí ¿verdad?–su entonación se tornó aviesa.

Levanté la vista con vacilación y le miré unos instantes para volver a bajarla.

Estaba perdida.

Se hizo el silencio por unos instantes que se me antojaron una eternidad.

–Está bien…–comenzó de nuevo–. Como me habéis caído bien, voy a concederos una oportunidad –determinó.

Alcé la vista de nuevo. Él estaba ahora frente a mí.

–Como he visto que tenéis una gran habilidad para manejar la espada… no creo que tengáis ningún problema en que os desafíe, ¿verdad?

Fruncí el ceño ante su repentina actitud entusiasta.

–Éste es el trato; vos lucháis contra uno de mis muchachos, si vencéis, podréis quedaros, pero si perdéis… seréis lanzada por la borda o bien, seréis nuestra esclava para el resto de los días.

Tensé la mandíbula y recorrí la vista a mi alrededor. Todos estaban sonrientes y enardecidos con la idea.

–De acuerdo –accedí con severidad.

Sonrió complacido y aplaudió una vez.

–Muy bien, en ese caso me toca elegir a uno de mis muchachos para que combata con vos –anunció, sonriente.

Se giró y volvió a abrirse paso entre los piratas.

–¡Eleazar!–llamó a un hombre que se encontraba apartado junto con una mujer con atuendo pirata.

El elegido se acercó hacia él.

–Sí, mi capitán –respondió el interpelado.

Se trataba de un pirata joven, no más de veintidós o veintitrés años, probablemente uno de los más jóvenes de la tripulación.

Yo no sé si era porque hacía más de nueve años que no veía a un joven de mi edad o porque estaba delirando, pero ese pirata me llamó mucho la atención.

Siempre imaginé a los piratas como seres con una desagradable apariencia, con el pelo despeinado y dientes corroídos. Pero el muchacho que había elegido el capitán del barco, era abrumadoramente atractivo.

Su pelo castaño claro era corto, destartaladamente peinado y de detrás de su oreja caían dos finas y cortas rastas adornadas. Sus ojos refulgían bajo la luz del sol con un intenso y llamativo color azul verdoso. Su nariz, recta y achatada y el tono dorado de sus mejillas poseían una fina piel demasiado lisa e inmaculada para tratarse de un ser que pocas veces se lava. La suave curva de sus labios carnosos le concedía un papel casi irresistible y su rostro tenía un contorno perfecto, con una suave forma cuadrada de mandíbula y unos pómulos angulados. Su apariencia irradiaba aplomo y seguridad, incluso sus andares eran demasiado gráciles para tratarse de un asesino sin piedad.

 

Vestía con una camisa blanca holgada y un chaleco marrón oscuro de cuero, y bajo esa ropa pirata se hallaba un cuerpo atlético y esbelto.

–Te elijo a ti. Tú combatirás contra Elizabeth –conminó.

–Será un placer –respondió con una voz apacible y suave, algo que también me sorprendió.

Luego dirigió su refulgente mirada hacia mí, curvando ligeramente una sola comisura de sus consumados labios.

Parpadeé varias veces regresando a la realidad, sintiendo las mejillas arder, y le devolví la mirada seria y desafiante.

No sé exactamente por qué, los demás piratas comenzaron a reírse estrepitosamente cuando el capitán le eligió.

–¡Eleazar no ha perdido una pelea en su vida! –escuché a mis espaldas.

–Mucha suerte bonita ¡la vas a necesitar!

Risas y más risas.

Bien. Empuñé la espada con más fuerza sin quitar la vista del primer hombre que me había descentrado en mi vida y con el que debía luchar para poder alcanzar mi meta.

 

End Notes:

¿Qué os ha parecido?

Este ha sido bastante largo, los próximos serán más cortos ^^ Lo he hecho así para introduciros correctamente en la historia.



Bueno, si os a gustado y queréis que continúe publicando, solo decírmelo. Claramente no subiré más capítulos si no os ha gustado...

Así que, espero vuestros comentarios :D

Besos!!!

End Notes:

¿Qué os ha parecido?

Este ha sido bastante largo, los próximos serán más cortos ^^ Lo he hecho así para introduciros correctamente en la historia.



Bueno, si os a gustado y queréis que continúe publicando, solo decírmelo. Claramente no subiré más capítulos si no os ha gustado...

Así que, espero vuestros comentarios :D

Besos!!!

Regresar al índiceCapítulo 2: Elizabeth (continuación parte 2) by marta santes
Author's Notes:

Holaa!! Ya estoy aquí con otro trozo del primer capítulo!

Dedico este capítulo a mis dos primeros comentaristas!  Ahriel (mi pequeña sister!!) y Xdeathx!! Muchísimas gracias!!!

Espero que os guste!!

Besos!!

Author's Notes:

Holaa!! Ya estoy aquí con otro trozo del primer capítulo!

Dedico este capítulo a mis dos primeros comentaristas!  Ahriel (mi pequeña sister!!) y Xdeathx!! Muchísimas gracias!!!

Espero que os guste!!

Besos!!

Los piratas se alejaron dejándonos espacio.


Eleazar cogió su espada con la mano derecha y continuó mirándome con ojos pequeños mientras caminaba a mi alrededor en posición defensiva y preparado para atacar.


Le seguí con la mirada, apretando mi mano entorno a la empuñadura de la espada, manteniendo mi serenidad y tensando las articulaciones.


Se paró de pronto, y me dedicó otra de esas sonrisas torcidas.


No me apoqué ante su apariencia tranquila y sobrada.

 


Le devolví la sonrisa con esa misma expresión cautivadora suya, para que se enterase de que no le temía en absoluto.


Entonces adelantó un pié dirigiendo su espada hacia mí.


Hice lo mismo, segundos después y nuestras espadas se entrechocaron. Y aquí empezó el duelo.


Manejó la espada con astucia y una asombrosa habilidad. Nos movimos, cruzando nuestras espadas por todo el espacio, subiéndonos a todo lo que encontrábamos en nuestro camino.


Se me estaba haciendo demasiado difícil mantener la espada en la mano, era realmente bueno y se movía alrededor de mí con tal agilidad que parecía que bailase.


Pero fui fuerte. Las ganas de encontrar a mi familia superaban mi fatiga.


Tensé la mandíbula y amplié mi fuerza con todas mis ganas. Puse en práctica todo lo que Mateo me había enseñado estos años, y las estrategias me estaban sirviendo de mucho.


Contuve una sonrisa cuando vi que ahora se le hacía difícil a él esquivar y cubrir mis movimientos.


Escuché murmullos asombrados a mis espaldas.


Subió a uno de los barriles y se quedó allí apuntándome con su espada, con la respiración acelerada. No dudé en saltar y poner los pies sobre la superficie de los barriles, colocándome frente a él. Retomamos la lucha, con la dificultad de mantener el equilibrio incluida, e inopinadamente, bajó su espada, rajando mi vestido desde la cadera hasta mis pies, dejándome la pierna desnuda.


Pude oír los aullidos y resoplidos de los piratas exaltados y entusiasmados.


Le miré entornando los ojos con rostro furibundo y él inclinó la cabeza para observarme y luego soltar un silbido, alzado las cejas a su vez. Y después volvió a sonreírme.


Emití un gemido lleno de ira y me acerqué hacia él rápidamente, con la intención de herirle con la espada, pero fue veloz e interpuso la suya a tiempo.


Luché con más fuerza sobre los barriles, obligándole a retroceder, hasta el punto en el que se acabaron y estuvo en el borde de uno de ellos.


Saltó con agilidad de espaldas para caer al suelo de la cubierta de pié e hice lo mismo. Me moví a su alrededor retomando la lucha y esta vez con ventaja. Ya podía contemplar su rostro extenuado, con el ceño fruncido.


Pero entonces, para mi sorpresa, sentí una mano acariciando mi pierna desnuda. Esto me distrajo de tal manera, que por acto instintivo, me giré para averiguar que uno de los piratas estaba detrás de mí con una mano en mi muslo. Seguidamente mi espada voló por los aires y Eleazar me empotró de espaldas contra uno de los palos del barco colocando el filo de su espada en mi cuello horizontalmente.


Su cuerpo, completamente unido al mío, me aprisionaba contra el enorme mástil y su mirada clavada en la mía reflejaba el dulce sabor a victoria.


Gruñí y me resistí, pero era más fuerte de lo que aparentaba.


–No ha sido justo, ese pervertido de ahí me ha distraído –bramé furiosa y fatigada clavando la mirada en aquel hombre de baja estatura y con una larga y enmarañada barba.


–No hemos puesto ninguna regla –habló Eleazar observándome todavía con esa sonrisa ladeada suya.

 


Le miré arrugando la nariz.


–Todos los puntos están en mi contra si eso es así. Esto era algo entre vos y yo –acucié seria, sin quitar la vista de sus ojos.


–Quizás tengáis razón, pero…, en este barco no existen las leyes a no ser que las dicte nuestro capitán –me explicó triunfal, sin borrar su expresión.


–¿Puedo entrarla en mi camarote antes de tirarla por la borda? –escuché una voz áspera y sarcástica entre los piratas. Y seguidamente más risas.


–¡Es una pena desperdiciar esas piernas! –gritó otro.


No miré a ninguno, ya que a parte de que cuando me soltase iría directa a partirles la cara, mi vista se encontraba clavada en el rostro de Eleazar con expresión serena.


–Acéptadlo, habéis perdido –me dijo.


Su rostro estaba demasiado cerca, y aunque me sentía incómoda, no giré la cara.


–No sabéis luchar solo. –intenté presionarle–. Yo también puedo ganar todas las veces si me ayudan. Es fácil.


Frunció el ceño.


–A lo mejor deberíais ser vos quien aceptase que iba ganando… y por eso habéis necesitado un señuelo que me distrajese… –le dediqué una sonrisa final para ahondar más en su imperturbable y orgullosa hombría.


Entrecerró los ojos y sonrió también.


–No necesito que nadie me ayude para ganar a una noble como tú, que ni siquiera sabe vestirse sola.


–No soy una noble –repetí con los dientes apretados.


–¿A no? y ¿de dónde os habéis sacado el vestido que lleváis puesto? ¿lo habéis robado?


–No exactamente, el marqués quería casarse conmigo, de modo que no me ha quedado más remedio que ponérmelo.


Abrió los ojos sorprendido.


–¿Vos erais la mujer con la que se iba a casar?


Asentí una vez con la cabeza.


–¿Habéis escuchado eso? –voceó girando levemente la cabeza, súbitamente impresionado.


Y esta fue mi oportunidad para actuar.


Me removí velozmente apartándole de mí y le asesté una patada en el brazo de tal manera que la espada salió despedida por los aires para aterrizar en el suelo.


Eleazar reaccionó lanzándose hacia ella, pero le agarré de la espalda empujándole hacia atrás. Él se cogió de mí y ambos acabamos tirados en el suelo. Él con la espalda en la madera y yo sobre su cuerpo. Teníamos la espada justo a nuestro lado, y los dos estiramos los brazos, intentando alcanzarla.


Mi mano estaba más cerca de su empuñadura, ya casi la había tocado, pero Eleazar no lo consintió. Dio una vuelta agarrándome para que la diese con él y acabó sobre mí.


Le empujé para que se quitase de encima, emitiendo gruñidos roncos, pero no logré moverle ni un centímetro.


Volvió a estirar su brazo para alcanzar la espada, pero esta vez estaba demasiado alejada. Quiso incorporarse, pero entonces le agarré de la cintura y lo empotré contra mi cuerpo, colocando las piernas alrededor de las suyas.


Eso estaba siendo un verdadero show.


No logró levantarse, pero sí que nos desplazamos ligeramente hacia la espada. Ambos alargamos el brazo, mientras luchaba por sujetarle para que no se pudiese mover.

 


–No podemos estar así toda la eternidad –farfulló, fatigado.


Entonces sentí su mano acariciar mi pierna desnuda de abajo a arriba con suavidad. Estaba claro para qué lo estaba haciendo; pretendía distraerme.


Le sonreí ligeramente, nuestros rostros estaban casi pegados, pero logré ver su expresión atónita al ver mi reacción, para nada esperada. Clavó sus ojos en los míos de una manera insondable.


Aproveché el momento para girarme, para esta vez colocarme encima de él y alargué el cuerpo hacia la espada con rapidez para agarrarla y apuntarle con ella en el cuello.


Él me miró con ojos desorbitados, mientras yo continuaba sentada sobre su cuerpo con las rodillas en el suelo de la cubierta.


El silencio llenó el barco y de pronto unos aplausos sonaron detrás de mí.

End Notes:

Bueno ¿qué os ha parecido?

Espero vuestros comentarios!!!

besos!!

End Notes:

Bueno ¿qué os ha parecido?

Espero vuestros comentarios!!!

besos!!

Regresar al índiceCapítulo 3: Elizabeth by marta santes
Author's Notes:

Holaa!! ¿Cómo estáis?

Bueno, aquí os traigo otro pequeño trozo del capítulo nº 1 de Cristal de Luna.

Espero que os esté gustando!

Se lo dedico a todos mis lectores y a mis queridas comentaristas!! Gracias chicas, cada palabra vuestra me anima muchísimo!

 

 

 

Author's Notes:

Holaa!! ¿Cómo estáis?

Bueno, aquí os traigo otro pequeño trozo del capítulo nº 1 de Cristal de Luna.

Espero que os esté gustando!

Se lo dedico a todos mis lectores y a mis queridas comentaristas!! Gracias chicas, cada palabra vuestra me anima muchísimo!

 

 

 

(continuación, última parte del capítulo1)


–Ha sido verdaderamente espectacular. –opinó el capitán colocándose a un lado–. No había contemplado escena tan divertida jamás. –aseguró, mientras reía de forma queda–. Está bien, vos ganáis Elizabeth, bienvenida a El Zafiro Azul, ya formáis parte de esta tripulación.


Sonreí con ganas, notando como una sensación de júbilo incesante me embargaba y luego me giré hacia Eleazar. Él frunció el ceño y me miró resentido.


Aparté la punta de la espada de su cuello y me incorporé, feliz de tener por fin la primera vía por la que poder hallar a mi familia.


–¡De acuerdo muchachos! La fiesta todavía no se ha terminado ¡sigamos con la celebración de nuestra victoria! –voceó girándose hacia ellos.


Los piratas respondieron con aullidos y gritos de aprobación, y de nuevo continuaron bebiendo ron y elevando sus rudas voces.


Escuché cómo Eleazar se levantaba del suelo detrás de mí.


–¿Qué es el Cristal de Luna? –le pregunté sin mirarle, mientras observaba con la nariz levemente arrugada a los piratas llenos de regocijo.


Se colocó a mi lado, mirando al mismo lugar que yo y luego se giró para mirarme.


–¿Os ibais a casar con el marqués, y no lo sabéis?–preguntó, extrañado.


Me giré hacia él.


–¿Qué tiene que ver el marqués con esto?

 


Sonrió y miró unos segundos hacia el suelo para volver a elevar la vista hacia mí.


–Se supone que era un regalo para la única mujer de su vida.


Arrugué el ceño desconcertada.


–¿Un regalo?


Se rió de forma queda.


–Está bien, ahora sí que sé cierto que habéis mentido ¿cómo iba a casarse con vos ese marqués? Os saca treinta años –fluctuó mientas se divertía.


–Tal vez porque unos piratas entrometidos interrumpieron la boda. –respondí con voz hosca–. Es posible que no le hubiese dado tiempo a dármelo…–dije pensativa– ¿Y por qué es tan importante esa… cosa?


–¿Cosa? –preguntó atónito–. Esa “cosa” que decís vos, es una piedra preciosa única, de incalculable valor y de un misterioso y asombroso poder.


–¿Poder? ¿Cómo puede tener poder una piedra?


Alzó una ceja.


–Puede conceder deseos si se realiza una especie de fusión sobrenatural –explicó como si eso fuese lo más natural del mundo.


Esta vez alcé yo la ceja.


¿De verdad pretendía que me creyese eso?


–Lo siento, pero no creo en todas esas cosas… y menos viniendo de piratas.


–No necesito que os lo creáis –espetó con indiferencia.


Y luego caminó hacia los demás piratas para unirse a ellos.


 


 


 


Pronto calló la noche.


Yo estuve todo el tiempo apoyada en la madera de la borda mirando hacia el mar inmenso e infinito, por no tener que contemplar a los piratas borrachos perdidos soltando alguna que otra frase sin sentido y tropezándose con todo lo que se interponía en su camino.


Muchos se acercaron a mí a decirme alguna de esas tonterías ininteligibles, pero lo único que se ganaban era un puñetazo en las narices.


Así que, al final no se acercaba ninguno.


Escuché unos pasos detrás de mí, aproximándose. Puse los ojos en blanco. Creía que ya se habían rendido.


Pero me resultó raro, en vez de acercarse a mí, con su apestoso aliento a ron, se colocó a un lado y se apoyó en la borda, igual que yo.


Me giré para mirarle y me sorprendió ver que se trataba de una mujer.


Era joven, tal vez unos veinticinco o veintiséis años aproximadamente. Su pelo rubio oscuro era largo y despeinado, y también colgaban varias rastas algo gruesas. Vestía con una holgada camisa blanca y un corsé de cuero en la zona de la cintura y en los pies unas botas altas oscuras. Miraba al frente y parecía tener cara de malas pulgas. Unos largos y bastos pendientes dorados resaltaban en sus orejas y cuando se giró hacia mí, pude comprobar que sus ojos grandes eran de color negro.


Pegué un respingo cuando arrugó la nariz ligeramente al contemplarme de arriba a abajo con desprecio.


–No me gustáis nada. –habló sincera–. Sois una noble consentida que ha tenido mucha, pero que mucha suerte. No os merecéis navegar sobre este navío –escupió.


Parpadeé, asimilándolo todo y luego arrugué el ceño.


–A mí tampoco me agrada estar aquí rodeada de piratas borrachos y violentos, pero no me queda otra –contesté sin reprimirme a pesar de su tono despectivo.

 


–¡Oh!, sí que os queda otra, yo os ofrezco muy amablemente que os lancéis al mar y que desaparezcáis de mi vista –me hizo un gesto hacia el océano, ofreciéndome una falsa sonrisa.


–Perdonadme, pero no os voy a dar el gusto –respondí devolviéndole la sonrisa.


Arrugó los labios y le temblaron los puños.


–Solo os avisaré una vez, y más os vale que obedezcáis …–me amenazó–. No os acerquéis a Eleazar. Manteneos alejada de él, porque si no es así, no dudaré en despedazar cada suave y cuidada extremidad vuestra –me amenazó con sarcasmo–. ¿Habéis entendido?


–Perfectamente. –respondí sin perder la débil sonrisa–. Pero tengo una pregunta… ¿es que vos sois pareja de Eleazar?


–Eso no es algo que os incumba –contestó con acritud.


–¡Oh!, estoy realmente sorprendida, no sabía que los piratas tuviesen algún tipo de sentimiento. Me habéis dejado de piedra –repuse con ironía.


Ella emitió un gruñido gutural y me lanzó una mirada envenenada, antes de darse la vuelta y dejarme de nuevo a solas.


Tenía la sensación de que aquella noche iba a ser infinitamente larga.


 


 

End Notes:

Espero que os haya gustado!!

Ha sido algo cortito, el siguiente será algo más largo.

ESPERO VUESTROS COMENTARIOS CON ILUSIÓN!!!!

Nos leemos!!!

End Notes:

Espero que os haya gustado!!

Ha sido algo cortito, el siguiente será algo más largo.

ESPERO VUESTROS COMENTARIOS CON ILUSIÓN!!!!

Nos leemos!!!

Regresar al índiceCapítulo 4: Eleazar by marta santes
Author's Notes:

Holaa!! ¿Cómo estáis? Espero que bien ^^

Este capítulo está narrado por Eleazar. En mi libro, cada capítulo está narrado por uno de los protagonistas, así conocéis mejor a cada uno, todo lo que sienten, lo que piensan y esas cositas... :D

Le dedico este capi especialmente a Cami Herondale! Muchísimas gracias Cami, tu comentario me ha emocionado un montón! Y porsupuesto al resto de mis chicas!

Sin más, a leer!

Author's Notes:

Holaa!! ¿Cómo estáis? Espero que bien ^^

Este capítulo está narrado por Eleazar. En mi libro, cada capítulo está narrado por uno de los protagonistas, así conocéis mejor a cada uno, todo lo que sienten, lo que piensan y esas cositas... :D

Le dedico este capi especialmente a Cami Herondale! Muchísimas gracias Cami, tu comentario me ha emocionado un montón! Y porsupuesto al resto de mis chicas!

Sin más, a leer!

 


Se había tirado toda la tarde apoyada mirando hacia el mar con expresión ausente.


No sé que veía tan interesante, pero no hizo nada más que estar allí parada con los brazos apoyados en la madera de la borda.


Bebí otro trago de la jarra. Ya había perdido la cuenta de las veces que la había llenado de ron.


–Ey, Eleazar, ¿no te sientes humillado? Te ha ganado una mujer –se mofó Jack de nuevo, mientras se llenaba hasta los topes su enorme jarra por enésima vez.


Ya me estaba cabreando con sus pullitas.

 


Le dí un manotazo en el brazo y su jarra calló al suelo de la cubierta, derramándose todo el ron.


–Oh, ¡maldita sea! ¿Por qué has hecho eso? –gimoteó, mientras miraba el charco esparcido en el suelo.


Sabía lo mucho que le fastidiaba a Jack que se desperdiciase una sola gota de ron.


–Deja de fastidiarme o volcaré el barril entero –le amenacé.


–Vale, vale.


Cogió su jarra, tambaleándose para conservar el equilibrio y volvió a llenarla en el barril.


Nos encontrábamos en una de las mesas de madera del interior del barco. Algunos estaban sentados como yo, y otros preferían salirse fuera a la cubierta.


Desde aquí, a través de la ventana, podía contemplar a Elizabeth, que continuaba mirando hacia el océano.


–¿Entonces? ¿Dices que esa mujer se iba a casar con el marqués?–me preguntó Héctor, nuestro capitán.


–Eso es lo que me ha dicho ella.


–¿Y os fiáis de su palabra? Eleazar, debemos estar completamente seguros –me avisó en un tono perocupado.


–Lo sé… No puedo asegurarlo a ciencia cierta… Pero ¿por qué nos tendría que mentir sobre ello?


–Está claro que es una noble. –apostilló Kira en un tono despectivo–. Solo mírala, con ese vestido caro, su piel casi perfecta y sus mejillas rosadas, aunque su piel tenga un tono bronceado no quiere decir que no forme parte de la nobleza. Nos está mintiendo, y tiene una estrategia…quiere conseguir algo… lo veo en sus ojos –repuso observándola a través de a ventana con mirada sombría.


–Yo diría que, por la forma de insistir en que no es una noble, estaría casi seguro de que está resentida con ellos. Más bien, diría que los odia… igual que a nosotros –inquirí analizando el comportamiento de la nueva tripulante.


–Y eso apunta a que está diciendo la verdad –añadió Héctor pensativo.


–De hecho, según las leyendas, la mujer que escoja el marqués que en su poder tenga el Cristal de Luna, no será una noble, ya que las mujeres nobles tienden a ser… más … más…–se atascó Demetrio.


–Sueltas. –le ayudó Kira–. Les chiflan los hombres –añadió.


–Exacto…, y supuestamente esa mujer que escoja el marqués debe ser pura, además de hermosa –nos recordó.


–Porque con ella será con quien realice la fusión junto con el Cristal de Luna y la cascada dorada –terminó Héctor mirando al infinito.


–Así es. –articulé–. Puede que esa mujer sea una de las que estábamos buscando…


–Entonces… habríamos reunido todo lo que nos hace falta… seríamos los primeros piratas afortuados … –repuso Demetrio.


Todos nos miramos con unas sonrisas anchas de pura satisfacción.


–¡Sabía que Elizabeth nos traería buenas noticias! ¿Quién si no? Con belleza tal, ¡solo podría ser la mujer que estábamos buscando! –exclamé saltando de la silla lleno de regocijo.


–Para el carro amigo, todavía no lo sabemos con exactitud –reconvino Demetrio.


–Yo ya estoy seguro.


–No lo estéis tanto –me reprendió Kira con voz desabrida.


–La pena es que no puedo besarla…, saldría allí fuera ahora mismo y le plantaría un beso –aseveré lleno de felicidad dirigiéndome a Kira, quien me miró con una expresión que me fue difícil de entender.

 


–Ni se os ocurra hacer eso. –se levantó Demetrio de su asiento con exaltación–. Se rompería su pureza.


Alargué un brazo para colocarlo en su hombro.


–No lo haré. No estoy tan mal de la cabeza amigo mío.


Entonces Kira se levantó de su asiento, tirando la silla al suelo y caminó hacia la puerta para salir a la cubierta a zancadas. Pude ver cómo se acercaba a Elizabeth y se colocaba a su lado.


–¿Qué hace?–me pregunté, mirando a través de la ventana.


–Ni idea –me contestó Demetrio.


–Espero que recuerde que no puede contar nada de lo que hemos hablado –murmuró Héctor sin levantarse de su asiento.


–No lo creo… conociendo a Kira… no lo creo –confié, sin quitar la vista de la ventana.


 


 


Catia nos preparó la cena a todos como de costumbre. No sabría lo que haríamos sin ella. Aunque no era una mujer demasiado femenina, era un verdadero encanto… a su manera.


Todos entraron para sentarse en las mesas, armando el barullo y el escándalo de todos los días. Cada uno fue a recoger su cuenco para que Catia les sirviese la porción de estofado de carne que les correspondía. Éramos en total veintiocho tripulantes, restando a todos los que habíamos perdido por el camino, más el capitán y ahora Elizabeth.


Que por cierto…


Me incorporé de mi silla para estudiar el lugar y comprobar si le veía entre los piratas.


Me giré hacia la ventana para escrutar si seguía allí, pero tampoco estaba.


¿Dónde se había metido esa mujer?


Caminé entre los piratas hambrientos y abrí la puerta para salir a la cubierta.


Allí fuera no se escuchaba ni un alma, tan solo el sonido de las olas en calma acariciando el casco del navío.


Recorrí todo el espacio con la mirada y paré en seco cuando le localicé sentada en una de las cajas viejas que había en una esquina.


Se encontraba ensimismada, y la raja del vestido que le había hecho por la mañana ahora hacía que tuviese una pierna descubierta. Su piel bronceada refulgía bajo la atenuada luz lunar y su pelo, antes recogido al detalle, ahora estaba despeinado y le caían unos graciosos bucles a la cara.


–¿No pensáis comer algo?–le pregunté, distrayéndola, quedándome de pié a unos metros de distancia.


–No –respondió tajante, sin girarse hacia mí.


–¿Queréis morir de hambre?


–Largaos.


Me reí de forma queda.


Era una mujer de armas tomar.


Me acerqué un poco más y me acuclillé a su altura.


–Hoy toca estofado de carne… está bastante bueno… dentro de lo que cabe.


–No voy a comer nada. –repitió alzando su rostro para mirarme por primera vez–. Por un rato que puedo estar tranquila, por favor, no me lo estropeéis ¿de acuerdo?


–Vale fiera. –dije alzando las manos–. Pero os aconsejaría que cogieseis fuerzas, os recuerdo que poseemos el Cristal de Luna…, y todos los piratas que surcan los mares lo desean. –me incorporé–. Así que, vos sabréis.


–Pues eso. Ahora ¿podéis dejarme tranquila?


–Claro, pero luego no digáis que no os lo avisé.


Me miró entrecerrando los ojos y luego volvió a bajar la vista.


Le sonreí, aunque no me vio y luego me giré para caminar hacia dentro.


–¡Ah!, una cosa… ¿queréis que os muestre dónde podéis dormir esta noche? ¿O tampoco

CRISTAL DE LUNA by marta santes

CRISTAL DE LUNA by marta santes

Elizabeth ha tenido una vida complicada. Ella soñaba con ser una joven risueña, cortejada por apuestos varones de entre los cuales encontraría a su príncip

fanfic

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2024-09-27

 

CRISTAL DE LUNA by marta santes
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