Batallas en la Tierra by Soncarmela

 

 

 

Batallas en la Tierra by Soncarmela
Summary:

Los niños elegidos han crecido. Ahora cada uno tiene su vida, algunos conviven juntos en pisos separados. Otros, como Tai, intentan conquistar a Sora. Otros, como Matt, prefieren una vida loca. TK y Kari tienen una relación, y los demás intentan que su vida sea lo mejor posible.

Hace mucho que no saben nada del digimundo. Pero, cuando derepente, se vuelve a abrir el portal de acesso, no traera más que consigo, problemas, muchos problemas.


Categories: DIGIMON Characters: Ninguno
Generos: Accion/Aventura, Drama, Fantasía
Advertencias: Lenguaje Obsceno, Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 24 Completed: No Word count: 72541 Read: 10804 Published: 09/02/2012 Updated: 08/07/2013
Summary:

Los niños elegidos han crecido. Ahora cada uno tiene su vida, algunos conviven juntos en pisos separados. Otros, como Tai, intentan conquistar a Sora. Otros, como Matt, prefieren una vida loca. TK y Kari tienen una relación, y los demás intentan que su vida sea lo mejor posible.

 

Hace mucho que no saben nada del digimundo. Pero, cuando derepente, se vuelve a abrir el portal de acesso, no traera más que consigo, problemas, muchos problemas.


Categories: DIGIMON Characters: Ninguno
Generos: Accion/Aventura, Drama, Fantasía
Advertencias: Lenguaje Obsceno, Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 24 Completed: No Word count: 72541 Read: 10804 Published: 09/02/2012 Updated: 08/07/2013 Capítulo 1 by Soncarmela
Author's Notes:

Aquí empieza el primer capítulo:

Author's Notes:

Aquí empieza el primer capítulo:

Todo había terminado. Ahora los niños elegidos respiraban en paz, sintiendo las gotas caer sobre su rostro, viendo el cielo encapotado por nubes grises. Pero no les importaba estar debajo de esa fuerte lluvia. Habían logrado por fin, derrotar a todos los digimons malvados. Por fin, la Tierra estaba en paz.

 

Esta historia no comienza aquí. Sino unos meses atrás, cuando ninguno tenía ni idea de lo que iba a suceder.

 

Capítulo uno:

 

(Tai)

 

No es difícil, no es difícil. Me había repetido estas palabras muchas veces, y mis compañeros de equipo querían que chutara de una vez. Pero el partido iba dos a uno, nosotros perdiendo y apenas faltaban tres minutos. Si en este penalti no lograba meter gol, todo sería por mi culpa. Y no quería, no quería que eso sucediera.

 

Menos cuando están mi hermana y Sora en las gradas, mirándome…

 

Tal vez sería más sencillo si ella, precisamente ella, no estuviera ahí arriba, aplaudiéndome y animando junto a mi hermana. Hace que solo me concentre en sus ojos, y eso hace que el equipo vaya peor. En todos estos minutos, había fallado cuatro pases y dos tiros, y eso que se suponía que era el goleador del equipo.

 

 

—¡Tai!-gritó alguien de mi equipo—. ¡Chuta de una vez! El árbitro ya ha pitado…

—Ya voy, ya voy—suspiré, volviendo a centrar mi mirada al portero.

 

Hablando del portero. Este también me ponía nervioso. Moviéndose de un lado a otro sin ocupar un lugar fijo, parecía que me quería engañar, o poner más nervioso todavía para no lanzar.

 

Y, entonces, después de haber pasado varios minutos pensando, me decidí a chutar.

Podría ver a todos mis compañeros de equipo con las manos juntas, rezando para que este balón entrara hasta las redes de la portería. Rezando para que su capitán, el cual estaba bastante ido hoy, no fallara un maldito penalti.

 

El portero paró el tiro.

 

Y yo me sentí como si el tiempo se hubiera congelado. Que el partido nunca había comenzado y todo esto era una pesadilla, que ahora me despertaría y vería que a las once de la mañana tenía el partido, el último partido para decidir quien era el campeón de la liga.

 

Pero no, a mis dieciocho años no es normal tener pesadillas, y lo comprendo demasiado tarde. Cuando el tiempo ha vuelto a funcionar y todo el mundo que nos animaba está en completo en silencio. Cuando mis compañeros me miran con el ceño fruncido, esperando una explicación. Pero es que no puedo dársela, o sí, señalando a una persona que está en las gradas, pero eso sería, sin duda, un mayor problema.

 

Dios, hubiera sido más fácil hacer un concierto, como hace Matt. No es tan malo subirse a un escenario y gritar… Bueno, seré buen amigo, gritar con talento musical. ¡Un partido es mucho peor! Como falles tus amigos te comen vivo y ahora estoy sintiendo todas las miradas asesinas en mi espalda.

 

El árbitro dio como finalizado el partido.

 

Yo me que de quieto, sentado en el césped, mirando como los del otro equipo celebraban su victoria. Dándose abrazos y golpes de amistad. Seguro que, si echo la mirada hacia atrás, no veo a nadie con buena cara. Bueno, no sé puede decir que no lo he intentado.

 

Miré hacia arriba para ver a las dos chicas que habían venido a verme. Kari sonreía, de esa forma que me decía que todo es una tontería, pero claro, no es ella la que está aquí abajo, la que acaba de fallar un penalti… No, y me siento todavía peor por haber echo el partido como un juego de canicas, y delante de Sora.

 

Me levanté con cuidado y fui corriendo hacia los vestidores para ducharme y vestirme con la ropa que había traído de casa. No me apetecía hablar con ninguno de mis amigos, si ahora me consideraban sus amigos. Lo mejor sería darme prisa y regresar donde mi hermana y Sora me esperaban.

 

—Tai—llamó entonces, un chico que conocía. El que mejor me caía del grupo—. Colega, no pasa nada, ¿eh? Un partido perdido es solo un partido. Estoy seguro de que en el próximo lo harás mucho mejor.

—No creo que los demás piensen como tú…

—Ya se les pasara—cortó él—. Además, que se acostumbren a que un partido hay once jugadores y que no todo se cierne a ti.

—Gracias, amigo—sonreí. La primera vez que sonrió hoy.

 

—No hay de qué—él también sonrió—. Nos vemos otro día, ¿sí?

—Por supuesto. Adiós.

 

Salí del vestidor un poco mejor. Era cierto, si los demás se ponían así no sería por mi culpa. Ellos no hacen nada en el partido, todo se basa en pasarme el balón y esperar a que yo gane por ellos. Mejor, ahora los ánimos de Taichi Yagami estaban como siempre. Como un verdadero capitán.

 

Llegué donde me estaban esperando. Kari me abrazó con fuerza y me susurró al oído que no pasaba nada. Mi hermana era así, siempre que hacía algo mal—que no le afectara a ella—hacía algo para que me sintiera mejor. Sora me sonrió, y yo perdí la noción del tiempo como antes. ¡Mierda Taichi! ¡Contrólate!

 

—El partido…—empecé a justificarme.

—Oh, vamos hermano, no hablemos de eso ahora—cortó mi hermana—. Lo has hecho genial. Es la primera vez que fallas un penalti. Hasta los mejores se equivocan a veces.

—Ya… ya… pero eso lo dices porque eres mi hermana—repliqué.

—Yo estoy de acuerdo con ella—Dijo Sora, conciliadora—. Así que ya no puedes decir que lo dice alguien de tu familia.

 

Sonreí, por segunda vez en el día. Ahora parecería un idiota, pero me daba igual. Había perdido un partido, ¿y qué? Ya ganaría los demás, tampoco era el fin del mundo. ¿Y quién no se hubiese puesto nervioso al lanzar un penalti? ¡Todo el mundo!

 

—Tenemos que ir a casa de Izzy—dijo mi hermana, cogiéndome del brazo.

—¿Para qué? —pregunté yo.

—¿Cómo que para qué? ¿No te acuerdas?

—No…

—¡Qué cabeza tienes hermano! Haber, te refresco la memoria: Ayer nos llamó Izzy, que por fin había encontrado una manera de comunicarnos con los digimons. Solo comunicarnos, todavía no podemos ir al digimundo ni ellos venir aquí.

—¿Izzy todavía juega con ordenadores? —me reí.

—¡Mira quien habla! —saltó Sora—. Si tú y David seguís jugando a la consola.

—¡Eso no es verdad! —Me defendí yo—. Solo le estaba arreglando “su” consola.

—¿En serio? Y cuando escuché: Davis, te voy a ganar. ¿Eso que significaba? ¿A ver quien arreglaba antes la consola? —frunció el ceño.

 

Ahora no tenía nada para defenderme.

 

—De igual—dijo Kari—. Vayamos a casa de Izzy ya. Que aunque soy adulta—murmuró, mirándome a mí—. Echo de menos a Gatomon y quiero hablar con ella.

—Y yo con Biyomon—añadió Sora.

—De acuerdo, de acuerdo. Yo también echo de menos a Agumon—me rendí al final.

—E Izzy a Tentomon—murmuró Sora—. Así que vamos, que seguro que todos ya están ahí.

 

Davis

 

—¿De verdad vamos a poder ver a nuestros digimons? —pregunté, ansioso.

—Ya te lo he repetido muchas veces, Davis…Si consigo que los digimons entren a un portal pequeño, donde está mi comunicación, sí, podremos—contestó Izzy.

—Eso no es un sí seguro—repliqué, cruzándome de brazos.

 

Izzy me miró con mala cara.

 

—¿No tienes otra cosa que hacer? —preguntó—. Tienes afuera a todos tus amigos, ves con ellas y déjame a mí que me encargue de esto.

—Ken y T.K son aburridos. Prefiero quedarme aquí.

—¿Solo han llegado ellos? —estaba sorprendido.

 

—Sí… los demás todavía faltan por venir—respondí.

—Que extraño… si les dije que vinieran y de que iba el tema.

 

Me encogí de hombros y señalé la hora.

 

—Tai tenía partido—expliqué—. Por lo que sé, Kari y Sora fueron a verle. Matt creo que tenía que ensayar con la banca, aunque esto lo he sabido gracias a T.K. Y los demás no estoy muy seguro. Ya vendrán.

—¿Partido? ¿Ensayos? Llevan años y años sin ver a sus digimons y… ¿y les importa más eso?

—Hombre, Izzy, Tai es el capitán—mis reflexiones no entraban en su cabeza—. Y Matt… Matt es el que compone las canciones, así que…

—Vale, me enfadaría más si fueran los últimos—respiró hondo—. Así que solo han venido Ken y T.K. Todavía faltan: Mimi, Yolei, Cody…

—Cody no va a venir—corté yo—. Se ha ido a un campeonato de Kendo, fuera de la ciudad.

—Mimi, Yolei—repitió él—. Sora, Kari, Tai, Matt, Joe… ¿Todos estos?

 

Me volvía  encoger de hombros.

 

—Y yo que sé. No seas tan impaciente. Te hare caso en algo, me voy afuera.

—Mejor. Mucho mejor. Me pones de los nervios.

 

Me fui hacia afuera. Eso de estar con Izzy en la habitación era muy aburrido. Además de que el chico no paraba de teclear en su ordenador, y a mí me apetecía hablar. Hacía bastante que no nos reuníamos todos juntos para hablar.

 

Tenía más comunicación con Tai, siempre quedábamos los fines de semana para ir algún sitio. O cualquier otra cosa antes de quedarnos en casa esos dos días, que eran como especiales para nosotros dos. Luego estaba T.K, pero él parecía más centrado en sus estudios de periodismo, así que casi nunca venía con nosotros dos. Y Ken tenía una relación con Yolei… Aunque prefiero que se venga con nosotros que se quede en casa de esa chica. Y no entiendo como se han enamorado, ¡Si es una borde!

 

Ken y T.K se giraron al verme ahí, sentado en uno de los sofás. Les sonreí, si supieran que estaba pensando en ellos, y si Ken supiera lo que pensaba de su “gran” novia seguro me mataba. Se había vuelto muy defensor de Yolei, cuando ella, perfectamente sola, sabía como defenderse de los demás.

 

En tema de Kari, prefiero ni pensar sobre ello. Hace un par de semana le dije lo que sentía, ¡mis sentimientos! Y me parece que pensé mal sobre sus sentimientos. Me dijo, con su voz dulce y para que no me sintiera tan mal, que ya estaba enamorada de otro chico. Vale… llegaba a entenderlo, pero… ¿quién era ese chico? Me había comido la cabeza estos días pensando en nombres y nombres. Seguro que es alguno de su instituto, no queda otra.

 

Llamaron al timbre.

 

—¡Voy yo! —grité, interrumpiendo a T.K, que ya estaba a punto de levantarse.

—Como quieras—dijo este, volviéndose a sentar.

 

Al abrir la puerta casi nos caemos los tres al suelo. Mimi y Yolei venían demasiado deprisa y yo no tenía tanta fuerza como para detener a las dos. Sí, creo que se me olvido decir que estas dos viven juntas… Junto a Kari y Sora. ¿Quién iba a decir que todas las chicas iban a vivir juntas? Yo jamás iría a su casa, sería un infierno, ¿Qué digo? Mucho peor.

 

—¡Davis! —grito Yolei—. ¿No sabes abrir ni una puerta?

—¿Y tú? ¿Tú sabes? —contrataque, levantándome.

 

 

No era el mejor insulto que podía hacer en estos momentos, pero después del golpe en la cabeza, no se me ocurría nada mejor. Mimi se había ido directa hacia la habitación de Izzy, buscando explicaciones sobre Palmon. Todos estábamos escuchándola, sus gritos llegarían hasta el vecino de abajo.

 

Yolei no me contestó. ¡Ja! Ahora se comportaba educada, si, si… seguro sería porque acababa de ver a Ken en el sofá. Cuando veía a ese chico se convertía en otra persona, menos cuando yo le molestaba de verdad, que entonces era mejor que corriera.

 

Me sobé la cabeza, seguro me salía un chichón. ¡Me había echa daño de verdad! ¿Pero cómo no? Si esas locas iban como si fueran en una competición.

 

—¿Qué? ¿Qué todavía faltan todas esas personas? —preguntó Yolei—. ¡Una reunión de amigos y tienen que llegar tarde!

—Estarán ocupados—le tranquilizó Ken.

—O a lo mejor no han venido para no verte la cara—susurré yo, en voz baja.

—¿Qué has dicho? —preguntó Yolei, con una ceja levantada.

—¿Quién ha dicho qué?

—¡Tú! ¿Qué has dicho hace unos segundos? —¿se había dado cuenta?

 

Bien, ahora es el momento Davis. Piensa algo inteligente para que no empiece una guerra. Espera, espera, ¿Y si la comienzo? Así Ken se daría un poco de cuenta de como es su chica. Aunque no, es mi amigo y tampoco quiero causarle problemas.

 

—No habrá dicho nada, Yolei—susurró Ken—. No es para ponerse así.

—Eso, Yolei, tranquilízate—sonreí yo—. La vida hay que tomársela con alegría.

 

Me encantaba hacerla enfadar. Aunque siempre he sido muy bromista no aguantaba a esa chica, y eso que, junto a Kari, Cody, T.K y Ken habíamos tenido que derrotar a  digimons malvados hace mucho tiempo. Deberíamos llevarnos todo bien, pero supongo que a veces hay gente que no se tolera, y no se puede hacer nada.

 

—¿Y qué tal te va el periodismo, T.K? —preguntó Mimi, que acababa de salir de la habitación de Izzy—. Me han dicho muy bien…

—¿Quién…?

—¿Quién me lo va a decir Takeru? ¡Pues Kari! —Mimi sonrió—. Vivimos en la misma casa, nos contamos relativamente todo.

—¿Todo? —preguntó él, parecía nervioso: yo reí.

 

Mimi le guiñó un ojo, pero no hico ningún comentario. Yolei también rio. Y entonces empecé a dudar un poco sobre la cordura de esos tres… Izzy seguía en su habitación, ¿No iba a salir a hablar con nosotros? ¿Para eso nos invita?

 

En ese momento volvió a sonar el timbre.

 

No tuve ganas de levantarme. Si… para que nuevo alguien viniera corriendo y me tirara al suelo, ya tenía suficiente con un chichón en la cabeza. Al contrario, se levantó Mimi y abrió la puerta con las energías de siempre.

 

—¡Tai! ¡Sora! ¡Kari! —y los abrazó a cada uno de ellos—. Pensé que nunca volvería a veros.

—Pero Mimi, si vivimos todas juntas—rio Kari—. Solo hará de esta mañana que no nos vemos.

—Ya, pero tu hermano casi no se deja ver…

—Porque tú nunca estás en casa, Mimi—se defendió él—. Voy a menudo a visitar a mi hermanita, pero da la casualidad que en esos momentos estás en otros sitios…

—Sí, sí, bueno dejemos de hablar de esto—interrumpió ella—. Venga entrad, que ya faltan menos para que estemos todos juntos, como en los viejos tiempos.

 

 

Tuvieron que coger algunas sillas de la cocina, ya que poco a poco la casa de Izzy se iba llenando. El solo tenía dos sofás, así que casi todo estaba ocupado. Menos él, que por supuesto, tenía su silla para el ordenador.

 

—Tai—llamé yo; él se giró—. ¿Qué tal ha ido el partido?

 

No sé el motivo, pero Kari y Sora que estaban detrás de él, me estaban haciendo unos gestos muy raros. Una se ponía la mano en la boca y la otra se pegaba una mano abierta con la otra que estaba en puño. ¿Qué me querían decir?

 

—No ha ido muy bien—respondió Tai.

—¿Empate? —pregunté yo, sin hacer caso a los gestos de esas dos locas.

—No exactamente…

—No me lo puedo creer, ¿habéis perdido? ¿Es eso posible? ¿Con el gran Taichi? ¿Te han hecho falta? ¿Habías desayunado mal…?

—He fallado un penalti—contestó él; suspiró y me miró a la cara—. Y como íbamos perdiendo y faltaban tres minutos pues les he fallado a todos.

 

Kari

 

¿Tan difícil es entender cierra la boca? ¿No sabe que significa ponerse la mano en la boca? ¿No lo sabes, Davis? Dios, si lo que menos quería ahora Tai era recordar el partido, había estado todo el camino diciendo cosas para justificarse, y llega este y lo echa todo a perder.

 

—Pero lo ha hecho muy bien—habló Sora.

—Es una lástima que no haya podido ir—asintió Davis—. Así podría haber entrado en el partido.

—¿Y para qué ibas a entrar? —preguntó Tai—. Si solo quedaban tres minutos.

—En tres minutos pueden suceder muchas cosas—repuso—. Y tú y yo somos un as en el fútbol, ¿eh?

 

Mi hermano negó con la cabeza.

 

—No tengo ganas de hablar de eso, Davis.

—Como quieras—se rindió por fin él—. ¿Cuándo es el próximo partido?

 

Creo que ahora todos le estábamos mirando con mala cara.

 

—Y dime, Davis, ¿cuánto pagas por el piso? —preguntó T.K.

—Ah, pues…

 

Menos mal que Takeru había cambiado de tema. Mi hermano no estaba para hablar de temas de fútbol y Sora y yo lo sabíamos. Mi amiga pelirroja se acercó a mi hermano para hablar con él, a lo que este sonrió un poco.

 

Aunque, normal, Tai está enamorado de Sora, cualquier cosa que le diga ella es como una cura a sus problemas. Es una lástima que mi hermanito no le diga sus sentimientos. ¿De qué sirve callarse? El no ya lo tienes.

 

—¿Quién falta? —preguntó Mimi—. Yo veo a mucha gente ya.

—Matt y Joe—respondió Ken.

—Pues es raro—comentó T.K—. Mi hermano no es de llegar tarde.

—Tal vez en el ensayo le ha ido algo mal—añadió Davis—. Las cosas no salen siempre a la primera. ¿No te dijo cuanto terminaría o algo…?

—No—contestó Takeru—. Solo me dijo que tenía ensayo, nada más.

 

Nos quedamos callados esperando a que tocaran el timbre. Sora, Tai y yo habíamos preguntado sobre el tema del digimundo, y Mimi nos había contado que Izzy no estaba completamente seguro de si iba a funcionar.

 

Es extraño, todos nos habíamos reunido aquí para ver de nuevo a nuestros digimons. Sin pensar si quiera de que hacía muchos años que no lo veíamos. Habíamos dejado de ser niños, ahora todos éramos adolescentes, algunos teníamos pareja y era gracioso decir, que esas parejas, eran chicas y chicos del grupo.

 

 

Y, por última vez, supongo, sonó el timbre.

 

Esta vez fue Tai a abrir. Aunque todos escuchamos perfectamente que eran Joe, por la voz tímida, y Matt, con su tono frío y de ausente de siempre. Los dos pasaron y hablamos un poco sobre la vida, ya que todos estábamos esperando a Izzy, que nos dijera algo más.

 

—¿Qué tal el ensayo, hermano?

—No ha ido mal—respondió Matt.

—¿Y tú Joe? —preguntó Tai—. ¿Qué tal el médico de la familia?

 

Me alegraba que mi hermano hiciera bromas de nuevo. Tai siempre había sido parecido a Davis, pero bastante diferente. No sé, tienen sus iguales y sus diferencias. De todos modos, creo que mi hermano se piensa las cosas antes de decirlas, todo lo contrario, suelta lo que piensa.

 

En ese preciso momento, Izzy salió de la habitación. Todos nos levantamos, ansiosos por saber algo de información.

 

—Bueno…—empezó él—. Ya tengo en la pantalla a nuestros amigos.

End Notes:

La historia es en sí misma algo larga. Está escrita en primera persona e intentaré describir la personalidad de los personajes lo mejor que pueda.

No podré actualizar muy seguido, pero intentaré que los capítulos sean largos.

Sin más que decir, espero que les guste y comenten.

End Notes:

La historia es en sí misma algo larga. Está escrita en primera persona e intentaré describir la personalidad de los personajes lo mejor que pueda.

No podré actualizar muy seguido, pero intentaré que los capítulos sean largos.

Sin más que decir, espero que les guste y comenten.

Regresar al índiceCapítulo 2 by Soncarmela

Capítulo dos:

 

Izzy

 

Había estado mucho tiempo buscando una solución para poder comunicarnos con nuestros amigos del pasado, y ahora, por fin, lo había conseguido. La primera vez, aunque solo fue un segundo, fue escuchar la voz de Tentomon. Y entonces supe que tenía que volver a intentarlo, hasta hoy.

 

Ahora todos nos habíamos reunido alrededor de mi ordenador, esperando a ver a nuestros amigos. Parecía que de nuevo teníamos una edad infantil, que teníamos que volver al digimundo para ayudarlos en su aventura, pero no, no era así, ahora éramos adolescentes.

 

—¿Dónde se supone que están los digimons? —preguntó Tai, frunciendo el ceño.

—Eso, ¿dónde está Veemon? —añadió Davis, con el mismo rostro.

—Enseguida os lo muestro—respondí yo—. Solo tengo que conectar con el mundo digimon para conseguirlo, no es tarea sencilla y…

—Vale, vale, Izzy—cortó Davis—. Yo quiero ver a Veemon.

 

Me senté en la silla y empecé a teclear con nerviosismo. Yo también había echado de menos a mi antiguo amigo insecto. Todos los demás esperaban, ansiosos, que yo consiguiera lo que todos habían venido hacer. Esperaba, por lo menos, que funcionara de nuevo.

 

Y entonces fueron apareciendo todos los digimons. Uno a uno, empezando por Palmon, Agumon, Veemon, Gabumon, Gomamon, Biyomon, Patamon, Gatomon, Tentomon, Hawkmon, Wormmon y Armadillomon. De nuevo, los once digimons juntos, de nuevo todos los niños elegidos, exceptuando a Cody, que no había podido venir.

 

 

—Sí que habéis crecido—comentó Gabumon—. Matt, estás tan alto.

—Es normal, Gabumon—contestó este, sonriendo—. Los años cambian a la gente.

—¡Vosotros no habéis cambiado nada! —sonrió Tai—. Seguís igual que siempre.

 

Empezaron hablar cada uno con su digimon. Pusimos turno y fue gracioso en algunos tiempos, sobre todo con Tai y Agumon, y David con Veemon.

 

—¿Y ya tienes novia, Davis?

—¿Sabes lo que es una novia, Veemon? —preguntó este, sorprendido.

—Claro…—parecía ofendido incluso—. Pero si me contratacas con eso es que no tienes.

—¡No es eso! —gritó—. Es solo que… bueno, no quiero novias ahora. Se está muy bien solo, ¿sabes?

—Ya, ya, lo que pasa es que no consigues una—replicó el digimon—. ¡Por eso dices excusas!

 

Y tuvimos que quitarle el turno antes de que esos dos empezaran a discutir.

 

—¿Qué tal, Agumon?

—Es bastante aburrido no poder digievolucionar—contestó este—. Echo de menos ser Wargreymon.

—Sí…—recordó Tai—. Yo también echo de menos verte así de fuerte.

—Algún día volveré a tener esa forma—dijo Agumon—. Algún día…

—Por supuesto—asintió Tai—. Y entonces volveremos a luchar juntos. Como en los viejos tiempos.

 

Aunque, también hubo algunos que no pararon de llorar.

 

—Mimi, no llores—pidió Palmon, que ya estaba sollozando.

—¿Qué dices? Si la que está llorando eres tú.

—No, tú.

—Tú.

—Las dos, ¿sí?

 

Y empezaron a llorar tanto que le tuvimos que dar papel a Mimi. Palmon se había ido a un rincón, a llorar sin parar. Agumon y Veemon fueron a animarla un poco.

 

Al final todos hablaron con sus digimons. Tres acabaron llorando: Kari, Mimi y Sora.

 

Fue un día bastante largo. El tiempo pasó muy deprisa eso, sí, cuando terminamos de hablar con todos los digimons y ellos se tuvieron que ir, decidimos pedir unas pizzas y quedarnos a cenar todos juntos. Cada uno se fue a su casa en el ultimo momento, hasta que finalmente quedamos cinco personas: Takeru, Kari, Tai, Davis y yo.

 

—Ha sido un día feliz—comentó Kari—. Hacia tanto que no veía a Gatomon.

—Si, tienes razón—asintió Tai—. Me he alegrado bastante al ver a mi Agumon.

—¿Sabéis? —dijo Takeru—. A mí me gustaría volver a estar en el digimundo, aunque tengamos que pelear contra otros digimons, echo de menos esos tiempos. Ahora… ahora cada uno estamos en una cosa y casi no nos vemos.

—Yo he tenido suerte—sonrió Hikari—. Sigo viendo a todas las chicas…

—Por que vivís  juntas—cortó Tai—. Pero yo sigo viviendo con papá y mamá. Izzy vive solo y los demás igual, ¿no?

 

Takeru negó con la cabeza.

 

—Yo vivo con mi hermano—dijo él—. Los demás, como tú has dicho, prefieren vivir a solas.

—Pues yo estoy por hablar con Davis—comentó Tai—. Así me voy de casa de mis padres y vivo con un amigo.

—Como le digas eso a Davis monta una fiesta ese mismo día—sonrió Kari—. Ya sabes como es, le encanta celebrar las cosas.

 

—¿En serio Tai? ¿Quieres venirte a vivir conmigo? —Davis no cabía en su alegría.

—Pues la hacemos, ¿qué tiene de malo? —preguntó Tai.

—Recuerda hermanito: Es mi casa, yo la limpio—murmuró su hermana.

 

Estuvimos charlando un buen rato más. Riendo y riendo sin parar. Tai, ahora parecía más contento que esta mañana y no paraba de hacer bromas. Y Davis, al igual que Tai, hacía la charla más amena. Al final pasaron las horas, y todos querían irse a su casa a dormir.

 

—Nos lo hemos pasado Genial, Izzy—dijo Davis—. ¡Hay que repetir!

—Ya has oído a Tai, Davis—reí yo—. La próxima fiesta en tu casa.

—Esto no ha sido una fiesta—replicó Tai—. No había música… ¡Pero la que haremos nosotros será genial!

—Espero que no pase nada desagradable en esa fiesta “vuestra” —repuse yo.

—¿Qué iba a pasar? Si solo vendríamos lo de siempre…

—La bebida no sienta bien en algunos casos—expliqué—. Pero bueno, supongo que sabrás como controlarnos.

 

Tai me miró, sorprendido.

 

—¿Vendrías? ¿Si al final la hacemos, vendrías?

—Tal vez—sonreí—. Tal vez.

 

Kari

 

T.K y yo esperamos a que esos dos se despidieran de Izzy. ¿De verdad iban a hacer una fiesta? A mi parecer, creo que lo han pensando demasiado rápido. Una fiesta lleva sus complicaciones, como organizarla y estos dos se piensan que es como coger el desayuno de la nevera.

 

Al menos me alegro de que mi hermano esté más animado. Eso de haber estado con todos los amigos le había echo bien, ahora solo faltaba que nadie le recordara lo del partido durante un periodo de tiempo.

 

—¿Estás bien? —me preguntó T.K, mirándome.

—Estoy un poco cansada—respondí—. Me sentará bien tumbarme en la cama.

—Todavía te queda un buen camino hasta llegar a tu casa…—susurró él, preocupado—Y es tarde. No deberías ir sola.

—¿Quieres acompañarme?

—Dudo mucho que tu hermano me deje acompañarte—dijo él, con un suspiro—. Seguramente querrá acompañarte él.

—Pero yo quiero que me acompañes tú—insistí—. Si se lo pido a mi hermano me dejara ir contigo. No me puede negar nada, soy su debilidad.

 

T.K sonrió.

 

Al cabo de unos minutos llegaron Davis y mi hermano. Los dos hablaban y hablaban del tema de vivir juntos y, como no, de la fiesta que iban hacer dentro de poco.

 

—¿Entonces te instalas hoy? —preguntó Davis.

—Primero tengo que coger las cosas de casa de mis padres—contestó Tai—. Y decírselo a ellos también.

—Se van a poner muy contentos—añadí yo, riendo—. Venga vamos, que estoy cansada.

 

Al llegar hasta abajo, me esperaba la pregunta de mi hermano. Que para mi sorpresa estaba tan absorto en sus pensamientos que no se enteró.

 

—Tai…—dije yo—. No hace falta que me acompañes hasta casa, Takeru lo hace por ti. ¿De acuerdo?

—¡Vale hermanita! —exclamó él—. Cuídamela, ¿eh? ¡Cómo le pase algo!

—Hermano…—intenté sonreír—. No seas tan sobreprotector.

—Si fuera sobreprotector te acompañaría, Kari—observó él—. Buenas noches, chicos.

—No te preocupes, Tai—dijo T.K—. No dejaré que le pase nada.

 

—Así me gusta, chaval—Tai le dio una palmada a la espalda—. Nos vemos otro día.

 

Me di cuenta de la cara de Davis. Sabía que, si días antes, no me hubiera dicho lo que sentía y yo le hubiera dado calabazas, ahora él también me querría acompañar hasta casa. Solo esperaba, que algún día pudiera decirle la verdad, no me gusta engañarle. Es un buen amigo, y no quiero que, por sus sentimientos, estemos mal.

 

Davis y Tai se perdieron entre la niebla y Takeru y yo empezamos a andar hacia mi casa. Pero claro, yo no iba a desaprovechar que estábamos solos.

 

—¿Cuándo se lo vas a decir? —pregunté, suavemente.

—¿Qué?

—A Davis—contesté—. ¿Por qué no le quieres decir que salimos juntos?

—Es mi amigo, Kari. No quiero hacerle daño.

—Pues yo creo que le gustaría saber la verdad—insistí yo—. Sabes que hace unos días, no sé exactamente cuantos, me dijo lo que sentía por mí.

 

Bien, al menos había conseguido que Takeru se pusiera serio. Ahora se había quedado quieto, sin caminar, observando el suelo como si eso fuera lo más importante del mundo. Sé que no le gusta que hablemos de este tema, pero yo ya estoy harta. ¿Tan difícil es decir que soy su novia? Con lo que le costó decirle lo que sentía y ahora tenemos que mantenerlo en secreto. Con algunas personas, ya que mis amigas sí lo saben.

 

—¿Y qué le dijiste? —preguntó él, finalmente.

—¿Qué le voy a decir? Pues la verdad, que estaba enamorada de otro chico.

—¿Y no te pregunto quién era? Mundo Gore

—No, T.K—contesté yo—. En cuanto le dije eso se fue, no me pregunto nada más. Por eso, yo creo que es mejor que se lo digas. Que le digas la verdad. Es tu amigo, lo comprenderá.

 

T.K negó con la cabeza y siguió caminando. Yo me puse a su lado, esperando a que dijera algo. La conversación no había terminado, solo acababa de comenzar.

 

—¿Vas a decirlo? —insistí yo.

—¡No es fácil, Kari! —acabó gritando él—. Sé el daño que le puedo hacer, será como si le hubiera traicionado.

—¡Pues yo no pienso llevar nuestra relación en secreto! Sé a quien quiero y no tengo porque esconderlo—me puse seria—. Así que, si tú no eres capaz de decírselo, acabaré por contárselo yo.

—¡No! Espera…—susurró—.Yo… yo se lo diré. Solo dame un poco de tiempo.

—¿Cuánto?

—Un par de días—contestó él—. Pero sé que me va a odiar en cuanto lo haga.

—Yo creo que será al revés. Que te dará las gracias por decirle la verdad.

 

Takeru sonrió.

 

—Estás un poco pesada con lo de la verdad, ¿eh? —rio.

—Sabes que no me gusta mentir—contesté yo—. Y menos a un amigo.

—De acuerdo—suspiró—. Se lo diré en cuanto le vea. Era lo que querías, ¿no?

—Sí—sonreí y le di un beso en la mejilla—. Venga vamos, que las chicas se estarán preguntando donde estoy.

 

La noche era bastante preciosa. Además de que no hacía ningún frío y la temperatura era bastante buena, se podía decir que tener como compañía a la persona que quieres te hace la noche mucho mejor.

 

Cuando llegamos al portal de mi casa, miré con cuidado hacia arriba. Las chicas eran bastante cotillas y en un descuido salían todas a la terraza para verme. Lo habían echo ya un par de veces y lo había descubierto al subir, que todas me miraban con cara rara.

 

 

T.K se acercó a mí para despedirse. Era nuestro ritual, un simple beso, pero a mí no me gusta que mis amigas me vean. Esto es algo íntimo, pero ellas no lo entienden.

 

—¿Quieres subir? —pregunté yo, cuando nos separamos.

—No quiero molestar…—susurró él—. Pero si quieres quedamos mañana. No soporto no verte en dos días.

—¡Qué bonito!

 

Takeru y yo pegamos un bote al escuchar una voz chillona procedente de algún sitio. Fue hacia afuera para si estaban asomadas, pero eso sería imposible, ya que no me podían ver… ¿Entonces?

 

—¡T.K! Eres tan romántico.

—¿Quién…?—preguntó él, mirando a todos sitios—. ¿Mimi?

—¿Cómo que Mimi? —pregunté yo, acercándome a él—. ¡Espera!

 

Miré al timbre del portal. No podía saber si las chicas estaban ahí con seguridad, pero las dos veces que alguien había hablado sonaba mucho a Mimi y Sora. Así que tenían que ser ellas. ¡Serán!

 

—¡Dejadme intimidad! —grité yo—. Ya sé que soy la menor, pero también tengo mis propias reglas. Dejad el telefonillo en paz.

—¡Kari, no te enfades! —era la inconfundible voz de Mimi—. Es que son estos momentos los que nos hacen ver la realidad… queremos decir, que ahora entendemos porque le quieres.

—¡Si eso ya lo digo yo!

—Kari, tranquila—sonrió Takeru—. Será mejor que me vaya, a mí también me queda un buen camino hasta llegar a casa de mi hermano.

—¡Chao, T.K! —dijeron todas a la vez.

 

Me tranquilicé un poco y me despedí de Takeru. Estaba segura de algo, en cuanto subiera, todas se habían ido a su cuarto, fingiendo dormir para que no les montara alguna.

 

Mimi

 

¡Ring! ¡Ring! ¡Ring! ¡Ring!

 

Apagué el despertador con la mano y me volví a girar en la cama para dormir. Que pereza daba levantarse temprano, y todo para tener que limpiar la casa. Hoy, sábado, todas las chicas nos levantábamos a la misma hora para organizarnos. No es que me gustara mucho, pero como no me despertara enseguida, vendrían ellas a despertarme a mí.

 

—¡Mimi! —se escuchó desde afuera—. ¡Vamos! ¡Levántate!

—¡Sora! —gritó otra voz—. ¡Es mejor entrar que llamarla desde afuera!

—¡ O poner música, eso motiva a mucha gente por la mañana! Yo lo veo mejor que entrar adentro, Kari—exclamó, otra voz.

—¡Callaos, ya! —grité yo.

—¡Vale, pero levántate! —respondió Sora—. ¡Cinco minutos!

 

Me tapé con la almohada y empecé a contar los segundos. Tenía cinco minutos, y sabía que Sora los iba a contar también. ¿Qué podía hacer? Solo me quedaba despertarme y hacer lo de todos los fines de semana.

 

Cuando salí, ya vestida y arreglada, me encontré con las tres chicas sentadas viendo la tele. ¿No se suponía que íbamos a limpiar?

 

—¿Qué hacéis? —pregunté, acercándome a ellas.

—Ver la tele—respondió Kari, como si fuera evidente—. ¿No lo ves?

—¡No se suponía que hoy teníamos que limpiar la casa! —me estaba empezando a enfadar.

 

Las tres me miraron. Me sentí un poco mal, al sentir tanta atención.

 

 

—Hemos decidido que, como siempre te duermes, hoy te toca hacer a ti la casa—dijo Sora.

—Es como un castigo—añadió Yolei.

—Seguro que así no te duermes la próxima vez—terminó diciendo Hikari.

—¿Qué? ¿Esto lo habéis pensado en dos minutos?

—La verdad…—respondió Yolei—. Ya lo habíamos pensado la semana anterior.

—Cuando te quedaste dormida—añadió Sora.

 

Abrí la boca sorprendida.

 

—¡No es justo! —grité yo—. Esta casa es de las cuatro. Ensuciamos las cuatro y tenemos que limpiarla las cuatro. Además, ¿qué hacéis hablando una oración entre todas?

—Nos aburrimos—contestó Kari—. Y estamos cansadas.

—Más bien hacemos esto para molestarte—añadió Yolei, sonriendo.

—No te enfades, por favor —terminó por decir Sora.

 

Cogí el mando de la televisión y la apagué.

 

—¡Todas a limpiar!

 

Y, para mi suerte, me hicieron caso.

 

Tai

 

—¿Cómo que te vas? —preguntó mi madre, por tercera vez.

—Ya te lo he dicho mamá—traté de explicárselo de nuevo—. Un amigo me ha ofrecido que vaya a vivir con él y yo simplemente he aceptado.

—¿Qué amigo? —menudo interrogatorio.

—Davis, lo conoces—suspiré—. Ha venido un par de veces aquí. Un chico con gafas… ¿te suena?

—¿Motomiya? —era más una afirmación que pregunta.

—Exacto—sonreí yo—. Pues que vive solo y como casi no tiene para pagar el alquiler pues no le viene nada mal compartir casa conmigo, ¿eh? Pues por eso me voy.

 

Terminé por meter toda la ropa en la maleta y le sonreí a mi madre. Pero verla con los brazos cruzados y el ceño fruncido, hico que me quedara quieto en la habitación.

 

—¿Qué pasa? —pregunté, extrañado.

—Hijo… este es un tema delicado, lo puedo entender—estaba nerviosa—. Te lo preguntaré directamente, ¿te gustan las mujeres, verdad?

—Mama…¿no pensaras que…?

—Ay no, mi niño mayor ¡no!

—Espera…!espera! —solté la maleta—. No me voy a casa de Davis por eso…!Por favor, mamá! A mí siempre me han gustado las chicas… de toda la vida. ¡Eso que te quede bien claro!

 

Ella respiró hondo, ya estaba más tranquila.

 

—Menos mal—sonrió—. Pues que te vaya muy bien en tu nueva casa, Tai.

—Sí…sí. Adiós mamá.

 

Salí de casa con un nudo en la garganta. ¿Cómo podría haber dudado mamá de mi homosexualidad? ¿Tenía pluma? ¿Cara de gay? Si casi toda mi vida he estado enamorado de Sora, y lo sigo estando. ¡No me puedo creer que mi madre me haya preguntado eso!

 

Me dirigí a casa de Davis. A ver que pasaba en los días siguientes. Ya no sería como estar en casa de mis padres, que me lo hacían todo prácticamente, ahora me tocaba trabajar y limpiar en casa, tal y como había dicho Kari.

 

Bueno, pues allá voy.

End Notes:

He aquí el segundo capítulo. No tardaré tanto en actualizar la próxima vez.

Pondré algo de comedia, ya que hace falta algunas risas, ¿verdad?

Pero también me centraré en la acción, el misterio, la drama y la vida cotidiana.

Hasta el tercer capítulo.

End Notes:

He aquí el segundo capítulo. No tardaré tanto en actualizar la próxima vez.

 

Pondré algo de comedia, ya que hace falta algunas risas, ¿verdad?

Pero también me centraré en la acción, el misterio, la drama y la vida cotidiana.

Hasta el tercer capítulo.

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Capítulo tres:

 

Matt

 

Alguien llamó a la puerta de la habitación tres veces.

 

—Pasa, hermano—dije yo.

 

Volví a coger la guitarra para practicar. Me había despertado temprano para componer una nueva canción, pero no me salía nada. La inspiración no venía y la banda quería sacar pronto un nuevo disco…

 

T.K pasó a la habitación con una sonrisa. Desde que salía con Hikari le veía más contento que antes. Es que eso de estar callado y no decirle a tu mejor amiga lo que sientes es algo estresado, es una suerte que por fin estén juntos esos dos. Y es raro, la hermana de Tai con mi hermano. Que casualidades tiene la vida.

 

—Voy a salir—avisó Takeru—. ¿Vas a traerte la banda a casa?

—No lo sé—respondí—. ¿Por? ¿Vas a venir luego?

—Iba a venir esta tarde con Hikari a ver una película—sonrió él—. Por eso preguntaba…

—¿Es una indirecta para que no esté en casa de cinco a ocho, hermano?

—Sí—amplió su sonrisa—, gracias por entenderlo, Matt.

 

Takeru cerró la puerta al irse y yo volví a quedarme a solas con mis instrumentos (la guitarra, únicamente) Tenía que hacer algo para componer… una simple melodía sencilla y que a la gente le gustara.

 

Pasado los minutos, ya me salía el ritmo de una canción. Pero en ese preciso momento, cuando ya la tenía casi terminada e iba apuntarla, alguien llamó al teléfono y la guitarra se me cayó de las manos.

 

—Mierda—mascullé— ¿Quién será ahora?

 

Miré el móvil. Se trataba de uno de mis compañeros de la banda.

 

—¡Matt! —gritó, en cuanto me puse el móvil al oído—. Tío, ¿dónde andabas?

—Pues en casa—contesté—. Intentando hacer nuevas canciones, algo que, al menos podrías ayudarme a hacer vosotros.

—¿Ah? ¿Eh—seguro estaba con resaca—. ¿Componer? ¿Nosotros? Esa es tu tarea, Yamato. Bueno, te llamaba por otro motivo.

—¿Cuál? —pregunté, cansado de escucharle.

—Pues esta noche vamos a salir toda la banda—dijo él—. Y claro, tú, el cantante y compositor no puedes faltar. ¿Qué dices? ¿Te vienes?

—Estoy un poco cansado de las relaciones de una noche…

—¿Y eso me lo dices para creértelo a ti o a mí? —contrataco él.

—De acuerdo—suspiré—. Iré a la fiesta, ¿a qué hora?

—¡La de siempre! —gritó y esta vez alejé el móvil—. ¡Chaoooo!

 

Colgué el móvil y lo tiré a la cama. Ahora solo tenía que anotar las notas musicales en un pentagrama para ensayarlas en el próximo ensayo, que si mal no recordaba, sería dentro de tres días. Bah, mi amigo, al fin y al cabo, tenía razón. Yo que era el cantante tenía que ir a una fiesta con ellos. Aunque al despertarme me odiara a mi mismo por ser como yo… Habré cambiado demasiado. O será que quiero odiarme a mí mismo.

¿Qué me estará pasando?

 

Sacudí la cabeza. Parecía que ya hablaba yo solo con mi “yo” del pasado.

 

 

Tai

 

Al llegar a casa de Davis me encontré en una situación de rabia. Si, como cuando alguien te pega y tú se lo quieres devolver, o cuando alguien se está metiendo con tu pareja y tú no lo soportas más y descargar tu rabia hacia ese idiota.

 

Y por eso, ahora estaba de esa manera.

 

La casa de Davis era una pocilga. Todo estaba patas arriba y parecí que nadie limpiaba en esa casa. No es que tuviera mucho interés en la limpieza, pero tampoco me gustaba tenerlo todo como lo que estaba observando.

 

—¿Esta es…tu casa? —pregunté, suavemente.

—Claro—sonrió él—. Es la mejor casa barata que pude encontrar por aquí.

—¿Y no has pensando en limpiar un poco?

—Ya habrá tiempo para limpiar—contestó—. Bueno ven, te enseñaré tu habitación.

 

Fuimos hasta la habitación donde me tocaría dormir.

 

—Esta no la has usado mucho, eh —comenté, viéndola completamente limpia.

—Viene de vez en cuando mi hermana, pero siempre la deja muy bien al irse.

—Se nota que no ha salido a ti—dije, en voz baja para que no me escuchara.

—Pero a partir de ahora—añadió él—. Cada vez que se quiera quedar a dormir aquí le tocara dormir en el sofá. ¡Y ni se te ocurra ofrecerte tú para dormir en ese sofá oscuro, eh! Que encima que le dejo que venga a mi casa a descansar…

—¿No os lleváis muy bien todavía? —me interesé. Yo me llevaba bien con Kari.

—No me gusta los novios que tiene—respondió él, sombrío.

—¿Qué novios?

 

Davis me miró un momento, luego suspiro.

 

—Novios de una noche, ¿entiendes?

—Sí, supongo que es normal que te enfades—contesté—. ¿Y cómo haces para conocerlos a todos? Si según tú son de una noche.

—No los conozco—se apresuró a explicar él—. Pero… No puedo decírtelo, me juro que no se lo diría a nadie.

 

Me encogí de hombros y dejé la maleta en la cama.

 

—Como quieras—dije—. Entiendo que no quieras contármelo, es un secreto de ella.

—Y de otra persona más que conoces—susurró él, apoyándose en el umbral de la puerta.

—Davis, ¿no se suponía que no me ibas a contar nada?

—¡Es qué es demasiado alucinante! —suspiró de nuevo—. De acuerdo, de acuerdo, me callaré.

—Vale. Ahora déjame a solas, que tengo que arreglar cosas de aquí. Poner mis cosas en el armario y todo lo demás—le eché de la habitación.

 

Abrí la maleta y empecé a colocar todas las cosas.

 

Yolei

 

 

Por fin habíamos terminado de limpiar toda la casa. Ahora Mimi se había ido de casa para dar un paseo, mientras nosotras respirábamos en paz y veíamos la tele como en un principio.

 

—¿Qué hacemos esta noche? —preguntó Sora—. Es fin de semana, tendremos que salir a algún lugar, ¿no?

—Si queréis llamo a mi hermano—se ofreció Kari—. Y le hago hacer la fiesta esta noche, con todos los niños elegidos, ¿eh?

—Pues no estaría mal—asentí yo—. Echo de menos una buena fiesta.

—Venga, llámalo—insté.

 

Kari asintió y sacó su móvil del bolsillo.

 

—Pon el altavoz—dijo Sora, sonriendo—. Que si no, no escucharemos sus respuestas.

 

—Vale—contestó ella—. ¡Pero que nadie diga que le estáis escuchando! Se me acaba de ocurrir una idea.

—¿Qué vas hacer? —pregunté, alzando una ceja.

—Ya veréis—sonrió, de manera misteriosa.

 

Sonó dos veces antes de que el hermano de Kari lo cogiera.

 

—¿Hermana? —se escuchó—. ¿Qué quieres? Estoy ocupado metiendo toda la ropa en el armario y colocando esta habitación a mi manera.

—Gracias por la explicación, Tai—sonrió Kari—. Es que… bueno, hay algo que te tengo que decir y es muy importante.

 

Sora y yo nos miramos. ¿Qué iba hacer la hermana pequeña Yagami?

 

—¿Qué pasa? —Tai ahora estaba serio.

—Tú sabes que yo estoy saliendo con Takeru, ¿verdad?

—Claro, me lo dijiste—se notó el timbre de duda en la voz de Tai—. ¿Te ha engañado con otra? Si es eso lo mato.

—No exactamente—contestó—. Es otra cosa, que nos va a unir más. Como pareja.

—Kari… ¿qué pasa? —repitió, esta vez nervioso.

—Esto es difícil para mi hermano—Kari sonreía, pero su voz era de temor—. Un día, Takeru y yo bebimos más de la cuenta y…y estoy embarazada—soltó, tapando el móvil con la mano para reír.

 

Cuando Kari terminó de reírse y se puso seria de nuevo, destapó el móvil de su mano y esperó a que su hermano contestara. Las tres estábamos impacientes al ver que decía Tai, ya que verlo tan callado era extraño.

 

—¿Hermano? —preguntó Kari, preocupada—. ¿Estás…bien?

—¡LO MATOOOOOOOOOOOOO!

 

Él teléfono pareció vibrar tanto que Kari lo soltó y cayó al sofá. Yo miré a mi amiga, como diciendo “la que vas a liar”

 

—Los dos queremos a ese niño, hermano—continúo Kari con su broma—. Y no quiero que el futuro padre de mis hijos esté muerto, comprendeme.

—¿Dónde se encuentra Takaishi en este momento? —preguntó Tai, con tono amenazador.

—No, hermano, no le vas hacer nada—dijo ella—. Déjala.

—¡Qué dónde está! —ordenó Tai—. Dímelo o llamaré a Matt.

—Espera un momento, hermano, enseguida sigo hablando contigo.

 

Kari puso de nuevo la mano en el móvil y nos miró.

 

—¿Sigo con la broma o se lo digo ya? —preguntó, riendo.

—Mejor que cortes ya—dijo Sora—. No quiero que tengamos que ir al entierro de T.K.

—¿Le veis capaz de ir a por él? —inquirió ella, frunciendo el ceño.

—Supongo que matarlo no—concedí yo—. Pero darle unos buenos golpes… de eso si que le veo capaz. Yo que tú diría la verdad ya, la vida de T.K peligra en cada minuto.

—¿Y te imaginas como llame Tai a Matt? —añadió Sora—. Otro que se va a creer la mentira.

—Vale, se lo digo ya—asintió Kari—. Vamos a ver que dice cuando se entere de la verda.

 

Volvió a destapar el teléfono. Ahora se podía escuchar perfectamente la respiración de Tai agitada. ¡Vaya! La broma le había afectado.

 

—Creo que me queda algo por añadir—susurró Kari, a nosotras.

—¡Kari, no! —exclamó Sora, y enseguida se tapó la boca—. No lo hagas—susurró.

—Hermano…¿No te alegras de ser tío? —preguntó.

—¡No! Y menos siendo tu madre tan joven. Dime ahora mismo donde está Takeru.

 

 

Kari suspiró. Espero que le diga ya la verdad, la broma está llegando demasiado tarde. Nunca habíamos imaginado que Kari fuera así, pero bueno, la gente cambia. La niña pequeña y dulce se ha convertido en… en la yagami que tenía que ser.

 

—Venga, Tai… ¿en serio crees que si estuviera embarazada de verdad te lo diría? —dijo ella por fin—. Es todo una broma.

—¿No me estarás engañando ahora, verdad? —inquirió Tai, más relajado.

—No—contestó ella.

—¿De verdad? ¿No lo harás para defender padre?

—¡Qué no! —gritó ella—. Somos demasiado jóvenes para eso… Bueno, te llamaba para otra cosa, esta broma era algo que quería hacer y ya ha terminado.

 

Todas sonreímos, por fin tocaba el tema de la fiesta.

 

—Que alegría—dijo él—. Me habías dado un buen susto, ¿sabes? Aunque como te quedes embarazada de aquí cuatro años, sigo con lo mismo de antes, mato a Takeru.

—Vale…—dijo ella, rodando los ojos.

—¿Entonces… para qué me habías llamado? —preguntó.

—¿Podríais hacer la fiesta esta noche? —contestó ella—. Sé que es mucho jaleo y cuesta bastante organizarla, pero las chicas y yo podremos traer la bebida y llamar algunos amigos. Vosotros hacéis lo  mismo, ¿os parece bien?

—No sé… Tendría que hablarle con Davis.

—Él te va a decir que sí, hermano—insistió ella—. Pues ya está, todo arreglado, esta noche fiesta en tu casa, ¿eh? ¡Hasta luego!

 

Colgó el teléfono y se levantó del sofá.

 

—Pues ya tenemos fiesta esta noche—sonrió ella—. Id vosotras a comprar las bebidas yo cogeré vuestras agendas telefónicas para llamar a todo el mundo.

—Ya verás la factura de teléfono…—murmuró Sora.

—¡Oh, vamos, eso no es problema! —exclamé yo—. Siempre la pagamos entre las tres, se queda en muy poco.

 

Kari se dirigió a la habitación de las dos para coger las agendas. Yo me acerqué a la habitación de Mimi.

 

—Le dejaré un mensaje a Mimi—dijo Sora—. Para comunicarle lo de esta noche.

—Vale—contesté yo—. Iré al supermercado, a comprar las cosas.

—Adiós, nos vemos luego.

 

Takeru

 

Hubo un momento que me pitaron los oídos: Alguien estaría hablando de mí en alguna parte. Ahora lo que tenía que hacer era concentrarme, que Ken podía ser bastante bueno si se lo proponía.

 

Como no tenía nada que hacer y hasta más tarde no había quedado con Hikari, fui hasta el parque de baloncesto para jugar un poco. Fue una suerte encontrarme a Ken jugando con un amigo allí, así que ahora estaba jugando con ellos y así pasaba el tiempo divirtiéndome.

 

Se habían unido otro chico que estaba por ahí para jugar un dos contra dos. Como sería algo injusto que Ken y yo estuviéramos juntos, nos habíamos dividido. Estábamos empatados y por eso tenía que tener cuidado a que Ken consiguiera robarme el balón.

 

—¡Pásamela! ¡Pásamela! —gritó mi compañero.

—No puedo, te están cubriendo—contesté yo, esquivando a Ken.

 

Me pasé el balón a la otra mano e intenté pasar por delante de Ken con una finta que aprendí de pequeño. El baloncesto siempre fue mi deporte favorito, pero ahora casi no lo practicaba y eso se notaba.

 

 

Al notar un mensaje en el móvil perdí la concentración del partido y Ken aprovechó para robarle el balón e ir hasta la canasta. No hacía falta que me girara para saber que había logrado clavarle en la canasta.

 

Ya que no tenía nada que hacer para defender, saqué el móvil y miré el mensaje.

 

De Kari: Hola, T.K. No podemos quedar esta tarde, pero te digo el motivo enseguida. Esta noche hay fiesta en casa de Davis, ¿me recoges a las ocho, vale? Un beso, te quiero. Por cierto, te tengo que contar algo muy gracioso, aunque creo que te enfadarás.

Hasta después, Takeru.

 

¿Qué cosa  me tenía que contar? Yo nunca podría enfadarme con ella, demasiada suerte había tenido al tenerla como novia.

 

Le contesté que iría a esa hora y volví al partido.

 

—Yolei me acaba de mandar un mensaje—me avisó Ken—. Esta noche hay fiesta…

—En casa de Davis, ya—terminé yo—. Me lo dijo Kari.

—¿Crees que terminará bien esa fiesta? —preguntó él.

—No sé, la verdad es que puede pasar cualquier cosa—contesté.

—Yo voy para acompañar a Yolei—dijo él—. Pero no me parece una buena idea ir a una fiesta con tanta gente.

—Yo igual, voy para acompañar a Kari, nadad más—asentí, dándole la razón—. ¿Seguimos con el juego?

—Sí.

 

Era cierto, una fiesta en casa de Tai, con gente que no conocíamos. Eso no podía terminar bien…

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Capítulo cuatro:

 

Tai

 

—¿Cómo que no puedes venir? —pregunté, enfadado.

—Que no puedo, Tai, lo siento—contestó Matt.

—¿Pero… por qué? —insistí.

—Porque ya había quedado con otra persona antes—suspiró—. Si hubiera echo planes contigo antes… pues sí, pero los de la banda me llamaron antes. Además, no creo que tu fiesta sea muy buena.

—¿Qué? ¿Y por qué no va a ser buena, señor cantante?

—En solo un día no se puede organizar una fiesta—respondió—. Así que prefiero ir a una disco con los de la banda que ir a un lugar donde estarán todos mis amigos. Me comporto de forma diferente… Y hoy quiero disfrutar.

 

No lo entendía. Matt prefería irse con el grupo de la banda antes de venir a una fiesta con todos sus antiguos amigos. Me costaba creer que en estos momentos echara de menos al Matt de antes, el frío y cabezón. Ahora era mucho peor, se iba de fiestas todos los días y tenía mujeres de una noche. Mi amigo había cambiado y demasiado.

 

Y todo sabíamos como era ahora: Un chico muy ocupado, que se interesaba mucho por su banda y estaba casi todos los días componiendo canciones. Menos los fines de semana, que se iba a cualquier sitio para ligar… Y lo conseguía, gracia a su reputación de la música.

 

Matt no era el de antes. Y, a decir verdad, todos hemos cambiado, pero él para mal.

 

—¿Sigues ahí, Tai? —preguntó Matt—. Tengo que seguir practicando con la guitarra, si no tienes nada más que decirme…

—Pues no vengas—dije yo, malhumorado—. Espero que te diviertas con tus amigos de la banda en vez de con nosotros.

—Tai, no te enfades.

—Has cambiado, tío, has cambiado—él bufó—. No entiendo nada.

 

—¿Quieres hablar ahora de eso? —preguntó él, suavemente—. En serio, no tengo ganas de que me eches un sermón, para eso ya tengo a mi hermano, que me lo repite todas las noches que salgo.

—¡Y hace muy bien! —exclamé—. Debería atarte a la cama.

—Tengo una navaja siempre en el bolsillo—contestó—. Corto las cuerdas.

 

Si ahora Matt fuera un buen amigo, dejaría a los de su banda de lado y se vendría a la fiesta, pequeña sí, de todos nosotros y podríamos divertirnos todos los niños elegidos. Además de que habíamos llamado a un par de amigos más, aunque me parece que al final no viene. De todos modos, el chico de la amistad no es el que era.

 

—Hace dos años que te comportas de esa manera…—susurré yo.

—Tai, no me apetece hablar de eso—cortó él.

—Desde que Sora te dejó—proseguí—. Desde ese día, que ella pareció no querer nada serio contigo, empezaste a centrarte en la banda y a salir todas las noches. ¿Por qué Matt? ¿Por qué preferiste esa vida?

 

Matt no contestó. Bien, acababa de colgarme, así que esa era una buena explicación a que no respondiera a mi pregunta.

 

Al salir de mi habitación de me encontré con Davis, que estaba recogiendo toda la casa. La fiesta tenía que salir lo mejor posible.

 

—¿Qué te ha dicho Matt? —preguntó, mirándome.

—Que no viene a la fiesta—respondí.

—¿Por qué?

—No sé.

—¿No le has preguntado el motivo?

—No.

—¿Por qué?

—No sé.

—¿Y los demás, vienen todos?

—No sé.

—Vale.

 

No quería contarle lo que sucedía con Matt. Por eso a todo había contestado en forma de duda. Si Matt quería que algunos que todavía no se hubieran dado cuenta de cuanto había cambiado, que lo contara por si solo. Yo no quería meterme en problemas.

 

Nos quedamos mirando como idiotas. La conversación que acabamos de tener era una gran tontería, pero yo estaba demasiado confusa con la charla que había tenido con Matt. Tal vez debería hablar con él seriamente de la vida que estaba llevando, pero hoy no era el mejor día.

 

Hoy disfrutaría de la fiesta.

 

—Iré… a comprar bebida—dije—. ¿O los demás van a traer?

—Algunos sí—respondió—. Compra algo para picar, por si tenemos hambre.

—De acuerdo, compraré un poco de todo—cogí las llaves—. Adiós.

—¡Y compra bolsas!

—¿Bolsas? ¿Para qué?

—No quiero que la gente me vomite por todas partes—respondió—. Y solo hay un lavabo. Si tenemos bolsas, al menos tendrán un lugar para… bueno, ya sabes.

—Como quieras. Compraré bolsas también.

 

Salí de la casa con una chaqueta. Cogí el coche y fui hasta el supermercado. Al salir, me encontré con Joe y recordé que no le había dicho nada de la fiesta.

 

—¡Joe! —grité, corriendo hacia él.

 

El chico me miró algo asustado. Al darse cuenta de que se trataba de mí se tranquilizó un poco. Estaba con su hermano mayor, aunque pareció que se despedían, ya que se fue hacia otro lado.

 

—¿Qué pasa, amigo? —preguntó, cuando llegué a su lado.

—Pues…—recuperé aire—. Te quería comentar algo.

—¿Algo… sobre una fiesta? —adivinó él.

—¿Cómo lo sabes?

—Me lo dijo Sora—contestó—. Me llamo hace unos minutos. Se ha adelantado a ti.

—¿Y…vendrás?

—Claro—sonrió—. Es una fiesta de todos nosotros. No podía faltar.

 

Sonreí. Joe, para ser un chico que no le gustaba mucho las fiestas y nada que tuviera música a tope y bebida, venía porque estábamos todos nosotros. Todo lo contrario a Matt…

 

—Gracias—dije—. Por venir—aclaré.

—No me las tienes que dar, Tai—sonrió—. Me gusta pasar tiempo con mis amigos.

—Sí, como a todos. Nos vemos allí, pues.

Izzy

 

—Nos vemos mañana, Tentomon—dije.

—Que te diviertas en la fiesta—sonrió él.

—Por supuesto. Despídete de los demás por mí.

—Vale. Por cierto… ¿le vas a decir a los demás lo que tienes planeado?

—No. Es una sorpresa—ahora sonreí yo—. Prefiero contárselo mañana. O ir casa por casa diciéndolo.

 

Apagué el ordenador y me dirigí hacia el armario. Tenía que ponerme una ropa decente para la fiesta, aunque no estuviera muy acostumbrado a este tipo de celebraciones. Davis me lo había pedido como un favor, y aunque al principio no me apeteció mucho ir, al final decidí que sería una buena idea estar una noche con mis amigos de la infancia.

 

Era extraño como todo cambiaba. Cuando fuimos por primera vez al mundo digimon todo nos resultaba extraño. Ahora, quedábamos para ir a fiestas. Algunos incluso tenían pareja entre ellos. Como eran Kari y Takeru… que me había enterado de esa noticia gracias a T.K. Y también me había prometido no contárselo a Davis. La otra pareja era Ken y Yolei, que estaban muy felices juntos.

 

Cogí la ropa adecuada y la puse encima de la cama. De repente alguien llamó a la puerta de mi casa.

 

Me sorprendí al ver a Mimi en la entrada.

 

—Hola, Mimi—saludé—. Pasa, no te quedes ahí fuera.

—Gracias, Izzy—sonrió ella; y pasó hacia dentro.

 

Dejó la chaqueta bien colocada sobre el sofá y me miró durante un tiempo. Se podría decir que me sentí un tanto incomodo, pero tampoco quería decirle directamente que tenía que ir a ducharme y prepararme para la fiesta.

 

—¿Qué te trae por aquí? —pregunté.

—Pues que había salido a dar un paseo y no sabía donde ir—contestó ella, con sinceridad—. Y como tu casa está próxima pues vine aquí.

—Ah… Yo, es que iba a prepararme para la fiesta—comenté—. Así que no vamos a poder hablar mucho.

—Claro, la fiesta de Davis y Tai—asintió ella—. ¿Vas a ir?

—Sí te he dicho que voy a prepararme es que voy a ir.

—Es que me ha extrañado que tú, siempre encerrado en casa con el ordenador, vinieras a una fiesta con los demás. No es corriente en ti.

 

La miré un momento.

 

Mimi y yo no es que hubiéramos tenido una buena relación de pequeños. Y creo que ni siquiera ahora hablábamos mucho. Si encima venía a mi casa para decirme que yo era una persona encerrada, que no disfrutaba, las cosas iban a empeorar.

 

—¿Has venido a… insultarme?

Batallas en la Tierra by Soncarmela

Batallas en la Tierra by Soncarmela

Los niños elegidos han crecido. Ahora cada uno tiene su vida, algunos conviven juntos en pisos separados. Otros, como Tai, intentan conquistar a Sora. Otros,

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2024-09-21

 

Batallas en la Tierra by Soncarmela
Batallas en la Tierra by Soncarmela

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