Handshake by Deastarcia
Henry es un joven escritor que visita con frecuencia “Primadonna” su cafetería favorita, siendo alguien escéptico al amor y malo demostrando sus sentimientos, un día que él pensaba sería el de siempre, una nueva empleada del establecimiento lo deja deslumbrado.
Amor a primera vista, aunque lo niega con todo su ser. En Francis, la chica misteriosa, encontrará más que a una bella mujer, hallará a su musa y a su primer y único amor, aunque detrás de la normalidad de la joven de cabellera azabache se oculta un oscuro secreto que con el tiempo Henry descubrirá.
Actualización del último capítulo :)
Categories: ORIGINALES Characters: Ninguno
Generos: Angustia, Drama, Misterio, Romance
Advertencias: Lenguaje Obsceno, Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 3 Completed: No Word count: 11014 Read: 277 Published: 30/07/2013 Updated: 14/08/2013
Henry es un joven escritor que visita con frecuencia “Primadonna” su cafetería favorita, siendo alguien escéptico al amor y malo demostrando sus sentimientos, un día que él pensaba sería el de siempre, una nueva empleada del establecimiento lo deja deslumbrado.
Amor a primera vista, aunque lo niega con todo su ser. En Francis, la chica misteriosa, encontrará más que a una bella mujer, hallará a su musa y a su primer y único amor, aunque detrás de la normalidad de la joven de cabellera azabache se oculta un oscuro secreto que con el tiempo Henry descubrirá.
Actualización del último capítulo :)
Categories: ORIGINALES Characters: Ninguno
Generos: Angustia, Drama, Misterio, Romance
Advertencias: Lenguaje Obsceno, Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 3 Completed: No Word count: 11014 Read: 277 Published: 30/07/2013 Updated: 14/08/2013
Hola~ volviendo a publicar algo nuevo... Gracias por su apoyo~ ;-;
Ahora les traigo esta historia que tengo contemplado que sea una historia corta, que no sean más de 3 capítulos. Se publicara cada lunes...
Respecto a la trama, hay una canción que me inspiro de sobremanera para que la base de la historia naciera, se llama "Handshake" de Two Door Cinema Club, les pondría el link, pero creo que no se puede (es nueva en esto)
En verdad me encantaría que le dieran cariño a esta historia~ :'D Y GRACIAS por tomarse el tiempo de leer...
Hola~ volviendo a publicar algo nuevo... Gracias por su apoyo~ ;-;
Ahora les traigo esta historia que tengo contemplado que sea una historia corta, que no sean más de 3 capítulos. Se publicara cada lunes...
Respecto a la trama, hay una canción que me inspiro de sobremanera para que la base de la historia naciera, se llama "Handshake" de Two Door Cinema Club, les pondría el link, pero creo que no se puede (es nueva en esto)
En verdad me encantaría que le dieran cariño a esta historia~ :'D Y GRACIAS por tomarse el tiempo de leer...
Desconocidos by Deastarcia
Respecto al capítulo, espero y les guste, gracias por leer ;-;
Respecto al capítulo, espero y les guste, gracias por leer ;-;
Handshake.
I: Desconocidos
“Cafetería Primadonna” era el lugar que siempre visitaba en mi tiempo libre, muchas veces solo me sentaba a disfrutar de mi taza de café negro, otras veces leía y de vez en cuando me ponía a escribir en mi viejo cuaderno, amaba escribir… algunas veces solo eran ideas mías, pequeños versos que venían de pronto a mi cabeza y los plasmaba en el papel, pero recientemente había estado trabajando en una novela. Y justamente por la paz que ese lugar me brindaba, incluso más que en mí propia casa, me quedaba hasta altas horas de la noche, buscando la perfecta continuación de mi historia.
¿Lo mejor? No había problema, la dueña del establecimiento me conocía muy bien, incluso me llamaba “El hijo que siempre quiso” Y literalmente lo era, estuvo casada durante cincuenta años, de los cuales se procrearon cinco bellas hijas, siempre me enseñaba sus fotos que yacían en su vieja cartera color caqui, incluso un día me insinuó pretender a una de ellas, pero al instante se retractó y replicó: “Eres demasiado, incluso para mis despistadas hijas” yo solo sonreí, era halagador y un poco exagerado que me encontrara demasiado bueno incluso para las de su propia sangre.
Un día de invierno, llegue retrasado al establecimiento, después de casi un año yendo a la misma hora y llegando a tiempo, les sorprendió a las meseras verme cruzar la puerta de cristal mientras me sacudía la nieve que se había acumulado en mis hombros y en mi cabello despeinado. Una de ellas se apresuro a recibirme, como siempre con una gran sonrisa.
—Henry, creímos que ya no vendrías…—dijo con un aparente alivio en su voz—¿Tuviste una mala noche?—añadió examinándome de pies a cabeza. De seguro había notado mis jeans desgastados, mi sudadera vieja y mis lentes de repuesto que evitaban que me diera de frente con cualquier cosa, sin contar mi cabello desordenado. Sonreí levemente ¿A quien quería engañar?
—Ahora que lo mencionas. Sí—acepté—llevo una semana intentando darle rostro a la heroína de mi novela—comencé a relatar los desaventurados días que había pasado mientras caminaba a una mesa al fondo del establecimiento. Cuando me senté y deposité mi mochila en la mesa, observé a Melanie, la mesera que usualmente me atendía. Lucia abatida.
—Oh, eso es malo—se limito a decir—¿Lo de siempre?—asentí. Pomposamente se alejó y entró a la cocina, desvié la mirada al sentir un par de ojos sobre mí, era otra de las meseras, Anna… me miraba pícaramente y una sonrisa juguetona se escapó de sus labios. Sabía perfectamente lo que estaba pensando. Unos días antes la chica me había dicho que Melanie estaba enamorada de mí, no podía creerlo y me había dado a la tarea de averiguarlo. Hasta ese momento, el marcador era Henry – 0, Anna… bueno, era obvio que estaba en lo correcto, era demasiado estúpido para darme cuenta de los pequeños detalles que Melanie tenia conmigo, aunque lamentablemente… no podía corresponder los sinceros sentimientos de la chica.
Ignoré las insinuaciones de Anna y de la mochila saqué una pequeña laptop, la prendí y comencé a releer el capítulo que llevaba escrito, la parte crucial donde describía a mi heroína, que cosa más difícil. Podría inventar más de cien historias, pero darle rostro a Elena, como la había nombrado, me resultaba imposible.
Golpeé los dedos contra la mesa y la madera crujió bajo mis yemas, moví ligeramente los dedos sobre las teclas para después cerrar los ojos por un instante, tal vez eso me ayudaría.
—Aquí esta lo que ordenó—esa voz, jamás la había escuchado, pero se oía seductora. Abrí los ojos de golpe y frente a mí una chica que jamás había visto ¿A caso era nueva? Intente hablar, pero no podía, me había tomado con la guardia baja.
Su largo cabello azabache se deslizaba por sus hombros adornando perfectamente su rostro ovalado, su piel lucia un tostado atractivo y sus ojos brillaban en un color avellana atrayente. Trague saliva con dificultad ¿Qué me estaba pasando? Quería decir algo pero nada salía de mi inservible boca. La chica me sonrió amablemente para después girar y dirigirse a otra mesa donde se dispuso a atender a los clientes que recién habían llegado. Todo el trayecto hasta que fue a la cocina a dejar la orden la seguí con la vista, totalmente hipnotizado. Nunca había visto a alguien como ella, era hermosa en todos los sentidos inimaginables, me había dejado deslumbrado y fascinado.
Mi mirada la buscaba inconscientemente, y no podía concentrarme en otra cosa que no fuera querer verla de cerca otra vez para tener la oportunidad de observarla detenidamente. Tenía que hacerlo. Tenía que encontrar un pretexto para que ella se acercara. Me detuve, detuve todo pensamiento y analicé lo que me estaba pasando en ese momento ¿Qué era todo esto? Como se podía estar obsesionado con alguien que solo se había visto por un instante, hasta ese momento lo creía imposible. Pero algo gritaba dentro de mí, algo que me negaba a creer, sería estúpido incluso pensarlo, era impropio de mi forma de ser y totalmente vergonzoso.
—Amor a primera vista—la voz me sobresaltó y golpeé la mesa por debajo con mi rodilla causando que un poco de mi preciado café se derramara.
—Anna, no hagas eso ¿Quieres?—supliqué algo alterado mientras limpiaba el liquido con servilletas. Eso había sido escalofriante, por un momento me pregunte si mi más reciente duda existencial la había dicho o pensado. Anna me observó extrañada para después esbozar una sonrisa maliciosa.
—Disculpa Stephen King…—dijo con sarcasmo—Lo que dije es que Melanie dice que lo que siente por ti fue amor a primera vista…
Me quede callado, no sabía que decir, nunca me había encontrado en una situación igual y aunque me esforzara me costaba concentrarme, en ese momento mi mente era como un día de trafico matutino, las ideas me fluían lento y me costaba formar una respuesta coherente e inteligente.
—¿No dirás nada?—inquirió poniendo sus manos empuñadas sobre su cintura. Era un habito en ella cuando comenzaba a desesperarse—Oh, ya se ¿Cómo fui tan tonta? Estas pensando como batearla sutilmente.
—¿Qué? ¡NO!—proferí después de analizar lo que había dicho durante unos instantes. No me gustaba tener que tratar con los sentimientos de otras personas, ni siquiera podía con los míos. A mis veinticuatro años solo me habían gustado dos chicas y jamás les había confesado mis sentimientos, siempre fui demasiado cobarde. Y decirle a Melanie que sus sentimientos no eran correspondidos significaría verla lastimada, incluso verla llorar sería una posibilidad. Lo mejor sería guardar silencio y actuar como siempre, como si nunca me hubiera dado cuenta de las constantes miradas con intenciones ocultas que me regalaba, al menos hasta que la misma chica me dijera lo que sentía.
—Ya veo—musitó—Eres demasiado santo para este tipo de cosas. El chico que todas quieren. Cualquiera creería que eres virgen…
—¿Quieres callarte?—Anna me agradaba, pero a veces su boca decía cosas que me alteraban e irritaban fácilmente.
—Lo siento—dijo sonriendo levemente. Amaba verme molesto, lo sabía—Como sea ¿Ya viste a la nueva? ¿Bonita, no?
Mi corazón dio un vuelco. Era una pregunta tan sencilla e indiferente, como cuando te preguntaban tu opinión sobre el clima o la situación del país. Pero una parte de mi temía que mi respuesta sonara demasiado inquieta, no quería que mi anhelo de saber más de ella fuera tan obvio.
—¿La nueva?—inquirí con temblor en mi voz—No la había notado ¿Cómo se llama?
—¿Eres tonto?—sentí un leve golpe en mi hombro y la risa de Anna retumbando en mi cabeza—Ella te trajo lo que ordenaste. Si no fuera porque tu cabeza está unida a tu cuerpo la olvidarías en cualquier parte—«Gracias al cielo» Pensé, no había notado mi nerviosismo.
—¿En serio? ¡Vaya! Que atolondrado—Sostuve, esta vez con más confianza en mis palabras. Anna rio de nuevo.
—Su nombre es Francis, una chica agradable y bastante misteriosa
—¿Misteriosa? ¿De qué hablas?—demasiado tarde, mi interés había burlado a mi inteligencia, una parte de mi rogaba porque Anna no lo notara.
—Estuvo viniendo en las mañanas para la capacitación…—de pronto, un nuevo cliente había llegado mientras que Melanie y Francis atendían a otros. Anna, dejando la charla a medias se apresuro a recibir al hombre que entraba al establecimiento. Perfecto, mi oportunidad de saber más sobre la “nueva” se me había escapado como agua entre los dedos. Bufé molesto y regresé a lo que inicialmente estaba haciendo, busqué la figura de Francis, ahí estaba, de espaldas atendiendo a una familia. Me perdí en sus actitudes con los clientes, sonreía constantemente y conversaba animadamente con más de una persona ¿Cómo podía ser que me agradara alguien que ni siquiera conocía? Era ridículo.
Sacudí la cabeza, necesitaba concentrarme en mi novela, no podía dejarme controlar de esa forma. Incline la cabeza y comencé a leer de nuevo el capítulo que me causaba problemas.
Después de devorarme la mayoría de las galletas que me habían llevado y de terminarme el café, acabé haciendo a un lado la computadora para ponerme a leer un rato, por un instante logre bloquear mi necesidad de observar a Francis y me hundí en las páginas de mi libro favorito. Fuera lo que fuera, sintiera como me sintiera, ese libro siempre me llevaba a lo que podrían denominar: Mi lugar feliz.
—¿Sherlock Holmes?—de nuevo esa voz. Levanté la vista lentamente y ahí estaba ella, sonriéndome, como un ángel—Tu libro. No es muy común ver a alguien leer las obras de Sir Arthur Conan Doyle… O por lo menos yo no conozco a muchas personas amantes de la lectura clásica.
Estaba helado, inmóvil, prácticamente atónito ¿Me estaba hablando? Y ¿Sobre mi autor favorito de todos los tiempos? el hombre al que le agradezco darme una imaginación extensa y sin límites, para mí, Conan Doyle era como mi ídolo.
Trague saliva con dificultad y sonreí bajando la mirada.
—Era de mi abuelo—dije al fin, observando el libro—Por eso esta así de gastado. Me lo dio cuando cumplí ocho años, dos días antes de que falleciera—¿Por qué dije eso? A nadie le importan mis traumas de la niñez. Estúpido.
—Lo siento…—contestó con voz serena.
—Como sea, así está mejor—Me detuve en seco. Me sorprendía el nivel de idiotez que podía alcanzar estando nervioso, en esos momentos solo deseaba salir corriendo y lanzarme del puente más cercano—Digo, ya descansa en paz, mi abuelo sufrió mucho las últimas semanas que tuvo de vida—Justo en ese momento sentí como si leyera la mente de Francis, sí, era seguro que pensaba que era raro y traumado. Prácticamente me estaba despidiendo de la posibilidad de conversar más seguido con ella.
—Debió ser duro para ti—Levanté la vista observándola con detenimiento, no se veía alterada o asustada. Las personas suelen asustarse cuando alguien les cuenta un detalle doloroso de sus vidas pero ella, ella lucia tranquila y triste a la vez, a caso ¿Estaba triste por mí?—al menos te dejo algo… un legado. El legado de Sherlock Holmes…
Volvió a sonreír de nuevo y fue en ese momento en el que inconscientemente se la correspondí. Era hermosa.
—Venia a presentarme. Me dijeron que eres cliente frecuente… así que supongo, nos veremos todos los días, mi nombre es
—Francis—interrumpí, la sorpresa no se hizo esperar en su rostro—Tu nombre, me lo dijo Anna—aclaré—Yo soy Henry… mucho gusto.
Extendí mi mano y ella la correspondió uniéndonos en un apretón de manos, su piel era cálida y suave, frente a ella me sentía diminuto, deseaba observarla hasta el fin de los tiempos pero no había prisa… después de todo la vería todos los días. Ya no había razón para llegar tarde.
Continuara…
¿Les gusto? Espero y sí :'D Si tienen tiempo de dejarme algún comentario se los agradecería, mucho. En verdad... gracias por darle espacio en su tiempo a mi relato y nos leemos el próximo lunes *0*
¿Les gusto? Espero y sí :'D Si tienen tiempo de dejarme algún comentario se los agradecería, mucho. En verdad... gracias por darle espacio en su tiempo a mi relato y nos leemos el próximo lunes *0*
Regresar al índiceAmigos by DeastarciaEspero y les este gustando esta historia, planeaba hacer este capítulo más cursi... pero creo que seguire con el plan inicial LOL
Como sea, espero y les guste y en verdad apreciaria sus comentarios :'D Gracias por darse el tiempo de leerlo~
Espero y les este gustando esta historia, planeaba hacer este capítulo más cursi... pero creo que seguire con el plan inicial LOL
Como sea, espero y les guste y en verdad apreciaria sus comentarios :'D Gracias por darse el tiempo de leerlo~
II: Amigos
No había podido dormir durante toda la noche y no pretendía forzar mis parpados, al fin había conseguido lo que estaba buscando, un rostro para la heroína de mi historia. Era lo único en lo que podía pensar, solo un rostro y sus facciones eran las que tenía presentes en mi memoria, ella era perfecta. Francis era la musa a la cual llevaba buscando ya hace tiempo.
Termine a tiempo para irme a la universidad, y cargado con seis tazas de café negro y mis cosas algo desordenadas dentro de la mochila partí a mi rutina diaria. Como siempre permanecí absorto en mis clases, me costaba concentrarme aunque fueran mis materias favoritas.
Cuando por fin toco la hora de salir, me dirigí directamente a la cafetería, llegar un poco más temprano no me afectaría. A prisa y en busca de la azabache entre al establecimiento, cuando la detecte con mi vista me senté en la mesa de siempre y Melanie no tardo en ir a darme la bienvenida.
—Henry… Llegaste temprano hoy
—Salí temprano de la escuela—contesté sin dedicarle una mirada—Lo de siempre—saqué mi Laptop y la puse sobre la mesa, ni siquiera me había dado cuenta de cuando Melanie se alejo, pero me había percatado unos segundos después de lo grosero que había sido «Tu madre estaría orgullosa de ti, PATAN» me dije a mi mismo, jamás me había comportado tan fríamente con Melanie, de seguro mi actitud habría generado una contradicción en ella. Tenía que solucionarlo.
Abrí el documento con los avances de la novela y no tarde en releerlo, con cada palabra que escribía más me gustaba en lo que trabajaba, al fin algo me llenaba totalmente. Desvié la vista hacía donde Francis se encontraba y como si sintiera el peso de mi mirada la chica me observó detenidamente para después saludarme con un movimiento de mano mientras sonreía, por un momento sentí que mi corazón se saldría de mi pecho, me sentía como un niño con su primer amor. Y no sabía a qué grado se podía considerar dañino, pero a pesar de todo ese sentimiento me agradaba y no deseaba que desapareciera.
—Aquí esta lo que ordenaste—Melanie dejo mi café y galletas, y como lo supuse se miraba cabizbaja.
—Melanie…—la chica volteo hacía mi, con un rayo de esperanza—Gracias…—sonreí. Y eso había bastado para que la chica regresara a atender a los clientes con una gran sonrisa en el rostro. Era increíble como una persona podía tener tanto poder en ti a tal grado que era capaz de manejar tu estado de ánimo a su antojo «El amor nos vuelve títeres» Me repetí a mí mismo. Había escuchado decir eso a mi madre tantas veces, siempre fui de los que no creía en el amor enfermizo y obsesivo. Me reía ante esos vagos recuerdos. Ahora era yo quien estaba a punto de convertirse en la marioneta más estúpida del universo.
—En verdad no entiendo a los hombres
—¿Qué pasa Anna?—la chica hizo a un lado una silla para sentarse frente a mí, siempre hacía eso cuando estaba en su descanso. Le encantaba charlar conmigo y hacerme enojar en el proceso.
—Dices que no sientes nada por Melanie, pero le sonríes como si fueras el mismísimo adonis. Querido, si quieres que Melanie te olvide no tienes que tratarla como si fuera la única mujer en el planeta—dijo tomando una galleta de mi plato, arrugue la nariz.
—¿A qué te refieres? Soy así con todas las chicas, amable—Anna sonrió de lado e hizo un sonido con su boca, agudo y ruidoso. Detestaba que hiciera eso.
—Genio, Ningún hombre es amable con una mujer a menos que esté interesado en ella—para mí las palabras de Anna no tenían sentido ¿Ahora los hombres no podían ser amables con las mujeres sin tener intenciones ocultas? Era una locura y un estúpido y gastado cliché—Aunque no te guste Romeo, así son las cosas ahora. Lo sabrías si no te la pasaras con la nariz entre los libros e idealizaras a las personas ¿Te digo algo? Las personas perfectas… solo existen en los libros.
—¿Ahora eres psicóloga?—gruñí.
—En mis tiempos libres, sí—Sonrió y sin poder evitarlo yo también. Aunque a veces fuera desesperante, Anna era lo más cercano a lo que podría llamar “mejor amiga” solo a ella le soportaba los sermones que me lanzaba a diestra y siniestra—Solo quiero evitar que se genere un mal entendido del cual después te arrepientas. Cuido tu corazón niño grande y en el proceso el de Melanie.
Melanie cruzo el establecimiento y de la barra llamó a Anna, la jefa quería verla y sin demora se levantó de su sitio y acomodó la silla en su lugar.
—¿Cuánto te debo?—dije con sarcasmo—digo, por la terapia…—Anna sonrió.
—Por el momento, gratis—aseguró—pero recuerda que pasado mañana cuidaras a Lucia… lo prometiste—Hice un gesto con la mano dando a entender que comprendía y caminando de espaldas para después girarse se alejó y se dirigió a un pasillo que llevaba a la oficina principal.
Jamás olvidaría lo que había prometido, Anna y yo íbamos a la misma escuela solo que un desamor desbastador la obligo a abandonar sus estudios dejándola a ella y su recién nacida, Lucia, totalmente desamparadas. Ahora Lucia tenía cuatro años y era una niña vivaz y muy inteligente, igual que su madre. Anna decidió dedicarse a su hija tomando dos trabajos al día, más de una vez me había dicho que regresaría a estudiar cuando Lucia estuviera más grande, pero hasta ese momento veía sus ganas de regresar a los salones más apagada, aunque a pesar de todo mi propuesta de cuidar a la niña en las tardes para que ella estudiara en el turno vespertino seguía en pie y de vez en cuando ella tomaba ese favor y ese día prometido Anna tenía que recoger unos análisis, al parecer no se había estado sintiendo bien.
Me quede toda la tarde y parte de la noche escribiendo y tomando café, en total tomé cinco tazas, la última fue por cortesía, cuando por fin apague mi laptop, los últimos clientes ya se habían ido y las meseras junto a la dueña se encontraban limpiando y contando lo ganado ese día. Había sido una tarde provechosa, además de que me di vuelo escribiendo charlé repetidas veces con Francis, cada vez caía más bajo ante sus encantos.
—¿Henry?—levanté la vista, era Ernestina, la dueña del local quien me miraba animadamente—¿Quieres ir con nosotras a un bar aquí cerca?
Por un momento la invitación me pareció irracional ¿Yo? ¿En un bar? La sola idea me causaba escalofríos, pero al ver los rostros ansiosos de las demás chicas, incluso de Francis, mi sentido común se nublo.
—Está bien—dije sin titubeo. Yo no era así, ni cuando había cumplido la mayoría de edad había entrado a alguno de esos lugares por curiosidad, siempre que me invitaban inventaba una y mil excusas para escaparme de esos compromisos y no era porque no me gustara beber o salir con mis amigos, era solo que… los bares, nunca me habían dado buena impresión, por más elegante que fuera la fachada.
Entendiendo que ya no podría zafarme, me colgué la mochila en la espalda y las seguí fuera del establecimiento. Comenzamos a caminar y yo me limite a andar en silencio mientras escuchaba la charla de “chicas” que tenían, incluso Ernestina para tener casi setenta años era bastante alivianada y definitivamente no los aparentaba, cualquiera que la viera desearía lucir así cuando envejeciera.
Metí las manos en mi chaqueta, la temperatura había bajado exponencialmente desde que el sol se había ocultado y la helada comenzaba a dejar estragos en mis manos, a lo lejos divise el bar al que nos dirigíamos, era bastante ordinario, por las mañanas funcionaba como restaurante pero ya después de cierta hora las puertas se cerraban a los menores de edad convirtiéndose en un bar muy conocido y concurrido de la cuadra. Muchas veces había escuchado del sitio entre las conversaciones de mis compañeros de clase, al parecer se pasaba un buen rato en aquel lugar donde también había un karaoke donde los ebrios hacían el ridículo. Al menos habría algo en lo que podría poner mi atención, ya que observar tanto a Francis me traería problemas y si ella se llegara a dar cuenta, no quería que pensara que era una especie de pervertido o acosador.
—¿En qué piensas?—era Francis, se había apartado de las demás para caminar a mi lado, tal vez había notado mi nula participación en la charla, o tal vez mi notable cara de “¿Qué hago aquí?” la había tomado por sorpresa.
Su pregunta retumbó en mi cabeza ¿En qué pensaba? Reí para mis adentros, si lo supiera tal vez me pondría una orden de restricción. A lo mejor exageraba, pero no sabía en qué punto dejaba de llamarse “amor” para convertirse en una notable obsesión, mi nulo conocimiento en el tema me asustaba, ¿Qué pasaría si la reciente obsesión por Francis ya era algo enfermizo? ¿Qué haría? Me aterraba mi propia capacidad para amar que hasta ayer no sabía que tenía.
—En nada… solo, pensaba—respondí esbozando una sonrisa imperceptible.
—¿Es sobre tu libro?—no pude evitar sorprenderme—Anna me dijo que eres escritor… y me pareció asombroso, jamás en mi vida había conocido a uno.
—¿Eso te dijo?—desvié la mirada en dirección de la chica, Anna, quien iba charlando animadamente con Ernestina. No era la primera vez que hacía eso, cuando charlaba conmigo me trataba de manera severa y a veces se burlaba de mi, pero ya estando con otros hablaba de mi como si fuera de su propia sangre, diciendo que estaba orgullosa de mí. Era increíble—Bueno, aun no publico nada, así que creo que aún no soy escritor oficialmente.
—Oh, eso no importa—aseguró—Lo que te hace escritor es tu talento, no el número de libros que tengas publicados. Aunque, esperare con ansías alguna obra tuya…
Sus palabras hacían que miles de mariposas revolotearan salvajemente por mi estomago, las piernas me temblaban y en mi cabeza se generaba un lio enorme ¿Qué debía de responder?
—¿Y en que estas trabajando ahorita? Anna no quiso darme muchos detalles—titubeé durante unos instantes, debía de aclarar mi mente y matar a los insectos en mi estomago antes de hablar, si es que quería darme a entender.
—Mi personaje principal es una chica, llamada Elena… ella es una humana que va en busca de un planeta habitable, ya que la tierra está a punto de destruirse…
—¡Vaya!—exclamó, su sorpresa se veía autentica—es una trama interesante. Me encantan las historias que involucran el espacio y otros planetas…—Habíamos llegado al bar y a prisa encontramos una mesa libre. Ernestina ya había pedido bebidas, para continuar charlando. De vez en cuando me involucraba en la plática de las mujeres, pero la mayoría del tiempo había estado hablando con Francis acerca de libros, autores y nuestros pasatiempos preferidos. Era fantástica, era como la chica de mis sueños.
Amante de los animales, su autor favorito era J.R.R. Tolkien y le encantaba el té con crema para café y el pan blanco con lechera. Habíamos estado hablando tanto hasta que de un momento a otro solo estábamos los dos mientras las demás se habían ido a la barra para observar a los que hacían el ridículo en el karaoke.
—Llegue a esa cafetería por casualidad, pero Ernestina me ha apoyado mucho dejándome escribir en su establecimiento, en verdad es algo que aprecio…
—Creo que definitivamente tendrás que agradecerle en la dedicatoria de tu primer libro…—sonrío para después llevar un sorbo de cerveza a su boca. Habíamos compartido tantas cosas sobre nuestros gustos y forma de ser, pero aún deseaba saber más sobre ella, parecía como si todo lo que tuviera que decir fuera de vital importancia para poder conciliar el sueño esa noche.
—Y ¿De dónde eres? Realmente no te ves como alguien de por aquí
—No, realmente mi lugar de nacimiento está muy lejos de aquí…—su semblante cambio totalmente, sus ojos se habían oscurecido y su tono era sombrío.
—Ya veo—algo me decía que había tocado un tema inapropiado. Pero ¿Qué era? Solo se trataba de una sencilla pregunta que usualmente se hace cuando recién conoces a alguien ¿No?—¿Qué te trajo por estos rumbos? Ya que, esta ciudad no es muy grande o conocida…
—Me siento segura…—masculló. Bajo la mirada y tomó otro poco de su cerveza, ahora lucia totalmente diferente, se veía insegura y algo temerosa. Trague saliva con dificultad, no quería hacerla sentir incomoda, lo último que me faltaba era que yo le recordara algo indeseable.
—¿Quieres ir a reírte de los ebrios en el karaoke?—repuse, tenía que hacerla sentir bien de nuevo, aunque fuera lo último que hiciera. Ella asintió y juntos nos acercamos a los demás. Ernestina, Anna y Melanie se reían escandalosamente de un pobre hombre que hacía un nulo intento de cantar “My Medicine” de The Pretty Reckless. En realidad nunca me gustó burlarme de los demás aunque ese hombre hacía lo que hacía para hacer reír a los presentes.
Mire de soslayo a Francis, se miraba totalmente ida, suspiraba y miraba el reloj de su teléfono con insistencia. Cuando Ernestina volteo hacía nosotros nos ofreció unos bocadillos que habían pedido, tome dos, porque realmente hasta ese momento mi apetito pedía comida a suplicas, anteriormente no lo había notado ya que charlaba animadamente con Francis, gracias a ella olvidaba fácilmente todo a mi alrededor, pero verla así de sombría me regresaba a la realidad.
—Ya me voy—dijo de la nada, Melanie y Anna intentaron detenerla, yo me limite a observarla, pensando que tal vez era mi culpa que ella quisiera irse. Me sentía como un gran imbécil.
—Nos vemos mañana, me hablas para cualquier cosa—contestó Ernestina recuperando un poco de la compostura que había dado pero perdida al verla tomarse como tres tarros de cerveza. Francis asintió y sonriendo levemente y casi a la fuerza, se dio la vuelta y se apresuró a salir del establecimiento. Giantess Videos and comics
La observe marcharse, una parte de mi gritaba porque fuera a alcanzarla, aclarar si había sido mi culpa que deseara irse, pero mi sentido común me decía que esperara hasta el día siguiente. Tal vez en ese momento ella deseaba estar sola.
—¿Qué te pasa?—Anna me había tomado del brazo, como una madre a un hijo. No me había dado cuenta, ahora estábamos caminando hacía la esquina donde nos despedíamos para que cada quien fuera a su respectiva casa, a penas recordaba cuando nos habíamos despedido de Ernestina y Melanie, aunque sinceramente eso era lo último que me importaba.
—¿Qué?—inquirí, aunque había escuchado claramente lo que ella me había preguntado, necesitaba confirmarlo.
—¿Qué sí qué te pasa? Luces muy extraño desde que Francis se fue
Nos detuvimos en la esquina bajo un señalamiento, las calles lucían desoladas solamente alumbradas por unos cuantos postes de luz.
—Nada, es solo que—musité y baje la mirada.
—¡Vamos niño grande! Puedes decírmelo…—Voltee hacía Anna y me recargue en el señalamiento.
—Es Francis. Un momento estábamos platicando como si nos conociéramos de toda la vida, le hago una pregunta inocente sobre su lugar de nacimiento y cambia totalmente…—Anna suspiró alargadamente y me dedico una mirada inexpresiva.
—No te lo tomes personal—dijo al fin— también se ha comportado así con Melanie y conmigo, tocamos el tema de su pasado y es como si le pidiéramos que narrara la muerte de la mamá de Bambi… evade el tema y luce ida durante un rato.
—¿A eso te referías cuando dijiste que era misteriosa?—recordaba claramente las palabras de Anna «una chica agradable y bastante misteriosa». Anna me observó y titubeo un par de veces antes de hablar.
—A eso y a que no hay nada de papeleo o pista de que allá existido antes de trabajar en la cafetería—fruncí el seño ¿A qué se refería?—Ella iba a capacitación en las mañanas y una tarde Ernestina me pidió ir por unos papeles a su oficina, al entrar había dos folders sobre su escritorio, uno era realmente ancho y el otro traía unas cuantas hojas dentro de él, los dos llevaban el nombre de Francis, solo que uno con diferente apellido del de la Francis que todos conocemos… igual que tú me intrigaba de donde era la chica, así que le eche un vistazo al que venía con el apellido de Cortez, como es que la conocemos hasta ahorita. Y era como una recopilación de una base de datos, donde se supone tiene que aparecer ella, pero no había nada… ni siquiera el año en el que había nacido. Lo único que aparecía era su reciente empleo en la cafetería.
—¿Estás segura que era de ella?—inquirí, una parte de mí se negaba a creerlo. Era una situación demasiado complicada, sospechosa y de alguna forma aterradora.
—¡Claro! Venía con foto, además ¿Cuántas Francis Cortez conoces?—trate de analizar la situación durante un momento, pero me era imposible, a lo que yo pensaba solo era un mal entendido ahora se tornaba a algo realmente dudoso. Todo estaba pasando tan rápido que sentía que las nauseas comenzaban a amenazarme, me acuclille, inhale y exhale, necesitaba ordenar mis pensamientos. Anna se inclinó hasta mi altura y acomodo mi cabello.
—Se que te interesa—voltee a verla atónito—No te sorprendas tanto, te conozco perfectamente… Como sea, creo que deberías de andar con cuidado. Las personas no ocultan su pasado por nada, y sí Francis borró todo acerca de ella, debe de tener sus razones, además de que supongo no lo hizo sola.
Las palabras de Anna me caían como balde de agua fría, hacía ver todo tan peligroso y oscuro, eran como rocas que caían frente a un camino que aparentemente estaba despejado, justo cuando creía que conocería a la chica de mis sueños, me daba cuenta de que tal vez el conocerla sería angustioso, no sabría con lo que me encontraría.
—Tal vez esto que te diré suene a cliché—la voz de Anna me sacó de mis pensamiento, aunque realmente no sabía si quería escucharla—Cuando las personas huyen así de su pasado, quiere decir que algo realmente grande las persigue y tarde o temprano las encontrara…—no dije nada y deje que esas palabras se perdieran en el silencio de las calles. Tenía mucho que pensar, no sabía si creerlo o no. Todo era tan confuso.
Continuara...
Tachañ~(?) Esperó y les este gustando, el proximo lunes estara el tercer y ultimo capítulo :)
En verdad gracias por tomarse el tiempo de leerlo y agradecería sus comentarios ;0;
Me despido, hasta el proximo lunes~!
Tachañ~(?) Esperó y les este gustando, el proximo lunes estara el tercer y ultimo capítulo :)
En verdad gracias por tomarse el tiempo de leerlo y agradecería sus comentarios ;0;
Me despido, hasta el proximo lunes~!
Regresar al índiceLo que no pudo ser... by DeastarciaSe supone que debía de subirlo el lunes, pero tuve contra tiempos ;---; además de que se me dificulto escribir este capítulo~ la escuela me estaba explotando Y.Y
Pero bueno al fin ya esta aquí espero y les guste, y pues será el ultimo capítulo, espero y me sigan cuando publique mi nueva historia que pronto la subire~ :)
Bueno, ya los dejo para que lo lean LOL
Se supone que debía de subirlo el lunes, pero tuve contra tiempos ;---; además de que se me dificulto escribir este capítulo~ la escuela me estaba explotando Y.Y
Pero bueno al fin ya esta aquí espero y les guste, y pues será el ultimo capítulo, espero y me sigan cuando publique mi nueva historia que pronto la subire~ :)
Bueno, ya los dejo para que lo lean LOL
III: Lo que no pudo ser…
Lo que Anna me había contado acerca de su aventura en la oficina de Ernestina dio vueltas en mi cabeza durante días, cada vez que iba a la cafetería me era casi imposible no observar con insistencia a Francis. Después de esa noche en la que jure que había dicho algo fuera de lugar causando que se fuera despavorida pensé que me evitaría, pero no. Seguía sonriendo, radiante como la primera vez que la vi.
Ahora ella se acercaba cada vez que podía y remplazó a Melanie en la tarea de recibirme, gracias a esos atentos tratos y esas sonrisas que me hechizaban poco a poco fui olvidando lo que aquejaba mis días, después de todo lucía feliz, ya no había razón para pensar que algo estaba mal.
Habían pasado ya dos meses y sentía que día a día me acercaba más a Francis, solo que aun sentía un cristal delgado entre nosotros, era como saber que estaba ahí, a salvo, pero había algo que el cristal ocultaba era como si evitara que llegara demasiado profundo en lo que habitaba en su mente, en su pasado. Y de alguna forma me asustaba pensar en lo que encontraría si insistía, Francis tenía algo que me hacía temer, retroceder en mis intentos de acercarme. Sería mejor esperar, cuando ella estuviera lista definitivamente me lo diría.
En ese momento me dirigía a la cafetería por Lucia, la llevaría a la feria de juegos, Anna me lo había pedido el día anterior y no pude reusarme, Lucia era una niña encantadora y muy inteligente. No tenía duda de que sería alguien importante cuando creciera.
Cruce la calle trotando, y quitándome el gorro entré al establecimiento.
—Tío Henry—escuché al fondo de la habitación, levanté la vista y una pequeña niña de cabellos rubios corrió hacia mí con jovialidad, me agaché a su altura y la tomé por debajo de los brazos para alzarla y cargarla—Creí que nunca llegarías…
—¿Pero qué dices? Jamás olvidaría nuestra promesa—Lucia me sonrió dulcemente y me levanté para caminar hasta Anna quien se encontraba en la caja despachando a unos clientes que recién acababan su merienda.
—Desde que llegamos no deja de preguntarme por la hora—aceptó sonriéndome—y no quiere comer. No sabe que si no lo hace, la ida al zoológico se cancela—mire de soslayo a Lucia y esta usaba su mejor arma, el rostro de cachorrito, con esos grandes ojos que cambiaban de color dependiendo la iluminación. Nadie podría contra eso, pero no podía malcriarla, ya que ni siquiera era mi hija o algo por el estilo.
—Sabes que tu madre tiene razón—me acerqué a la mesa más próxima, coloqué una silla al lado de otra y los dos tomamos asiento, tomé un menú y comencé a pensar que sería lo más apropiado para una niña como ella. Hasta donde sabía le gustaba comer de todo, solo que si se trataba de llevarla a pasear se le olvidaba hasta el apetito que podría llegar a tener si no comía—¿Qué te parece, pechuga con crema de champiñón?
—¡Sí!—exclamó emocionada. Lo sabía, no podría resistirse a su platillo favorito. Anna sonrió victoriosa y pasó la orden a cocina de inmediato.
—¡Vaya! Una niña con gustos refinados—Francis se acercó a nosotros con su hermosa sonrisa de siempre, no importa cuánto tiempo pasara mi corazón se aceleraba al verla. Sonreí como un idiota.
—Tío Henry dice que si me alimento correctamente desde edad temprana, podre tener una vida más longeva y sana—Francis hizo un gesto de sorpresa.
—¿Sabes? Tienes mucha razón princesa
—¿Princesa? Yo quiero ser una detective privada. Con su permiso, iré a lavar mis manos—La pequeña se levantó de su asiento y a pequeños saltos se dirigió al sanitario. Francis esbozó una sonrisa incrédula y se sentó frente a mí. La pregunta parecía pintada en su frente. Iba a hablar pero ella detuvo mis palabras con un gesto.
—Déjame adivinar—dijo—¿Sherlock Holmes?
—Debo de aceptar que le he leído dos o tres capítulos—contesté después de guardar silencio durante un rato. Francis enarcó una ceja y levantó una comisura de sus labios.
—¿Tan si quiera sabe que significan la mitad de las palabras que dice cuando habla?
—Le regalé un diccionario—mi tono de broma se desbordó por mis labios para después soltar una ligera carcajada—Es broma, ella ya tiene uno.
Un nuevo cliente había llegado y Francis se apresuro a atenderlo, de pronto algo me pareció fuera de lugar, algo faltaba. Melanie. Examine el establecimiento esperando a que estuviera en la cocina o en la oficina de Ernestina, pero no. Al parecer no había ido ese día. Me acerque a la barra y Anna me extendió el plato con la pechuga bañada en crema de champiñones.
—¿Dónde está Melanie?
—Al fin lo notaste—Lucia salió del baño y se dirigió a la barra. Anna le entregó su plato y sin parada alguna la niña se sentó en la mesa y comenzó a comer—Está enferma, al parecer le dio un fuerte resfriado y fiebre
No podía sentirme más insensible, yo aquí revoloteando como adolescente y Melanie enferma en su casa, sola. Anna me observó detenidamente al parecer había notado el cambio en mi semblante.
—Sería buena idea que fueras a visitarla después de traerme a Lucia de vuelta—tomó una pluma de un recipiente bajo la barra y en una servilleta escribió una dirección para después deslizarla hacía a mi—ahí es donde vive, no esta tan lejos de aquí así que no puedes perderte.
Tome la servilleta y me tomó poco tiempo asociar el nombre de las calles. Después de todo era cierto, no quedaba tan lejos y ya había pasado por ahí antes, de camino al museo. Doblé la servilleta y la introduje en el bolsillo de mi pantalón.
Lucia terminó de comer tiempo después, apresurada se colocó su pequeño saco, guantes y gorro para despedirse de Anna y salir disparada de la cafetería.
—Tengan mucho cuidado—exclamó Anna despidiéndose asomando medio cuerpo por la entrada, yo ya había ido detrás de la pequeña y tomándola por la cintura la alcé para bajarla y tomarla de la mano. Y aunque tratara de calmar su emoción desbordada, en momentos parecía que podría arrastrarme por la acera.
Al poco tiempo llegamos a la feria y lucia se subió una y otra vez a los juegos a donde tenía permitido, en un juego de dardos gane un oso gigante para ella y comió tanto algodón de azúcar, palomitas y manzanas de caramelo cómo pudo, el apetito de esa niña me sorprendía, sobre todo porque su complexión era delgada.
El tiempo pasó volando y aunque al principio se rehusó regresamos a la cafetería. Abrí la puerta de cristal estirando mi brazo todo lo que pude para que Lucia pasara con su gigantesco oso, si la mirabas a distancia parecía como si el oso andará solo, le había preguntado si quería que lo cargara por ella, pero la pequeña se había rehusado así que de camino con su madre estuve cuidando que no se estrellara o callera en algún lugar indebido.
—¿Pero qué diablos es eso?—inquirió Anna. Lucia dejó el oso a un lado suyo y era impresionante ver lo mucho que el oso le sacaba de altura a la pequeña.
—Es un oso mami
—Sí ya sé que es un oso cariño, pero ¿Cómo lo consiguieron?
—Digamos que tengo un buen brazo—moví mi brazo haciendo ademan a mi fuerza y Anna me golpeo ligeramente un costado.
—Deja de alardear y ve a visitar a Melanie—asentí y me apresure a despedirme de Lucia, Anna me dio un termo con sopa adentro y unas pequeñas cajitas que supuse eran medicinas, las tome y me dirigí a la salida.
—Henry, espera—me voltee por inercia y Francis se acercó a mí.
—Mañana es día libre obligatorio, me preguntaba qué harías—trague saliva con dificultad ¿A caso me estaba preguntando si podía salir con ella? De inmediato repase mis deberes y lo único que me detenía era el final de un capitulo de mi novela. Ahora que lo pensaba jamás le había dicho que el personaje principal estaba inspirado en ella, tal vez ya era tiempo, medite durante un momento y después asentí para mí mismo, ya había llegado a un plan.
—No haré nada… ¿Qué tienes pensado?
—Bueno no sé. Habrá un maratón de Star Wars en el viejo cine. Y me preguntaba si querías acompañarme aunque sea a una—¿Acompañarla? «Claro que sí» pensé, Star Wars me gustaba y ella también, creo que sería la perfecta combinación para mi felicidad.
—¡Claro! ¿Qué te parece si nos vemos a medio día aquí?
—Está bien…—cuando por fin nos despedimos, como si fuera caminando en una nube me dispuse a ir a la casa de Melanie, en ese momento no podía ser más feliz.
Después de imaginar cómo me la pasaría en aquella cita con Francis, me tope con que ya había llegado al edificio donde Melanie vivía. Subí los escalones para llegar a la entrada y aun costado se encontraban una serie de botones con etiquetas a los lados, acomode mis lentes y me acerque para leer los nombres, “Melanie Hernández”, era ella. Sujete con una mano lo que Anna me había entregado para ella y con la otra toque el timbre.
—¿Quién es?—una voz algo descompuesta se escuchó al otro lado, tuve que esforzarme para saber que se trataba de Melanie.
—¿Melanie? Soy yo, Henry—un largo silencio se escuchó al otro lado y después un sonido provino de la puerta principal indicándome que podía entrar. Al estar en el lobby repacé con la mirada los números de las puertas, Melanie vivía en el 14B así que supuse tendría que subir tres pisos más.
Tomé el ascensor y en un momento estuve en el piso indicado, caminé por el corredor y encontré la puerta que buscaba. Llame una o dos veces antes de que Melanie atendiera, y ahí estaba frente a mí con una pinta no muy saludable, envuelta en un cobertor azul, con el cabello sujeto en un molote alto y el rostro con señas de la enfermedad, se veía, cansada.
—Pasa…—dijo al fin asiéndose a un lado para que yo entrara—Disculpa el desorden…
Entre por el recibidor y me detuve en la intersección la cual guiaba a tres caminos, la cocina, la sala y a la habitación y el baño. Voltee hacia Melanie y extendí mis manos ofreciéndole lo que Anna me había dado, de entre el cobertor Melanie extendió sus brazos y los tomó sin problemas.
—Toma asiento—ofreció con amabilidad, me di la vuelta y me senté en el sofá más grande—¿Quieres té de canela?
—Sí, gracias—Melanie regresó pero ya sin el cobertor, ahora traía sobre sí una bata y de ella sobresalía un pijama con figuras que difícilmente le encontré forma—¿Cómo has estado?—puso una tetera y dos tazas en la mesa de centro y se sentó en el sillón personal.
—En lo que cabe. He estado mejor que otras veces—mientras servía en mi taza un silencio incomodo se prolongo en la habitación, extrañamente, por más que Melanie fuera la que me recibiera todo este tiempo, me costaba charlar con ella, ya que si lo pensaba con fuerza, no la conocía, no sabía lo que le gustaba, no sabía cuál era su platillo favorito o sus pasatiempos.
Lo único que sabía era que había decidido no estudiar la universidad y que era cómo la protegida de Ernestina. Era como si estuviera con una completa desconocida.
—Anna te envió las medicinas y la sopa de vegetales—dije tratando de romper el hielo. Melanie sonrió y asintió llevándose un sorbo de té a la boca.
—Lo sé, en cuanto me reporté enferma me llamó y me dijo que me traería sopa. Así esperaba a cualquier persona, menos a ti. Gracias por venir—Asentí y sonreí ¿Qué debía de responder a eso? Lo único que quería era que no malentendiera ese gesto o que creyera que había algo oculto, justo cuando estaba pensando en algo que decir baje la mirada y vi sobresalir un libro por debajo de la mesa, estire mi brazo y lo saque.
—¿Qué estás leyendo?—inquirí, voltee el libro y leí el titulo de la pasta—Historia de los Templos Mayas. No sabía que te gustara la historia…
—Es un gusto oculto que tengo, pero ese lo saque de la biblioteca para estudiar—dijo esbozando una sonrisa—presentare el examen para la universidad este año…
Y con eso desaparecía una de las dos únicas cosas que sabía de ella. Y sinceramente era algo que me alegraba, y no pude ni quise ocultar una sonrisa de orgullo y felicidad.
—¿En verdad? ¡Felicidades!
—Oh no, las felicitaciones se dan hasta que pase el examen
—¿Y en qué te vas a especializar?—inquirí hojeando el libro.
—Aun no lo sé pero Arqueología y Filosofía son mis fuertes. Me encantaría estudiar y recorres las antiguas civilizaciones hasta ahora, o pensar y expresar la ideas de lo más grandes pensadores de todos los tiempos…—escucharla hablar era como si una nueva Melanie renaciera ante mí, jamás la había visto o escuchado de esta forma, era cómo conocerla de nuevo—Y todo te lo debo a ti…
—¿A mí? ¡No! Tú fuiste quien tomó la decisión, todo el crédito es tuyo, por ser fuerte y tomar una decisión tan decisiva…
—Me gustas…—mis palabras fueron cortadas por una daga y me quede helado, realmente no esperaba que fuera tan directa y eso era lo que más me había tomado por sorpresa—Y creo que ya lo sabías desde hace un tiempo… ¿No?
Sin decir nada, asentí lentamente y desvié la mirada evitando esos ojos que mostraban un alma herida.
—Y sé que yo a ti no—escuché como un hilo de voz de lo que sería una risa se perdió en lo profundo de la habitación—A ti te gusta Francis—Voltee a verla sorprendido, creo que ahora sabía lo obvio que había sido—Lo supe desde la primera vez que la viste, pero quiero que sepas que no importa. Digamos que siempre tuve en cuenta que tú nunca sentirías nada por mí, pero te aceptaba como amigo porque con eso me conformaba y perdona si te confundí con mis tratos, pero ya sabes cómo son las personas enamoradas…no pueden evitar ser amables y tener especiales atenciones con los que capturan el corazón de uno. Yo solo quiero que seas feliz—Sabía que me decía eso para hacerme sentir mejor pero solo conseguía que me sintiera cada vez peor. Intentaba decir algo, lo que sea, pero parecía que lo que le dijera haría que ella se echara a llorar.
—No sé qué decir…
—No tienes que decir nada—contestó levantándose de su asiento—Estoy bien. Bueno, ahorita mi cuerpo no está bien físicamente, pero me recuperare…—sonrió. Me levanté y baje la mirada—Creo que tienes cosas que pensar y yo tengo una cama a la cual ir a descansar. Cuando veas a Anna le das las gracias de mi parte por la sopa y las pastillas. Ya hablé con Ernestina e iré en cuanto me sienta mejor.
Melanie caminó hacía el pasillo y entró a la habitación del fondo. Me quede unos momentos en la sala, guardando silencio, esperando a escuchar sollozos, pero no… solo había una gran nada. Así que cerrando la puerta detrás de mí, salí de su apartamento y después del edificio, en algo tenía razón, tenía mucho en que pensar.
—
Al día siguiente los ánimos de salir, incluso con Francis se habían desvanecido, ahora no podía recordar a una de ellas sin que la otra se viniera a mi mente, aunque claro no podía defraudar a Francis, así que de mala gana me alisté y salí a encontrarme con ella.
Cuando llegue a la cafetería ahí estaba, jugando con la nieve en sus pies y sus manos en sus bolsillos, temía quela hubiera hecho esperar mucho.
—Y dicen que nosotras las mujeres somos las impuntuales—dijo cuando me tuvo lo suficientemente cerca.
—¿Llegue tarde?—inquirí preocupado.
—No, no te preocupes, solo fueron unos minutos ¿Nos vamos ya?—asentí y emprendimos el viaje al cine viejo. Por el camino fuimos charlando, aunque no estaba del todo ahí, aun tenía fresco lo que Melanie me había dicho y me costaba trabajo enfocarme. Si Francis no me preguntaba o comentaba algo yo no decía nada ¿Cómo podía comportarme así? Ahora que estaba con Francis, el día que había esperado con ansias me estaba comportando como un patán. Tenía que cambiar mi actitud si no quería que Francis terminara despreciándome.
Llegamos al cine y entramos a una de las funciones, durante la película Francis me hacía comentarios sobre datos curiosos de la grabación o información que no sabía acerca del universo de Star Wars, comenzaba ser el de siempre cuando la película terminó, Francis me invitó a cenar y sin pensarlo acepté, al menos ya tenía tiempo para limpiar todos los mal entendidos que se generaran por mi anterior comportamiento.
Entramos a un pequeño restaurante y nos sentamos esperando a que nos atendieran.
—Has estado distante ¿Qué es lo que sucede?—comentó, no sabía que responder y en ese momento llego la mecerá a dejarnos el menú.
—¿De qué hablas? ¿Distante? ¡Claro que no!—mi tono se había escuchado tan falso que hubiera sido merecedor al más falso de la historia, sería un milagro que ella no lo notara.
—Supongo que me lo merezco
—¿De qué hablas?—dije incrédulo, ella no se podría merecer ese tipo de trato ni en un millón de años.
—La última vez que salimos, la forma en la que me fui, no fue correcta—dijo—supongo que te habré dejado algo desorientado. Lo siento.
Aquel día ya se me había olvidado por completo, la razón por la que se había ido de esa forma seguía siendo un misterio y la duda volvió a intrigarme ¿Debía de preguntarle? O ¿Sería más prudente dejarlo en el pasado? Después de todo ya hacía mucho desde ese pequeño mal entendido en el que Anna me había preocupado con lo que me había revelado.
—No he sido muy honesta contigo, más bien con nadie en el restaurante a excepción de Ernestina—bajó la mirada y jugueteó con las hojas del menú—Hay algo que no les he dicho…
—No te preocupes—interferí—lo que sea que tengas que decir, me lo puede decir a su tiempo…
—Ese es el problema—replicó—siento que cada vez me queda menos tiempo—mi sangre se había helado, mi cabeza se volvió un campo de guerra tratando de adivinar lo que diría, aunque ni siquiera escuchaba mis propios pensamientos. Guarde silencio y esperé a que lo dijera, tenía que ser fuerte, después de todo ¿Qué tan malo podía ser?
—No me llamo Francis Cortez, mi verdadero nombre es Francis Minerose. Y estoy en un programa de protección a testigos…—dijo en voz baja, me incline hacía ella, esperando a que en cualquier momento me dijera que era una mala broma, que se burlara de mi cara sorprendida para luego pedir tarta o algo por el estilo. Pero no, su rostro lo decía todo, estaba lejos de ser una blanca y espantosa mentira.
—¿Pero cómo? ¿Por qué?—fue lo único que pude articular.
—En mi país natal existía una pequeña mafia que se encargaba de prostituir a jovencitas, yo fui una de las víctimas, pero logre escapar, después ayude a la policía a echar de cabeza a la cabecilla de toda la operación y ahora se pudre en la cárcel. Pero, no ha todos los atraparon y otros varios salieron por culpa de los corruptos. Los cuales ahora buscan mi cabeza. Al principio la policía no me creía decían que era un efecto después del trauma que viví pero después de que sufrí un atentado en mi trabajo me trajeron lo más lejos posible, aquí me dieron asilo y un nuevo apellido. ¡Era un plan perfecto! Ya que este sería el último lugar en el que me buscarían pero… últimamente tengo el presentimiento de que me siguen o me observan ¿Sabes? Ya hable con el detective que se supone debe de protegerme pero no hace otra cosa que mofarse de mí. Veamos qué tal se ríe cuando logren asesinarme—la ultima oración había salido fría y cortante, como si ella ya lo diera por hecho.
Todo lo que había dicho sonaba como el guion de una película, yo jamás había tenido que enfrentarme a ese tipo de cosas y ahora, ella, su vida peligraba a cada segundo ¿Qué podía hacer yo para defenderla? ¿Qué podía hacer para que se sintiera segura?
La mesera se acercó y nos preguntó que deseábamos ordenar, Francis fue la primera y después pedí lo primero que había visto en el menú. Los dos nos habíamos quedado en silencio incluso mientras comíamos, cuando terminamos, salimos del establecimiento y comenzamos a caminar a donde nos diríamos adiós.
—En verdad gracias por escucharme—dijo deteniéndose—Sé que tal vez te sientas agobiado por todo lo que te acabo de decir, pero a ti no te quiero mentir, después de todo te has comportado tan bien conmigo.
—En verdad lo siento si me quede muy callado, yo no soy normalmente así, eso solo que me tomó por sorpresa—sonreí levemente y metí mis manos a los bolsillos de mi pantalón.
—Perdóname tú a mí, tal vez te lo dije muy a la ligera
—¡No!—exclamé interrumpiéndola—Tú Significas mucho para mí, y el hecho de que me cuentes esto me hace pensar que tal vez yo también soy importante para ti—comencé a balbucear y baje la mirada, tenía miedo, no por mí, sino por ella, el solo pensar en la posibilidad de no verla nunca más algo se destrozaba dentro mí. Yo la amaba y no podría vivir sin ella—Después de todo estoy enamorado de ti—dije al fin, había salido de la nada y levante la vista para encontrarme con una expresión de sorpresa, aunque no sabía qué tipo de sorpresa era—Hasta mi personaje principal de mi libro está basado en ti. Eres hermosa en todos los sentidos, tal vez lo que he buscado toda mi vida, y pensar en ya no verte sonreírme cuando llegó a la cafetería me daña más que cualquier otra cosa en este mundo. Tal vez sea estúpido, ya sé, pero es algo que no puedo evitar sentir-
De pronto sentí como otros labios se habían unido a los míos, era Francis, ella se había sujetado de mi cuello y ahora me besaba. Mi corazón latió tan fuerte que pensé se me saldría del pecho, los latidos sonaban tan fuerte que evitaban que cualquier otro sonido llegara a mis oídos.
La tome por la cintura y la atraje hacía a mí, ahora éramos dos en un beso que parecía haber esperado tanto para nacer, era un momento tan especial que creí nunca lo viviría en toda mi vida. Era algo tan intimo entre ella y yo, entre mi musa y yo…. Entre el amor de mi vida y yo. Nada podría arruinarlo.
—
Ya había amanecido, me reincorpore lentamente y busqué mis lentes en la repisa al lado de mi cama, al encontrarlos, mire el reloj junto a ellos ya eran las nueve de un sábado por la mañana.
Lentamente me levanté y abrí las cortinas que llenaban la habitación de penumbras, me senté en el escritorio y talle mis ojos, prendí mi laptop y algo vino a mi cabeza, un recuerdo vivido de Francis y yo… besándonos. Corrí hacía el closet y tomé el pantalón que había estado usando y busqué con desesperación aquella prueba de que la cita con Francis había sido realidad y no un sueño. Con mis dedos toqué un pedazo de papel y lo saqué, era el boleto para el cine ¡Todo había sido real! Brinqué de alegría y tomé ropa y una toalla, tenía que estar listo para ir a la cafetería lo antes posible.
Me tomó no más de una hora estar listo y salir disparado al establecimiento, tenía que verla, así sabría si los dos sentíamos lo mismo. Crucé la calle y abrí la puerta algo alterado, Anna estaba limpiando unas mesas y volteo a verme sorprendida.
—¿Qué haces aquí? Aun no abrimos
—¿Dónde está Francis?—inquirí ignorando la pregunta inicial de Anna.
—No ha llegado, se supone que tuvo que haber llegado hace dos horas para limpiar y acomodar todo lo necesario. Le marque pero no me contestó y tuve que llamarle a Ernestina para que me abriera.
—¿Le insististe?
—Claro, le deje como diez mensajes antes de desistir. De hecho ahorita pensaba ir a verla, vive a unas cuadras así que no me tomará mucho.
—¿Puedo acompañarte?—dije intentando esconder mi ímpetu, al menos así sabría donde Francis vivía. Anna me miro con indiferencia y asintió.
Los dos salimos del establecimiento y caminamos dos cuadras para después girar y caminar otra cuadra, llegamos a una colonia donde había casas hermosas y pintorescas, caminamos un poco al fondo y llegamos a un portón que daba a un bello jardín. Y más allá se veía una casa de color azul cielo y toques blancos.
Anna se volteo hacia la calle y la imité, frente a la entrada había una motocicleta negra. Intercambiamos una mirada extrañados y nos abrimos paso hacía el portón de la casa, cruzamos el jardín y llegamos al pórtico. Anna estiró su brazo para tocar la puerta, pero esta al contacto se deslizo, estaba abierta.
Anna me fulmino con la mirada y un mal presentimiento calo mis huesos. Sin pensarlo entre a la casa con Anna detrás de mí. Caminamos sin hacer ruido por el recibidor y un crujir se escuchó debajo de mis pies, era un jarrón de cristal que se había hecho trizas. Todos mis sentidos me lo decían, algo n
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Henry es un joven escritor que visita con frecuencia “Primadonna” su cafetería favorita, siendo alguien escéptico al amor y malo demostrando sus sentimie
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2024-11-17
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