Escenario para tres by Teras
Ismael Andes contra el mundo. Ismael Andes contra el demonio de cabello blanco. Ismael Andes contra su inseguridad. Ismael Andes contra el gobierno de la nación argentina. Ismael Andes contra los medios de comunicación. Ismael Andes contra el fin del mundo. Ismael Andes contra Ismael Andes.
Demasiados rivales y poco tiempo. Todo pasa en el gran momento en que se decide el destino del mundo en el 2.012.
Categories: ORIGINALES Characters: Ninguno
Generos: Accion/Aventura, Fantasía, Romance
Advertencias: Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 34 Completed: No Word count: 74416 Read: 989 Published: 13/09/2011 Updated: 13/10/2011
Ismael Andes contra el mundo. Ismael Andes contra el demonio de cabello blanco. Ismael Andes contra su inseguridad. Ismael Andes contra el gobierno de la nación argentina. Ismael Andes contra los medios de comunicación. Ismael Andes contra el fin del mundo. Ismael Andes contra Ismael Andes.
Demasiados rivales y poco tiempo. Todo pasa en el gran momento en que se decide el destino del mundo en el 2.012.
Categories: ORIGINALES Characters: Ninguno
Generos: Accion/Aventura, Fantasía, Romance
Advertencias: Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 34 Completed: No Word count: 74416 Read: 989 Published: 13/09/2011 Updated: 13/10/2011
Cada capitulo es una parte de un capitulo de mi novela "Escenario para tres". Registrada en la Dirección Nacional del Derecho de Autor de Capital Federal, Buenos Aires, Argentina. Derechos reservados.
Cada capitulo es una parte de un capitulo de mi novela "Escenario para tres". Registrada en la Dirección Nacional del Derecho de Autor de Capital Federal, Buenos Aires, Argentina. Derechos reservados.
Aunque no les guste by Teras
-No voy a tolerar esto-dijo con decisión un joven que estaba de pie frente al pozo en el que se encontraba el ataúd que contenía el cuerpo sin vida de su madre.
Su nombre era Ismael Andes, y tenía quince años. La situación en la que estaba ya no le causaba tristeza porque había llegado a ciertas conclusiones que lo enfurecían.
Miró hacia el cielo. Ni una sola nube y el sol, en su lugar y brillando siempre con la misma intensidad.
Una persona se acercó al joven caminando entre las infinitas hileras de lápidas del cementerio.
-Isma, tu papá me dijo que ya tenemos que volver.
La voz de una nena.
Ismael miró hacia su derecha y vio a su amiga Amanda secándose el rostro con un pañuelo. Él la quería mucho. Ella era como una hermana menor para él.
Amanda Acevedo tenía sólo once años, y por primera vez sufría por la muerte de una persona cercana. Apreciaba mucho a la madre de su amigo, a Evelyn Andes.
-Está bien, pero necesito estar solo unos minutos. No voy a tardar mucho, Ami.
-Ah, entonces me voy. Te estaremos esperando, Isma.
Amanda dejó solo a su amigo.
Ismael miró hacia el cielo nuevamente.
-No entiendo por qué. Siempre fui un chico amable, estudioso, prudente y responsable. Hice las cosas de la manera correcta y siempre me esforcé para ser mejor. ¿Y qué recibo a cambio por todo mi esfuerzo? Un repugnante cajón ocupado por mi madre, que murió al ser atropellada por un auto que conducía un necio que no tuvo mejor idea que salir a la calle a hacer carreras junto con otro estúpido de su misma calaña. ¡Eso recibí! ¡Gracias por nada!
Ismael respiró profundamente, y sin dejar de mirar al cielo continuó con su solitaria reflexión.
-¿Y qué reciben a cambio aquellos que no se esfuerzan y hacen cualquier cosa con sus vidas? Dios o quien sea que esté al mando. Respondeme.
El silencio fue la respuesta.
-Ya veo. No querés o no te animás a responderme, pero no importa. Puedo responder esa pregunta. Aquellos a los que nada les preocupa, no sienten un cariño verdadero por ninguna persona, no tienen respeto por nada, y carecen de principios reciben todo lo mejor que la vida puede ofrecer. ¡Todo!
Ismael sonrió. Una sonrisa descaradamente falsa.
-¿Esto te parece gracioso? Entonces reí. Reite de mí, el estúpido Ismael Andes. Sé que querés hacerlo.
La sonrisa se desvaneció.
El joven frunció el ceño y gritó con todas sus fuerzas.
-¡Callate! ¡Te equivocás! ¡Esto no es gracioso!
Ismael dirigió su mirada al pozo en el que se encontraba el ataúd.
-Mi madre era una de las personas más amables que hayan existido en toda la jodida historia. Ella merecía vivir muchos años y ser feliz. ¿Podrías decirme qué significa esto? ¿Acaso las personas que actúan correctamente merecen morir?
El silencio fue la respuesta nuevamente.
-No importa que no me respondas. Ya no me importa lo que tengas que decir.
Ismael guardó silencio durante unos segundos, y luego prosiguió. Con el deseo de expresar la decisión que había tomado.
-Se terminó. Ya estoy cansado. No voy a tolerar esto. Ya no voy a vivir siguiendo sus reglas. A partir de ahora voy a hacer lo que quiera. Aunque se enojen conmigo. Aunque no les guste. Hasta nunca limitaciones. Dios o quien seas, enojate conmigo. Descargá todas tus maldiciones sobre mí, hacé lo que quieras. Ya no me importa nada. Ya me hiciste todo el daño que podías hacerme. Ahora no soy más que un loco hablando solo en medio de un maldito cementerio. Es imposible que me vea más ridículo.
Ismael se calmó un poco al pensar en su madre.
-Espero que no me estés mirando desde donde quiera que estés. Te sentirías triste. No me mires, mamá. Yo ya no soy el mismo.
Llegó la hora de dar la triste noticia.
-Malas noticias, mundo. El Ismael Andes que conocían murió junto con Evelyn Andes. Desgraciadamente el nuevo Ismael Andes no les va a caer bien, pero lo entenderán con el tiempo.
Ismael se alejó de la tumba de su madre y se fue del cementerio junto con Amanda y su padre.
Sábado 16 de octubre del año 2.010.
Espero que alguien tenga la amabilidad de leer esto. Si les gusta dejen comentarios por favor.
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Regresar al índiceSueño extraño y pesadilla real. by Teras
Ismael Andes corría por la calle, y no estaba solo. Lo acompañaba una persona que él conocía y que debía proteger a toda costa del terrible enemigo que los acechaba. Miró su reloj. Todavía faltaba bastante para que llegara la medianoche.
En una situación como en la que estaban él y su acompañante el tiempo iba a paso de tortuga.
-Ismael, ¿vas a explicarme qué está pasando?
-Ya habrá tiempo para explicaciones. Seguí corriendo.
Continuaron avanzando, hasta que llegó un momento en que Ismael se detuvo y desenvainó su espada.
La otra persona también se detuvo.
-¿Por qué quiere matarme? ¿Ese sujeto es alguna clase de monstruo?
-Más o menos-respondió Ismael-. Tenés que irte. Yo me voy a quedar acá para pelear con ese tipo. Así va a ser más fácil.
Ismael puso su mano libre sobre el hombro derecho de la persona que protegía, y ésta desapareció. Se dio vuelta y se puso en guardia al escuchar la voz de su enemigo.
-No importa lo que hagas, guardián. Fue muy inteligente de tu parte haber teletransportado a esa persona, pero es inútil. No hacés más que retrasar mi inevitable victoria.
El enemigo era un hombre alto. El color de su cabello era blanco y era tan largo que casi le llegaba hasta las rodillas. Tenía puesta una remera blanca que parecía estar manchada con sangre en las mangas y en la parte de atrás. En la parte delantera tenía un extraño mensaje: “el fin soy yo”.
Ismael sonrió. Él tenía puesta una remera de su banda de rock favorita. Siempre había dicho que quería tenerla puesta el día de su muerte. Sabía perfectamente que su deseo se cumpliría si perdía esa noche.
-Si querés ganarme, hablá menos y peleá más, asesino.
El asesino desenvainó su espada. Por su mano izquierda corrió una extraña energía luminosa, similar a una corriente eléctrica. Levantó su mano y lanzó un rayo a su oponente.
El guardián, Ismael Andes.
Ismael despertó. Nuevamente había tenido ese sueño. La huida, la persona que debía proteger, su enemigo, las espadas, y todo lo demás. Pero no le daba importancia.
-Todos tienen sueños raros-pensaba.
Y no estaba equivocado, pero era aún más raro que se repitiera.
Había olvidado completamente como era tener un sueño agradable.
-Podría tener uno si no viviera inmerso en una pesadilla-se decía a sí mismo.
Se levantó y encendió el televisor que tenía en su habitación. Vio la hora. Eran las 9:23AM. Luego tomó su celular y lo revisó. Se había olvidado de apagarlo antes de dormirse.
El aparato estaba casi siempre en modo silencioso, y por eso no se enteraba si le llegaban mensajes o lo llamaban.
En verdad mucho no le importaba.
Ismael sabía que los chicos de su edad tenían entre sus contactos los números de sus amigos y gastaban mucho dinero para cargar sus celulares más de una vez a la semana. Él había tenido esa costumbre. Pero ahora sólo tenía un número que era de una persona ajena a su círculo familiar: el número de Amanda. Él respondía sus mensajes muy pocas veces.
Amanda de vez en cuando le preguntaba cómo estaba, qué hacía, cómo le iba en el colegio, lo invitaba a salir con ella y sus amigos.
Ismael siempre rechazaba sus invitaciones. Lo que más le disgustaba eran esas ridículas cadenas de mensajes.
Debía enfrentar la realidad. Amanda había cumplido trece años. Ya no era una nena. Era una adolescente. Le preocupaba el hecho de que tal vez empezaba a verlo de una manera distinta, pero también pensaba que tal vez estaba equivocado.
-¿Por qué no puedo alejarte de mí como hice con todos los demás?-se preguntaba Ismael.
Él no tenía amigos. Los había tenido, pero los había perdido. No porque lo hubieran apartado, sino lo contrario. Él se había alejado por completo de casi todas las personas.
Ya no quería sufrir como cuando perdió a su madre otra vez. Pensaba que si se alejaba de todas las personas ya no se encariñaría con nadie, y así ya no sufriría más pérdidas. Lo único que podría perder era su propia vida, la cual no le importaba demasiado tampoco.
Horas más tarde tendría que ir al colegio, y lidiar con dos cosas horribles: el mundo y las personas que viven en él.
Dejó su habitación y fue a prepararse el desayuno.
Estaba solo en su casa. Su padre, quien siempre se levantaba muy temprano para ir a trabajar, ya se había ido hace unas horas.
Al terminar de desayunar fue a cepillarse los dientes. Cuando terminó se quedó unos segundos viendo su rostro en el espejo del baño. Por alguna razón siempre le llamaba la atención la cicatriz que tenía en su mejilla derecha. La misma le había quedado después de una riña que había tenido en el colegio al que asistía.
Después de la muerte de su madre había adoptado la costumbre de responder a cualquier tipo de agresión con violencia, razón por la cual siempre tenía problemas.
La misma escena se repetía una y otra vez. Él observando a un joven herido tirado en el suelo suplicando piedad.
Él seguía sintiendo esa terrible ira que probablemente nunca se iría, porque solo había una forma de desvanecerla: destrozar el cuerpo de la persona que le había quitado la vida a su madre, cuya identidad desconocía completamente. Intentaba calmarse lastimando con sus puños a otras personas que lo ofendían, aunque sabía que era un esfuerzo totalmente inútil.
Salió del baño y regresó a su habitación.
Apagó el televisor, y se recostó en su cama.
En ese momento no tenía ganas de ver televisión, prefería escuchar música.
Tomó su celular y activó el reproductor musical.
Estuvo en la oscuridad de su habitación escuchando su música preferida hasta que llegó la hora de prepararse para ir al colegio.
Se cambió de ropa. Cuando salía siempre llevaba prendas de colores oscuros. Siempre fueron sus preferidas. Ese gusto no estaba relacionado con algún cambio personal.
Guardó su celular en uno de los bolsillos de su campera, tomó su mochila, y salió de su casa. Antes de irse cerró la puerta con llave.
Se encontró con un reluciente día soleado, razón por la cual se puso sus anteojos negros.
Partió nuevamente para enfrentarse a todo y a todos.
Cuando caminaba por la calle no le llamó la atención la presencia de un hombre que estaba sentado sobre el cordón de una vereda. Él mismo tenía el cabello muy largo, y vestía un pantalón largo negro, una remera azul y una campera gris.
El extraño miró al joven que pasó frente a él hasta que se perdió de vista. Sonrió.
-Ya te encontré Ismael Andes.
Martes 3 de abril del año 2.012
Un sueño extraño, un mundo de pesadillas, un celular silencioso, una dulce niña. Son algunas de las cosas que rodean a Ismael Andes en el año 2.012
Un sueño extraño, un mundo de pesadillas, un celular silencioso, una dulce niña. Son algunas de las cosas que rodean a Ismael Andes en el año 2.012
Regresar al índiceIndestructible by Teras
-Ese tipo que está ahí es extraño-dijo Emanuel mientras miraba a un chico alto, que tenía el cabello corto, ropa de colores oscuros, y unos anteojos negros.
-Sí, hasta ahora nunca lo vi hablar con alguien-comentó Javier- Cuando se sienta en ese lugar está tan quieto que parece estar muerto. Nadie pasa cerca de él siquiera.
Emanuel y Javier eran alumnos de primer año.
Edgar, un alumno de tercero, se acercó a ellos al escuchar lo que decían.
-Ustedes son nuevos, ¿no? Sólo déjenme decirles algo. Si son realmente inteligentes, nunca van a molestar a ese tipo. Yo sé por qué se los digo.
-Ah, vos sos el hermano de Leticia-dijo Javier-. Estás en tercero. ¿Conocés a ese tipo?
-Se llama Ismael, y sí lo conozco. Hace mucho tiempo. Antes era alguien agradable. Cuando murió su madre en octubre del 2.010 se convirtió en eso que ven ahí. Y pensar que él era mi mejor amigo.
-¿Está así por eso?-preguntó Emanuel.
-Dejame hacerte una pregunta-dijo Edgar-. ¿Querés que te mate? Decime, ¿vos te sentirías muy bien si tu madre muriera mañana, estúpido? ¡¿Eh?!
-No me sorprende que esté mal por eso-explicó Emanuel-. Me sorprende que todavía no lo haya superado. Dijiste que su madre murió en el 2.010, ¿no?
-Ya pasó mucho tiempo-agregó Javier.
-No es que no lo haya superado. Es que... No sé cómo explicárselos, pero no importa. Sólo recuerden que no deben molestarlo. Podrían lamentarlo por el resto de sus vidas. Si es que sobreviven.
-Seguramente estás exagerando-dijo Emanuel.
-¿Eso creés? Ya lo van a ver ustedes mismos. Siempre hay algún tarado con un total desprecio por su propia vida que se atreve a molestarlo.
Sonó el timbre. Hora de volver a los salones.
Ismael cayó sobre el suelo del patio del colegio.
Edgar lo había visto todo. Un bromista que estaba hablando con una chica puso un pie frente a su amigo para que se cayera. Fue a propósito.
-¿Lo ven? Hoy van a ver a Isma en acción.
-¿Eh? ¿Qué pasó?-preguntó Javier.
-Disculpá-dijo el bromista-. No te vi.
La chica se rió.
Ismael se levantó. Se dio vuelta rápidamente y golpeó al imbécil que se atrevió a provocar su ira con todas sus fuerzas.
El joven retrocedió tambaleándose.
-Así que el occiso de hoy es de primero-dijo Edgar al escuchar lo que decían quienes estaban a su alrededor.
-Disculpá a mi puño-dijo Ismael-. No vio tu estúpida cara. –Sacó de uno de los bolsillos de su campera un celular y buscó una canción en la memoria del aparato-. No puedo pelear sin música. Va a ser mejor que te alejes, porque esto se va a poner feo-advirtió a la chica que estaba hablando con su nueva victima.
Renzo, el bromista, contraatacó.
Ismael se cubrió y respondió dándole un rodillazo en el abdomen a su rival. Continuó con su ataque hasta que logró derribarlo.
El otro hizo lo posible por defenderse. Incluso logró golpear algunas veces a su brutal atacante, pero eso parecía no afectarlo.
-Yo sólo pienso en la ruta y en mis sueños que murieron-cantaba una voz que provenía del celular de Ismael.
-No estabas exagerando-dijo Emanuel.
-El otro le dio un par de golpes, pero parece que no sintió nada-comentó Javier.
-Todavía no terminó-advirtió Edgar.
Alumnos de todos los cursos de ese colegio de Ezpeleta vieron a Ismael Andes pisoteando al joven que estaba a sus pies. Una escena aterradora.
-¡Ismael, dejá de hacer eso! ¡Vas a matarlo!
Era la preceptora. Se había acercado pasando entre la multitud de alumnos que observaban la situación.
Ismael se alejó de su victima. Sabía que se había ensañado más que de costumbre. Miró a Sabrina, la preceptora.
-Buenas tardes, Sabrina. Hace mucho que usted y yo no hablamos. ¿Cómo está? ¿Cómo le va a su hijo en la escuela?
-No cambies de tema. Y quitate esos anteojos negros cuando hables conmigo, Ismael.
Algunos alumnos se acercaron al joven que yacía sobre el suelo del patio para ayudarlo a levantarse. Probablemente eran sus compañeros de clase.
Ismael se quitó sus anteojos negros.
-Andá a dirección ahora mismo.
-Ahora no puedo. Tengo que ir a clases. Si no voy a clases desapruebo. Si desapruebo mi padre se va a enojar conmigo y voy a tener muchos problemas. Iré después.
-Si pensás que podés hacer lo que quieras estás muy equivocado.
-¡A la salida te las vas a ver conmigo!-gritó un compañero de clase del joven golpeado.
-Qué estupidez-dijo riéndose Edgar-. Ningún simple mortal puede ganarle a Isma. Nunca lo vi perder una pelea. Él no es una persona común. Es como deben haber sido Perseo, Aquiles, o cualquier otro héroe mítico. Es indestructible.
-¡Vos y todos los que hagan falta!-gritó Ismael-. ¡Nunca son suficientes!-Miró a la preceptora-. Lo que usted diga me importa muy poco. Ahora voy al salón. Apártense-dijo a la multitud de alumnos que bloqueaban la entrada al edificio.
Casi todos se corrieron para dejarle el camino libre. Sólo uno se quedó en el mismo lugar.
Ismael caminó lentamente, dirigiéndose a la entrada. Se detuvo cuando estuvo frente al único que no obedeció su orden.
-Permiso Edgar.
Edgar se movió hacia un costado.
-Pasá Isma.
Ismael siguió su camino. Él respetaba sus principios. Nunca golpeaba a las mujeres ni a sus antiguos amigos.
Obviamente no termino todo sin consecuencias para él.
Los directivos del colegio lo amonestaron una vez más y llamaron a su padre.
Martes 3 de abril del año 2.012.
¡Buena actuación, Isma! No te dejes pisotear, pero aprendé a reconocer tus límites. ¿Exageró un poco Edgar al comparar a su amigo con los héroes miticos? Puede ser. ^_^
¡Buena actuación, Isma! No te dejes pisotear, pero aprendé a reconocer tus límites. ¿Exageró un poco Edgar al comparar a su amigo con los héroes miticos? Puede ser. ^_^
Regresar al índiceSalvá al mundo, Ismael. by TerasA la salida tuvo que lidiar con algunos de los amigos del joven al que le había dado una golpiza. Cinco estudiantes de primer año lo rodearon
Cayeron tres. Los dos restantes cambiaron de idea. Mejor para ellos.
Más tarde, a las 6:02 PM, ya estaba caminando por una calle casi desierta. Se dirigía a su casa.
Siempre tenía problemas dentro o fuera del colegio.
Ismael sabía que no era precisamente el chico más querido. Por eso siempre llevaba con él una navaja. No era una cobardía de su parte pelear armado si se enfrentaba a más de un enemigo.
Habían intentado lincharlo algunas veces. Todos los que lo habían intentado terminaron en el hospital con dos o tres dedos de la mano menos.
-Se lo merecían por cobardes-pensaba.
Ismael vio a lo lejos a un hombre que estaba de pie apoyado contra una pared. Tenía su mirada fija en el suelo. Su cabello era negro y cubría su espalda por completo. Vestía un pantalón largo negro, una remera azul y una campera gris.
Al verlo cualquiera hubiera pensado que estaba esperando a alguien.
Ismael miró de reojo al extraño cuando pasó frente a él. Parecía que había sonreído. Empezó a caminar más rápido. Por alguna razón no quería estar cerca de ese hombre, pero se detuvo cuando el desconocido lo llamó.
-Ismael Andes. Así te llamás, ¿no?
-Sí, exactamente. ¿Quién es usted? ¿Acaso lo conozco?
-No me conocés. Mi nombre es Alem Inax. Fui elegido para guiarte hacia la victoria sobre tu enemigo.-Se rió-. O al menos eso espero.
-¿De qué está hablando? No entiendo nada.
-Te hemos observado, Ismael. Sabemos que creés que ahora tu vida no tiene ningún sentido y que no sos más que una escoria sin valor. Por eso sé que no me vas a creer, pero te lo voy a decir igual. Sos valioso, Ismael. Sí, porque vos vas a salvar al mundo.
-¡Qué tontería!-gritó Ismael-. Seguramente algunos estúpidos de mi colegio te pagaron para que me hicieras una broma. Te perdono por meterte en mi vida y fingir que sabés algo sobre mí, pero sólo por esta vez. Más vale que no te vuelva a ver, Alem-dijo antes de seguir su camino.
-Bien. Parece que voy a tener que recurrir a un método más intimidante para convencerte.
Ismael se sorprendió al ver que un extraño rayo dañó el pavimento de la calle por la cual transitaba. El miedo lo había paralizado. Miró a la persona que había lanzado ese rayo.
Ahí estaba Alem Inax. Por su mano izquierda corría una extraña energía luminosa, que luego desapareció.
-¿Ahora me creés? Si querés asegurarte de que no fue una ilusión puedo lanzar otro rayo.
-¿Por qué podés hacer eso? ¿Qué querés de mí?
Ismael retrocedió dando un salto cuando Alem se le acercó corriendo muy rápidamente. Cuando reaccionó ya lo tenía enfrente.
-Lo mismo que todos los que sabemos sobre el enfrentamiento. Quiero que salves al mundo. Que derrotes a tu enemigo. No quiero hacerte daño. Si es que es eso lo que te preocupa. Si me das un par de minutos puedo explicártelo todo.
-¿Enfrentamiento? Bueno. Explicame todo, Alem.
-Supongo que habrás escuchado que el 21 de diciembre de este año va a ser el fin del mundo, ¿no? Eso lo saben todos, pero ni se imaginan qué va a suceder ese día. Todos los que hablan sobre desastres naturales, invasiones extraterrestres, meteoritos, o el Apocalipsis de la biblia están muy equivocados. Ese día se enfrentarán dos guerreros: un guardián y un asesino. El primero debe proteger a una persona en especial. El otro debe matarla. El que gane obtendrá el poder para hacer realidad un deseo, sólo uno. Vos sos el guardián, Ismael. Tu enemigo desea destruir al mundo. Sos el único que puede detenerlo.
-¿Y eso por qué debería importarme? Lo que le pase al mundo me importa muy poco. Además, mis sueños y deseos murieron. La recompensa que puedo recibir al derrotar a ese asesino del que hablás no vale nada para mí. Y por si fuera poco, un tipo raro que lanza rayos y corre muy rápido me dice que yo soy el único que puede detenerlo. Eso no tiene sentido. Yo soy un simple mortal. Si tanto te preocupa salvá al mundo vos.
Ismael se dio vuelta y siguió su camino.
Alem lo siguió.
-Las reglas dicen que nadie puede intervenir directamente en el enfrentamiento definitivo. Aquel que se atreva a intervenir estará maldito por el resto de su existencia. El 21 de diciembre sólo habrá tres actores en el escenario. El guardián, el asesino, y la persona en la cual reside el poder para cumplir un deseo. Nadie más.
Ambos se detuvieron.
-Dejá de seguirme-ordenó Ismael-. Ya te dije que no me importa.
-Así que no te importa.-Alem se rió-. Muy pronto te va a importar. Quieras o no.
-¿Eso qué significa? ¿Es una amenaza?
-No, no es una amenaza. Te daré tiempo para que pienses en lo que te dije con tranquilidad, pero antes de irme me tengo que encargar de activarte.
-¿Activarme?
Alem se acercó al joven y le puso una mano sobre el hombro derecho.
Ismael gritó al sentir una potente corriente eléctrica corriendo por su cuerpo. Intentó golpear a su atacante. Pero su puño no alcanzó su objetivo. Miró a su alrededor.
Alem había desaparecido.
-No puede ser. Sólo tengo 17 años y mi cerebro ya funciona tan mal que empiezo a tener alucinaciones.
Ismael siguió su camino. Mientras se dirigía a su casa se esforzaba para convencerse de que su encuentro con Alem Inax sólo había sido producto de su imaginación.
Martes 3 de abril del año 2.012
¿El cerebro de Ismael funciona mal? ¿Habrá sido real ese encuentro? ¿Lo encerraran en un manicomio? La respuesta a esas preguntas proximamente.
¿El cerebro de Ismael funciona mal? ¿Habrá sido real ese encuentro? ¿Lo encerraran en un manicomio? La respuesta a esas preguntas proximamente.
Regresar al índiceEl fin del día. by Teras
Una chica de trece años estaba en el patio de su casa, esperando que uno de sus amigos pasara caminando por la vereda. Ya eran las 6:45 PM, y él no había aparecido.
-¿Por qué tardará? ¿Habrá faltado al colegio? Espero que no haya tenido problemas.
Amanda Acevedo era el nombre de la chica que esperaba. Sonrió al ver pasar a su amigo. Salió de su casa y fue a saludarlo.
-¿Cómo estás, Isma? ¿Cómo te fue hoy? Te portaste bien y no masacraste a alguien, ¿no?
Ismael Andes evitó mirar a los ojos a su pequeña amiga.
-Estoy bien. Y no, hoy no pasó nada.
Amanda frunció el ceño.
-Mirame bien y decime que hoy no pasó nada. Sino no te voy a creer.
El joven obedeció. Así no podía mentirle. Ella lo sabía.
-En el segundo recreo le di una paliza a uno de primer año. A la salida sus amigos intentaron matarme.
-¿Por qué golpeaste a ese tipo de primer año?
-Me humilló frente a todos. Hice lo que debía, Ami. Ese estúpido aprendió que molestar a la gente no es la mejor forma de lucirse frente a una chica.
-Tu papá se va a enojar cuando se entere. Supongo que te va a perdonar. Después de todo vos no fuiste el que tiró la primera piedra.
-Mi papá ya debe saber. Lo habrán llamado por teléfono para avisarle. Seguramente no me va a perdonar. En ese colegio todos están en mi contra. Siempre me hacen quedar como el malo de la película pase lo que pase.
-No me gusta nada que estés siempre en la misma situación. Yo te quiero mucho, Isma. Lo sabés. Siempre te deseo lo mejor. Sólo quisiera saber por qué te comportás así. ¿Por qué no podés ser como antes?
-Si no te gusta mi forma de ser alejate de mí. Como todos los demás. Dejá de preocuparte por mí. Dejá de mandarme mensajes por celular. Dejá de pensar en mí. Dejá de quererme. Olvidate de mí. Dejame solo. Te vas a sentir mucho mejor cuando te alejes de mí.
Amanda se acercó a su amigo y lo abrazó.
-Yo sé que vos realmente no querés que te deje solo. A veces respondés mis mensajes. Cuando te pido algún favor nunca te rehusás. No me tratás mal. Seguís pasando frente a mi casa sabiendo que si te veo pasar voy a querer salir para hablar con vos. Siempre te preocupaste por mí, como si fuera tu hermana menor. Nunca vas a librarte de mí. Vos sos un imán y yo soy un metal. Siempre me vas a atraer.
-Tengo que irme, Ami.
Amanda permitió que su amigo se librara de su tierno abrazo.
Ismael miró fijamente a su pequeña amiga.
-Te noto algo diferente. ¿Creciste un poco?
-Sí, pero vos seguís siendo mucho más alto que yo. Me pregunto qué comiste para crecer tanto. Yo te noto algo diferente a vos, Isma.
-¿En serio? Qué raro.
-Sí. ¿Estás preocupado por algo en especial?
-No, para nada. Tengo que irme. Nos vemos otro día.
Ismael siguió su camino. Había mentido. Estaba preocupado por algo en especial.
No podía dejar de pensar en su encuentro con Alem Inax.
Llegó a su casa a las 7:05 PM.
La casa de los Andes no era muy grande. Era adecuada para una familia no muy numerosa. Tenía sólo dos habitaciones.
Una habitación la ocupaba Ismael.
La otra habitación era ocupada por Gabriel Andes, el padre de Ismael. Era profesor de historia, y daba clases en varios colegios. Tenía 42 años.
Gabriel había iniciado sus estudios en la universidad a los 18 años y se había recibido a los 24 años. A los 20 había conocido a Evelyn, la madre de su único hijo.
Ismael entró e inmediatamente se dirigió a su habitación. Se detuvo al escuchar la voz de su padre.
-Ismael, quiero hablar con vos. Vení al comedor y sentate.
El joven obedeció. Tomó asiento y miró a Gabriel. Era casi como verse en un espejo.
Físicamente eran muy parecidos.
-Esta es la tercera vez que me llaman para decirme que golpeaste a un alumno. Ismael, tenés que dejar de comportarte así. El próximo año vas a cumplir dieciocho años. Vas a empezar a trabajar o a estudiar para alguna carrera. Cuando te metas en problemas no va a pasar lo mismo. La policía no te va a liberar cuando yo te vaya a buscar. No quiero que termines tras las rejas, pero no sé qué hacer para que te comportes adecuadamente otra vez. ¡Decimelo! ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Qué es lo que te molesta?! ¡Hablá! Si no me decís nada no puedo hacer nada por vos. Pronunciacion de canciones
Ismael pensó que después de tantos disgustos su padre merecía alguna respuesta.
-Si supiera qué podés hacer por mí ya te lo hubiera dicho hace mucho tiempo. ¿Creés que no siento repugnancia por la persona horrible en que me convertí? Desde que murió mamá estoy en una situación de la cual no sé como librarme. Todo dejó de tener sentido. El mundo se volvió frío y gris. Yo también tengo miedo porque no sé como voy a terminar.
Gabriel vio a su hijo llorar. Se sorprendió mucho. Lo había visto llorar por última vez cuando Evelyn había muerto.
-No sé como solucionarlo-dijo Ismael mientras cubría su rostro con sus manos-. ¡No sé!
-Los dos sufrimos mucho cuando ella se fue, pero hay que seguir adelante. No podés vivir en un luto constante.
-Ese no es el problema. –Ismael se puso de pie y se secó el rostro con la manga derecha de su campera-. El problema es el mundo, y la forma en que funciona. Nunca recibís lo que merecés. Siempre llueve basura sin importar lo que hagas.
Gabriel no entendía qué trataba de decir su hijo.
-Ya fue. Andá a tu habitación. Pero que quede claro que ningún llanto te salva de ser castigado.
Ismael fue a su habitación. Guardó su mochila en su armario y luego se dejó caer sobre su cama.
-El veintiuno de diciembre-pensó el joven-. Sí, espero que pase algo. Que desaparezcan todos. Que mueran. Que todos reciban su merecido. No tengo miedo de morir. No me importa lo que pueda llegar a suceder. ¡Que el mundo se derrumbe y no quede absolutamente nada! No se preocupen. Hay lugar para todos. Hay espacio de sobra para cavar sus tumbas.
Martes 3 de abril del año 2.012
El abrazo de oso de Amanda ablandó un poco a Isma, ¿no? Pero no fue suficiente. ¿Ismael sería feliz nuevamente si el mundo se derrumbara?
El abrazo de oso de Amanda ablandó un poco a Isma, ¿no? Pero no fue suficiente. ¿Ismael sería feliz nuevamente si el mundo se derrumbara?
Regresar al índiceCompañeros de clase. by Teras
Solo en un salón de clases pasaba tiempo mirando por una ventana.
Se suponía que no debía estar ahí porque ya había empezado el recreo, pero no le importaba.
Ya nada le importaba.
¿Qué podía importarle a un joven que había perdido sus sueños, deseos y objetivos? ¿Qué significado podía tener su vida? ¿Cuál era su lugar en el mundo?
No sabía la respuesta a esas preguntas, y no pensaba encontrarlas.
Sentado junto al ventanal del salón miraba a lo lejos pensando en su pasado. Recordando el momento en que juró hacer lo que quisiera.
-Nunca más volveré a ser el estúpido Ismael que simplemente pone la otra mejilla-pensó-. Eso se terminó para siempre.
-¡Hey! Isma.
Ismael miró por encima del hombro a dos de sus compañeros, los cuales habían entrado al salón segundos atrás.
Él los miró.
Vieron su casi inexpresivo rostro.
-¿Qué quieren?
-Queremos que vengas con nosotros, hermano-dijo Edgar-. Rápido. Porque sino nos vas a regañar.
-No me importa. Váyanse ahora si no quieren que la preceptora los vea. Creo que pasó cerca del salón hace un rato.
-Si venís con nosotros te voy a mostrar como van quedando los dibujos que me pediste-dijo Sara para tratar de convencerlo-. Sé que dije que no te los iba a mostrar hasta que los terminara, pero no importa. ¿Te interesa?
-Veni con nosotros, Isma-dijo Edgar-. Si lo haces te voy a regalar una de mis revistas. La que quieras. Te lo prometo.
Sara miró a su compañero con el ceño fruncido.
-Isma no tiene ese pervertido interés en ver fotos de mujeres desnudas, Ed. No es como vos. Es un chico decente.
-¿Decente? Tendrías que haberlo visto babeándose por la chica que salió en la edición de este mes.
-¡¿Qué dijiste?!
-Lo que escuchaste.
-Me niego a creerlo.
Ismael sabía que en el pasado esa situación le hubiera resultado graciosa. Pero en ese momento lo irritaba. Le molestaba la compañía de sus amigos.
Finalmente se puso de pie.
-Está bien. Salgamos. Si sólo así van a dejar de fastidiarme.
Salió al patio con ellos.
Sus amigos intentaron entablar una conversación, pero él no les prestaba ni la más mínima atención.
Quería estar solo. Por alguna razón le resultaba molesto estar entre tanta gente.
-Ah, maldición-dijo Edgar al ver a un grupo de estudiantes acercándose. Era seguro que iban a molestarlos.
Delante de todos iba Ernesto. Un buscapleitos que siempre ofendía con sus palabras a cualquiera que se le cruzara por delante para provocarlo. Era conocido por haber tenido numerosas riñas dentro y fuera del colegio.
Ismael ya había sido blanco de sus agresiones verbales y lo había ignorado.
-¡Hey! ¡Cordillera!
Ese era el apodo que le había puesto. Por la cordillera de los Andes.
-Hacenos un favor-dijo Edgar dirigiéndose al molesto joven que estaba en tercer año-. Tomá un cuchillo bien filoso y clavatelo en la cabeza, parásito.
-¡Qué extraño! No recuerdo hablado a vos, metiche.
Ismael ni se dio vuelta para mirarlo. Le daba la espalda. Lo ignoraba.
-Tengo que preguntarte algo, cordillera. ¿Les costará mucho hacer el tramite en el registro civil? Ahora en el documento de tu madre debe figurar el cementerio como nuevo domicilio, ¿no?
Ernesto sonrió maliciosamente. Orgulloso de haber ofendido de tal forma a ese joven. Sus despreciables amigos se echaron a reír.
Ismael volteó para mirarlo.
-Cuando termine con vos vas a necesitar un cambio de domicilio.
Edgar sabía qué pensaba hacer su amigo. Lo detuvo agarrandolo del brazo derecho.
Sara observaba la situación en silencio.
-Isma, tratá de pensar tranquilamente por un momento. Te vas a dar cuenta de que en verdad no querés hacer eso.
-Te respeto mucho porque sos mi mejor amigo, Ed. Pero dejame decirte que yo sé muy bien que quiero hacer. No quiero escucharte decir estupideces. Soltame ahora mismo.
Edgar lo soltó. Lo vio alejándose sin poder hacer nada.
-Tenemos que hacer algo, ED-dijo Sara-. Ese tipo va lastimar a Sima.
-No te preocupes. Es Ernesto el que está en problemas. Te lo aseguro. Cuando Sima está tranquilo es el tipo más amable que puedas conocer, pero cuando se enoja no es nada agradable. Lo he visto enojado muy pocas veces, pero sé como actúa.
Ismael se acercó al joven que lo ofendió. Lo miró fijamente.
-Repetí lo que dijiste.
-¿Qué te pasa, cordillera? ¿Te fallan los oídos? Lo repetiré. Dije que tu madre necesita un cambio de domicilio. ¿Escuchaste bien ahora?
Ernesto lanzó un golpe.
El otro se cubrió con una mano. Sujetó el puño de su atacante.
-Buen intento, novato.
Respondió dándole un golpe en el rostro.
El buscapleitos retrocedió. Se limpió la sangre que salió de una de sus fosas nasales.
-Te voy a mandar con tu mami, cordillera. Prepárate.
-No te tengo miedo. Deci lo que quieras. Amenazame. Al final vas a terminar temblando de miedo. Sé muy bien como hay que tratar con los hijos de...
Mala palabra.
Pronto llegó el momento en que Ernesto se arrepintió de haberlo provocado.
Ismael atacó guiado por su incontenible furia. Recibió algunos golpes, pero eso no pareció afectarlo. Siguió utilizando sus puños aún cuando su oponente ya no pudo defenderse. Sólo se detuvo cuando pensó que ya lo había agredido lo suficiente como para sentirse satisfecho.
El joven de tercer año permaneció agachado frente a él después de recibir esa golpiza. Temblaba y jadeaba.
Todos los demás observaron esa situación sin hacer nada. Sólo se escuchó a algunos haciendo comentarios.
La única que no quiso ver esa riña fue Sara. Ella miró hacia otro lado.
-¿Ya terminó?
-Sí-le respondió Edgar a su amiga-. Ya podés darte vuelta.
Ismael agachó la cabeza. Miró al joven que estaba agachado frente a él.
-Te dije que ibas a temblar de miedo.
Ernesto llevó su mano derecha hacia el bolsillo derecho de su pantalón. Tomó su navaja. Luego se levantó repentinamente y atacó con esa arma blanca.
Ismael no reaccionó lo suficientemente rápido como para evadirlo. Retrocedió con una profunda herida en su mejilla derecha. Sintió un dolor que le resultó insignificante comparado con el que sintió cuando murió su madre. Al recibir ese ataque su ira volvió a cobrar fuerzas. Fijo su mirada en el asustado joven que lo apuntaba con una navaja.
-Bien. Me tomaste por sorpresa, pero no importa. ¡No vas a lograr herirme otra vez!
-¡No te acerques!
Ernesto atacó desesperadamente. Estaba aterrado. Ya no quería pelear. Sólo deseaba que ese joven que tenía una herida en el rostro se alejara de él.
Ismael frenó el ataque agarrando el antebrazo derecho de su rival. Luego le dio un golpe en el abdomen.
El otro soltó la navaja. Se agachó y cubrió su abdomen con sus brazos. Gimió de dolor.
Ismael se agachó para agarrar esa arma blanca manchada con su propia sangre y luego se levantó. Le llamó la atención ver ese filo teñido de rojo. Como si esa imagen estuviera relacionada con algún pasado muy lejano. No tuvo mucho tiempo para pensar en ello. La voz de su mejor amigo lo alejó de sus pensamientos.
-¡Ya basta, Isma!-gritó Edgar-. ¿Qué más querés hacer? ¡Ese tipo ya está destrozado! ¡Ya fue suficiente!
-¡Yo decido cuando es suficiente!
Muchos de los presentes miraron a la preceptora, quien se sorprendió al encontrarse con esa situación.
La joven mujer dirigió su mirada a un grupo de adolescentes.
-Deténganlo por favor.
Ismael vio a varios chicos mayores que él acercándose. Sabía perfectamente que querían hacer. Pretendían evitar que siguiera lastimando al joven que estaba arrodillado. Eso lo enfureció aún más.
-No me detendrán-pensó-. ¡No se los permitiré!
Perdió completamente el control sobre sí mismo. Durante minutos su mente fue desplazada por su furia. Actuó sin dudar, sin pensar.
Cuando la bestia sedienta de sangre que habitaba su interior se calmó pudo volver a tomar control sobre sus acciones.
Miró a su alrededor. Vio a los chicos que habían intentado detenerlo retrocediendo muy asustados. Él los había lastimado utilizando sus puños o el filo de la navaja. Volteó para ver una ve más al joven que lo había ofendido. Lo miró fijamente. Se preguntaba si ya lo había hecho sufrir lo suficiente.
Ernesto permanecía arrodillado. Lloraba y temblaba de miedo.
-Esto parece una muy mala broma-dijo Sabrina, la preceptora-. Ismael nunca había recurrido a la violencia.
Sara seguía dándole la espalda a la situación. Se negaba totalmente a ver lo que sucedía.
Edgar seguía observando inmóvil. Estaba tan sorprendido como todos los demás por el comportamiento de su amigo.
-No. Aún no es suficiente.
Ernesto dio un grito de dolor cuando sintió el filo de la navaja clavándose en su hombro izquierdo.
-¡Sentilo! ¡Se llama dolor! ¡Preparate! ¡Porque recién estoy empezando!
Ismael alzó su puño izquierdo. Pensaba lanzar un golpe, pero fue detenido por alguien que se aferró con fuerza a su brazo. Pensó en librarse utilizando su puño derecho.
Retiró la navaja de la herida y luego la dejó caer.
-Ahora vas a...
Se sorprendió al ver a su mejor amigo aferrado a su brazo.
-¿Qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a golpearme a mí también?
-Ed.
-¡Hace el favor de dejar de comportarte como un perro rabioso! ¡¿No te das cuenta de que estás avergonzando a tu mamá, estúpido?!
Edgar soltó el brazo de su amigo. Se apartó.
-¿Acaso sos estúpido, Ed? Estuve a punto de golpearte.
-Tenía que intentarlo.
Ismael se agachó para recuperar la navaja y luego se levantó.
-Ya no voy a lastimarlo-aclaró por la forma en que lo miró su amigo.
-Isma, entiendo que estás pasando por un momento difícil.
-¡No mientas! ¡No podés entender un carajo! ¡Se murió mi madre! ¡No la tuya!
-¿Eso qué importa? ¿Creés que no soy capaz de sufrir por su muerte? Yo también la quería mucho. Lo mejor que podemos hacer para honrarla es seguir adelante y recordarla con cariño siempre. Si te comportás así ella se va a poner triste. Pensá en ella. Pensá en Marina. ¿Qué pensarían si te vieran ahora?
-¿Por qué debería importarme la opinión de dos personas que no están y que nunca volverán?
-Marina prometió que volvería.
-Lo sé. Pero por alguna razón ya no creo que vaya a cumplir con su promesa- -Ismael suspiró-. Para ser sincero, ya no quiero que vuelva. No tendrá la oportunidad de verme así.
Edgar quedó perplejo al escucharlo.
.Estoy sorprendido, pero creo que pronto te vas a dar cuenta de que lo que estás diciendo es una tontería. Marina va a volver. Vas a ser feliz junto a ella como antes. Estoy seguro. No dejes de creer.
-Te agradezco por intentarlo, Ed. Pero no hay nada que puedas hacer o decir para ayudarme. Sufrí terriblemente sin merecerlo. Siento que ya no entiendo como funciona el mundo. Ya no puedo creer en nada. En nada.
Ismael dejó atrás a su amigo y a Ernesto. Guardó la navaja en el bolsillo izquierdo de su pantalón después de plegar el filo.
Ante la atenta mirada de muchos de los estudiantes de aquel colegio se dirigió caminando hacia la preceptora. Era seguro que lo castigarían por lo sucedido.
Edgar se le acercó para decirle algo más antes de que se fuera del patio acompañado por la preceptora.
-Al menos pensá en Amanda. Ella te considera un hermano mayor. No podés dejarte caer.
Jueves 21 de octubre del año 2.010.
Hora libre para los alumnos de tercer año, quinta división.
-Menos mal-dijo Edgar, quien estaba sentado en su lugar y apoyaba sus pies sobre la mesa-. Odio matemática. Y además olvidé hacer la tarea.
Junto a él estaba Sara. En las horas libres ella se dedicaba a dibujar o a escribir. Era una gran artista. En ese momento tenía una lapicera en su mano derecha, pero no escribía. Estaba mirando a un compañero, a Ismael.
El joven estaba leyendo. Eso era lo que hacía en las horas libres. Siempre llevaba algún libro en su mochila.
-¿No estás inspirada hoy?- preguntó Edgar.
-Sí-respondió Sara-. Es que hay algo que no dejo de preguntarme. ¿Por qué Isma y vos dejaron de ser amigos?
-Yo creo que él y yo seguimos siendo amigos. Aunque ya nada sea como antes, y ya no se junte con nosotros. Durante un tiempo intenté devolverlo al mundo real. Terminé dándome por vencido. Como todos.
-Como sabés yo conocí a Isma cuando entré en este colegio. Vos lo conociste mucho antes, ¿no?
-Sí. Marina y yo lo conocimos en primaria.
-¿Marina?
-¿No te acordás de ella? Estuvo acá hace dos años. En otro curso.
-Ah, la novia de Isma. Es que no recordaba su nombre. ¿Por qué dejó el colegio?
-No dejó. Volvió con su familia a Corrientes.
Sara suspiró y miró a Ismael.
-Qué romántico. ¿No estará así porque extraña mucho a su amada?
-No. Cuando ella se fue se deprimió un poco. No tardó mucho tiempo para volver a ser el mismo. Todo empezó cuando su mamá murió.
-Lamentablemente no tuve la oportunidad de conocerla. Solamente hablé con ella una vez, cuando nos reunimos en la casa de Isma para hacer una tarea. Era una persona muy agradable, ¿no?
Edgar suspiró y miró hacia arriba.
-La señora Evelyn era un ángel en la Tierra. Sólo puedo decir que se fue adonde le correspondía estar demasiado pronto. No puedo creer que una persona como ella haya podido interesarse en el papá de Isma.
-No digas eso-dijo en voz baja Sara-. Isma podría enojarse con vos. Estás arriesgando tu vida.
-Claro que no. Se lo dije cuando tenía catorce años. Él se rió y me dijo que tenía razón. Los docentes son las peores personas que existen en el mundo.
Ismael guardó el libro que tenía en su mochila. Luego se dirigió hacia la puerta del salón.
-¿Adónde vas, Ismael?-preguntó la preceptora, quien en ese momento ocupaba el lugar que solían ocupar los profesores: la silla y el escritorio al frente de la clase.
-A la biblioteca. Terminé con el libro que traje. Voy a pedir que me presten uno hasta que termine esta hora.
-Está bien. Voy con vos.
-¿Va a dejar solos a los demás, Sabrina?
-Sé perfectamente que es más riesgoso dejarte solo a vos que a una clase entera.
-Qué desconfiada. ¿Adónde fue a parar la Sabrina que me felicitó por mis notas en el 2.010?
-¿Adónde fue a parar el Ismael Andes que yo felicité por sus notas en el 2.010?
Ismael salió del salón junto con la preceptora.
-Ahora que se fue voy a aprovechar para decirte algo-dijo Sara-. Seguramente vas a pensar que estoy loca.
-No soy quien para juzgar-dijo Edgar-. ¿Quién dice que yo estoy cuerdo?
-Más vale que nunca se lo digas a nadie. Podrías arrepentirte.
-Está bien. Dejá de amenazarme y decí lo que tengas que decir.
-Bueno.-Sara respiró profundamente-. Ahí va. A mí me gusta Isma.
Edgar miró a su compañera. No podía creer lo que había escuchado
-¿Eh? ¿Hablás en serio?
-Claro que sí.
-¿Por qué nunca intentaste algo?
-Hace unos años porque ya tenía novia. Y ahora porque me da miedo.
-¿Te gusta y te da miedo? Eso no tiene sentido.
-¡Ya lo sé! Yo tampoco puedo entenderlo, pero es así. No hay nada que hacer. Y no sólo eso. Me gusta más el Isma actual que el que todos conociamos.
Edgar quitó sus pies de la mesa y se sentó apropiadamente.
-Eso no me lo creo. ¿Qué te resulta atractivo del Isma actual? Es un desquiciado total. Soy su amigo, pero no puedo negar eso.
-Me gusta su apariencia. –Sara se sonrojó-. Esas cicatrices que le quedaron después de algunas riñas hacen que luzca muy heroico o como sea que se diga. Su forma de ser me resulta muy inquietante, pero también me intriga. Quiero saber por qué siempre quiere estar solo. Entender el misterio que lo rodea. Quiero saber si existe la posibilidad de que yo me gane un lugar en su corazón. Pero, al igual que todos, me da miedo acercarme a él.
-¿Por qué? Él nunca le hizo daño a una chica. ¿Tenés miedo de ser rechazada? ¿Será eso?
-Puede ser. ¿Qué opinás, Ed? ¿Qué tengo que hacer?
-Creo que deberías decirselo. Ser rechazado no es la muerte. Si lo sabré yo.
-Si no me animo nunca me voy a sacar la duda. Es lo mejor que puedo hacer.
-Y si no resulta seguí buscando hasta que encuentres a alguien que te corresponda.
-Está bien. Está decidido. Lo voy a hacer.
-Andá a la biblioteca y deciselo.
-¡Pero no ahora mismo! Lo voy a hacer cuando tenga el valor suficiente, tonto.
-No lo decía en serio-dijo riéndose Edgar-. No te enojes. Espero que pronto tengas el valor suficiente para declararte. Alguien podría ganarte de mano.
-¿En serio? No pensé que Isma podría gustarle a alguna otra chica.
-Nunca se sabe qué puede pasar.
Sara volvió a concentrarse en la escritura.
-Voy a encontrarlo- pensó la chica-. En alguna parte en el interior de ese chico solitario debe estar el Ismael Andes que todos conocíamos. Voy a excavar hasta que lo encuentre.
Miércoles 11 de abril del año 2.012.
Qué gusto extraño el de Sara, ¿no? ¿Se animará a declararse? Y si lo hace, ¿cómo le irá? Para saber hay que seguir leyendo. No hay otra forma. ^_^
Qué gusto extraño el de Sara, ¿no? ¿Se animará a declararse? Y si lo hace, ¿cómo le irá? Para saber hay que seguir leyendo. No hay otra forma. ^_^
Regresar al índice¿Por qué no? by TerasYa eran más de las doce del mediodía. Hora de salir.
Ismael tomó su mochila, se puso sus anteojos de sol. Antes de irse cerró con llave la puerta de su casa.
En la esquina estaba esperándolo una persona que había visto por primera vez el martes 3 de abril.
Ese extraño hombre tenía la misma campera gris. El resto de la ropa era diferente. Esta vez tenía el cabello atado.
-¿Te acordás de mí?-preguntó Alem-. Espero que no te hayas asustado por la forma en que... me despedí la semana pasada.
Ismael simplemente siguió caminando. Lo ignoró.
El otro lo siguió.
-No voy a darle importancia a lo que digas. Vos no sos real. Solamente sos un producto de mi perturbada mente. Nada más.
Alem sonrió.
-¿En serio? ¿Eso creés?
-Sí. En estos momentos debo estar hablando solo. Seguramente yo soy el único que puede verte. Eso de los amigos imaginarios siempre me pareció una ridiculez. Ahora me pasa esto. ¿Por qué a mí? –Ismael por un momento dirigió su mirada al cielo-. Esto es obra tuya, ¿no? Adelante. Ya te dije que no me importa lo que hagas. No podés dañarme.
-Preguntale a cualquiera que pase si puede verme. Así vas a comprobar que soy real.
-Tal vez lo haga. Ahora que lo pienso mejor me doy cuenta de que no tengo nada que perder. Voy a aprovechar esta situación. Si me estoy viendo loco, ¿por qué no puedo disfrutarlo? Así no me voy a sentir tan mal cuando me manden a un manicomio.
-Tenés razón. –Alem se rió-. Aprovechá. Puedo llamarte Isma, ¿no?
-Sí, todo el mundo me llama así. Supongo que no te molestaría que te haga unas preguntas. Sólo quiero saber que tanta imaginación tengo.
-Adelante. Puedo responder cualquier pregunta. Vas a notar que soy un... personaje muy bien logrado.
-Empiezo. ¿Cuántos años tenés?
-Tengo veintinueve años.
-¿En serio? Hubiera jurado que eras más joven. ¿Dónde vivís? ¿A qué te dedicás?
-Vivo en La Plata. Soy mecánico. Tengo mi propio taller. También tengo... otra profesión sobre la que casi nadie tiene conocimiento.
-Supongo que esa otra profesión está relacionada con ese asunto del fin del mundo.
-Exacto.
Ismael escuchó que alguien lo llamaba. Miró hacia la otra vereda.
Una chica que tenía puesto un guardapolvo blanco y cargaba sobre sus hombros una mochila rosa cruzó la calle y abrazó al joven.
-¡Abrazo de oso para Isma!
-¿Hermana menor?-preguntó Alem.
-No-respondió Ismael-. Una enana que conocí hace siete años. No sé cómo deshacerme de ella.
-¡No me digas enana!-dijo Amanda luego de separarse de su amigo-. ¡Sabés que no me gusta!
-Tengo que preguntarte algo, Ami. ¿Ves a este tipo que está a mi lado?
Amanda y Alem se dieron la mano.
-¡Tenés razón! No lo salude. Perdóneme. Mi nombre es Amanda.
-Mi nombre es Alem. Mucho gusto, bella señorita.
-¡¿Podés verlo?!-preguntó Ismael.
Las personas que pasaban por ahí lo miraron por como había levantado la voz.
-Claro que sí-dijo Amanda-. No estoy ciega. Y él es...
-Un amigo de mi papá-continuó Ismael.
-¿Estuviste viendo el almanaque? Falta poco para nuestro aniversario, Isma. ¿Te fijaste?
-¿Esta chiquita es tu novia?-preguntó Alem con el ceño fruncido-. ¡Degenerado!
-¡Claro que no!-gritó Ismael, llamando la atención de los transeúntes nuevamente-. ¿Aniversario de qué?
-¿No te acordás?
Amanda agachó la cabeza, cubrió su rostro con sus manos y empezó a sollozar.
-Sé que no estás llorando de verdad-dijo Ismael-. Dejá de hacer eso.
-¿Estás seguro?-preguntó Alem.
La chica descubrió su rostro y miró a su amigo. Sonrió.
-Tenías razón-dijo riéndose Amanda-. Me refiero al séptimo aniversario de nuestra amistad. El veintiuno de abril del 2.005. Ese mágico día en que nació nuestro amor. Un amor platónico obviamente, pero no menos importante. Tenemos que ir a ver una película o algo. Es un sábado, así que no podés decirme que vas a estar ocupado. Y no voy a aceptar un no como respuesta. ¿Entendido?
-Sí, está bien-dijo Ismael-. Ahora andá a tu casa. Rápido.
-Tenés razón. Se me hace tarde. Nos vemos más tarde, amorcito-dijo Amanda antes de seguir su camino.
Ismael y Alem reanudaron su caminata.
-Es una nena muy simpática, Isma.
-Ahora estoy en problemas. No tengo plata, y mi papá me castigó. No me va a dar nada, y menos para algo tan estúpido como el aniversario de una amistad. Espero que hoy algún idiota se meta conmigo para que pueda darle una paliza y sacarle plata. ¿Qué más da? Ya estoy castigado.
-Ese es el problema. No te preocupes. Tomá.
Alem le ofreció algunos billetes al joven.
Ismael los agarró y los guardó en el bolsillo izquierdo de su pantalón.
-Gracias. Te debo una.
-De nada. Para eso son los amigos reales. Salvá al mundo para devolverme el favor, ¿sí?
-Cerca de acá hay una plaza. Vamos a sentarnos en un banco para conversar. Tengo más preguntas ahora que confirmé que sos real, Alem.
-Me gustan tus anteojos de sol, Isma. Te habrán costado mucho.
-No sé si son muy caros o no. Me los regaló mi mamá. El último regalo que me hizo antes de su muerte.
Viernes 13 de abril del año 2.012.
¡Alem Inax es real! Es mejor así, ¿no? Amanda se aprovecha bastante de que Ismael la quiere. Se revela el origen de los preciados anteojos negros de Isma. ¿De qué hablarán Isma y Alem? ¿Hablarán sobre deportes o el fin del mundo y esas cosas? La respuesta es muy simple, ¿no?
¡Alem Inax es real! Es mejor así, ¿no? Amanda se aprovecha bastante de que Ismael la quiere. Se revela el origen de los preciados anteojos negros de Isma. ¿De qué hablarán Isma y Alem? ¿Hablarán sobre deportes o el fin del mundo y esas cosas? La respuesta es muy simple, ¿no?
Regresar al índiceNegación. by TerasSe dirigieron al lugar elegido: la plaza. Ocuparon el primer banco que vieron desocupado.
-¿Por qué podés hacer eso?-preguntó Ismael-. Lanzás rayos, corrés rápido. ¿Qué sos? ¿Qué tenés de especial?
-Qué brusco-dijo Alem-. Dejame decirte que yo soy humano. No un bicho raro. La diferencia es que yo, al igual que muchos otros, alcancé el máximo potencial del ser humano. Mis sentidos están más desarrollados, mis capacidades son superiores y tengo algunas habilidades especiales.
-La primera vez que hablamos dijiste que tenías que activarme. ¿Qué fue lo que me hiciste?
-Puse ese máximo potencial al alcance de tu mano. Por eso te di esa descarga de energía. Una descarga con la potencia adecuada puede fortalecer a una persona. Supongo que habrás notado algunos cambios.
-Sí. Hace unos días cuando estaba cenando con mi padre pensé en agarrar un vaso que estaba algo lejos. El vaso se acercó a mí deslizándose sobre la mesa.
-La telekinesis es una habilidad interesante.
-¿Por qué sabés tanto sobre ese asunto del fin del mundo?
-Trabajo para una organización muy antigua. Yo...
-¿Qué tan antigua?-interrumpió Ismael.
-Tan antigua como las civilizaciones. Eje oculto es su nombre. Nuestro deber es eliminar a cualquier persona con gran potencial que sea una verdadera amenaza para el mundo, y servir de guía al guardián en el enfrentamiento definitivo. Yo tengo que encargarme de eso, Isma. Se dice que los antiguos miembros del Eje oculto podían hablar con unos seres a los llamaban superiores. Estos seres dijeron que cuando la humanidad fuera demasiado corrupta habría un enfrentamiento definitivo. Guardián, asesino, y la persona en la que reside el poder para cumplir un deseo. Ya te hablé de eso.
-¿Los superiores? ¿Qué se supone que son? ¿Dioses?
-¿Dioses? ¿Demonios? ¿Quién sabe? En ninguno de los escritos antiguos hay información detallada sobre los superiores. No sabría decirte.
-¿Solamente ustedes saben sobre las personas que han alcanzado el máximo potencial?
-No. Los gobiernos de algunas naciones tienen conocimiento sobre eso. Tienen agencias secretas destinadas al control de ese tipo de asuntos.
-¿Por qué estás tan seguro de que yo soy el guardián? ¿Quién dice que yo debo salvar al mundo?
-Los superiores te señalaron. El día de tu nacimiento todos los que tenían el potencial escucharon una voz que decía que el guardián había nacido. También fue mencionado tu nombre.
-Habrá sucedido lo mismo cuando nacieron el asesino y la persona que tengo que proteger-supuso Ismael-. Fueron señalados.
-El asesino sí. Sabemos su nombre. La persona que tenés que proteger no fue señalada.
-¿Cómo se llama el asesino?
-No puedo decírtelo. Las reglas no lo permiten.
-¿Y eso qué importa?
-No quiero estar maldito por el resto de mi existencia. Importa mucho.
-Y si aceptara mi deber como guardián, ¿qué debería hacer?
-Encontrar a la persona que tenés que proteger y derrotar al asesino. Yo tengo que entrenarte. Tenés que estar preparado.
-Yo sé pelear.
-Pero no sabés aprovechar todo tu potencial, y no sabés luchar con espada.
-¿Por qué se tiene que complicar tanto todo? ¿No puedo dispararle con un arma?
Alem se rió.
-Qu
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2024-10-21
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