Una princesa del pasado by Maeko Sendoh
Antes de que el poder de la familia Yamato finalizara, existió una princesa que se salvó de aquella guerra entre las dos familias pero a pesar de estar separada de su gran amor, lo recordará para siempre....
Categories: ANIME/MANGA, SLAM DUNK Characters: Ninguno
Generos: Drama, Romance, Viaje en el Tiempo
Advertencias: Lemon, Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 15 Completed: Sí Word count: 43762 Read: 2568 Published: 18/06/2012 Updated: 18/07/2013
Antes de que el poder de la familia Yamato finalizara, existió una princesa que se salvó de aquella guerra entre las dos familias pero a pesar de estar separada de su gran amor, lo recordará para siempre....
Categories: ANIME/MANGA, SLAM DUNK Characters: Ninguno
Generos: Drama, Romance, Viaje en el Tiempo
Advertencias: Lemon, Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 15 Completed: Sí Word count: 43762 Read: 2568 Published: 18/06/2012 Updated: 18/07/2013 Capítulo 1. by Maeko Sendoh
Oyuky paseaba por los jardines de su palacio. Estaba aburrida. A ella se le tenía prohibido salir sin permiso de su padre. Cada vez que miraba al cerezo del jardín, cerraba los ojos tristemente. Ella quería ser libre.
-Oyuky ¿qué haces aquí sola?
La joven princesa miró a la persona que le había hablado. Le sonrió un poco.
-Quería tomar el aire. Además, pronto vendrá Yukki y Katsuyoshi - le contestó ella.
-¿Katsuyoshi? ¿El criado de tu hermano?
-No es un criado, es su amigo. Yukki se ha criado con un amigo… y yo me he criado con ellos dos. Katsuyoshi es como mi hermano para mi… - lo defendió ella.
El señor Taira miró a su hija sorprendido. Había escuchado que cuando su hija oía hablar mal del amigo de su hijo ella se molestaba mucho. Oyuky resopló. Debía dejar de defenderlo para que su padre no supiese la verdad. Que le gustaba un criado.
-Padre ¿me daríais permiso para aprender usar una espada? Sé muy bien que las mujeres no debemos pelear, pero no quiero ser una carga para nadie – le pidió la princesa.
-Eres mi única hija… Está bien, mandaré que te enseñen a utilizar la katana – sonrió el padre. Oyuky sonrió y luego hizo una leve reverencia.
-Muchas gracias padre.
Oyuky era la princesa de los Taira que era una de las familias más respetadas y fuertes de aquella época. Le pusieron ese nombre porque ella y su hermano nacieron en una noche de invierno mientras nevaba.
-¡Yukki! – Exclamó ella feliz de ver a su hermano tras varios días de viaje.
El joven príncipe Taira había salido de viaje con su amigo y criado Katsuyoshi y ese día regresaban.
-Hola hermana. ¿Cómo has estado? – Preguntó él acercándose.
-Muy aburrida. Estoy harta de estar encerrada en el castillo…
-Sabes que papá lo hace para que no te pasa nada – le dijo Yukki riéndose.
-No me va a pasar nada. Además, papá me ha dado permiso para aprender utilizar la espada – le comunicó.
-¿Y quién te enseñará? – Le preguntó el príncipe Taira.
-Entre tú y Katsuyoshi – sonrió inocentemente.
-¿Cómo? ¿Tendré que enseñarte? – Preguntó su hermano sorprendido.
-¡Claro! Y como tú siempre estás con papá algunas veces mi profesor será Katsuyoshi… ¿verdad, papá? – sonrió a su padre.
Su padre tenía las manos juntas suplicando a su hijo que aceptara. El príncipe Taira suspiró pero acabó aceptando. A raíz de ese día, el príncipe Yukki y su mejor amigo enseñaron a la princesa Taira a utilizar la katana. Oyuky avanzaba muy rápidamente utilizando la katana.
Dos meses después, mientras dormía en su cuarto, la princesa escuchó un ruido. Ella se despertó, se sentó sobre su futón y miró por la habitación. Al no ver nada, se volvió acostar. Otra vez otro ruido. Se sobresaltó.
-¿Quién anda ahí? ¿Yukki? ¿Eres tú? – Preguntó ella un poco asustada.
Se levantó pero cuando iba a dar un paso, una mano le tapó la boca con un pañuelo bañado en cloroformo. Ella intentó soltarse pero no pudo por el cloroformo.
-Vámonos antes de que alguien venga – dijo uno de los hombres.
Cargaron a Oyuky como si fuera un saco y se fueron del castillo con mucho cuidado de no ser descubiertos por nadie.
Dos jóvenes cabalgan por el bosque. Uno de ellos era el futuro señor de esas tierras y el otro era su mejor amigo. Todas las mañanas paseaban por el bosque. Al ver que los caballos estaban cansados, fueron al río para descansar.
-No deberíamos entretenernos demasiado – comentó uno de ellos.
-No tenemos prisa en volver al palacio. Allí solo nos espera órdenes de mi padre – dijo el otro joven tumbándose hacia atrás.
-Pero… príncipe Kyoichi si no volvemos antes de que se oculte el sol, su padre se enfadará – dijo el otro joven mirando como su señor se relajaba.
-Deja de preocuparte por cosas que son innecesarias. Relájate por favor – le dijo el príncipe.
Una joven llegó corriendo a la orilla del río. Cayó al suelo de rodillas. Estaba exhausta y le dolía los tobillos. Se tocó los tobillos mientras intentaba que la respiración volviera a ella. Se acercó al río y bebió unas cuantas veces. Una vez echo eso, miró a su alrededor y todo le parecía extraño. ¿Dónde estaba?
-¿Se encuentra bien? – Le preguntó un joven de ojos negros.
Oyuky miró a la persona que le había preguntado. Suspiró aliviada de que no hubiera sido aquellos dos hombres que la secuestraron hacia dos meses.
-Sí… - acabó respondiendo al cabo de un rato.
Kyoichi le extendió la mano para ayudar a que se levantarse. Oyuky dudó unos instantes pero acabó dándole la mano.
-¿Quiénes sois? – Preguntó Oyuky una vez levantada.
-Somos dos jóvenes de la aldea que está cerca de aquí… – mintió Kyoichi.
-¿Y tú? ¿Quién eres? ¿Y por qué estás aquí? – Preguntó Kensuke.
Cuando iba a contestar, el estómago de la princesa rugió de hambre. Ella, avergonzada, se dio la vuelta. Llevaba unos días sin comer. Kyoichi se rió haciendo que la joven se diera la vuelta mirándole enfadada.
-¿Qué es lo que le hace gracia? – Preguntó ella molesta.
-Jajaja lo siento. ¿Queréis comer? Tenemos comida de sobra – le ofreció.
-No necesito ayuda de alguien que primero se ríe de mí y luego me ofrece comida – estaba molesta.
-¿Crees que el príncipe Kyoichi te ha ofrecido comida porque quiere? – Intervino Kensuke.
-¡Se ha ido por ahí! ¡Hacia el río! – Se oyó dentro del bosque.
Sin previo aviso, Oyuky se cogió el largo pelo poniéndoselo en el brazo pero cuando iba a comenzar a correr, algo la detuvo.
-Soltadme – le dijo a Kyoichi.
-¿De quién huis? – Preguntó aquel príncipe de ojos negros.
-De dos hombres que me secuestraron hace dos meses. Había aprovechado que no estaban para escapar...
-Venid, os llevaré a un sitio donde podéis estar segura.
Kyoichi tiró del brazo de Oyuky y la montó en su caballo. Ella estaba sorprendida. Kensuke imitó a su príncipe. Ella todavía sorprendida y atónita.
-¿A dónde me lleváis?
-Ya os lo he dicho. A un sitio dónde estéis a salvo y dónde esos hombres no os encuentren – ella se tuvo que coger a la cintura de Kyoichi porque el caballo levantó las dos patas de adelante hacia arriba.
-Pero ¿por qué lo hacéis? No me conocéis de nada y aun así me ayudáis… - le dijo ella.
-Siempre hay que ayudar a las mujeres en peligro – contestó con una sonrisa.
-Yo sé defenderme sola. Ya no necesito que un hombre me ayude…
No hablaron más en todo el camino. Ella estaba algo incómoda con aquellos dos jóvenes pero en su interior, algo le decía que confiara en los dos extraños. Llegaron a una cabaña que estaba algo alejada de dónde se habían conocido. Kyoichi se bajó del caballo y luego ayudó a Oyuky a bajar.
-Aquí estarás a salvo. Nadie conoce este lugar – le dijo el príncipe.
-Lo sabéis vosotros. ¿Cómo puedo estar segura que no me acusareis a nadie?
-Esta chica es de lo que no hay – suspiró Kensuke.
-No te acusaremos a nadie. De hecho, te traeremos todos los días comida y ropa nueva. Sólo quiero ayudarte.
El señor Taira visitaba cada día el cuarto de su hija con la esperanza de que, cuando fuera a ver, ella estuviera peinándose. Deseaba que estuviera viva y que pronto volviera a casa. Su hijo Yukki llegó a la habitación de su hermana.
-Debemos buscarla. Seguro que está esperando a que vayamos a buscarla – le dijo el príncipe heredero.
-¿Y dónde la buscamos? Nadie le vio salir del palacio y ni siquiera sabemos quién mandó secuestrarla.
-¡Seguro que fue esos Minamoto! ¡Estoy más que seguro! ¡Todo el mundo sabe que Oyuky es la única princesa Taira y que la única manera de hacer que nosotros ataquemos si se atreven hacer daño a ella! – Dijo Yukki molesto.
-No podemos culpar a nadie sin tener pruebas…
-¡Pero papá! Ellos mataron a un Taira hace cien años y desde entonces han sido nuestros enemigos. Estoy seguro que han sido ellos.
Se acercaba el verano y el príncipe iba a visitar a la joven que vivía en el bosque. Kyoichi bajó de su caballo. En sus manos tenía un kimono nuevo y comida para Oyuky. Ella salía de la cascada que había al lado de la cabaña. Se acababa de bañar en el río. Se paró en seco porque no se lo esperaba.
-Veo que os gusta madrugar – comentó el príncipe Minamoto.
-Me suelo levantar a esta hora todos los días – dijo ella.
-Sí… eso es cierto…
-Veo que su amigo no viene hoy – miró hacia su cintura y se quedó mirando a las dos espadas. - ¿Sabéis pelear con las espadas?
-Claro…
-¿Os importaría enseñarme a utilizarlas? Llevo bastantes días sin practicar y me gustaría seguir con mis lecciones.
-Por mí no es problema pero ¿podréis moveros con el pelo tan largo?
-Sí, no es problema – sonrió ella.
Kyoichi buscó dos palos para disimular que eran espadas y así empezar con los movimientos más básicos pero ella ya se los sabía. Después de dos largas horas, descansaron metiendo los pies en el agua.
-¿Tu padre te permitió aprender el uso de la katana? – Le preguntó él rompiendo el silencio.
-Al principio no lo veía bien, pero como soy su única hija intenta consentirme en lo que pida.
-Es difícil para una princesa estar lejos de su castillo ¿verdad? – Ella lo miró sorprendida.
-¿Cómo has sabido que yo….?
-Jajajaja muy simple. Ninguna joven tiene el pelo tan largo. Solamente las que son parte de la corte. Además, su manera de andar es muy diferente.
Oyuky bajó la cabeza apenada. ¿Qué pasaría si llegase a descubrir que ella era Taira… su enemiga? Resopló. Quería volver con su gente pero no sabía donde estaba.
-Kyoichi ¿dónde estoy? ¿A quién pertenecen estas tierras?
-A los Minamoto. De hecho, yo soy el príncipe Kyoichi Minamoto. Siento mucho no habérselo dicho antes, pero no podía jugármela. Podrías ser un Taira.
-Es que lo soy. ¡Soy la princesa Oyuky Taira! – Se levantó molesta.
-¿Eres una Taira? Entonces… ¿esos hombres que dijisteis que os perseguían era porque eres una Taira?
-¡Sí! Ahora entiendo porque no conocía estos territorios – comenzó a retroceder. Vio que sus espadas estaban tiradas en el suelo.
Sin previo aviso, corrió hasta ellas y cogió una katana. Estaba asustada. Kyoichi se quedó enfrente de ella sin moverse. “¿Me matará?” Pensó el príncipe. Poco a poco ella bajó la espada a la vez que bajaba la mirada.
-Oyuky… perdóname. No quise mentirte pero si hubieras sabido que yo era un Minamoto no te hubieras dejado que me acerque y ni que te ayude…. Y no podía dejarte sola.
-¿Por qué? ¿Por qué tienes que ser un Minamoto? – Cayó de rodillas. - ¿¡Dime por qué!? Esto no es justo…
-¿Qué es lo que os pasa, Oyuky?
Kyoichi se acercó a ella y le abrazó. Ella, con las manos tapando la cara, intentó que él le soltase pero no lo hizo. Apoyó su frente en el hombro de él. El joven de ojos negros tocó su pelo. Lo tenía suave y fino. Tenía el mismo color que sus ojos, negro. A pesar de llevar en aquella cabaña cerca de un año, ese olor a flores inundaba todo el cabello de la joven.
-¿Me entregarás a tu padre? Así seguro que el mío…
-No, no lo haré. Porque si lo hago no podré verte nunca más y eso es lo que menos quiero en el mundo. Haría cualquier cosa por ti, Oyuky…
-¿Cualquier cosa? ¿La que sea? – El joven príncipe asintió con la cabeza. – Llévame de nuevo a mi palacio, por favor – le pidió ella.
-¿Quieres irte con los tuyos? ¿Sabes lo que significa eso? Si te vas con los tuyos, yo ya no podré verte más. Oyuky no me pidas algo así, por favor.
-No me puedes pedir eso. Somos enemigos y aunque nos quisiésemos, no podríamos estar juntos… por ser quienes somos, no podemos estar juntos nunca – puso una mano en la mejilla. – No debimos conocernos… Esto es imposible… por eso te pido que me lleves a mi palacio…No lo hagas más difícil para mí ¿sí?
-Te amo Oyuky – la besó.
Al principio, Kyoichi notó que ella no correspondía al beso pero poco a poco ella le empezó a corresponder. Se sorprendió. Luego acabó sonriendo feliz. Ella le correspondía en lo que sentía.
Espero que os haya gustado :)
Espero que os haya gustado :)
Regresar al índiceCapítulo 2. by Maeko SendohEspero que os guste :DD
Espero que os guste :DD
-Por favor, no quiero que te pase nada por mi culpa. ¿Y si se entera tu padre de que… has ayudando a la persona que quería utilizar como rehén?
-Le diría que amo a esa persona, que si se hubiera atrevido a tocarle un solo pelo, no importa traicionar a los míos – le dijo él con las manos en las mejillas de ella.
-Pero yo no quiero que hagas eso. Si al menos nuestras familias no estuviesen enfrentadas… podríamos estar juntos – le dijo ella con voz tristona.
-Y podemos estar juntos pero debes estar aquí… conmigo.
-Sabes que me gustaría mucho pero seguro que mi gente está buscándome… entiéndeme, debo volver – le dijo triste.
-De acuerdo, te llevaré y me aseguraré de que entres a tu palacio – le dijo el príncipe Minamoto. – Nos iremos mañana.
Una noche, mientras estaban delante de la fogata, la princesa Taira miró al hombre que amaba que estaba con la cabeza en las piernas de ella. Cada día, se deba cuenta del gran amor que sentía por Kyoichi pero debía reprimir esos sentimientos. No podía ser por el motivo que ambas familias eran enemigas. Tocó sus labios con sus dedos. Eran suevas y apetitosos. Se agachó parar poder besar esos labios que le encantaban. El pelo de Oyuky cayó hacia delante tapando por ambos lado la cara de la princesa Taira y la del príncipe Minamoto. Al separarse, él estaba despierto.
-¿Te desperté? – Preguntó Oyuky con dulzura.
-No, llevaba un rato despierto. No quero dormirme sin ti, princesa.
-Debes descansar. Por mi culpa casi te matan y… - comenzó a decir.
-No digas eso. Soy el mejor espadachín de mi reino. ¿Y si te pasa algo mientras duermo? ¿Quién te va a proteger?
-Si me quieres proteger, debes descansar. Yo sé utilizar la espada pero todavía no soy una gran experta, aun así, puedo protegerme.
El príncipe Minamoto se incorporó. Besó a su amada y luego le miraba los ojos. Estaba hermosa a la luz de la fogata y de la luna. De repente, el sonido de una rama romperse hizo que la pareja se pusiera alerta. Kyoichi cogió sus dos espadas y se puso delante de Oyuky. Detrás de los arbustos apareció tigre blanco con rajas negras.
-¡Rajah! – Exclamó ella feliz.
-¿Rajah? ¿Conoces a ese tigre? – Preguntó el príncipe extrañado.
-¡Claro! Rajah es mi mascota. Quizás se ha escapado de mi palacio – Oyuky se acercó al animal.
-¿Tienes a un tigre como mascota?
-Sí. Mi padre me lo regalo en mi noveno cumpleaños y desde entonces ha estado conmigo. Es inofensivo.
-¡Se ha ido por ahí! ¡No podemos perder al tigre! – Se oyó voces cerca.
-Oyuky debemos irnos rápido. Si nos atacan no nos daremos cuenta – le advirtió Kyoichi.
-¿Y Rajah? – Preguntó ella preocupada por el tigre.
-Se vendrán con nosotros. Así no le pasará nada – le sonrió y luego le dio un beso en los labios.
Kyoichi le cogió la mano. Tiró de ella para que anduviera. Se adentraron en el bosque hasta que llegaron a una cueva. Volvieron encender la fogata pero aun así, Oyuky seguía con frío. Puso su cuerpo contra el del príncipe Minamoto y poco a poco se fue durmiendo.
Los últimos días de viaje, Oyuky estuvo algo decaída. Sabía que cuando estuviesen muy cerca de la puerta, se tenía que despedir del joven que amaba. El último día, cuando vieron en el palacio, se pararon. Ella le miró.
-Esto es un adiós ¿no?... – dijo ella.
-Claro que no lo es. Vendré a verte siempre que pueda y arreglaré esto para que tú y yo estemos juntos. Toma – se puso detrás de ella.
Kyoichi le recogió el pelo y se lo agarró con un pañuelo rosa claro y con rayas rosa más oscuro. Le dejó dos mechones a cada lado de la cara. Ella estaba algo extrañada pero confió en lo que él estaba haciendo. Cuando acabó de atar el pañuelo, se puso delante de ella y le besó.
-¿Qué me has atado en el pelo? – Preguntó ella tras el beso.
-Es un recuerdo mío. Así siempre me recordaras y si algún otro hombre pide tu mano, le dirás que no porque me recordarás al verlo – le dijo abrazándola por la cintura.
-Siempre estaré pensando en ti, Kyoichi… siempre – se volvieron a besar.
Rajah los estaban mirando. Se iba a echar en el suelo pero algún ruido que ellos no oyeron, hizo que el tigre blanco se pusiera en alerta.
-¿Qué es lo que pasa Rajah? – Preguntó Oyuky todavía abrazada a su amante.
-Ponte detrás Oyuky. Creo que he oído algo – sacó sus dos espadas.
-Yo no oigo nada. ¿Por dónde vienen?
-Shhh. Están cerca… los puedo notar – dijo el joven de ojos negros.
La joven Taira hizo caso al joven que la acompañaba. Rajah no paraba de gruñir. De repente, unos diez soldados rodearon a los dos jóvenes apuntándoles con las espadas. Otro hombre apareció montado en un caballo marrón. Llevaba un uniforme de guerrero.
-¿Quiénes sois? – Preguntó aquel guerrero.
-Eso es lo que pregunto yo. Nosotros solamente somos dos viajantes buscando un lugar donde pasar la noche – respondió Kyoichi.
-No creo que encontréis una posada en medio del bosque – dijo con ironía. – Si sois, como habéis dicho, dos viajantes… ¿por qué lleváis dos espadas? Vuestras ropas no parecen ser de plebeyo.
Oyuky se asomó un poco y reconoció a la persona que les estaba hablando. Esa persona era…
-Ese emblema… ¿eres parte de la familia Minamoto? –Preguntó el jinete.
-No habéis respondido a mi pregunta. ¿Quiénes sois? – Contestó Kyoichi.
-Soy Katsuyoshi y sirvo al príncipe Yukki – se fijó que el tigre estaba al lado de él. – Rajah, ven aquí.
El tigre no se movió y siguió gruñendo. Oyuky miró a su mascota y se alejó un poco de Kyoichi. Él le miró de reojo. Bajó la guardia pero no guardó las espadas. Katsuyoshi se bajó del caballo y se quedó mirando a la joven que acompañaba aquel joven.
-¡Atraparle! – Ordenó Katsuyoshi.
Los diez hombres ser acercaron a Kyoichi y Oyuky. El príncipe Minamoto comenzó a pelear para proteger a la princesa Taira. Mientras tanto, Katsuyoshi se acercaba a ella sin quitarle la vista de encima. Una vez que estuvo detrás de ella, le cogió impidiendo que se soltase.
-¡Suéltame! ¡Suéltame! – Gritaba Oyuky.
-Calmaos. No voy haceros nada – dijo el amigo del príncipe Taira.
Al oír que alguien le había cogido, Kyoichi se desconcentró de la pelea y le hirieron en lado derecho del abdomen.
-¡Kyoichi! ¡Suéltame Katsuyoshi! – Le ordenó ella.
-Señor, ella es la princesa Oyuky – dijo el hombre que había herido a Kyoichi. – Seguramente él secuestró a la princesa.
-¡Eso no es verdad! ¡Él no fue! ¡Suéltame ahora mismo! – Se soltó de los brazos de Katsuyoshi. - ¿Estás bien Kyoichi?
-Sí, no es nada – se había puesto la mano en la herida.
En el palacio de los Minamoto, el señor de las tierras paseaba junto a su esposa. El señor Minamoto había sido informado de que su último hijo se había ido de viaje solo por sus tierras. Kensuke estaba en los establos cuidando de los caballos cuando los padres de su príncipe se acercaron.
-Kensuke ¿sabéis cuándo volverá mi hijo? – Preguntó Keitaro Minamoto.
-No, mi señor. Lo único que sé es que su hijo me dijo que volvería lo más antes posible – contestó el vasallo.
-Espero que vuelva pronto. La hija del terrateniente vendrá dentro de unos días – dijo sonriente el hombre.
-No creo que le vaya a gustar esa idea, cariño. Ya sabes cómo es su carácter. No le sentirá bien que quieras casarle con la hija de tu amigo – intervino la mujer.
-Lo sé Yuryko pero deberá catar mi orden. Es el príncipe heredero y por lo tanto, debe casarse con la hija de Tsuyoshi.
La señora Minamoto miró con desconfianza a su esposo. Había estado de acuerdo con él en muchas decisiones pero en esa, no lo estaba. Se sentía algo extraña. No le gustaba estar tantos días sin ver a su hijo.
El señor Taira paseaba como todas las tardes por su castillo acompañado de sus consejeros. Hablaban sobre la decisión de empezar la estrategia de ataque. Los Taira no estaban para guerras pero no podía negar su ayuda a su amigo Oda Nobunaga. Ese día, su ánimo cambiaría. Estando cerca de la entrada del palacio, un soldado vino corriendo.
-Señor, han encontrado a la princesa Oyuky. Acaban de llegar a la aldea – le anunció.
-¿Han encontrado a mi hija? ¿Quién? ¿Dónde? – Preguntó feliz.
-En el bosque. El príncipe de los Minamoto iba con ella – contestó el soldado sin levantar su rodilla del suelo.
-Cuando estén en palacio hacédmelo saber – ordenó y se fue en busca de su esposa.
La señora Taira estaba en su habitación con todas sus damas y con su hijo Yukki. La señora Fujisubo estaba tocando el koto y lo hacía muy bien.
-Siento interrumpir Kasumi pero han encontrado a Oyuky. Ahora mismo van por la aldea – le dijo él.
-¿Eso es cierto? ¿Mi niña ha vuelto a casa? – Preguntó la mujer con ilusión.
-Sí, nuestra niña ha vuelto – le sonrió.
-¿Dónde le han encontrado padre? – Preguntó Yukki.
Oyuky miraba hacia atrás para ver cómo seguía Kyoichi. Ella iba montada en el caballo de Katsuyoshi mientras que él lo dirigía. De la herida del príncipe Minamoto salía mucha sangre, cosa que preocupaba a la joven de cabello oscuro. Todos los aldeanos miraban ilusionados y contentos por la vuelta de su princesa perdida.
-¡Bienvenida princesa! – Gritaba todo el mundo.
-¡Estáis muy guapa! – Gritaban otras personas.
-Katsuyoshi déjame que vaya con Kyoichi. Está herido y apenas puede moverse – dijo Oyuky al amigo de su hermano.
-Es el enemigo princesa. No puedo hacer eso – ella intentó saltar del caballo. – Princesa por favor. Podréis estar con él cuando lleguemos al castillo.
-¿Y si no llega al castillo? ¿No había un doctor en la aldea? Que lo atienda y luego vamos al castillo – dijo ella preocupada por el joven que amaba.
Todos esperaban ilusionados la entrada de su princesa. Yukki intentaba no dormirse de pie. Los primeros dos soldados entraron en el palacio, seguidos de los demás soldados. Vio que su hermana estaba montada en el caballo con Katsuyoshi.
-¡Oyuky! – Dijeron los padres de ella.
-¡Mamá! ¡Papá! – Exclamó cuando los vio. - ¡Yukki!
Katsuyoshi la ayudó a bajar del caballo y se acercó a sus padres para abrazarlos. Estaba feliz de volver a verlos. Los dos soldados que llevaban a Kyoichi se acercaron a su señor y luego obligaron a que el joven de ojos negros se pusiera de rodillas.
-Señor, él había sido el responsable del secuestro de la princesa – dijo uno de los hombres.
-Eso no es cierto padre. Kyoichi me ha traído aquí – le defendió Oyuky.
-Cariño, es el enemigo. No debes defenderlo – dijo su madre.
-Llevadlo a los calabozos. Mañana tomaré una decisión – les ordenó a los soldados.
-¡No, papá! Él esta herido y debemos curarle esa herida – miró a su padre.
-Lo siento cariño. Él te ha secuestrado y debe pagar por eso – le dijo serio.
Los dos soldados se lo llevaron. Ella intentó ir también hacia los calabozos pero su padre se lo impidió parándole con el brazo. Molesta, se dio media vuelta.
-Mañana ese joven morirá ahorcado – le anunció su padre a su hija.
A Oyuky se le humedeció los ojos. Se fue corriendo para su habitación mientras se tapaba la cara. Si hubiera sabido que su padre lo iba a matar, no le hubiera pedido que la acompañase. Su madre fue a ver a su hija. Oyuky estaba tumbada sobre su futón llorando. No quería que lo matasen.
-Debes entenderlo. Hemos estado muy preocupados por ti – dijo su madre acariciándole el pelo.
-Yo lo entiendo madre pero le amo. Amo a Kyoichi. Él me llevaba todos los días la comida y kimonos nuevos. Pudo delatarme a su padre pero no lo hizo, madre. Sé que se me está prohibido enamorarme del enemigo pero no he podido evitarlo – le dijo llorando.
-Por mucho que le ames, debe tener su castigo – dijo Fujisubo.
-¿Cómo puedes decir eso del joven que ha ayudado a tu hija, madre? Si me hubiera delatado quizás no estaría aquí – dijo Oyuky molesta.
Kasumi miró a su hija sorprendida. Su hija había cambiado pero seguía teniendo el corazón amable y dulce que le caracterizaba. La miró de nuevo. Era la primera vez que veía en sus ojos esa tristeza que había sentido la señora de los Taira.
-Intentaré convencer a tu padre pero no prometo que impida la muerte de ese joven – le dijo su madre. Oyuky la abrazó.
-Gracias mamá – se secó las lágrimas y se levantó. – Voy a verle. Tengo que ver como sigue la herida – y se fue.
Su madre sonrió al ver el comportamiento de su hija. Kasumi salió de la habitación de su hija en busca de su esposo. Mientras tanto, Oyuky iba para los calabozos. Al principio no le dejaban pasar, pero pasó en contra los soldados. Entró en la celda de Kyoichi. Él estaba siendo curado por el médico de la aldea. Una vez que el medico había acabado, Oyuky se empezó acercar al joven que amaba.
-¿Cómo estás? – Le preguntó ella.
-Ahora no me duele demasiado… - intentó incorporarse. Ella lo paró.
-No deberías de moverte. Todavía no te has recuperado – le dijo triste.
-Oyuky… - ella le miró. – Me han dicho que mañana me ahorcarán… eso quiere decir que hoy será la última vez que te vea… - intentó sonreír.
-Eso no es cierto. No permitiré que te maten… no quiero perderte. Te necesito a mi lado... te amo.
-Esas palabras son tan hermosas cuando las pronuncias. Yo siempre estaré a tu lado, nunca te dejaré sola. Además, cada vez que quieras recordarme, puedes mirar el pañuelo….
-No. Yo te quiero conmigo aquí, a mi lado. Quizás suene egoísta pero te necesito Kyoichi. No quiero que por mi culpa te maten – le interrumpió ella.
-Cuando me confesé no decías lo mismo – rió un poco. – Si este es mi castigo por enamorarme de ti, lo cumpliré – le puso una mano en la mejilla. Ella tocó la mano de él con sus manos.
-Porque tenía miedo de perderte y ahora mi miedo se cumplirá. Ojalá mi padre cambie su decisión.
Kyoichi acercó él rostro de Oyuky para besarle en los labios. Los dos señores Taira estaban en la puerta de la celda del príncipe Minamoto escuchando la conversación. Kasumi miró a su esposo y luego sonrió.
-Una vez me dijiste que si tuviésemos una niña, harías cualquier cosa por ella. Entonces debes perdonarle la vida a ese joven. ¿Quieres ver a tu hija triste para siempre? Mírala, está feliz. Debemos agradecerle que nos haya traído a nuestra pequeña – le dijo Kasumi sin quitarle la vista a su esposo.
El señor Taira seguía mirando a la pareja. Oyuky y Kyoichi no se daban cuentan de que estaban siendo observados por los padres de ella. Gakuto, harto de ver a su hija con el hijo del enemigo, se fue de los calabozos seguido de su esposa.
A la mañana siguiente, Oyuky se levantó con los sonidos de los tambores. Se levantó del futón y salió de la habitación hacia el patio central. Se quedó en una de las columnas del palacio. Llevaba el kimono que utilizaba para dormir. Su dama se acercó despacio y le puso sus manos en los hombros de su princesa.
-Princesa debéis cambiaros. No podéis estar en una ejecución – le dijo.
-Pero yo quiero estar aquí – dijo ella mirando a Kyoichi que era traído por dos soldados.
El padre, la madre y los hermanos de Oyuky estaban sentados enfrente de la horca. Yukki se dio cuenta de que su hermana estaba cerca mirando hacia ellos. Vio que estaba triste y que estaba apunto de llorar.
-Cariño ¿de verdad le vas hacer daño a Oyuky? – Le dijo la señora Kasumi haciendo que mirase hacia donde estaba la princesa.
Gakuto miró a su hija pero ella se fue cuando vio que le ponían la soga a Kyoichi. Miró al joven que iba a ser ahorcado. Antes de que diese comienzo, el señor de los Taira se levantó.
-Dime joven ¿por qué debería perdonarte la vida? – Le preguntó a Kyoichi.
-Amo a su hija y no me importa que ella fuese el enemigo. Desde que la conocí no he querido que nada malo le pasase… Haría cualquier cosa por su hija – le contestó el príncipe Minamoto.
-¿Cualquier cosa? ¿Cómo cual?
-Protegerla hasta el punto de jugarme la vida por ella – Gakuto le miró más serio.
-Si estas dispuesto hacer cualquier cosa por ella… ¿te convertirías en su protector? De echo, también necesito que alguien le enseñe con la katana…
-De acuerdo, haré lo que me pidas – aceptó Kyoichi.
-Y recuerda esto: si nos traicionas, lo pagarás muy caro – y se fue de allí con la mirada endurecida.
Mientras tanto, Oyuky se estaba cambiando de kimono. Estaba triste. Una vez cambiada, salió de habitación para darse una vuelta por el palacio. En el jardín, se sentó en unos de los bancos que había debajo de un cerezo. Rajah siempre iba con ella y no separaba de su lado.
-¿Qué hace aquí la princesa más hermosa? – Preguntó una voz. Blog sobre Formación Universitaria
Oyuky miró hacia donde provenía la voz. Le miró sorprendida y sonrió. Se levantó del banco y se acercó para abrazarlo. Estaba feliz de verlo y que estuviese bien.
Estos son los significados de los nombres de algunos de los personajes.
Kyoichi: Su fuente es una expresión japonesa que significa "primer hijo puro."
Oyuky: Significa "reina de las nieves" y es un nombre de niña de origen nipón. Variante Oyuki.
Yuki (Yukki): "Nieve."
Yuryko: "Pequeño lirio o niña de los lirios". Variantes: Yuryko.
Keitaro: "Bendecido".
Kensuke: "El que preserva la salud."
Kasumu¡: "Fragrancia, aroma."
Gakuto: Nombre masculino que significa: "persona educada." Sin variantes.
Espero que os haya gustado y siento la tardanza :DD Nos vemos :D
Estos son los significados de los nombres de algunos de los personajes.
Kyoichi: Su fuente es una expresión japonesa que significa "primer hijo puro."
Oyuky: Significa "reina de las nieves" y es un nombre de niña de origen nipón. Variante Oyuki.
Yuki (Yukki): "Nieve."
Yuryko: "Pequeño lirio o niña de los lirios". Variantes: Yuryko.
Keitaro: "Bendecido".
Kensuke: "El que preserva la salud."
Kasumu¡: "Fragrancia, aroma."
Gakuto: Nombre masculino que significa: "persona educada." Sin variantes.
Espero que os haya gustado y siento la tardanza :DD Nos vemos :D
Regresar al índiceCapítulo 3. by Maeko Sendoh-¿Cómo estás Antoku? – Preguntó Oyuky mirando al joven.
-Había venido para ver la ejecución del príncipe Minamoto pero cuando he llegado ya había terminado – contestó él.
Oyuky se separó de su primo con la mirada triste. Se dio la vuelta para que su primo no le viera mal. Sabía que sus tíos no iban a permitir que ella estuviese con el enemigo. Tenía que olvidarse de él.
-¿Te encuentras bien? – Preguntó Antoku.
-Sí, no es nada – sonrió forzosamente.
Yukki llegó a donde estaba su hermana hablando con su primo. Le iba a comunicar algo que haría que ella se alegrase.
-¿He dicho algo que no debía? – Preguntó preocupado por ella.
-No has dicho nada malo Antoku. Es sólo que… no he podido dormir bien – mintió.
-Oyuky ¿por qué no vas a los calabozos? Alguien te está esperando – le sugirió su hermano.
-¿No me digas que…?
-Sí, está vivo. En el último minuto papá le ha perdonado la vida. Así que, ve. Te está esperando – le sonrió su hermano.
-Vamos Rajah – le dijo al tigre.
La princesa Taira se fue dejando a los dos jóvenes solos. Iba andando todo lo rápido que le permitía el kimono. Al pasar por uno de los pasillos, la princesa de cabellos negros se rasgó el brazo izquierdo con un clavo que sobresalía. Se miró el brazo un momento y luego continuó caminando. Cuando llegó a la puerta de la celda de Kyoichi le dolía mucho el brazo.
-¿Es cierto que mi padre te ha perdonado la vida? – Preguntó Oyuky acercándose.
-Sí – le sonrió ampliamente. – Cuando esté recuperado, seré tu profesor de katana y quien te proteja.
-Lo importante es que estés bien. Yo puedo protegerme sola.
Kyoichi le puso una mano en la mejilla derecha y luego le besó en los labios. Se estuvieron mirando a los ojos durante unos segundos que para ellos parecían una eternidad.
-Princesa – la llamaron desde la puerta – vuestro tío os quiere ver.
-Ahora no puedo ir. Decidle que lo veré en la cena – le dijo al soldado mirándole.
El soldado se fue dejándolos solos nuevamente. Kyoichi se dio cuenta de que su amada tenía un rasguño en el brazo y por el cual salía sangre. Se incorporó y lo examinó mientras que ella seguía hablando con el soldado.
-¿Qué haces? – Le preguntó ella cuando se dio cuenta.
-¿Cómo te has herido el brazo?
-Ha sido con un clavo que estaba sobresalido. Tenía prisa así que, no le he dado importancia.
La señora Minamoto paseaba por los pasillos de su palacio acompañada de sus damas. Cada día esperaba ansiosa la vuelta de su hijo. En unos días, la hija del terrateniente llegaba al castillo para estar unos días en el palacio de los Minamoto.
-Majestad ¿os ocurre algo? Parecéis que algo os preocupa – le dijo una de sus damas.
-Estoy preocupada por mi hijo. No es típico de él tardar tanto en volver de sus viajes – contestó la señora Minamoto.
-No se preocupe señora. El príncipe Kyoichi vendrá para el día del enlace – contestó otra dama.
-Eso es lo que me preocupa. Conozco el carácter de mi hijo y no le va a gustar eso.
Oyuky estaba sentada debajo de un árbol con sus damas. Ese día llevaba un kimono rosa palo, con un obi rosa, con unas pequeñas flores en la parte de arriba del kimono y en el brazo izquierdo tenía un ramo de amapolas. Todavía llevaba el lazo que le había regalado Kyoichi. Él estaba un poco lejos del grupo de chicas. Oyuky cogió una amapola y la olió.
-Que bien huele – dijo ella con una pequeña y dulce sonrisa.
-Que pena no haya ningún champú que huela a amapolas – dijo una de las damas.
-Si quiere, puedo hacerle un champú con las amapolas – dijo una dama con unos ojos espectaculares.
-¿En serio? – La dama asintió. – Entonces te lo encargo – sonrió la princesa Taira.
Kyoichi se empezó acercar a su amada. Sabía que debía volver algún día a su palacio para decirles a sus padres que estaba bien pero no quería dejarla sola. Su deber ahora es protegerla pero debía de informar que estaba bien.
-Oyuky si quieres ir a la cuidad, tenemos que irnos ya – le dijo a la princesa.
-¿En serio? ¿Vamos a salir del palacio? – Preguntó la chica de piel blanca.
-Sí, me han dado permiso para poder estar en la ciudad.
Ella se levantó con la ayuda del príncipe de ojos negros. Luego se miraron unos segundos y luego caminaron hacia la puerta. Oyuky se montó en un carro junto a su amiga Azura. Azura había estado con ella desde que la princesa era solamente una niña de tres años. Se habían convertido en amigas. Kyoichi se subió a un caballo que se le había asignado.
Durante el trayecto del palacio hasta el centro de la ciudad, las dos chicas iban hablando tranquilamente y la princesa de cabello azabache abrió un poco la ventana para mirar al joven que amaba.
-Me alegro que vuestro padre os haya permitido salir – comentó Azura.
-Sí, por fin podré visitar la cuidad. Desde que era niña siempre he querido verla.
De repente, el carro se detuvo de golpe. Las dos chicas se miraron extrañadas. La puerta del carro se abrió dando paso a Kyoichi que estaba esperando a que las dos jóvenes salieran.
-Ya hemos llegado Oyuky – anunció el príncipe Minamoto.
-Pero sobretodo, vuestro protector es muy guapo – le dijo Azura en el oído de su princesa. Ella se sonrojó un poco.
-Sí, lo es. Le tengo que dar las gracias a mi padre por no matarle – le dijo aún sonrojada. – Gracias, Kyoichi.
-De nada. Recuerda que debemos volver pronto – le dedicó una sonrisa.
Ella asintió devolviéndola la sonrisa. Los dos jóvenes, acompañados por la dama de compañía de Oyuky y dos soldados. La princesa se paraba en todos los puestos que veía. Cada cosa que veía, le parecía fascinante y extraño. A la hora de comer, fueron a uno de los restaurantes que había en la ciudad.
-No había pensando que la ciudad fuese tan bonita – comentó Oyuky emocionada.
-Eso es cierto, es bonita – corroboró Azura.
-¿De verdad nunca has salido del palacio? – Le preguntó Kyoichi un poco sorprendido.
-No, mi padre no me dejaba salir. Decía que podía pasarme lo que sea. Ni si quiera me dejaba salir con mi hermano y Katsuyoshi y eso que ellos son los mejores espadachines de los Taira.
-Entiendo a vuestro padre. Sois la princesa, es normal que se preocupe por vos – le dijo Azura. – No sé si os dais cuenta o no, pero vuestro padre ha cambiado desde que tenéis a alguien que os proteja.
-Eso es cierto pero aun así, manda siempre soldados cada vez que estoy con él – replicó Oyuky.
-No se fiará cien por cien de mí – bromeó riéndose Kyoichi.
Las dos chicas comenzaron a reírse tapándose la boca. El príncipe Minamoto se limitó a sonreír. Se alegraba ver a su amada feliz. Después de comer, pasearon por el puerto. Mientras que las dos jóvenes miraban unos hermosos pasadores, Kyoichi se acercó a un puesto donde vendían flores. Compró una flor y luego volvió con las chicas.
-¡Mi señor! ¡Mi señor! – Gritaba exasperado un soldado.
-¿Qué ocurre soldado? – Dijo el general.
-Tengo noticias. ¿Dónde está el señor Minamoto? – Preguntó el soldado.
-Está en la habitación de su esposa – dijo el general.
El soldado corrió hasta la habitación de la señora Minamoto. Ellos estaban hablando sobre la futura boda.
-Señor, nos acaban de llegar noticias del terrateniente. Él está cerca del río y no tardará en llegar al palacio – comunicó el soldado.
-Si está cerca del palacio… ¿por qué acabo de ser informado? – Dijo enfadado.
-Cariño, no lo pagues con él. Seguro que ha venido corriendo todo lo que ha podido cuando se ha enterado – lo defendió Yuryko.
-Está bien. Voy en seguida – le dijo al soldado. – Es hora. En cuanto hablemos sobre la fecha, nuestro hijo se casará con la princesa Sarah – le dijo a su esposa.
-Espera al menos que nuestro hijo vuelva de su viaje – le pidió.
Oyuky caminaba deprisa por el pasillo. No podía creer lo que se había enterado esa mañana nada más levantarse. Ya lo había buscado por todo el castillo y no lo encontraba. Al día siguiente de ir a la ciudad, Kyoichi había estado bastante extraño. Entró en su habitación y se sentó de rodillas detrás del biombo. Comenzó a llorar con las manos en la cara.
-Cariño ¿qué te ocurre? ¿Por qué lloras? – Preguntó su madre.
-Kyoichi se ha ido madre – dijo entre sollozos.
-Sabías que tarde o temprano tendría que volver a sus tierras.
-Pero me había prometido que estaría conmigo y que me iba a proteger – replicó ella.
Mientras tanto, un joven iba montado en caballo por medio del bosque. Se paró para beber un poco de agua en el río. Esperó a que el caballo bebiera agua para continuar su camino. No muy lejos de donde estaba él, pasaron dos hombres corriendo en dirección al palacio de los Taira.
-Esos uniformes son de… - se dijo levantándose.
Oyuky caminaba por el jardín con la mirada tristona. “Al menos se debía haber despedido” pensó triste. Se paró en medio del puente y miró el agua. Rajah la acompañaba sin separarse de ella.
-¿Crees que podré ser feliz sin él, Rajah? – Le preguntó al tigre. – Yo creo que nuestro destino es estar separados para siempre.
Los recuerdos que tenía con Kyoichi durante ese tiempo que había estado con él en su palacio, le golpeaba en su cabeza. Las lágrimas caían por sus rosadas mejillas e irritando sus ojos verdes claros. Le había prometido a su madre que no lloraría más por él pero no podía evitarlo. Lo amaba demasiado como para olvidarlo tan fácilmente. Escuchó un ruido cerca del muro pero no le dio importancia. Miró hacia el muro pero no vio a nadie sospechoso. Continuó caminando por el largo puente de madera pensando en el príncipe Minamoto. El tigre blanco comenzó a gruñir en dirección al muro.
-¿Qué ocurre Rajah? – Le preguntó al tigre.
El animal no paraba de gruñir. Olía a intrusos y no estaba muy lejos de la princesa Taira. El cielo poco a poco se fue nublando. Estaba dando paso a una tormenta. De los matorrales salieron dos hombres que llevaban unos uniformes totalmente distintos a los que utilizaban los Taira. Cuando se fijó mejor, eran los mismos hombres que la habían secuestrado. Retrocedió hasta darse con la barandilla de madera del puente en la espalda.
Kyoichi cabalgaba rápidamente hacia el castillo de los Taira. “Estoy seguro que mi padre la mandó secuestrar para que los Taira se rindieran” pensaba el príncipe Minamoto. “Debo darme prisa” se dijo mentalmente.
Yukki andaba cerca de la entrada del palacio con su buen amigo Katsuyoshi. Todo el mundo era ajeno de lo que estaba pasando en el puente del lago. El príncipe Taira estaba revisando que todo estaba a punto para una futura guerra. Había escuchado que ese día su hermana no se encontraba en condiciones de salir de habitación y por lo cual, no quería molestarla.
-Va haber una buena tormenta señor – le dijo Katsuyoshi mirando a las nubes grises.
-Es cierto. Deberíamos guardar a los caballos en el establo y que toda la cuidad se prepare para la tormenta – opinó el príncipe.
-Avisaremos en la ciudad – dijo un soldado.
Al poco tiempo de irse el soldado comenzó una lluvia torrencial. Entonces, llegó Kyoichi empapado. Parecía algo agitado y preocupado.
-¿Y vuestra hermana? – Le preguntó a Yukki.
-Hoy no se encontraba bien y por lo que sé, está en su habitación – respondió el chico de piel blanca.
De repente, se oyó un grito procedente del lago de azucenas. Los dos príncipes se miraron y fueron hasta allí.
-Rajah… Rajah… - decía ella al animal que estaba en el suelo medio muerto. – No te mueras… ¡Rajah!
-Ahora podremos hacer nuestra tarea – dijo uno soldados.
-¡Asesinos! ¡Sois unos asesinos! – Gritó ella llorando pero con la lluvia no se distinguía bien.
-Así es, somos unos asesinos pero nos pagarán muy bien cuando te matemos, princesa Taira – comentó el otro.
“Quizás si muero, algún día podré estar con Kyoichi… si al menos él estuviera aquí…” pensó ella triste. Vio que uno de los hombres se acercaba a ella lentamente y que levantaba la Katana. Oyó el relinche de un caballo y miró hacia él. Apenas podía distinguir bien a la persona que se bajaba del animal. Volvió a mirar al hombre que tenía la Katana por encima de su cabeza pero no conseguía continuar con su cometido por alguien se había puesto delante de ella. Fue cerrando los ojos hasta caer desmayada encima de Rajah.
-¡Príncipe Kyoichi! – Exclamaron los hombres asombrados.
-¿Qué hacéis aquí? – Preguntó el príncipe.
-Vuestro padre nos ha mandado matar a la hija del enemigo. ¿Y vos, príncipe? – Contestó el hombre que estaba enfrente de Kyoichi.
-Eso no es de vuestra incumbencia. ¡Largaos de aquí! No hagáis que me arrepienta de perdonaros la vida. Y decidle a mi padre que, si se vuelve a mandar a matar a Oyuky de nuevo, se arrepentirá – le dijo Kyoichi seriamente y con una mirada asesinante.
-¿Por qué la protegéis? Si matamos a esa mujer, los Taira no nos atacaran y los Minamoto tendrán el poder sobre el país – le dijo el otro hombre.
-¿¡Y qué más da tener el poder sobre el país sino tienes a la persona que amas a tu lado!? Como os ocurra tocarla una sola vez más, me encargaré personalmente que os ahorquen y os pongan cocodrilos debajo de los pies para que no podéis escapar – les amenazó.
El otro hombre se fue acercando a la princesa sin que Kyoichi se diese cuenta. Cuando estuvo detrás de su príncipe, levantó la katana pero cuando fue a bajarla, una flecha le atravesó el pecho.
-¿Qué ha pasado aquí? – Dijo Yukki al acercarse.
El hombre que trabajaba para el señor Minamoto, el que todavía estaba vivo, se fue del palacio trepando el muro. Yukki paró a Katsuyoshi para que no disparase ninguna flecha. Después, el vasallo del príncipe Taira a la princesa para si estaba herida.
-Han intentado matar a Oyuky – respondió Kyoichi guardando la katana en la funda.
-Príncipe Yukki vuestra hermana no presenta ninguna herida pero Rajah…. a Rajah lo han matado – comunicó el espadachín.
-Deberíamos volver al palacio. Katsuyoshi diles a los guardias que vengan y que se lleven a Rajah a un sitio donde lo limpien y al otro cadáver… tíralo por el barranco – ordenó Yukki Taira.
-Yo llevaré a Oyuky a su habitación. Esos hombres trabajan para mi padre y me siento responsable de haber puesto la vida de tu hermana en peligro – dijo el príncipe de ojos negros.
-Está bien. Yo iré a informar a mi padre – y se fueron del lugar.
Cinco días después Oyuky despertó. Tuvieron que llamar a un médico ya que la princesa de ojos grises comenzó a tener fiebre al poco tiempo de haber llegado a su habitación. El médico les dijo que la princesa había cogido un resfriado. Todavía tenía fiebre.
-Madre… - llamó a su madre débilmente.
-Cariño ¿cómo te encuentras? – Preguntó su madre feliz de verla despierta.
-Muy cansada. ¿Cómo he llegado a mi habitación?
-Te ha traída el príncipe Minamoto. Sí, él ha vuelto por ti y te ha salvado de esos hombres – sonrió su madre.
-¿Kyoichi… está aquí?
-Sí. Él fue quién te protegió delante de esos dos hombres… pero Rajah… - comenzó a decir su madre.
-Lo sé, Rajah está muerto. Lo mataron antes de desmayarme – entrecerró los ojos. – Mamá… quiero ver a Kyo…ichi.
Kasumi asintió con la cabeza y una de sus damas se levantó en busca del príncipe Minamoto. Kyoichi estaba moviéndose de un lado hacia otro cerca del lago de azucenas. No sabía que hacer. Si no volvía a su palacio, podría comenzar una guerra entre las dos familias y no deseaba que Oyuky estuviese en medio.
-¿Qué puedo hacer? ¿Cuál es la acción correcta? – Se preguntó así mismo.
Resopló. Era una decisión bastante difícil. Sacó la carta que le había escrito Sensuke. La volvió a leer. Ya no se acordaba cuantas veces la había leído pensando en qué hacer.
“Príncipe Kyoichi.
Os escribo para que volváis al castillo. Vuestro padre os hará casaros con la princesa Sarah. Dentro de unos días decidirán la fecha de su enlace. Vuestra madre se le nota que está preocupada por usted ya que ha pasado cuatro meses de que os fuiste con la princesa Taira. Tranquilo, no he dicho nada. Pero debéis volver pronto.
Sensuke.”
Una mujer con los ojos marrones y el pelo castaño llegaba al lugar donde estaba el príncipe Minamoto. Se quedó mirándole un rato y le pareció que estaba algo preocupado.
-¿Os ocurre algo? – Le preguntó ella a él.
-No, nada – sonrió ampliamente. - ¿Cómo está Oyuky? – Contestó él.
-Acaba de despertar y desea veros – dijo la mujer de unos treinta y poco años.
Él asintió con la cabeza y se dirigió hacia la habitación de Oyuky seguido de la dama de compañía. La cortina de la habitación de la princesa estaban subidas y la madre de la joven estaba saliendo junto a sus damas. Kyoichi entró lentamente. Pasó el biombo de color blanco con dibujos de flores de cerezo y tumbada en el tatami con un dosel, estaba Oyuky con los ojos cerrados. Tocó el paño blanco y luego lo cogió para mojarlo en agua. Se lo puso de nuevo en la frente.
-¿Te desperté? – Le preguntó Kyoichi con una sonrisa tierna.
-No, no estaba durmiendo. Te estaba esperando – le devolvió la sonrisa.
-Me alegro de estés bien. No sabes lo que me preocupé cuando noté que tenías fiebre.
-¿Por qué te fuiste sin decirme nada?
-Tengo algo que decirte, Oyuky – respiró hondo. – Debo volver a mi palacio para discutir con mi padre un asunto importante. Te prometo que volveré lo más pronto posible.
-¿Y si no vuelves? ¿Y si empieza una guerra y decides ayudar a tu clan? Bueno, en realidad sería lo más lógico que hicieras – dijo triste.
-Dije que te protegería y eso haré. No me importa traicionar a mi gente.
Oyuky se incorporó y luego besó a Kyoichi. Luego le miró a los ojos y le sonrió. Iba a echar de menos esa sonrisa y esos ojos. Sólo deseaba que volviese pronto.
-¿Cuándo te irás? – Preguntó sin dejar de sonreír. Debía disimular.
-Mañana pero antes de irme, me despediré. No me iré sin verte antes.
-¡El príncipe Kyoichi ha vuelto! ¡El príncipe ha vuelto! – Gritaban los soldados cuando vieron entrar al joven de ojos negros.
-¡Avisad al señor! – Gritaron otros.
Kyoichi se bajó del caballo de un salto. Le dio las riendas a un soldado que lo llevó al establo para limpiarlo para darle de comer y beber. El príncipe de los Minamoto se dirigió en busca de su padre para hablar con él y cancelar el compromiso.
-Madre, he vuelto – le anunció a su madre que estaba con sus damas caminando por el pasillo del palacio.
-¡Kyoichi! ¡Mi niño! – Exclamó la mujer feliz de ver a su hijo mediano.
-Madre ¿dónde está padre? Necesito hablar con él – le preguntó.
-Ahora mismo está fuera del castillo durante unos días. Hijo…
-No puedo quedarme mucho tiempo madre. Tengo que hablar con él – insistió el joven.
-Cariño ya te he dicho que tu padre no se encuentra en la capital. Está con el terrateniente Tsuyoshi – dijo Yuryko.
-¿Es cierto que me casaré con la hija del señor Tsuyoshi? – Le preguntó a su madre. – Quiero deciros que no me casaré con ella. Estoy enamorado de alguien y pienso convertirla en mi esposa tarde o temprano.
-El señor Minamoto no lo aceptará, príncipe – opinó una de las damas.
-Bienvenido príncipe Kyoichi. Cuanto tiempo sin veros – dijo una voz detrás del príncipe de ojos negros.
Kyoichi se dio la vuelta lentamente al escuchar la voz femenina. Una chica castaña y con los ojos marrones tierra estaba sonriéndole con sus manos cogidas entre sí por la parte de alenté. Llevaba un kimono morado con flores en diferentes colores. En la cabeza tenía un gran lazo de color morado haciendo que el flequillo quedase recogido hacia atrás.
-Puedo decir lo mismo. Habéis cambiado mucho. Ahora estáis más guapa – la alagó el príncipe sonriéndole.
Espero que os haya gustado :)
nos vemos pronto
Espero que os haya gustado :)
nos vemos pronto
Regresar al índiceCapítulo 4. by Maeko Sendoh-Muchas gracias príncipe – dijo la joven.
Kyoichi volvió a mirar hacia su madre. No quería estar mucho tiempo lejos de Oyuky y menos sin saber cómo iba su salud pero debía esperar a que su padre volviera para discutir con él sobre su compromiso con la princesa Sarah. Caminó hasta su habitación y se dejó caer. La echaba de menos.
-Príncipe Kyoichi ¿puedo hablar contigo? – Preguntó una voz femenina.
-Claro Sarah. ¿Qué es lo que pasa? – Contestó él.
-Yo… de veras quiero casarme contigo… cuando he oído que amáis a otra no he podido entristecerme… - comentó Sarah sentándose enfrente del príncipe Minamoto.
-Lo siento mucho Sarah pero es a otra a quien quiero y no quiero causarte falsas esperanzas. Debéis encontrar a alguien quien os ame, es cierto que eres hermosa pero yo no puedo corresponderte – le dijo él.
La princesa Sarah agachó la mirada triste. Cuando unos años atrás, la hija del terrateniente visitó el palacio de los Minamoto y conoció a Kyoichi se enamoró nada más verlo. Fue amor a primera vista.
Había pasado una semana desde que él se había ido del palacio de los Taira. Oyuky se levantó de la cama y salió al pasillo para ver el hermoso día que hacía. Llevaba dos días sin fiebre y todavía se estaba recuperando. Se dispuso a mirar las nubes que hacían formas que la princesa no conseguía distinguir. Caminó un poco por el jardín abrigándose un poco. En el lago de azucenas, vio a Azura y a Katsuyoshi. Estaban hablando de algo. El espadachín se acercó a la dama y le besó en los labios. Oyuky se dio la vuelta para dejarles solos. Casi llegando a las escaleras para subir al pasillo, comenzó a sentirse mareada. Se tocó la frente y notó que la tenía ardiendo. “Maldita fiebre. Me ha tenido que dar otra vez” maldijo mentalmente. Quiso dar un paso para subir el primer escalón pero la fiebre le aumentaba por segundos. Todo comenzó a poner negro…
Katsuyoshi llegaba a la capital donde se encontraba el palacio de los Minamoto. Llevaba una capa encima de sus ropas para que nadie viese que un samurái del clan Taira. Se encapuchó antes de adentrarse por la capital. Debía encontrar al príncipe Kyoichi antes de que la fiebre se llevase a su princesa.
-¡Eh! ¡El de la capa! – Katsuyoshi se dio la vuelta para ver quien le había llamado. Eran dos soldados. -¿Quién eres? – Dijo uno ellos.
-Sólo soy un viajero que está de paso – les dijo a los soldado.
-Quítate la capucha. Déjanos que te veamos el rostro – le dijo uno de los dos soldados.
-¿Y si me niego?
-Más te vale no negarte forastero o sino… - empezó a decir el otro soldado sacando la katana.
-¿Qué ocurre aquí? – Preguntó una voz detrás del espadachín Taira.
-Este hombre se niega a quitarse la capucha para ver quién es – le contestó el soldado que todavía tenia la mano en la empuñadura de la espada.
Katsuyoshi giró la cabeza para ver de quien se trataba. Kyoichi le miró a la misma vez. El joven encapuchado asintió con la cabeza y se fue hacia el lado opuesto de por donde había venido.
-No podéis enseñar la espada a todos que se nieguen a enseñaos el rostro. Estamos esperando a que vengan los refuerzos. ¿Y si ese hombre era alguien enviados por ellos? – Les regañó Kyoichi.
Los dos soldados agacharon la cabeza avergonzados. Kyoichi se fue por donde, minutos antes, el vasallo de Yukki Taira se había marchado. Lo encontró muy cerca del puerto, mirando el mar. Se había quitado la capucha. Estaba serio y con los brazos cruzados.
-No había necesidad de vuestra intervención. Yo solo hubiera podido contra ellos – le dijo el vasallo sin mirarle.
-Si estás aquí es por algo ¿o equivoco? – Le preguntó Kyoichi.
-La princesa Oyuky ha empeorado. Todos pensaron que se había recuperado pero no fue así. Por lo que sé, el frío no le permite recuperarse y según las expectativas del médico puede que no llegue a la primavera como siga con la fiebre tan alta – le dijo sin andar por las ramas.
Una hermosa mañana comenzaba. El príncipe Yukki andaba por el pasillo, cerca de la habitación de su hermana cuando la vio apoyada en una columna. Tenía el semblante triste. Su vista estaba fija a la nada. Se acercó a ella sin que se diese cuenta. En sus manos, tenía algo que hiciera que su hermana no se sintiera sola.
-Deberías descansar. Todavía no te has recuperado del todo – le dijo Yukki.
-Lo sé… pero no puedo estar más tiempo en cama. Necesito estirar las piernas – le contestó ella. - ¡Qué lindo! – Exclamó cuando vio al pequeño animal.
Lo que llevaba el príncipe no tendría más de cuatro semanas de vida. El pelaje era blanco con una mancha marrón en la cola. Oyuky lo cogió entre sus manos. Sonreía.
-Es precioso Yukki. ¿Dónde lo has encontrado? – Le preguntó a su hermano.
-¿Te acuerdas el señor de la alfarería? Su gata ha tenido muchos hijos y le dije que cuando diera a luz que me trajera un gato para ti. Así no te sentirás sola… lo digo porque antes era Rajah quien te hacía compañía – contestó el chico de mirada fría.
-Muchas gracias Yukki – le dio un beso en la mejilla. – Le pondré Yuu-chan – al gato pareció gustarle el nombre. Ambos príncipes comenzaron a reírse.
-Príncipe Yukki – dijo un saldado poniéndose de rodillas. – Su vasallo acaba de llegar y viene acompañado – anunció.
-Está bien, en seguida voy – le dijo a él. – Oyuky vuelve la habitación. ¿No querrás ponerte de nuevo enferma? – Le dijo a su hermana.
-No, claro que no pero… - comenzó a decir.
-Entonces vuelve a la habitación. Le diré a Azura que vaya para allá – le interrumpió.
Oyuky le miraba sin entender que era lo que pasaba. ¿Cuándo se había marchado Katsuyoshi? ¿Y quién era la persona con la que había llegado? Regresó a su habitación mientras acariciaba al pequeño gato con un dedo.
-Princesa debéis ayudarme – le dijo Azura entrando en la habitación apresurada.
-¿Qué es lo pasa Azura? – Le preguntó la princesa de ojos verdes claros.
-Hace unos días, mientras que usted se encontraba enferma, mi padre me dijo que me casaría con el hijo del Ministro de la derecha… pero es que no puedo. Amo a otra persona. Sólo vuestro padre puede decirle al mío que cancele el compromiso. He sabido que, si me caso, debo de dejar ser vuestra dama – le pidió su amiga.
-Si quieres podemos ir hablar con mi padre ahora. No quiero que dejes de ser mi dama ni mi amiga. Vamos – le cogió de la muñeca.
Se dirigieron hacia la estancia donde se encontraba su padre escuchando a su esposa tocando el koto. El señor y la señora Taira miraron a las dos jóvenes que estaban en la puerta de la estancia de pie. Se miraron entre ellas y se pusieron hablar con el señor que mandaba por ese tiempo en Japón.
-No puedo hacer nada Oyuky. El Ministro de la derecha es un hombre muy respetado e incluso, un aliado bueno para nuestra familia – le dijo el señor Taira tras escuchar a su hija.
-¡Pero papá! Si Azura se casa no podrá venir más al palacio y es mi única amiga – se quejó.
-Cariño ¿por qué no intenta hablar con el Ministro y le convences de que deje a Azura con nuestra hija? – Le dijo Kasumi a su marido.
Gakuto miró a las tres mujeres. Miró a su esposa. Kasumi ladeó la cabeza mientras le sonreía. El señor de los Taira asintió con la cabeza. Oyuky sonrió ampliamente. Le dio el gato a Azura y abrazó a su padre feliz. Luego le dio un beso en la mejilla sin perder aquella sonrisa que le caracterizaba. Pero algo le decía que su hija no estaba feliz de todo.
-Si quieres que hable con el Ministro de la derecha, vete a habitación y descansa. Debes recuperarte cien por cien – le dijo su padre.
-Pero es que estar en mi habitación sin salir me aburre. Acaba de llegar la primera y yo todavía no he visto las flores – se quejó ella.
-Cuando el médico te examine dentro de dos días y si estás bien, podrás salir. Te lo prometo – le dijo su padre.
La joven de cabello negro asintió con la cabeza. Se volvió hacia su amiga y ambas volvieron hacia la habitación de la princesa de los Taira. La ojiverde caminaba por delante con Yuu-chan en las manos. Miró hacia el patio principal. Comenzó abrir los ojos lentamente al verle. Se alegraba de que estuviese de nuevo a su lado.
-¡Kyoichi! – Lo llamó ella.
Los tres chicos miraron a las dos chicas que estaban en el pasillo del castillo. Kyoichi corrió hasta ellas y abrazó a la princesa de lo Taira. Ella todavía asimilaba que él había regresado. Lo apartó y le dio al gato a su amiga y luego lo abrazó apoyando la cabeza en el pecho de él.
-Has vuelto – dijo ella feliz.
-Me dijeron que habías empeorado y que según el médico no llegarías a la primavera – dijo él sin soltarla.
-Eso es cierto. Empecé a mejorar hace una semana. Dentro de dos días vuelve el
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2024-11-15
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