Dragon Ball - Angel Ciego

 

 

 

Retomamos la actividad de los fanfics, Izbet https://www.wattpad.com/user/Izbet46 nos manda la primera parte de su nuevo fanfic en español de Bola de Dragón titulado "Ángel Ciego"

Si quieres que publiquemos tus fancics en español escribe un email a [email protected]

ÁNGEL CIEGO 1

Luego de la batalla contra Majin Boo, Gohan y Videl se comprometieron, apenas él concluyera su carrera en la Universidad se casarían. Unos años después por fin el tan esperado momento llegó, y los futuros esposos, cinco días antes de la boda harían el ensayo general en los jardines de la casa de Mr. Satán. Bulma trato hasta último minuto de convencer a la novia para que la dejará ser la madrina, pero la joven de los ojos azules ya había elegido a alguien, solo les dijo que se llamaba Izbet, fue quien cuidó de ella durante un tiempo cuando su madre murió, además de ser la primera que la entrenó en artes marciales. Con el tiempo la mujer tuvo que volver a su vida normal, por eso ahora se veían poco, pero seguían teniéndose el mismo cariño de siempre.

 

— Lo siento mi niña, debo volver a mi casa, ya he pasado mucho tiempo lejos de mis negocios, además ya estas grande, sé que puedes cuidarte sola — trató por enésima vez de hacer entender a la pequeña porque debía irse.

— Pero madrina...

— Dime Izbet.

— Izbet, no quiero que te vayas... todavía no.

— Ya no hay nada más que pueda enseñarte, eres muy habilidosa mi ángel.

— Obviosoy hija del campeón del mundo — dijo orgullosa.

 Jajaja si fuera por eso... — rió burlona, a pesar de todo lo que supuestamente ocurrió en el torneo de Cell, la mujer no creía que Mr. Satán fue quien en realidad derrotó al androide — tienes mucha fuerza interior, tu madre estaría orgullosa.

— Ella no quería que yo aprendiera a luchar.

 Lo sé, pero también estoy segura que no hubiera ido contra tu voluntad, ella tarde o temprano cedería a tu deseo.

— Y sé que te hubiera elegido a ti para entrenarme, como lo hizo papá.

— Hagamos el último enfrentamiento, pero... — apagó la luz del cuarto.

— Así no se vale, tú tienes la ventaja ahora.

— Cuando luches no siempre será en igualdad de fuerzas, recuerda eso siempre, ahora en guardia.

Esa tarde se despidió por fin su madrina.

 Siempre estaré cerca, y si ese troglodita de tu padre se pone pesado, recuerda que yo te recibiré en mi casa con los brazos abiertos.

— Lo sé. Gracias por todo.

Pasó la mañana entre recibir los arreglos y ver la distribución de los invitados, aunque se pretendió algo íntimo, eran al menos 100 personas, por fin a media tarde llegó una mujer de unos treinta años en un automóvil, vestida de oscuro, Videl la vio y corrió a abrazarla.

— Por fin llegaste madri... Izbet.

— Cuando te he dejado de cumplir una promesa — le sonrió — promesa hecha, promesa cumplida.

La feliz novia llamó la atención de todos.

— Amigos... ella es Izbet, la madrina de la boda.

 

Varios de los guerreros Z y sus familiares se acercaron a saludarla, además de un llamativo mechón blanco que destacaba en su cabello negro, se dieron cuenta que usaba un bastón claro, y que a pesar que el sol no era fuerte, estaba usando lentes oscuros. Era ciega pensaron todos con asombro, Videl no les había dicho ese detalle. La mayoría solo se presentaron y se fueron a seguir con lo que hacían, Milk y Bulma en cambio iban con ánimo de entablar una conversación para conocer a la mujer, ya que la ahijada no les dicho mucho más de ella que su nombre.

— Soy la madre del novio, Milk — se presentó la feliz mujer.

— Y yo soy Bulma Brief, amiga del novio.

— Un gusto, soy Izbet Supay.

— ¿Tienes algo que ver con el Conglomerado Heaven? Estoy segura que así se apellida la dueña, y no es muy común.

— Efectivamente, es una de mis empresas.

— He escuchado mucho sobre sus últimos adelantos en servo partes. Aprovechando la ocasión quisiera ver la posibilidad de un convenio de cooperación entre tu empresa y la mía.

— ¿A fin de mes, te parece? Mi asistente te llamará para concretar la cita, pero ahora estamos en otra cosa — dirigiéndose a la muchacha — como no está tu madre para esto, yo seré quien te avergonzaré contando las locuras que hacías de pequeña, no sé si sabían que...

— No seas así Izbet.

Todas rieron. El cuarteto siguió conversando, hasta que la novia debió ir a ver unos detalles, mientras las mujeres mayores siguieron hablando sobre los detalles de la boda.

— Te cuento una infidencia — dijo la científica a la recién llegada — yo quería ser la madrina.

— Me imagino que muchas lo deseaban, por eso agradezco mucho que me haya elegido a mí. La quiero como si fuera mi hija — se puso tiesa de repente, se afirmó fuerte en su bastón, gritó — no es así Satán. Sé que estas cerca, diría que por ese lado — apuntó a una parte del jardín — sigues usando esa colonia barata ¿Qué pasó con la que te regale para navidad? — lo regaño — quería ver si así por fin desarrollabas algo de buen gusto, pero veo que no resultó.

El "campeón del mundo" se levantó con un armado de flores en su cabeza, molesto porque lo descubrieron.

— Pensé que esta vez sí podría sorprenderte — dijo frustrado.

El novio vio todo y quedó muy extrañado.

— ¿Qué fue eso? — le preguntó a su futura esposa.

— Es una especie de juego — rió recordando cada vez que su padre había intentado lo mismo — siempre trata de sorprender a Izbet, y nunca lo logra, ella nació ciega y tiene muy desarrollados sus otros sentidos.

Justo en ese momento la mujer del mechón blanco caminó a la casa, Gohan quiso ir a ayudarla, pero Videl lo detuvo bruscamente.

— Ni se te ocurra hacerlo, le molesta mucho, no le gusta que la vean como una discapacitada.

— Pero va a chocar con la entrada y caer — vio como con ayuda de su bastón logró subir las escaleras, y una vez dentro lo dobló y lo guardó en el bolsillo, luego caminó a la cocina como si viera perfectamente.

— Su bastón es especial, tiene circuitos y sensores que van conectados a ese bluetooh que tiene en el oído, por medio de ondas de sonido puede saber dónde hay un obstáculo, algo así como los murciélagos. Cuando está en un lugar conocido, si no se cambian de posición los muebles puede caminar sin problemas — dijo bastante orgullosa de los logros de su maestra, siempre la había admirado por su fuerza interior — has escuchado del "Ángel Ciego".

 

— Sí, es una luchadora invidente ¿Es ella?

— Exacto, al final de su espectáculo lucha con 6 personas al mismo tiempo, hasta ahora nadie ha podido ganarle.

— Siempre pensé que ese tipo de cosas estaban arregladas — confesó sincero.

— Para nada, la he ido a ver muchas veces, ella odiaría que se hiciera algo así.

Al rato Izbet iba saliendo de la casa, coincidentemente bajo del cielo el maestro del novio.

— Mira Videl, llegó el Sr. Piccolo, aprovechemos que está por aquí tu madrina y los presentamos — se acercó al namek — ¿Cómo está?

— Bien — miró alrededor — hay mucha gente extraña.

— Están probando el sonido, y viendo los espacios para los adornos, pronto se irán.

La novia se acercó a ellos con la mujer de negro a su lado.

— Permítame presentarle a la madrina de la boda — dijo la novia — Izbet, te presentó al Sr. Piccolo, el padrino.

— Mucho gusto — saludó el namek a la mujer.

— El gusto es mío. Lo siento, pero Satán está impaciente por contarme la mejor parte de su lucha en el último torneo, si me disculpan — se retiró caminando lentamente.

La tarde transcurrió apacible, hasta que la mujer del mechón blanco trató de acercarse a Bulma para pedirle el número de teléfono para que pudieran afinar los detalles de la reunión, a pesar del cuidado que tuvo y la ayuda de su bastón, tropezó y cayó, Piccolo que estaba cerca trató de ayudarla, pero ésta al sentir una mano en su brazo la rechazó, se levantó sola y siguió su camino.

— Al menos deberías dar las gracias — dijo molesto el guerrero.

— Gracias por querer ayudar a esta dama que no sabía cómo levantarse — le dijo irónica mientras seguía su camino.

— Lo siento mucho Sr. Piccolo — se le acercó la joven de los ojos azules, avergonzada — a mi madrina le molesta mucho cuando la ayudan, odia que la vean como alguien que necesita que la cuiden.

— Hum... qué tontería, no ve, obvio que necesita ayuda.

— Ella es una luchadora de artes marciales profesional, se desenvuelve muy bien sola.

— A pesar de eso igual se cayó recién — le sonrió fugazmente — no te preocupes, lo bueno es que debo volver a verla solamente en la ceremonia.

En ese momento apareció una nave espacial gigante que quedó sobre el lugar tapando la luz del sol, de ella salieron muchas guerreras de diferentes razas, algunas gigantes, otras de colores extraños, con ropa también dispares, lo único en común que tenían era que cada una llevaba una esmeralda en la frente, atacaron y dispararon con sus armas hacía todas partes, los guerreros Z se prepararon para defenderse.

En la puerta de la aeronave apareció una mujer con pelo negro largo hasta la cintura, ojos oscuros, con una malla clara ajustada, tenía alas blancas, botas con taco alto, y una corona en la frente, llevaba en sus manos una perla gigante, la levantó y comenzó a brillar, en ese instante todos los hombres cayeron inconscientes, menos Piccolo. Entre él, Videl, y N°18, que dejó a Marron con Bulma y Milk para que la cuidarán, empezaron a luchar en el aire contra las atacantes para tratar de evitar que bajaran a la tierra, los humanos que estaban haciendo los arreglos escaparon apenas vieron lo que ocurrió, Izbet protegió a las mujeres y a la niña, lo hizo bastante bien al principio, pero cuando las contrincantes se multiplicaron y empezaron a usar pistolas le costó mucho detenerlas.

 

— Necesitamos ayuda, rápido — gritó la científica agachándose y cubriendo a la pequeña con su cuerpo de las guerreras, por suerte Milk la ayudó, pateando a una en las costillas.

— A pesar de los años no pierdo mi habilidad — dijo orgullosa la madre de Gohan, que por celebrar su triunfo se descuido y otra mujer con esmeralda en la frente la golpeó por la espalda.

— Piccolo, ve a ayudarlas — gritó la androide.

El guerrero namek llegó justo para parar un rayo que casi da en las mujeres y Marrón. Aunque Izbet logró dejar fuera de combate a varias, ya el cansancio y los golpes recibidos la estaban dejando sin fuerzas, muy a regañadientes tuvo que dejar que el hombre de piel verde la defendiera también a ella.

Varias atacantes rodearon e inmovilizaron por un segundo a Videl y N°18, momento que aprovechó la mujer de la corona que les puso una esmeralda en la frente a cada una, las terrestres quedaron sin voluntad, se escuchó un sonido y todas entraron a la nave, llevando a las inconscientes y heridas, las dos terrícolas embarcaron también, cuando estaban todas dentro la nave se perdió en el cielo.

— ¿Dónde está Videl? — preguntó la ciega.

— Ella y 18 se fueron en la nave.

— Demonios — la del mechón blanco se quedó meditando de pie.

Las que estaban conscientes, empezaron a tratar de despertar a los durmientes, pero no hubo forma, ni los gritos de Milk lograron que Goku se moviera. Decidieron que para cuidarlos lo mejor era llevarlos al Templo Sagrado donde Dende podría mantenerlos en buen estado hasta que lograrán solucionar el problema, Piccolo subió a todos en un avión y Bulma los llevó, la mamá de Gohan se quedó con Marron en el lugar para cuidarla.

Mientras esperaban que la mujer del cabello azul volviera pusieron la televisión, en las noticias dijeron que todos los varones, incluso los niños, estaban en la misma inconsciencia en toda la Tierra, pero no presentaban problemas de deshidratación ni alimentación, era como si hubieran caído en una especie de hibernación.

Apenas la científica volvió, una nave más grande que la anterior bajo de nuevo sobre ellos, Izbet y el namek se prepararon para una nueva batalla.

En esta ocasión las mujeres que salieron eran todas de la misma raza, con vestidos abiertos a los costados, largos, dorados, sin ninguna joya en la frente, físicamente eran iguales a los humanos, pero tenían alas blancas en sus espaldas, había morenas, rubias, pelirrojas, también sus ojos eran de diferentes colores, café, azules, violetas, verdes, rojos y amarillos. La que parecía ser la comandante bajo volando y se puso frente al grupo de terrestres.

— Venimos en paz, estamos buscando unas renegadas de nuestro planeta, robaron una nave, las hemos rastreado hasta este lugar.

— Estuvieron, pero se fueron hace como dos horas atrás, hicieron brillar una perla gigante, y todos los varones quedaron inconscientes, se llevaron a dos de nuestras amigas — le respondió serio Piccolo, preparado para lo que pudiera pasar.

 

— Temíamos que pudiera ocurrir algo así, están secuestrando mujeres guerreras para su ejército, la rebelde quiere tomar el poder como sea — en eso salió una mujer vestida con una túnica celeste, rubia de ojos verdes, todas las mujeres inclinaron la cabeza, también bajo donde estaba el grupo.

— ¿Quién es usted? — preguntó Milk molesta.

— Soy la Sagrada Madre, la Reina del Pueblo Celestial; Aleta, la renegada, quiere quitarme el trono por la fuerza.

— ¿El Pueblo Celestial? — también se arrodilló ante la soberana — un placer majestad, soy Izbet, hija de Zurra.

— Así que mi querida amiga se estableció en este planeta ¿Dónde está ella? Sé que podría convencerla que nos ayude en este momento de gran necesidad.

— Murió cuando yo nací, su excelencia.

— Entiendo, lo siento mucho — se dio vuelta, y se dirigió a sus guerreras — debemos volver al planeta, no lograremos atraparlas, mejor nos prepararemos para enfrentarlas en casa.

— Espere Sagrada Madre, déjeme ir con ustedes, una de las mujeres que se llevaron es como una hija para mí, debo traerla de vuelta.

— Lo siento, sabes que nuestras leyes no permiten que puedas ir a nuestro planeta — dijo con firmeza, luego su tono se volvió más cálido — prometo que intentaremos no dañar a las mujeres secuestradas en la batalla, si tu amiga sobrevive, la devolveremos.

La soberana entró a la nave seguida de las demás, apenas la puerta se cerró, se fueron.

— Ahora que sé que pasa debo ir tras ellas para salvar a Videl — se dejó caer y golpeó el piso con furia.

— ¿Qué vas a hacer? Primero debemos buscar una nave e idear un plan — Piccolo la tomó del hombro, en un intento que se tranquilizará.

— Si quieres perder el tiempo en esas cosas alla tú — se soltó y se levantó — no necesito a nadie, yo misma la traeré de vuelta, sola.

En ese momento todos oyeron la voz de Kaio Sama.

— Izbet, deja que Piccolo te acompañe, si las rebeldes ganan el dominio del Planeta Celestial, el universo estará en peligro, la joya que ellas portan se llama La Perla de la Sirena, deja en un estado de hibernación a los varones, en ese planeta la líder de las rebeldes la encontró, y decidió usarla para tomar el control de su mundo, pero ahora está pensando luego que logre su cometido, ir a la conquista de toda la galaxia.

— ¿Quién eres? — volteo para todos lados, e inclino la cabeza para tratar de sentir de donde se escuchaba la voz, pero no logró ubicarlo — no te siento en este lugar.

— Soy Kaio Sama, dios de la Galaxia del Norte, y estoy comunicándome por telepatía con ustedes.

— Sí claro, y yo soy el conejo de pascua, seré ciega, pero no idiota.

— Pero que insolente, sabes que tu madre pertenecía a una raza de extraterrestres, así y todo, no puedes creer que haya más seres distintos en este universo.

— Será porque nunca HE VISTO nada así — dijo con ironía, por una rato quedó quieta pensando — está bien — se dirigió a Piccolo — irás conmigo grandote, pero sólo porque no quiero perder más tiempo en tonterías, mientras más pase más posibilidades hay que a Videl le pase algo malo.

— Por favor señora, no se olvide de mi mamá también — pidió Marron triste, tirando del pantalón de la mujer de negro.

 

En ese instante llegó Dende, les traía las pocas semillas del ermitaño que había logrado conseguir.

— Lo siento, pero el maestro Karin no tiene más — les pasó dos — es una lástima que hace tan poco se hayan usado las esferas del Dragón, ahora nos ayudarían mucho.

— No te preocupes — le dijo el guerrero.

Izbet apretó una parte del bastón y se quedó quieta.

— Yo tengo una nave que puede llevarlos, tendríamos que ver cómo conseguir las coordenadas... — empezó a decir Bulma.

— No es necesario — dijo la ciega — pronto llegará la nave de mi madre, las coordenadas están en su memoria, iremos sin problemas al Planeta Sagrado por Videl.

Tal como dijo, un rato después una nave aterrizó al frente del grupo.

— Por favor traigan a mi mami — suplicó de nuevo llorando la pequeña niña rubia en los brazos de Milk.

La ciega no le dijo nada, solo subió a la nave, el namek le tomó la cabeza a Marron, y entró también, cuando se cerró la puerta la mujer se puso frente al panel, y empezó a teclear varios comandos, cuando termino se sintió un pequeño remezón, y partieron en su viaje.

— Demoraremos 5 días en llegar — es lo único que explicó mientras seguía frente al mismo lugar.

— ¿Qué me puedes decir de tu pueblo? — preguntó Piccolo.

— No son mi pueblo, nunca he estado en ese lugar, yo nací en la Tierra — se dio vuelta, tocó una parte de una pared, al lado se formó una puerta por donde ella desapareció.

En ese momento Kaio Sama se comunicó telepáticamente con el guerrero de piel verde.

— El Pueblo Celestial, cree en la perfección, por eso no tienen ningún tipo de contacto con las otras razas, es lo único que puedo decirte. Por favor, trata de llevarte bien con ella, presiento que será importante para salvar a sus amigas, y para detener a Aleta.

— Gracias por la información, intentaré no ahorcarla durante el viaje — sonrió de lado.

— Te deseo mucha suerte, veo que la necesitarán.

Al rato se abrió nuevamente la puerta, y apareció Izbet con un pantalón corto y una camiseta sin cuello y sin mangas, apretó un par de sectores de una de las paredes donde no se veía nada, y aparecieron dos camas.

— ¿Dónde quieres dormir? — le preguntó seria.

— Me quedaré aquí — se acomodó en posición de meditación.

Izbet hizo desaparecer una cama, se acostó en la otra, se dio vuelta y se quedó quieta, Piccolo pensó para sí, será un largo viaje. Al otro día despertó con el ruido de la mujer que estaba preparando el desayuno, cuando termino en la cocina, apretó un sector del mesón, y del piso salieron una mesa, y dos sillas, colocó todo sin problemas.

— Ya grandote, sé que estas despierto, escuche que te movías, es mejor que comamos ahora que está todo caliente.

— Me llamo Piccolo, no grandote — le dijo levantándose.

— Da igual, quería que luego del desayuno, me enseñaras a volar, y concentrar el ki para atacar... Videl me contó de eso y me prometió que me entrenaría, pero no alcanzo, sentí que usabas esas técnicas en el combate contra las renegadas.

— ¿Por qué debería hacerlo? Si mal no recuerdo me dijiste "que no necesitas ayuda de nadie".

 

Por un momento la ciega quedó silenciosa pensando, hasta que se arrodilló frente a él con la cabeza baja y los puños apretados, su rostro estaba rojo.

— Por... favor... — le costó a la mujer que le salieran las palabras — ¿Puedes enseñarme?

— Esta bien — no era la intención de Piccolo que se sintiera así, pero de verdad le molestaba la forma tan soberbia de ser que mostraba ella — lo haré, pero levántate.

— Gra... gracias... — se sentó para tratar de calmarse — come ahora que todo está recién preparado.

— Huele bien— se acomodó en la silla a su lado — pero yo no como, sólo tomo agua.

— Que extraño... — meditó un rato mientras probaba pan tostado con mantequilla — ahora que lo pienso, si la Perla de la Sirena deja inconsciente a todos los varones ¿Por qué a ti no te afectó? ¿O eres una mujer con un fuerte resfriado? — preguntó bromeando.

— No soy humano, soy del planeta Namek, allí no existen las mujeres.

— ¿Y cómo se reproducen? — le consultó luego que asimilo esa respuesta.

— Nuestro líder es el Gran Patriarca, es el padre de todos, nacemos de un huevo que expulsa de la boca, aunque yo nací en la tierra.

La mujer quedó en silencio y quieta, sin comer ni moverse para nada.

— Verdaderamente me dejaste sin saber que decir... y eso es difícil. Te molesta si hablamos un poco mientras como, me ayuda a digerir rápido la comida... que tal es Gohan, Videl me contó que habías sido su maestro — él le contó resumidamente su historia, y como conoció a su alumno — así que eres el hijo del Rey de los Demonios. Interesante. Ya pasó la hora tierna, recogeré todo y me prepararé para entrenar.

Cuando empezó a ordenar la mesa, uno de los hombros de la camiseta se le soltó y dejó parte de su seno al aire, Piccolo no supo si decirle o arreglarle la ropa, acercó con mucho cuidado dos dedos para subirla, pero luego se arrepintió, hizo dos o tres nuevos intentos de acomodarla, al final se levantó de la mesa, sintió vergüenza que si ella se daba cuenta que le arreglaba la ropa lo trataría como si fuera un pervertido, ya cuando estaba transpirado de nervios, decidió que lo mejor era avisarle.

— Cof... cof... es mejor que te arregles la ropa, se te soltó del hombro y se te ve... algo que no deberías mostrar — dijo todo avergonzado mirando al piso.

— Jajaja vaya hombre... tal como sentí eres todo un caballero, pocas veces me equivoco en eso. Acostúmbrate, si vas a combatir con mujeres debes dejar de complicarte por cosas así... o que pasará si por casualidad al atrapar a alguna de las rebeldes por la espalda, tu mano le roza un seno, la soltarás y le dará la oportunidad de destruirte. Se frío.

La mujer se le acercó hasta que él tragó saliva con su cara totalmente morada, solo en ese momento ella se acomodó la ropa, contenta de haberse cobrado el tener que haberle rogado que la entrenará, se fue a la pieza de la noche anterior, cuando salió estaba vestida con un traje completo oscuro, que tenía un cierre al frente.

Esa jornada entrenaron duro, la mujer aprendió muy rápido, ella estaba segura que haber practicado toda su vida artes marciales le ayudó mucho. Al terminar el día ya lograba sentir el ki, hacer pequeñas esferas de energía, y mantenerse en el aire, pero siempre chocaba con algo y caía al suelo.

 

— Te vi moverte sin problemas en la Tierra, y acá chocas con todo — le dijo Piccolo al verla golpear una pared por enésima vez.

— El bastón me manda señales sonoras, así logró escuchar si hay algo delante de mí, pero en el aire esa onda no se transporta bien, y por eso no puedo calcular las distancias.

— Usa tus otros sentidos, dependes mucho de tu oído para todo.

El namek sonrió maligno y le tiró a la mujer una pequeña bola de energía que la hizo perder la concentración y el equilibrio, cayendo de nuevo al piso.

— A descansar, has progresado bastante para ser tu primer día de entrenamiento — ella al escucharlo no lo demostró, pero por dentro estaba muy orgullosa de sí misma.

Mientras el guerrero se acomodó para pasar la noche igual que la anterior, recordó que ella era mitad extraterrestre, por eso debe ser que pudo aprender tan pronto pensó, aunque pocas de las mujeres aladas tenían un ki grande, al menos no me aburriré estos días como creí, rió recordando cuando la tiro al piso, así se cobró el que lo haya acorralado en la mañana, con la camiseta suelta.

Ya al cuarto día de su viaje, en el desayuno, en vez que fuera Izbet quien le preguntara por él y sus amigos, el namek fue quien se le adelantó.

— Porque eres tan altiva, y soberbia con todos — la quedó mirando fijamente.

— Sé que todos me ven como una inútil, es solo una ciega sé que piensan, no ven nada más que eso en mí, cuando quede huérfana, todos me juzgaban sin conocerme, no sabían que podía andar en trineo hasta el pueblo casi sin chocar con los árboles, muchas veces podía saber cuándo alguien me tiraba algo y esquivarlo, hacía varias cosas sin ayuda de nadie, pero no, yo era a quien debían cuidar, y que no caminará sola porque la pobrecita se iba a caer, como si los que ven no se cayeran nunca, por eso me volví lo más fuerte e independiente que pude, con el tiempo me di cuenta que no sólo debía serlo físicamente, con la persona que me crió creamos el Conglomerado Heaven, y me volví una empresaria exitosa y temida... además... todos a quienes he querido han muerto, sólo me tengo a mí misma. No tengo familia. La madre de Videl era distinta, ella nunca me juzgo, fue mi primera y gran amiga, por eso DEBO salvar a mi niña, cuando su madre murió le jure protegerla, no dejaré que nada malo le pase, si tengo que morir para rescatarla lo haré.

El hombre verde meditó un buen rato mientras ella seguía comiendo.

— Es difícil perder a tus seres queridos, si no amas a nadie, no hay dolor ni miedo a perderlos, pero tampoco cariño en tu vida — recordó cuando conoció a Gohan y lo que vivió con él, interiormente reconoció que su alumno había cambiar mucho su forma de ver las cosas y a las personas. Ambos mantuvieron silencio pensando.

— Ya falta un día para llegar — la mujer prefirió no seguir contándole de su vida, eso la hacía sentirse vulnerable, por eso no entendía porque le dijo esas cosas — no sé si nos dejarán quedarnos, allá son muy orgullosos de su raza, y sé que no querrán que una mestiza ciega como yo llegue a romper su perfección — suspiró con resignación — apenas bajemos, quédate al lado mío, y por favor no digas nada, pase lo que pase.

— No por ser todos iguales quiere decir que son perfectos.

 

En su interior Izbet sintió que podía confiar en el guerrero, por eso tal vez le dijo todo eso, ni siquiera Videl sabía alguna de esas cosas, pero no quería confiar en nadie más que en ella para ayudar a su ahijada, no había podido olvidar que, en el pasado, por dejar las cosas en manos de otros perdió al ser más importante de su vida.

 

Al llegar al planeta del Pueblo Celestial, bajaron al lado del Palacio, las guerreras los estaban esperando cuando salieron de la nave, rodeándolos, la ciega usó su bastón, a su lado iba el guerrero.

— Soy Izbet Supay — dijo cuándo se detuvo al final de la rampa — hija de Zurra, exijo se me permita reunirme con la Sagrada Madre — gritó como presentación.

— No tienes permitido verla — dijo la que hacía de jefe de la guardia del castillo.

— Ni aunque quisiera, no podré VERLA nunca — respondió con ironía, riendo frente a ella.

— Quiero decir que no puedes ir a su presencia, no eres perfecta — contestó sonrojada de vergüenza la jovencita.

— Si no me llevas, dejaré tu perfecto rostro como rompecabezas — su voz era suave pero su expresión demostraba todo lo contrario, Piccolo sonrió al escucharla.

Por suerte para la guerrera con alas, la Sagrada Madre apareció en una de las ventanas.

— General, quiero que traiga a esas personas a mi presencia — volvió a entrar al palacio.

— Síganme — la joven enfiló a la escalera principal, seis mujeres soldadas los rodearon para escoltarlos, todas tenían unos curiosos anillos con los que apuntaban a la pareja de terrestres.

— Piccolo — la ciega lo tomó muy fuerte del brazo — por favor, puedes guiarme, por los pasos de quien va adelante noto que hay muchos escalones — tocó un botón y su bastón se replegó hasta que pudo meterlo en su bolsillo.

El lugar era enorme, subían y subían escaleras, las bóvedas eran altas, el sonido de los pasos retumbaba fuerte, todo el lugar tenía colores blancos y dorados, luego de al menos 15 minutos, por fin llegaron a la sala del Trono, la Reina estaba en el sillón más grande de los dos que habían.

La ciega hizo una reverencia y se arrodilló con la cabeza mirando al piso, el guerrero solo hizo la concesión de bajar la vista un poco.

— Sagrada Madre, quisiera se nos permita quedarnos para ayudarla con la rebelión, y poder rescatar a nuestras amigas. Podemos ser de utilidad.

— Sé que toda ayuda es poca en este momento, pero serías solo un estorbo.

— Excelentísima señora, puedo ser como cualquiera de sus otras súbditas, y él es un excelente guerrero y estratega.

— No puedes ver, eso te pone en muy mal pie para luchar.

— Si usted lo permite, quiero combatir con la mejor de sus soldados, sé que puedo derrotarla, así verá que no le miento.

— Está bien, hija mía — suspiró resignada — debo demostrarte tu error.

Piccolo se adelantó un paso para hablar, las mujeres de la guardia lo volvieron a apuntaron con los anillos, y se prepararon a disparar pensando que trataría de dañar a su soberana, en ese momento Izbet se les adelantó y lo tomó del brazo.

— No digas nada, por favor, sé lo que hago.

Él estaba molesto que nadie le hubiera dirigido la palabra, ni lo hayan tenido en cuenta, creyó entender que, así como a Izbet, a él también lo consideraban un ser imperfecto por eso lo trataban así, que estúpidos pensó, solo por ser distinto a ellas creen que soy inferior.

 

— Esta bien, pero espero que de verdad sepas que haces, sino tendré que arreglarlo a mi modo — sonrió agresivo hacia todas, aburrido que lo menospreciaban.

— Gracias — volvió a su posición en el piso, de rodillas.

— Preparen la arena de entrenamiento — ordenó la líder del lugar cuando vio que el hombre volvió a su posición.

 

Fueron a un lugar lejos del palacio montados en unos seres parecidos a los caballos, pero con una crin dorada, Piccolo prefirió ir caminando al lado de Izbet que iba montada en uno de esos animales.

— Estoy seguro que podrás derrotar a quien te designen, solo me preocupa si usan los rayos de esos anillos, no los veras y pueden dejarte a muy mal traer.

— Debo lograrlo, aunque usen esas armas, no quiero que quedemos entre las rebeldes y las fuerzas reales, todo sería mucho más difícil, y como te dije el tiempo apremia para salvar a mi niña.

Cuando llegaron al lugar, era tan grande como un estadio de fútbol americano, en un costado había un palco donde se acomodó la Sagrada Madre, que designó a la General de su ejército para la lucha, la que recibió a los terrestres.

— Prepárense para empezar la lucha — ordenó la soberana del planeta.

Mientras Izbet se preparaba y calentaba los músculos le pidió a Piccolo que le describiera el lugar lo más detalladamente posible, altura, ancho, forma, para hacerse una idea de cómo era.

— Tu contendiente no tiene un ki muy grande, sé que puedes ganarle.

— Lo que más me preocupa es que llevó poco tiempo que aprendí a sentir la energía vital, además cuando peleo en la Tierra, tengo tiempo de aprender las ubicaciones de las cosas, así es más fácil moverme.

— Ellas dependen de sus alas para volar, tú puedes hacerlo sin ese problema, solo debes cuidarte de esos anillos que seguro disparan rayos.

Él se quedó en un costado mirando, sintió como la Sagrada Madre bajo de su lugar y se le acerco, se detuvo a su lado, el namek vio que estaba custodiado por la guardia real, estaba seguro que si hacía cualquier movimiento que considerarán peligros le dispararían, como si eso me preocupará pensó molesto.

— Ella tiene mucho espíritu, pero no puede ganar, no sin vista — la voz de la soberana se volvió muy dulce — es tan porfiada como su madre, por favor cuando pierda llévatela, no quiero que le pase nada malo ¿Lo entiendes?

— Es usted quien debe entender que a pesar de ser ciega, ella es igual o mejor que cualquiera de sus guerreras, solo espere un poco y lo verá.

— Le tienes mucha confianza, ¿no? — le replicó la gobernante.

— Yo la entrene — luego se quedaron ambos en el mismo lugar mirando el comienzo de la lucha.

El namek no apartó la mirada de la arena, se concentró en la pelea y analizó si Izbet podría ganar o no, cuando la del mechón blanco lograba eludir un golpe o patada era por milímetros, él sentía que lo hacía para burlarse de su contrincante, por eso sonrió de lado para que las mujeres con alas que lo custodiaban entendieran que su compañera no tenía ninguna oportunidad de salir victoriosa.

 

La joven que enfrentaba a Izbet iba cansándose y se desesperaba al no poder derrotar a una ciega, un ser tan inferior según ella, sentía la mirada de sus amigas reprochándole que no podía acabar con su oponente, así que decidió usar su anillo.

— Dame tu arma — grito la reina al verla ponerse en posición para disparar.

— Pero señora, no son seres perfectos, nuestras leyes no aplican para ellos — empezó a reclamar la mujer.

— Su madre era una de nosotros, la pelea debe ser justa, sin armas, o le doy una a Izbet y le enseño como usarla.

La General a regañadientes se quitó la joya y la tiró lejos. Al final se desesperó como quería la del mechón blanco, y cometió un gran error, se elevó, pensando atacarla por arriba, ya que su contrincante no tenía alas, ese era el momento que la terrestre esperaba, subió y de una patada le quebró un ala, terminando el combate en el acto.

La ganadora se acercó a la Sagrada Madre y se hincó frente a ella.

— Ve que podemos ser de utilidad su majestad, ambos somos buenos luchadores.

— Tal como quedamos puedes quedarte, pero él no, debe irse lo antes posible.

— ¿Por no ser perfecto? — preguntó Piccolo con ironía, sin poder seguirse manteniendo callado.

— Porque no pertenece a nuestra raza — la gobernante se dirigió a ella al hablar — al menos tu eres mestiza.

— Pero las rebeldes combatirán usando mujeres de otras razas — se levantó, pero siguió con la cabeza gacha, en muestra de respeto.

—No porque ellas lo hagan, nosotros debemos imitarlas, sino perderemos nuestra perfección — argumentó la reina.

Entonces Izbet pensó que hacer, si él se iba perdería su único apoyo en ese lugar, debía hacer algo, y rápido, levantó la vista, se acercó directamente al guerrero, lo tomó firme de los brazos, cosa que le extrañó al namek, quien no se esperaba el apasionado beso que recibió, ni siquiera reaccionó quitándose, fue tanto su asombro que se quedó como estatua.

— Sagrada Madre — al terminar se tomó del brazo del hombre de piel verde lo más melosa que pudo — es mi esposo, por lo tanto, también pertenece a nuestro pueblo.

— Bueno querida — dijo riendo la líder del lugar — en esto eres igual a tu madre, tienes unos gustos muy exóticos.

La soberana recordó a Zurra, era una rubia de ojos morados muy bella, en verdad nunca entendió porque se enamoró de un ser imperfecto cuando había tantos pretendientes de su propia raza queriendo desposarla, al ver a su hija no pudo evitar acordarse de su amiga, son igual de testarudas, pensó, por ahora le haré cree que me engaño con esta escena, ella puede ser una buena actriz, pero él, su cara me lo dijo todo, pensó.

— Es tarde, mañana temprano quiero conversar con ustedes, debo meditar todo. Guardia, llévelos a una habitación — se encaminaron en los caballos al palacio, allí la soberana se fue al dormitorio real para tomar una decisión, en la cama estaba su consorte, igual que los humanos de la Tierra, inconsciente.

 

A Piccolo e Izbet los escoltaron a sus aposentos por esa noche, mientras la pareja seguía a la escolta, éste miraba con cara de asesino a su "esposa", ella iba como si no hubiera pasada nada del otro mundo, total no veía nada, pero sentía la mano del hombre que la tenía tomada muy fuerte, al dejarlos solos en el cuarto, el guerrero quedó en la puerta quieto, pensando en cómo asesinarla, o al menos hacerle pagar la afrenta recibida recién.

 

Izbet sacó su bastón y encontró el baño, entró, se aseo y se puso uno de los vestidos de los que usaban las guerreras que encontró en el lugar, llegó a la cama, se sentía cansada luego de la lucha.

— Grandote ¿Qué lado prefieres? Yo quisiera pared, así no me caeré si me doy vuelta, cariño.

— Pero qué diablos hiciste — por fin logró articular palabras, su tono era tan frío que a cualquiera se le hubiera helado la sangre, pero no a la mujer que estaba con él.

— Habla bajo, no quiero que nos oigan, descubrirán...

— ¿Qué es eso que somos esposos? — la interrumpió — me besaste, maldita sea.

— Si no lo hubiera hecho, no podría convencer a la Sagrada Madre que somos un matrimonio — dijo lo más calmada que pudo — eres el único aliado que tengo, no dejaré que te vayas del planeta — suspiró agotada — vamos a dormir, si te ven fuera de la cama sospecharán — golpeó suavemente a su lado — acuérdate de lo que dijo ese kaio no sé cuánto, debemos detener a Aleta.

— Es Kaio Sama... tienes razón, hay que lograr el apoyo de las fuerzas reales, pero nunca más hagas algo así o juro que te mataré — le advirtió furioso.

— ¿Y por qué tan enojado? Yo fui la que salió perdiendo, no besas bien — se acomodó de cara a la pared.

Piccolo quedó helado por la respuesta que no se esperaba, luego sacudió lentamente la cabeza y muy a su pesar sonrió. Se acostó al lado de ella, mirando al techo.

— Bueno amorcito, hasta mañana, que descanses bien — le lanzó un beso, y se quedó quieta inmediatamente.

— Que facilidad para dormir — dijo en un susurro el namek, luego cerró los ojos para descansar también.

Pero la verdad es que no estaba dormida, sólo estaba pensando, en la madrugada Piccolo sintió unos sollozos que ella trataba de ocultar.

— ¿Qué te pasa, por qué lloras? — al no tener respuesta la tomó del hombro e hizo que se girará, ella se acurrucó en el pecho de él y le tomó la ropa con mucha fuerza.

— No lloró, nunca en mi vida he llorado, ni cuando murió papá, él me dijo que debía ser fuerte, y lo he sido siempre — en ese momento se derrumbó, su cuerpo se estremeció con su llanto, ya no le importaba que la viera así de vulnerable. Al rato logró calmarse, mientras el guerrero todavía la tenía abrazada.

— Lo siento mucho, nunca me había pasado algo así — se excusó avergonzada.

— ¿Tienes miedo? — pero no creía que fuera por allá la respuesta.

— En realidad no a morir, sino a fallarle a Videl, a esa pequeña niña que quedó en la tierra que espera que su madre vuelva con ella, a Gohan, a Satán... a mi amiga a quien le jure cuidar a su hija, por primera vez en muchos años no tengo el control de nada de lo que pasa a mi alrededor, eso me pone muy insegura, si no fuera por lo que me enseñaste, no habría podido ganar la posibilidad de quedarnos.

— No debes angustiarte, también estoy aquí, confía en mí — le dijo para darle ánimos.

— Hace tanto que no confió en nadie — guardó silencio un momento — mi papá enfermó, estaba muy grave, apenas respiraba, un vecino se ofreció a ir a buscar un médico, era invierno, y vivíamos en el campo lejos de la ciudad, hace días que había una tormenta muy fuerte, no teníamos como comunicarnos y pedir una ambulancia, pasaban las horas y nadie llegaba, el hombre que fue volvió diciendo que no había podido llegar a la ciudad, entonces yo salí a buscar ayuda.

 

— Si tú vas morirás, no tienes idea a donde hay que ir, eres ciega, entiende — le grito el hombre casi congelado, tomándola de los hombros, para hacerla comprender que si salía era a una muerte segura.

Ella lo agarró de la camisa.

— Si usted venía por este lado — apuntó — y su camisa está llena de nieve por delante, quiere decir que si me llega en la espalda ese es el camino — se soltó y salió corriendo — volveré con ayuda papá.

— Mi padre me suplicó que volviera, pero no le hice caso, camine por horas, ya exhausta me encontró un radio patrulla, que aviso que se necesitaba atención médica para una persona, pero cuando volvimos nada pudo hacerse, era muy tarde, él murió en mis brazos, me pidió que no fuera débil, que debía ser la más fuerte de todas. Si en vez de confiar en alguien más hubiera ido yo desde el principio, papá todavía estaría vivo.

— ¿Qué edad tenías? — preguntó suave.

— Seis años.

— Eras una niña, no tienes por qué sentirte responsable por su muerte, además ya no puedes hacer nada por el pasado, trata de descansar, esperemos que nos dejen quedarnos, si no necesitaremos todas nuestras fuerzas.

De a poco en los brazos de Piccolo Izbet logró dormir tranquila. Por fin él logró entender porque era así su forma de ser, había construido una barrera para tener todo bajo su control, recordó lo que le contó en el desayuno en el viaje hacia ese lugar.

"A ella también la juzgaron sin conocerla, me hace acordar a mí, los humanos solo me ven y huyen asustados, ni siquiera alcanzó a decir nada". Solucion de crucigramas

El hombre verde le acarició el cabello, y dormitó un rato también, pensando un posible plan si los dejaban quedarse. 

 

Al otro día, la Sagrada Madre los llamó a primera hora a su presencia.

— Buenos días Sagrada Madre — la pareja hizo una reverencia, luego la ciega se arrodilló esperando la decisión de la soberana.

— Buenos días, no es necesario que te hinques, pueden levantar las caras — cuando ambos la observaban fijamente — he pensado mucho sobre ustedes, se les permitirá quedarse a ambos.

— Muchas gracias su excelencia — dijo la mujer.

— Sagrada Madre ¿Saben cómo despertar a los hombres dormidos por la perla? — preguntó Piccolo.

— Debe destruirse el objeto mágico, es la única forma para que el hechizo se rompa, pero las renegadas la tienen muy bien custodiada, nadie puede acercarse — explicó la líder.

— Izbet y yo iremos al cuartel de las renegadas a destruirla, así no será necesario luchar, y las vidas de quienes están secuestradas no correrán peligro — el namek propuso el plan que ideó en la noche.

— ¿Crees que podrán, esposo de Izbet?

— Me llamó Piccolo — trató de no gritar, que manía de esas mujeres de ponerle sobrenombres pensó, ya calmado — sí Sagrada Madre, podemos hacerlo.

— No es mucha la información de la que disponemos, sabemos que la base rebelde está en unas cuevas en un acantilado al lado norte del planeta, no tenemos idea que armamento tienen, el número de ellas, o como son las instalaciones, a la noche los escoltaran hasta allí ¿Qué armas quieren llevar?

 

— Ninguna — respondió Izbet.

— Pero ellas tienen al menos láser — entonces Piccolo lanzó un rayo de energía de su dedo que dejó una marca en el piso.

— Ya veo, guardias, llévenlos a sus aposentos para que duerman y coman algo antes de irse — puso una sonrisa extraña cuando siguió hablando — ¿Quieren que les dé una habitación con dos camas? Sé que son una pareja que se ama mucho, solo lo ofrezco para que descansan mejor.

— No gracias, desde que nos casamos siempre dormimos juntos — respondió Izbet roja, ya que entendió que la Reina se dio cuenta de su mentira.

Piccolo también estaba sonrojado, al final el show que montó la ciega no sirvió de nada, pero al menos la soberana no los expulsó y aceptó su ayuda, a pesar del engañó.

 

En la noche los llevaron lo más cerca posible del acantilado.

— Bien — dijo la guardia que los llevó en una nave a su misión — de aquí en adelante están solos.

Antes de bajar Piccolo se quitó la capa y el turbante, que dejó ver sus antenas, la mujer del pueblo celestial miró, movió la cabeza y se fue, él ayudó a Izbet en los primeros tramos, ella de nuevo llevaba puesto su traje oscuro.

— Ahora deberás confiar en mí, siente mi ki, y sígueme, debemos hablar lo menos posible, sé que te costara, pero al menos inténtalo — rió suave para relajar la tensión que sentía en ella.

— No es necesario que lo digas — respondió totalmente seria, todo atisbo de ironía o humor había desaparecido de su expresión hacía rato.

Se internaron por una entrada al parecer abandonada, siguieron pasando por muchas habitaciones vacías, donde pasaban sin ningún problema. Hasta ese momento no habían visto a nadie, esto es muy fácil pensó nervioso Piccolo.

— ¿Sientes a Videl y N°18? — susurró la mujer ciega.

— Sí, están muy cerca.

— Aprovechemos y liberémoslas, así ellas nos ayudarán.

Al ver que el guerrero guardaba silencio, ella se le afirmó del brazo y le rogó en el oído.

— Por favor... por fis.

— Está bien, sígueme y estate atenta, todo esto es muy fácil.

Llegaron a un salón inmenso en penumbras, donde había cápsulas con mujeres adentro, todas al parecer dormidas, de repente se prendió la luz, Videl y N°18 estaban al lado de Aleta, la líder de las rebeldes, en una especie de balcón.

— Veo que la información que me dieron fue correcta — rió con suficiencia la mujer de la corona.

— Debí suponerlo — habló Piccolo mostrando los dientes de rabia — si hay un enemigo adelante, siempre habrá un traidor.

— Sagrada Madre debe estar muy desesperada, cuando manda a dos seres inferiores como ustedes para luchar en nuestra guerra.

— Si eres tan perfecta, ven a pelear conmigo, veremos quién es el ser inferior — le retó la ciega.

— Se me ocurre una idea mejor — dijo la dueña de la perla, luego de unos segundos con una sonrisa malévola — tú — apuntó a Videl — mátala, y tú — a N°18 — destrúyelo.

 

Apenas recibieron sus órdenes las dos terrestres comenzaron a cumplir con su misión, mientras Aleta reía burlonamente.

— Piccolo ayúdame, no puedo golpearla, es mi niña — solo se había protegido de los ataques de la jovencita.

— Maldición, trata de dejarla inconsciente.

— No puedo dañarla — respondió angustiada.

— Debes detenerla, con un demonio — grito al momento de recibir una patada de la androide en la cara.

El guerrero ya estaba suficientemente ocupado tratando de contener a N°18. Videl siguió atacando a su madrina, desesperándola, ya que no quería herirla.

— Mi niña, detente, no quiero hacerte daño — rogó.

— Te mataré, las tropas de Aleta somos las mejores.

— Ayúdame para poder salvar a Gohan ¿Te acuerdas de él?

— No conozco a nadie llamado así.

Cuando Videl iba a golpearla nuevamente en el rostro, Izbet generó un escudo oscuro frente a ella, sus ojos se volvieron totalmente negros, y en su espalda aparecieron alas, pero negras como las de un cuervo, lanzó una ráfaga oscura de ki que tiró a todos al suelo, empezó a levitar, extendió su mano, las esmeraldas de Videl, N° 18, y de todas las mujeres presentes se desprendieron de su frente y explotaron en el aire, desapareciendo. Ahora todas ellas miraban asustadas ya que no recordaban como llegaron allí y lo que hicieron mientras estuvieron bajo el control de la rebelde, la mujer de negro siguió avanzando lentamente, de pronto la joya que buscaban apareció volando hacia ella, envuelta en una onda de oscuridad.

— No debió despertar esto nunca, ya nadie podrá pararlo — con ese grito la perla de la sirena se hizo mil pedazos.

Piccolo se dio cuenta que la piel de Izbet se empezó a abrir en algunas partes, sangrando, incluso de sus ojos caían lágrimas rojas que dejaban marcado su pasó por su rostro, formando un tétrico maquillaje, su ki empezó a consumirse muy rápidamente.

— Detente, esto te está matando — él trató de acercarse a ella, pero una ola de energía que expulsó el cuerpo de la mujer lo repelió.

Por un momento los ojos de la ciega se volvieron blancos, trataba de calmarse, pero no podía controlar los poderes que se activaron en ella al desbordarse sus sentimientos.

— No puedo evitarlo — dijo con tristeza — no sé cómo parar esto — sus ojos volvieron a ponerse oscuros, parecía que su ki quería reventar, todo empezó a temblar, las mujeres corrían buscando como salir de las cuevas, y salvarse de las rocas que les caían del techo. Videl había recobrado la conciencia, y se dio cuenta de que estaba pasando, logro ponerse frente a su madrina.

— Por favor, Iz, detente — le rogó mientras Piccolo y N°18 se reunían con la joven de los ojos azules.

— Váyanse, no puedo detenerlo por más tiempo — gritó, luego ya no pareció darse cuenta de nada.

— No nos iremos sin ti, para esto — la ahijada y Piccolo lograron acercarse a ella y la tomaron de las manos.

Durante unos minutos que parecieron horas, Izbet sintió a los dos seres pero no podía hablar, en su interior trato de detener esa fuerza que quería explotar, recordó a Videl de niña, cuando prometió cuidarla, como empezó a enseñarle artes marciales, luego cuando Piccolo la trato de ayudar al caer, el entrenamiento en la nave, cuando lloró en sus brazos, y el beso que le dio, no quería que ninguno de los dos muriera, por fin fue diluyendo poco a poco la oscuridad de su cuerpo, sus alas fueron desapareciendo, cuando sus ojos volvieron a ser blancos, cayó desmayada. Videl se agachó al lado de su madrina.

 

— Está muy débil, ha perdido mucha sangre, casi no siento su pulso — dijo asustada la muchacha.

Piccolo le dio una semilla del ermitaño, sus heridas curaron inmediatamente.

— Izbet, por fin estas bien.

— ¿Qué pasó? ¿Ya estás libre del encanto de la esmeralda?

— Tu nos liberaste a todas.

— Yo... — no recordaba nada — no importa ayudanos a buscar la perla.

— La destruiste.

— ¿Cuándo?

— Debemos salir, el techo se hundirá en cualquier momento — gritó 18.

— Debemos salvar a la demás — apremió Videl.

— No hay tiempo, salgamos — le replicó la androide.

En ese momento apareció Goku, quien, con su teletransportación, y guiado por el ki de sus amigos los encontró, venía con Gohan, Goten, Vegeta, Krillin, Trunks... y Mr. Satán, entre ellos sacaron a todas sin problemas. Afuera estaban las tropas imperiales que arrestaron a las líderes del movimiento, y custodiaron a las secuestradas, llevando a todos al palacio.

 

De vuelta en el castillo, por fin conocieron al consorte real, un gentil hombre que les agradeció a todos su ayuda. Mientras Izbet estaba en una entrevista a solas con la monarca.

— Gracias a ti y tus amigos la situación resultó bien para todas, las mujeres de los otros mundos serán devueltas sanas y salvas, no te preocupes, nos encargaremos. Si quieres puedes quedarte con nosotros, eso si tu esposo quiere darte permiso — terminó riendo.

— Sagrada Madre, no es necesario seguir la mentira, usted sabe que él y yo no estamos casados — agachó la cabeza avergonzada.

— Me di cuenta desde el primer momento, no se llega a mi edad sin aprender un par de cosas, ahora me enseñaste a no debo menospreciar a los seres que consideraba inferiores ¿Quieres quedarte?

— No, muchas gracias, mi vida está en la Tierra.

— Bueno hija mía, lleva nuestra gratitud eterna.

Goku se ofreció para llevarlos a todos de vuelta.

— Te lo agradezco, pero no quiero dejar mi nave acá, nos veremos allá, si no alcanzo a llegar que Bulma tome mi lugar.

Cuando el resto se acomodaba para teletransportarse de vuelta, se produjo otra deserción.

— No te dejare ir sola, me voy contigo — avisó la novia.

— Espera cariño, estas segura — le preguntó el novio.

— Gohan, son solo cinco días, nos veremos cuando vuelva.

El mitad sayayin y el padrino de la boda intercambiaron miradas.

— Nosotros las acompañaremos, verdad Sr. Piccolo — el otro asintió con la cabeza.

— Por favor papá, que todo esté listo para cuando volvamos — solicitó la jovencita.

— ¿Estás segura? — preguntó el padre preocupado.

— Sí, será entretenido ver que tanto aprendió Izbet con el Sr. Piccolo en estos días.

Un momento después que los varones terrestres desaparecieron, la nave se elevó por los aires, al rato cuando todos estaban sentados a la mesa, Piccolo y Videl les contaron a los otros lo que pasó cuando los ojos de Izbet se volvieron negros y le aparecieron alas oscuras, al terminar los tres quedaron esperando una respuesta de ella.

 

— La verdad es que no sé qué pasó, sentí una gran furia y angustia porque no quería golpear a Videl, pero debía detenerla y no encontraba como hacerlo, desde ese momento no recuerdo nada — les respondió sinceramente

— Por casualidad tu padre no tenía cola de mono — consultó Gohan.

Los otros lo miraron con cara de no todo tiene que ver con los sayayins. Entonces todos escucharon la voz de Kaio Sama.

— Estuve haciendo varias averiguaciones. Tu padre era de otro universo, entró a este para buscar esclavos, era un demonio. Tuvo un accidente y quedó mal herido, si no hubiera sido por tu madre habría muerto, se enamoraron y decidieron casarse, por eso a ella la expulsaron de su planeta. Nadie sabía que tenías ese tipo de poderes, pero como no sabes encauzarlos pueden destruirte a ti y a quienes te rodean, debes aprender a controlarlos. Piccolo ¿Podrías entrenarla en el Templo Sagrado? Hablaré con Kami Sama para que pueda quedarse allá.

El resto del viaje fue muy monótono, lo único entretenido de contar fue la distribución de las camas la primera noche.

— Izbet puedes dormir en una cama, yo en otra, Gohan y el Sr. Piccolo se pueden acomodar en el suelo o no cariño — dispuso la novia.

— Prefiero que hagamos como cuando eras niña — le respondió la mujer ciega — yo dormiré contigo, tu novio en la otra, sé que al grandote le gusta acomodarse sentado en el piso o no.

— Así es, pero soy Piccolo, no grandote, recuérdalo — le rectificó por enésima vez el hombre verde.

— No es necesario que pasen esa incomodidad, yo...

Y así siguieron los tórtolos sugiriendo quien debía o no dormir en las camas, hasta que Izbet zanjó el asunto a su modo.

— Es mi nave, yo pongo las reglas, se hará como dije y se acabó.

 

Luego de la boda, Izbet preparó todo en su empresa para su año de aprendizaje.

— ¿Estarás bien? Si quieres dejó todo arreglado y te acompañó a ese lugar — le dijo su asistente.

— No te preocupes, estaré bien, es un Templo muy apartado de todo, no podrás comunicarte seguido con tu familia, tus niños están pequeños, te necesitan más que yo, además a nadie más le dejaría la administración de mis empresas.

— Bueno jefa — respondió en tono festivo la mujer.

Al final todo quedó arreglado, a la siguiente mañana Piccolo pasó a buscarla y juntos fueron al Templo Sagrado.

— Hola Izbet, un gusto conocerla, Kaio Sama nos contó todo, tenemos una habitación lista para usted — la saludó el joven dios.

— Es un placer y un gran honor conocer al dios de la Tierra, le doy infinitas gracias por aceptar que pueda entrenar en su Templo — se inclinó respetuosamente la mujer.

— No tienes que ser tan formal — dijo avergonzado el ser sagrado — dime sólo Dende.

— A mi dime Iz — le dio la mano, sonriendo.

Desde el primer día, la mujer se levantaba de noche, y se sentaba al borde a pensar, al principio no le dieron importancia, pero Piccolo se dio cuenta que además ya no tenía esa alegría ni la ironía que le había conocido.

— Estoy seguro que algo le pasa — dijo en voz baja el guerrero a Kami Sama mientras la veía quieta al borde de la plataforma — no está actuando como antes, no logra concentrarse en los entrenamientos.

 

— He notado que se distrae con facilidad, siempre está pensativa, algo le preocupa ¿Habrá dejado a alguien y eso la tiene así?

— Que yo sepa no tiene familia, fuera de Videl. Sobre amigos creo que tampoco.

— ¿Desde cuándo la nota así?

— Desde el viaje de vuelta del Planeta Celestial.

— ¿Por qué no le pregunta?

— Lo he hecho varias veces, y siempre me dice que nada, que está bien.

— Intentaré conversar con ella mañana temprano.

— No ha dormido mucho estos últimos días — dijo preocupado el namek mayor.

Al otro día, de madrugada, el joven dios la vio sentada abrazando sus rodillas, sus ojos acuosos, estaba en un sector alejado de los edificios principales.

— Hola — saludó Dende y se acomodó a su lado.

— Hola — ella miró para otro lado, no quería que se diera cuenta que estaba llorando — no quise despertarte tan temprano.

— Tranquila, en mi raza dormimos poco.

Luego de un momento de silencio.

— ¿Hechas de menos estar en tu vida normal? — le preguntó el joven.

— No, me gusta entrenar, sé que no lo he hecho bien, pero es que... lo haré mejor, lo prometo, no me obligues a irme.

— No te preocupes por eso, te he notado preocupada desde que llegaste, algo o alguien te incomoda acá.

— No, para nada.

— Disculpa que insista, pero ¿Entonces qué pasa?

Ella siguió guardando silencio hasta que con un suspiro decidió desahogarse.

— Siempre pensé que mi padre era un humano normal, hace poco descubrí que era un demonio, me contó todo sobre mi madre, pero no sobre él. Era el encargado de buscar esclavos en otros universos para su planeta ¿Estará con mamá, o en el infierno? — sollozó un poco — ahora entiendo porque mi padre me pidió que quemara sus restos, y sus cenizas mezcladas con las de mamá las esparciera cerca de la cabaña donde vivieron, creo que temía que no pudieran estar juntos en la otra vida — otra pausa — él fue muy unido conmigo, no entiendo por qué no me lo dijo.

— Debes estar tranquila — Dende la abrazó del hombro — te apuesto que tu padre debe estar en el paraíso con tu madre, se nota que fue una buena persona, por cómo eres tú, y por lo que me has contado de él, las quiso mucho, a ambas.

— Gracias, estaré bien, sólo necesito tiempo para asimilar todo, me duele que tuve que saber todo por otra persona.

Piccolo escuchó todo afirmado en una pared, con los ojos cerrados y los brazos cruzados, luego de pensar un rato se acercó, y le pidió a Kami Sama que acompañara a meditar a Izbet, que debía ir a ver a alguien y volvería a la hora de almuerzo como máximo, cuando regresó le dijo a la mujer que lo siguiera, después de un rato de volar hacia el sur, llegaron a un palacio en medio de un lago.

— Hola Uranai Baba — saludo a la bruja el guerrero.

— ¿Cómo están? Es un gusto tenerlos en mi palacio — respondió la anciana.

— Buenas tardes Uranai Baba, soy Izbet Supay — para que me trajo se preguntó.

Un hombre de piel morena, pelo café y ojos oscuros con pantalones y polera café holgadas, casi tan alto como Piccolo, con una aureola en la cabeza apareció desde el palacio, mientras más se acercaba al trío, la mujer del mechón blanco se ponía más nerviosa.

 

— ¿Cómo estás angelito? — consultó el hombre al llegar frente a la ciega.

— PAPÁ — lo abrazó emocionada — pero si estás muerto.

— Se me permitió venir a verte, necesitamos conversar.

Se fueron lo más lejos que pudieron.

— Papá, fui al Planeta de mamá, y descubrí que tengo grandes poderes, lógicamente deben ser heredados de ti... ¿Por qué no me dijiste que eras un demonio? ¿Por qué me ocultaste tu vida? — preguntó angustiada.

— Siempre temí que llegará este momento — respondió con la cabeza gacha, nervioso — hice cosas terribles en mi juventud de las que no me enorgullezco, mi única justificación es que eso era lo que se esperaba de mí, no conocía otra forma de vivir. Todo cambio cuando llegue al planeta de tu madre, nos enamoramos, pero como te dije en ese lugar no nos permitiría estar juntos, lo que no te conté fue que estuvimos en varios planetas, hasta que llegamos a la Tierra, aquí ambos podíamos pasar por personas normales, bueno, a no ser por las alas de tu madre, por eso ella no salía casi de la cabaña. La culminación de nuestra felicidad llegó cuando supimos que estabas en camino, pero cuando naciste no quiso ir a un hospital, tuvo complicaciones y murió. Siguiendo sus deseos queme su cuerpo, así nadie descubriría que no era terrestre. Como no quería contarme de mis andanzas preferí hacerte creer que yo era humano.

— Yo pensé que eras de la Tierra, por eso habían venido a establecerse aquí.

— Eso quise que creyeras, nunca te saque de tu error, perdón por eso, como tenías una gran fuerza, y habilidades para la lucha de pequeña te entrene, aunque según me contaron — mirando a Piccolo — has desarrollado poderes más grandes de los que yo tuve, no podría suponer que algo así pasaría, pero que más se puede esperar de la hija de un demonio y un ángel — dijo orgulloso — toma — le pasó algunas hojas — cuando supe que vendrías escribí todo sobre nuestra raza, sé que usas un aparato especial para leer. Espero te sirvan.

— Gracias — las guardó — ahora entiendo porque no quisiste decirme nada... no te juzgaré, yo también en mi juventud hice cosas que es mejor olvidar ¿Has visto a mamá? ¿Estás en el infierno?

— No te angusties angelito, estoy en el paraíso, al cambiar mi vida, y por el amor que les tuve, y que ustedes me tienen, pude ir con tu madre, no te preocupes por nosotros, estamos bien, más ahora que vemos que por fin ya no estás sola — ambos se abrazaron emocionados.

Ya calmados padre e hija se acercaron a Uranai Baba y Piccolo.

— Gracias por todo — dijo dirigiéndose al namek — por favor, cuídela — el guerrero de piel verde asintió con la cabeza.

— Papá, soy una mujer adulta, sé cuidarme sola.

— Para mí siempre serás mi angelito — le dio un beso en la frente.

— Supay, puedes quedarte durante un día — le recordó la bruja.

— Creo que ya no es necesario — respondió mirando a su hija — ¿O no angelito?

— Llévale mis saludos a mamá, dile que la amo — solo le tomó la mano a su padre y le sonrió para despedirse.

— Ella lo sabe, adiós angelito.

Piccolo e Izbet se despidieron de Uranai Baba, quien hizo propaganda a la del mechón blanco de sus servicios, en el camino de vuelta iban callados, hasta que casi llegaron al Templo Sagrado.

 

— Gracias — le dijo sinceramente la mujer.

— Espero que ahora puedas entrenar como corresponde, y no sigas haciéndome perder mi tiempo — respondió serio.

— Como diga honorable "Sensei" Piccolo jajajajajaja.

— ¿Cómo? — pero ella ya había aumentado su velocidad para llegar antes al Templo, iba dando volteretas en el aire, volvió a ser la misma de antes, pensó sonriendo el guerrero.

 

Luego de eso pudo Izbet concentrarse, y volvió a su carácter de siempre, lo que le trajo más de un dolor de cabeza a Piccolo.

Como a Gohan le dio un traje de pelea como el suyo, pero ella insistió en usar el propio.

— Prefiero este — le dijo mostrándole el tipo overol que siempre usaba, oscuro.

— No, el que tienes puesto es mejor, es más holgado.

— Este es elástico, se adapta bien al cuerpo, además no es de dos piezas.

— ¿Y eso qué?

— El que me distes se puede soltar.

— No digas tonterías. Deja ese otro guardado.

Supuestamente zanjado el asunto, él empezó con la meditación, una tarde cuando Dende y Mr. Popó estaban observando ella estaba muy quieta, pasaron seis horas, por fin el guerrero estaba conforme.

— Bien, por fin podemos empezar las luchas ahora que controlas...

Entonces un ronquido profundo se escuchó de la mujer. Por un segundo todos quedaron con cara de incredulidad ¡¡¡No estaba meditando sino durmiendo!!!

— Izbet — gritó sin poder contener su furia el guerrero.

— No te molestes — rió la mujer — no me dormí, solo era una broma ¿Ahora qué haremos?

Sin saber si era verdad o trataba de tomarle el pelo de nuevo, el hombre se dio vuelta y bajo a la tierra a tranquilizarse, volvió al otro día, ella estaba en el mismo lugar, pero ahora con los ojos abiertos.

— Tan temprano ya empezaste a meditar, a ver si ahora no te duermes también — dijo todavía molesto.

— Desde que te fuiste he estado haciendo mi ejercicio, pregúntale a Dende y Mr Popó, y no seis horas sino ocho. No quise molestarte, cuando luchó en mis exhibiciones siempre hago cosas así, con mi padre era igual, por eso me acostumbré a hacer mis "payasadas", pero no lo hice para burlarme de ti, lamento de verdad si te sentiste ofendido. Cuando entrenaste a Gohan era un niño y lo moldeaste a tu modo, yo soy adulta, y ya tengo mi carácter definido... es especial, lo sé... recuerda siempre que tú tienes todo mi respeto — para demostrárselo se levantó y le hizo una reverencia.

El otro sabía lo difícil que era para ella reconocer sus errores, y más que le demostrará su sumisión a cualquier persona, con ese gesto logró que el enojo del guerrero pasará totalmente.

— Por hoy descansa, mañana empezaremos a entrenar en combates.

Y así volvió el problema de la ropa.

— Estoy segura que se caerá.

— Eso no ocurrirá, ya, empecemos.

— Esta bien, sensei.

Luego de un rato la faja se soltó y el pantalón de la mujer cayó.

— Cúbrete — gritó Piccolo dándose la vuelta.

— Te dije que prefiero el mío que es entero y usa un cierre, es más cómodo para mí — como le costaba ponerse el cinturón, él se acercó y se lo acomodó.

 

— Nunca tuve estos problemas con Gohan — dijo afligido en un susurro.

Otro día que ella fue al baño no le quedo bien puesta la parte de arriba del traje de pelea, a los primeros golpes se acercó mucho a un árbol, se le enganchó en una rama, y se rompió.

— Izbet, creo que lo haces adrede — dijo el guerrero mientras ella se daba vuelta.

— ¿Acaso crees que me gusta que me veas sin ropa? No me contestes — rió de su broma, se puso seria para continuar — por eso te dije que prefiero uno entero.

— Anda a cambiarte por el que prefieres — por fin claudicó, su cara ya no podía estar más avergonzada.

Por un tiempo mientras ella estuvo aprendiendo técnicas y demás todo fue bien para el namek, pero apenas ella se sintió en confianza empezó con sus bromas de nuevo.

Una vez cuando estaba por perder una pelea con su maestro, se hizo la desmayada, cuando él se acercó para ayudarla, la mujer le sonrió.

— Caes muy fácil en mis eng... — no alcanzó a decir nada más, porque él la soltó, y se golpeó en el piso — amargado — le gritó mientras se tomaba la cabeza, adolorida.

— Mañana seguimos — se alejó riendo el guerrero.

Una mañana estaba explicándole que no debía bajar la guardia por nada en una batalla, por fin en ese momento ella logró asestarle un golpe, saltó contenta celebrando, pero el hombre de piel verde la tomó de la cintura y la tiró contra una pared.

— Debes mantener la atención, SIEMPRE, no te descuides por nada.

Ella quedó caída de una forma extraña, su respiración apenas se sentía, al ver que no se levantaba se asustó, cuando trató de ayudarla ella le tomó el brazo, se lo torció y lo puso a la espalda de su maestro.

— Nunca hay que distraerse y hay que usar todo en tu favor — le dijo orgullosa.

— Veo que aprendiste bien — el guerrero se levantó, puso su brazo extendido al frente, la mujer ciega todavía afirmada de su muñeca quedó colgando frente a él.

— Ahora empezaré a enseñarte como hacer salir tu poder oscuro.

— ¿Se parece al que tenías?

— Al que tengo — rectificó serio.

— Si tú lo dices.

Esa tarde por fin, en forma consciente logró hacer salir su poder, pero al conseguirlo aparecieron sus alas negras, esa noche los dos namek comentaban eso.

— No sé porque pasa eso cuando hace aparecer su fuerza, debe ser algo por la mezcla de sangres que tiene.

— Puede ser Sr. Piccolo, es que nunca se dio un caso así, sus padres son de universos distintos, todo con ella es un misterio.

 

Ya al año, Izbet debió dejar el Templo, pero antes quería dejarles y llevarse un recuerdo.

— No me gustan esas cosas — reclamó por enésima vez el guerrero.

— Vamos, les dejare una copia y la otra será solo para mí.

— ¿Y cómo lo verás?

— Lo hago pasar a relieve, por fis.

A regañadientes se puso para la fotografía.

— De verdad la he pasado muy bien con ustedes, los echaré de menos — dijo la mujer al despedirse de los tres.

— Puedes venir cuando quieras — la invitó Kami Sama.

— Si quieres podríamos entrenar de vez en cuando, necesito un compañero que luche de forma impredecible, así no bajaré mi nivel — replicó el namek terrestre.

 

— Me encantaría seguir viniendo, así también puedo seguir practicando su idioma, Dende, y me puedes seguir contando de tu gente, me interesa mucho tu raza, nos vemos... el próximo sábado entonces.

 

Un tiempo después Bulma fue a visitar a Videl por una idea que tuvo.

— Hola ¿Para que querías verme?

— Escuche que pronto sería el cumpleaños de Izbet ¿Podrías decirme la fecha exacta? Quiero prepararle algo especial.

— No lo hagas, ella odia esa fecha, nunca la celebra.

— Que tontería, a todos les gusta una buena celebración, más si es sorpresa.

— Nunca nos permitió que se lo celebráramos.

— Haré algo que estoy segura le encantará, dime.

— Esta bien, es en 10 días, el 12 de junio — pensó que ahora que tenía tantos amigos y se había vuelta mucho más sociable, tal vez no le molestaría.

 

El día indicado, la dueña de la Corporación Capsula citó a la cumpleañera para mostrarle un lugar por algo de su alianza, fueron en un avión a una isla privada donde estaban los guerreros Z y sus familias, apenas bajaron los invitados saludaron a la festejada a coro.

— Feliz cumpleaños Izbet — gritaron todos.

Se quedó un rato quieta, luego se alejó rápidamente, Videl fue tras ella.

— Espera por favor, la idea era alegrarte, disculpa si le dije la fecha, pero ahora que tienes muchos amigos, pensé que te gustaría, solo te quieren celebrar.

La mujer ciega siguió con la cara hacia el mar cuando volteo su ahijada vio que lloraba, se abrazó a ella, cuando ya estuvo calmada la mayor se explicó.

— Siento mi reacción, tienes razón, debo tratar de dejar los malos recuerdos atrás, es que papá murió 6 días antes de mi cumpleaños, por eso no lo celebró.

— No lo sabía ¿Quieres irte?

— No. Vamos, tratare de disfrutar de mi sorpresa... heee... y los del Templo Sagrado no los sentí ¿Vendrán?

— Sí, pero algo más tarde, incluso Mr. Popó.

— Voy a agradecerle a Bulma por las molestias que se tomó.

Ya en la celebración, la organizadora acomodó a Yamcha al lado de la festejada con la esperanza que pudiera pasar algo entre los dos.

Cuando la mujer ciega conversó a solas con la científica, ésta le preguntó qué le había parecido su acompañante de mesa.

— Es un jovencito simpático.

— ¿Nada más?

Entendió para donde iba la pregunta y molesta le respondió.

— Solo eso, a mí me gustan los hombres más maduros.

De atrás de la ciega apareció el Maestro Rochi.

— Que bien encontrar una mujer con buen gusto — la tomó de la cintura, antes que nadie pudiera hacer nada ella puso sus ojos negros, y le golpea la cara al anciano con sus alas.

— No vi venir esto — las mejillas las tenía rojas, con las marcas que le quedaron.

En ese momento llegaron Dende, Mr. Popó y Piccolo, así que, muy digna, se fue a conversar con ellos.

A la siguiente noche, la última del fin de semana, hicieron una gran fogata, lejos de la que como siempre estaba sentado en posición de meditación el guerrero namek, Izbet se acercó a él.

— Ya es más fácil para mí moverme, ahora que siento los ki — se acomodó frente a él, arrodillada — quería pedirte un favor muy especial... considéralo mi regalo de cumpleaños.

 

— ¿Qué quieres? — con ella no sabía que podía llegar a esperar.

— ¿Puedo... puedo tocar tu rostro? Quiero saber cómo eres...

— Hummm... ya tienes la fotografía que nos tomamos en el templo.

— No es lo mismo... por fis... por fis...

— Está bien.

Lentamente le tocó la cara, increíblemente él no se sintió incómodo, recordó desde que se conocieron, e interiormente reconoció que le gustaba estar a su lado, era la primera mujer con la que se sentía a gusto, incluso cerró los ojos despreocupado.

— Vaya eres tal como pensé por la foto — comentó, siguió a su cabeza y le quitó el turbante — no tienes cabello... y estas son... tus antenas — por la posición en que estaban, sus caras quedaron muy cerca una de la otra, ella sentía la respiración de él en su rostro.

En ese instante un grupo de atacantes aterrizó, eran terroristas, que supieron que estaba la dueña de la Corporación Capsula, así que decidieron secuestrarla para cobrar rescate, lo que no suponían era que en esa actividad estuvieran los guerreros más fuertes del universo. Al final los secuestradores tuvieron que huir.

— Esta fiesta es genial — gritó Goku entusiasmado por haber podido "entretenerse" como le gustaba.

 

Por un tiempo y con el apoyo de Bulma, Yamcha siempre se encontraba de "casualidad" con Izbet, ella fue amable al principio, pero luego de un par de encuentros empezó a entender que pasaba, y su trato fue más frío, todo siguió igual hasta que una vez que estuvo pasado de copas en un festejo en la Corporación Capsula él quiso besarla, lo único que consiguió fue una cachetada de la ciega, se fue del lugar bastante avergonzado.

Afuera lo esperaba Piccolo.

— No vuelvas a molestar a Izbet — dijo con tono frío, parado con sus brazos cruzados.

— Disculpa, no sabía que ya tenía pareja — respondió irónico el terrestre.

— No digas tonterías, el alcohol te está afectando, es mi mejor amiga, por eso no dejaré que nadie la ofenda como tú lo intentaste. Y si vuelves a insinuar algo como lo que dijiste recién, nos enfrentaremos en otro terreno, idiota.

Desde entonces en cada celebración o acontecimiento que los veían juntos, nadie hacia ningún tipo de comentarios de ese tipo, al menos mientras ambos estaban presentes.

 

Unos años después cuando Pan era adolescente, decidió jugar a Cupido.

— Sr. Piccolo ¿Qué siente por Izbet?

— La quiero mucho, es mi amiga, una excelente guerrera.

— ¿Nada más? — sonrió maliciosa.

— No me digas que tú también estas con esa — dijo molesto.

— Ambos se ven tan bien como pareja ¿Por qué no lo intenta? — preguntó con su mejor cara.

— No es de tu incumbencia, por favor, no vuelvas a tocarme el tema sino de verdad me voy a enojar contigo.

En vista del resultado fue con la mujer a conversar lo mismo.

— ¿Qué piensas del Sr. Piccolo?

— Es mi amigo, lo aprecio mucho, es un ser muy poderoso.

— No sientes nada más por él — dijo con tono insinuador.

— ¿Tú también cariño? Que acaso no puede haber una amistad sincera entre un hombre y una mujer.

— Pero es que ustedes harían una bella pareja.

 

— En los sentimientos no se manda por mucho que uno quiera cariño, Piccolo nunca podrá enamorarse de nadie — suspiró resignada.

— Lo sabía, lo amas — sus ojos brillaron felices al ver que por lo menos con ella no se equivocó.

— No es así — se atropelló al hablar, nerviosa — y es mejor que no insistas sino me enojare.

— Esta bien, no quiero que te molestes conmigo, prometo no contarle tu secreto a nadie — arrancó volando y riendo.

 

Pasados 10 años, el namek y la medio demonio habían tenido muchas aventuras juntos, pero últimamente Izbet sintió su cuerpo cansado, al ir al médico le descubrieron una enfermedad mortal.

— Videl, necesito conversar contigo. Puedes venir a mi casa — preguntó angustiada.

— Enseguida voy — antes de media hora ya estaba con su madrina — ¿Qué pasa? — dijo al verla nerviosa.

— Fui a un chequeo y... tengo una enfermedad a la sangre, fui muy tarde... por ahora los tratamientos ambulatorios no han resultado, debo hacerme algunos más agresivo para darme un tiempo más ¿Podrías cuidarme? — prefirió ser directa, sería duro para su ahijada, pero no quiso ocultarle nada, necesitaría mucho apoyo, y si ella sabía la verdad podría ayudarla mejor.

La mujer de los ojos azules no podía creer lo que le contó, no podía ser cierto lo que escuchó.

— No bromees con eso.

— Es verdad, tengo un tipo extraño de leucemia, me someteré a un tratamiento bastante fuerte para darme algo más de vida, pero necesito quien me cuide. No quiero sobrecargar a mi asistente con eso, hace meses deje la empresa en sus manos...

— Iré con Dende, es el dios de la Tierra, debe ayudarte — la interrumpió asustada.

— No, espera, no les digas... — pero la otra ya iba volando lo más rápido que podía al Templo Sagrado.

— ¿Le pasó algo a Gohan o a Pan? — le preguntó Piccolo al verla llegar en ese estado de nervios.

— Tengo que hablar con Dende, tiene que salvar a Izbet — respondió entre sollozos.

— ¿Qué dices? ¿Qué le pasó? — la tomó de los hombros y la zarandeó ansioso de saber que ocurría.

— Está muriendo, tiene leucemia.

Por un segundo Piccolo abrió los ojos comprendiendo, todo le cuadraba, recordó que la mujer ciega ahora iba a verlos en una nave, no volando, y se pasaba la tarde conversando, siempre decía que estaba cansada, que la siguiente semana volvería a ejercitar de nuevo. El hombre verde salió lo más rápido que pudo a reunirse con Izbet.

— ¿Por qué no me dijiste? — preguntó en un susurro cuando estaba a su lado.

— No quería sentir la piedad de todos, además no hay nada que pueda hacer nadie, con lo que harán solo alargarán un poco más mi final, solo quería que Videl me llevará a los tratamientos, y me cuidará en casa.

El guerrero la tomó en brazos y la llevó al templo.

Cuando llegaron.

— Lo siento Izbet, no puedo... — dijo con tristeza Dende — si fuera una herida sería distinto.

— Lo sé, por eso no te pedí ayuda — le sonrió para reconfortarlo.

— Me quedaré en su casa, yo cuidaré de ella — afirmó el guerrero, Videl y los demás quedaron más tranquilos, sabían que no podía quedar en mejores manos.

— Enseguida iré con la asistente de tu empresa a conversar, tampoco sabe lo que ocurre ¿Verdad? — preguntó la ahijada.

 

— Tú eres la primera a quien le conté. Solo le dije que quería tomarme un tiempo de descanso.

Desde entonces la figura del hombre de piel verde se volvió conocida en el hospital por acompañar a la mujer ciega a sus tratamientos, además de su voz, ya que Izbet le pedía siempre que le leyera un libro de poemas de Mario Benedetti mientras permanecía internada, muchas enfermeras se tomaban sus descansos al otro lado de la puerta, su manera de leerlos les encantaba, lamentablemente el tiempo pasó rápido, y ya el final se acercaba inexorable.

Ella pidió pasar sus últimos momentos a solas con los que se habían vuelto sus mejores amigos, Mr. Popó, Piccolo, y Dende.

— Gracias por todo, han sido mis mejores amigos en estos años -— dijo sonriendo la moribunda.

— Por favor... descansa — le pidió el joven dios.

— No te preocupes, no tengo dolor ni miedo a morir, desde que los conocí mi vida ha sido increíble, he pasado muchos momentos alegres — recordó cuando estuvieron en el Planeta de su madre — te acuerdas Piccolo, cuando estuvimos casados.

— Prometiste no decirlo nunca — susurro triste el guerrero.

— Y ahora con que puedes amenazarme para que no lo diga ¿Con matarme? Ya no me queda mucho... gracias por todo amigos, espero haber sido una buena amiga para ustedes, Mr. Popó, y Dende; y una compañera de entrenamiento a tu nivel, Piccolo.

— Eres mi mejor amiga — respondió el namek emocionado.

— ... yo te... — en ese momento ella murió en paz y tranquilidad.

 

Algunos años más tarde, Izbet estaba a la entrada del infierno cuando llegó su amigo y maestro, luego de hacer ese desastre en el paraíso para que lo mandarán allí como castigo.

— Debí suponer que estarías acá, no sentí tu ki en el cielo — le sonrió de lado.

— Ese lugar no era para mí, demasiado tranquilo, Enma Sama me mando para allá, pero me aburrí como ostra, fui a conversar con él sobre eso, pero como se demoró en atenderme, conté chistes de ogros, sólo por eso me mando acá hasta que me disculpe con él... no tiene sentido del humor.

Cuando supo de su inminente final fue donde Uranai Baba, y le pidió le dijera el futuro de Piccolo, le vaticinó que moriría unos años después por su voluntad, ya que heredó la juventud eterna de su padre ella pensó que nunca iría al otro mundo.

— Gracias Uranai Baba, ahora sé que nos encontraremos en el paraíso.

— Él terminara en el infierno, no en el cielo.

— ¿Estás segura?

— Segurísima.

— Gracias de nuevo, valió hasta el último centavo la sesión.

Desde ese día averiguó todo lo que pudo del otro mundo y luego de estar un tiempo con sus padres logró que la mandarán al averno.

— A todo esto ¿Qué me quisiste decir el día que pasaste a este mundo? — preguntó el guerrero recordando ese instante.

— YOOOO — debió mantener su bocota cerrada pensó la mujer.

— Sí, tú — insistió el namek.

— A... verdad — que hago, meditó rápido — ... yo... solo quería decirte que... esperaba que nos encontráramos acá — respondió nerviosa.

— Hummm — presintió que había algo más, pero no le importaba, le alegraba que estuviera allí con él, al final sonrió, y le acaricio la mejilla con su mano — me alegra que estés conmigo — le tomó el brazo y lo enganchó con el suyo — pasemos.

Y así ambos seres entraron en el infierno, y allí se quedaron, juntos, hasta el fin de los tiempos.

FIN

Dragon ball angel ciego 1

Dragon Ball - Angel Ciego

Retomamos la actividad de los fanfics, Izbet https://www.wattpad.com/user/Izbet46 nos manda la primera parte de su nuevo fanfic en español de Bola de Dragón

fanfic

es

https://fanfic.es/static/images/fanfic-dragon-ball-angel-ciego-1317-0.jpg

2024-11-20

 

Dragon ball angel ciego 1
Dragon ball angel ciego 1

Si crees que alguno de los contenidos (texto, imagenes o multimedia) en esta página infringe tus derechos relativos a propiedad intelectual, marcas registradas o cualquier otro de tus derechos, por favor ponte en contacto con nosotros en el mail [email protected] y retiraremos este contenido inmediatamente

 

 

Update cookies preferences