[Code: Lyoko] Antes de que sea tarde by Natsumi Niikura
[Code: Lyoko]
Han pasado varios años desde que X.A.N.A. fuese derrotado. Ahora los guerreros de Lyoko se reunen de nuevo, pero ¿será todo tan tranquilo como debiera? UxY, JxA, OxS
Categories: CARTOON Characters: Ninguno
Generos: Accion/Aventura, Drama, Romance
Advertencias: Lemon
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 17 Completed: No Word count: 66243 Read: 7395 Published: 31/10/2010 Updated: 16/05/2011
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Han pasado varios años desde que X.A.N.A. fuese derrotado. Ahora los guerreros de Lyoko se reunen de nuevo, pero ¿será todo tan tranquilo como debiera? UxY, JxA, OxS
Categories: CARTOON Characters: Ninguno
Generos: Accion/Aventura, Drama, Romance
Advertencias: Lemon
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 17 Completed: No Word count: 66243 Read: 7395 Published: 31/10/2010 Updated: 16/05/2011
Como no sé si alguien ajeno a esta serie va a leer esto quiero aclarar que la casa de Aelita y Franz Hopper se llama originalmente 'Hermitage' así que he decidido conservarlo, el nombre en la serie no tiene ninguna connotación religiosa igual que no la tiene en este fic.
Como no sé si alguien ajeno a esta serie va a leer esto quiero aclarar que la casa de Aelita y Franz Hopper se llama originalmente 'Hermitage' así que he decidido conservarlo, el nombre en la serie no tiene ninguna connotación religiosa igual que no la tiene en este fic.
El Reencuentro by Natsumi NiikuraCode: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France 3.
ANTES DE QUE SEA TARDE
Por Natsumi Niikura
El reencuentro
Después de que X.A.N.A. fuese derrotado y apagasen el superordenador la vida para los guerreros de Lyoko se había vuelto pacífica. Ya sólo tenían que preocuparse de sus estudios en Kadic. Y con el tiempo sus caminos empezaron a distanciarse.
Yumi regresó a su Kyoto natal con la excusa de completar sus estudios, aunque en realidad se marchó con la esperanza de poder olvidar a Ulrich o tal vez de hacerle reaccionar. Odd fundó un grupo de música y era bastante difícil seguirle la pista con tantas giras eso sin contar con su manía de no revisar su correo electrónico. Aelita y Jérémie por su parte se habían casado y ahora se afanaban en el diseño de un programa informático revolucionario basándose en los datos conseguidos por Franz Hopper. Ulrich se dedicó por completo a las artes marciales y ahora trabajaba como instructor en un prestigioso dojo. En cuanto a William…
Viendo la situación en la que se encontraba la relación entre Yumi y Ulrich decidió que era un buen momento para mover ficha, así que se trasladó a Kyoto donde inevitablemente se topó con ella y claro, hubiese sido idiota de no haber aprovechado la oportunidad de hacerse el perdido en mitad de una ciudad desconocida.
Las luces de la urbe se extendían bajo el avión procedente de Kyoto. Yumi se estiró en su asiento y cerró el libro que leía, tantas horas de vuelo estaban acabando con ella. La voz de una de las azafatas les avisó de que pronto aterrizarían y que debían abrocharse los cinturones.
En el aeropuerto Jérémie, Aelita, Odd, Sissi y Ulrich esperaban el vuelo en el que llegaría su compañera. La chica de pelo rosa estaba muy inquieta, echaba en falta a su buena amiga y con sólo pensar que pronto volvería a estar allí se emocionaba. El resto mantenía la calma menos Sissi que no entendía que estaba haciendo allí si la japonesa y ella siempre se habían llevado mal. Ulrich parecía tranquilo, pero la verdad es que estaba muy nervioso ¿Qué pasaría cuando se reencontrasen? ¿Seguiría siendo su mejor amiga? ¿Aún sería aquella chica que le había robado el corazón?
—¡Mirad! ¿No es esa Yumi? —exclamó de repente Aelita.
—¿Dónde? —dijo Odd poniendo su mano a modo de visera.
Aelita señaló a la izquierda y los ojos de Ulrich siguieron la dirección indicada, cerca de la cinta transportadora donde iban apareciendo progresivamente las maletas, la joven japonesa se acomodaba tras la oreja un mechón rebelde de su ahora larga cabellera.
Había cambiado mucho en aquellos años, su aspecto era más femenino y no sólo por el peinado, su ropa también era más femenina y sensual. El ceñido jersey rojo remarcando sus curvas, unos vaqueros informales y algo rasgados y unas botas sin tacón formaban parte de su nuevo atuendo.
Yumi sonrió al reconocer la cabellera rosa de su amiga y se apresuró a reunirse con sus compañeros, Aelita se adelantó y la abrazó con fuerza.
—Hola chicos, me alegro de volver a veros —dijo sonriéndoles.
Abrazó a todos sus amigos, incluida Sissi, al menos por su parte sus diferencias con ella habían quedado en el pasado.
—Es una lástima que Ulrich no lograse dar con William —dijo de repente Jérémie.
—¿Cómo? —replicó con sorpresa Yumi.
—Sí, Ulrich estuvo llamando durante semanas ¡qué digo semanas! ¡Meses! —Odd movió teatralmente las manos dando énfasis a sus palabras— y nada de nada.
—Pero si William…
—Oye Yumi… ¿traíamos alguna maleta más? —William se detuvo en seco al ver al grupo de amigos del Kadic, ahora comprendía por que había decidido volver tan de repente. Yumi negó con la cabeza a su pregunta y él miró desafiante a Ulrich—. Hola chicos, cuanto tiempo sin vernos.
—Vaya William me alegro de que Yumi te encontrase —Odd palmeó su espalda amistosamente.
—Fue fácil viviendo bajo el mismo techo, tarde o temprano acabaríamos encontrándonos.
"Bajo el mismo techo" esas palabras causaron la sorpresa de todos y algo se removió en el interior de Ulrich. Creía tenerlo superado pero la revelación había caído como un bomba sobre él, siempre tuvo la sospecha de que si le dejaba espacio William se espabilaría para ocupar su lugar, al parecer no se había equivocado.
Odd carraspeó incómodo, el ambiente estaba demasiado tenso.
—Va-vaya Yumi qué colorida vienes.
—Oh… ¿te gusta?
—Disculpa —Sissi se interpuso entre ellos claramente celosa.
Aelita decidió actuar antes de que a alguien le diese por cometer un asesinato, lo más sensato sería no juntar a William y Ulrich ni a Yumi y Sissi en el mismo coche y Odd comprendiendo la expresión de la que una vez fue su prima se encargó de solucionarlo todo.
El paisaje urbano fue dando paso a la villa donde habían pasado media vida. El bosque se extendía majestuoso a las afueras donde se encontraba su destino.
'Hermitage' el cártel de la verja les dio la bienvenida, Aelita y Jérémie habían hecho un excelente trabajo de restauración, parecía una casa nueva.
Dentro hicieron reparto de las habitaciones Odd y Sissi compartirían la del fondo del pasillo, Yumi enarcó una ceja con la oferta de compartir cuarto con William, la japonesa se negó, algo que Aelita no comprendió, la instaló entre las habitaciones de Ulrich y William.
Tras desempaquetar todas las cosas las dos chicas se apresuraron a ponerse al día de todo los que les había ocurrido en aquellos dos años en los que no se habían visto. En vista de que la japonesa empezaba a dormirse a causa del jet lag bajaron a la cocina a tomar café. Aelita buscaba el modo de abordar el tema que realmente quería sacar, le preocupaba como pudiera tomárselo, aquello siempre sacaba su lado susceptible. Se armó de valor y se lanzó a satisfacer su curiosidad.
—¿Ya habéis hablado? —la japonesa la miró con cara de no comprender— Ulrich y tú.
Soltó la taza de café y se apoyó en el mármol de la cocina, realmente no comprendía a que se refería su amiga.
—Me refiero a William.
—No sé por que tendría que hablar con Ulrich sobre William —suspiró más incómoda que molesta—. Él no me habla de todos sus amigos.
—Mujer, no es lo mismo…
—Sinceramente, Aelita, no sé a donde quieres llegar.
—No es lo mismo un amigo que un novio.
La morena rió con todas sus ganas tomando de nuevo su humeante taza de café, miró a Aelita divertida.
—Es un malentendido —sonrió—. Me encontré con Will casualmente, estaba perdido en mitad de Kyoto, le propuse compartir piso —la del pelo rosa asintió al comprender la situación—. Y eso es todo.
—¡Eso es genial! Tienes que decírselo a Ulrich.
Yumi negó con la cabeza y se marchó dejando sola a su amiga. ¿Qué les había dado a todos con su amistad con William? ¿Y por qué diablos tenía que darle explicaciones a Ulrich? Si quería saber algo que se lo preguntase ¿acaso se había olvidado de cómo se hablaba? Si era así no tardaría en descubrirlo por que estaba sentado en el sofá con un periódico deportivo entre las manos.
—Ey —dijo el castaño sin alzar la vista.
—Hola ¿algo interesante?
Se dejó caer en el sofá y él la miró sorprendido, al oír los pasos creyó que serían Jérémie u Odd, incluso Sissi o quien demonios fuese, cualquiera menos ella. Su pulso se había acelerado y le costaba pensar con claridad.
—Nada —fue lo único que pudo articular.
—Ah… Ulrich yo…
—¡Ey, Yumi! —William entró en la sala con un móvil en la mano— lleva rato sonando, te lo has olvidado en la habitación.
Miró la pantalla del pequeño aparato negro con sakuras y descolgó al tiempo que se alejaba de los chicos hablando en un japonés perfecto.
—Seguro que es Hajiwara —se sentó donde había estado ella pese a la mirada asesina que le dedicaba el chico—. Tío, estoy muerto de sueño.
—Pues lárgate y déjame en paz —pensó Ulrich.
—Está guapa ¿verdad? —no necesitó respuesta, era evidente por como la miraba mientras se acercaba a ellos nuevamente— ¿Ha pasado algo?
—Nada, era Fuuko.
—Genial. Con vuestro permiso me voy a dormir.
—Que descanses Will.
Se acomodó junto a él y cogió el café. El silencio se había instalado entre ellos, era muy incómodo ¿dónde había ido a parar aquella facilidad para sacar tema de conversación?
—¿Qué tal el vuelo? —rompió él el silencio.
—Eterno, pero bastante entretenido.
El silencio volvió.
—¿Cómo…? —hablaron a la vez.
Ambos se miraron y empezaron a reír, al parecer todo empezaba a volver a la normalidad entre ellos.
Continuará
Notas de la autora:
¡Hola! Este es mi primer fic de Code: Lyoko y debo advertir que hace tiempo que no veo la serie así que pido perdón si escribo alguna incongruencia, no dudéis en hacérmelo saber para poder corregirlo. Me enganché a la serie desde el piloto de Garage Kids y la verdad es que cada vez que la veo le encuentro algo nuevo que me reengancha, no sé como no había escrito aún sobre ellos.
En mi fic la edad de los chicos es de 24 para William y Yumi, 22 Jérémie y 23 el resto.
Saludos.
Aclaraciones:
Para todos los que no estéis familiarizados con la cultura japonesa al final de algunos capítulos pondré éstas notas para que no quede nada sin ser comprendido.
Las sakuras son las flores del cerezo, es un motivo muy común en los estampados y en las serigrafías japoneses, los abanicos y el traje de Yumi en Lyoko llevan pétalos de Sakura.
Regresar al índiceFrancia by Natsumi NiikuraCode: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France 3.
Francia
Aquella mañana es sol resplandecía y en la casa los inquilinos comenzaban su rutina, todos menos uno que llevaba aproximadamente una hora levantado preparando el desayuno.
William abandonó la cocina y entró en el comedor para preparar la mesa, se había acostumbrado a los desayunos japoneses y sabía que se moriría de hambre si rompía la rutina, además dudaba que nadie se quejase por que les hubiese preparado algo para comer.
Poco a poco todos fueron bajando para encontrarse con el banquete matutino, se acomodaron en las sillas. El moreno sirvió a sus amigos prestando una mayor atención a la japonesa, a fin de cuentas debía pensar en sus propios intereses.
—Yumi ¿quieres unos hashi?
La nipona le miró enarcando una ceja ¿a qué venía tanta cordialidad?
—¿A los demás no nos ofreces? —intervino Odd imaginando un plato delicioso.
—Son los palillos —le aclaró ella sabiendo lo que pensaba— no son comestibles. No, gracias, sé comer con tenedor.
Odd empezó a bromear con sus amigos como hiciera mientras estudiaban en el Kadic, Sissi al principio los miraba algo temerosa de intervenir, ella nunca había estado incluida en el grupo durante aquellos años y por norma general todos sus esfuerzos por integrarse se le habían vuelto en contra, pero Aelita y Yumi la hicieron partícipe de su conversación logrando que se relajase al fin.
Un rato después en el jardín de L'Hermitage las chicas hacían planes para el día siguiente, ya que estaban de vacaciones aprovecharían para dedicarle tiempo a actividades amenas. Yumi entró a la casa para buscar unos refrescos con los que aderezar la charla.
Al entrar en la cocina se encontró con el joven castaño que se estaba sirviendo un poco de café.
—¿Café? —Le ofreció con una sonrisa en los labios.
—No, gracias, sólo he venido a por unos refrescos —dijo abriendo la nevera y sacando varias latas—, mantenemos una apasionante charla sobre que podemos hacer por aquí mañana.
—Salida de chicas ¿eh?
—Mmm… algo así. —Sonrió.
La miró intensamente, sus movimientos suaves y fluidos acomodando las latas, vasos y algunos dulces en una bandeja. Había cosas que no habían cambiado.
—Ah… Yumi, esta noche hay un concierto en el centro y… —dudó unos segundos antes de continuar— ¿Te apetece venir? No los conozco pero me han dicho que son buenos…
—Claro, sería genial. —Se mostró entusiasmada con la idea.
—Podemos…
El tono de llamada del móvil de Yumi interrumpió al muchacho, ella suspiró y contestó. Al otro lado de la línea le hablaban en japonés, lo supo por sus respuestas. Removió impaciente el café humeante y dio varios sorbos hasta que ella colgó.
—Kuso… —"mierda" masculló.
—¿Qué?
—Lo siento, tendremos que dejarlo para otro día —se excusó guardando el móvil—. Tengo que ir a ver a mi hermano.
Cogió la bandeja para volver fuera pero él puso sus manos sobre las suyas y con cuidado se la quitó.
—Yo se la llevaré y les diré que has tenido que irte.
—Gracias, Ulrich —le besó la mejilla—, eres un cielo.
Pasaron las horas, finalmente la urgentísima llamada de su hermano Hiroki resultó no ser tan importante. Se había peleado con Milly sobre donde debían pasar las vacaciones y su urgencia consistía en quejarse mientras zampaba dorayakis como un poseso. Tras una charla de hermana mayor y de asegurarse de que llamaba a su novia para aclarar las cosas, decidió volver a L'Hermitage, quizás aún estaría a tiempo de ir a ese concierto.
Entró en la casa y tras quitarse la chaqueta se acomodó el suéter azul marino, echó un rápido vistazo por la casa buscando a su amigo, pero no había rastro de él. Odd, que estaba sentado en una de las sillas del comedor hojeando un revista, seguía todos sus movimientos con la mirada, cuando empezaba a creer que su amiga había perdido la razón ésta se acercó y le habló.
—¿Dónde está Ulrich?
—Él no tiene vacaciones —dijo con tono de burla.
—¿El dojo?
Odd le miró sorprendido por la pregunta y asintió.
—¿Puedes darme la dirección? —Sus ojos brillaron de la emoción.
—Cla… claro.
Caminó hasta la mesita donde estaba el teléfono y tomó el pequeño bloc de notas y un bolígrafo. Anotó la dirección despacio pensando detenidamente en el motivo de su petición, si quería hablar con él sólo tenía que esperar dos horas, incluso podría llamarle al móvil. Enarcó las cejas y se giró sonriendo entregándole el papel medio arrugado.
—Qué te lo pases bien.
—Gracias, te debo una.
Yumi cogió de nuevo su chaqueta vaquera, un juego de llaves, con un llavero del que colgaba un muñeco púrpura, que le había dado Aelita y su bolso antes de salir a la calle.
Odd rió con la conclusión a la que había llegado y sintió unas ganas locas de contárselo a Jérémie y a Aelita. Subió a toda prisa las escaleras y llamó insistentemente a la puerta del despacho hasta que le hubieron abierto. Jérémie le miró desde el umbral con cara de fastidio y ella se asomó por encima de su hombro llena de curiosidad.
—¡Noticia bomba! —exclamó apartando a su amigo y entrando— ¡No sabéis lo que acaba de pasar!
—¿Qué? —preguntó ella impaciente.
—Diría que nuestros tortolitos favoritos siguen enamorados ¡Yumi acaba de pedirme la dirección del trabajo de Ulrich!
—Eso es una tontería, Odd —Jérémie negó con la cabeza a las palabras de su amigo—. No prueba nada.
—Tiene su número y él volverá pronto. —Le sonrió a Odd, ella había llegado a la misma conclusión—. Piénsalo Jérémie…
—Tu también, Aelita…
—Vamos Einstein ¡Todo cuadra!
—No, no cuadra —suspiró, quería creer en su teoría pero no podía—, olvidáis que Yumi y William están juntos.
Odd se quedó pensativo, no había caído en eso, su amiga siempre había declarado que el moreno y ella no eran más que amigos, pero con el tiempo aquello parecía haber cambiado. Aún y así estaba bastante seguro de que Yumi seguía enamorada de Ulrich, a parte sabía, más allá de cualquier duda, que su buen amigo no la había olvidado.
Aelita miró significativamente a su marido.
—Sé un secreto —declaró.
—¿Cuál? —preguntaron a la vez los dos chicos.
—Sobre Yumi y William…
Una joven japonesa caminaba sonriente por las calles del centro de la villa, procuraba mantener la calma pero con cada paso que daba tenía más ganas de echar a correr, estaba realmente impaciente. Giró a la derecha para entrar en una pequeña callejuela empedrada.
"Dojo de artes marciales Tsuiai"
Comprobó la dirección en el papel arrugado que le había dado Odd y sonrió, estaba en el lugar correcto. Desde que Aelita le contara en aquella carta que Ulrich era sensei de un dojo de artes de marciales que se moría de ganas de ver aquel sitio y a la gente con la que trabajaba.
En un acto reflejo se pasó los dedos por el pelo arreglando su aspecto, después hizo lo mismo con su ropa y finalmente entró.
En el interior del recinto un grupo de chicas adolescentes y alguna mujer de mediana edad repetían con mayor o menor destreza los movimientos marcados por el joven de cabello castaño. Yumi se movió con cuidado por el espacio libre de tatamis hasta situarse al lado de un hombre japonés que, sin duda, era el dueño del local, éste le miró.
—¿Habla japonés? —le preguntó el hombre a lo que ella asintió— Soy Itakura Kento, el dueño del dojo.
—Ishiyama Yumi
—La amiga de Stern —pronunció en un tono cargado de sorpresa—, me han hablado muy bien de usted, Ishiyama-san
—Sólo Yumi, por favor, Itakura-san
—Sólo si usted me llama Kento. —La muchacha asintió y clavó su mirada en su amigo—. Desde que Stern trabaja aquí tenemos más alumnas que nunca
Yumi sonrió. No podía culparlas, se veía realmente atractivo con esa expresión de concentración, el uniforme del dojo y esa aura de líder, viéndole así incluso ella se apuntaría a sus clases.
—¿Le apetece un combate amistoso? —Recordaba las prácticas que le había descrito su empleado— Tengo grandes referencias sobre su técnica de lucha
—¿Por qué no? —concedió la chica.
—Por aquí.
Le indicó la zona de tatamis a su derecha, ella se descalzó quedándose con unos calcetines con rayitas de colores. Se pusieron uno frente al otro y se saludaron.
Kento lanzó el primer ataque, una patada alta dirigida al hombro de ella que lo esquivó muy hábilmente arqueando su cuerpo hacia atrás hasta apoyar las manos en el suelo, aprovechando el impulso de su movimiento golpeó el pecho de su contrincante que se vio obligado a retroceder. Esbozó una sonrisa de satisfacción.
—Kenpo —dijo complacido.
—Mi abuelo me enseñó.
El combate continuó dando por finalizada la conversación.
Habían pasado a ser el centro de atención de las alumnas y del propio Ulrich que estaban fascinados por la velocidad de él y la flexibilidad de ella, nunca antes habían visto luchar al dueño y la japonesa era todo un misterio para ellas.
De un rápido movimiento la obligó a retroceder hasta casi tocar la pared con la espalda, estaba acorralada.
—No será tan fácil —murmuró Ulrich al ver la sonrisa victoriosa de su jefe.
Y él tenía razón, cuando el hombre se movió para dar el combate por finalizado ella se agachó y se deslizó hábilmente entre sus piernas quedando a sus espaldas. Apoyó su pie derecho en los riñones de él sujetándole contra la pared que la había acorralado segundos antes.
—Eso ha sido… —susurró— ¡Increíble!
Una muchacha pelirroja aplaudió tímidamente y se ruborizó al ver que nadie más lo hacía.
—Eso ha sido todo por hoy —intervino Ulrich—. Hasta el viernes, chicas.
Las alumnas se dispersaron no sin que antes lanzasen miradas, algunas curiosas y otras hostiles, hacia la japonesa. Cuando hubieron entrado en los vestuarios, Kento y Yumi se acercaron hasta donde estaba Ulrich. El maestro japonés le lanzó una toalla blanca con el nombre del dojo bordado con hilo negro.
—Buen trabajo —canturreó sonriente.
—Gracias. Estoy sorprendido —declaró secándose el sudor del cuello con la toalla—, llevo dos años aquí y esta es la primera vez que te veo luchar, Ken.
—Ya sabes… —Movió las manos teatralmente— hay pocos luchadores buenos que practiquen las artes marciales japonesas.
—Que curioso —intervino ella—, el kenpo no es más que una copia del kung fu, así que… en realidad…
—¡Sí, sí! ¡Mirad qué hora es! ¡Es tardísimo!
Ulrich rió disimuladamente, siempre que metía la pata, su jefe, se salía por la tangente con cualquier tontería, y esta vez, era con la hora.
—Os dejo a solas, chicos —dijo Itakura antes de desaparecer por la puerta de la que colgaba el cartel de "prohibido el paso".
—¿Cómo sabías que trabajo aquí?
—Tengo mis recursos —dijo con suficiencia, él enarcó una ceja robándole una sonrisa—. Odd me dio la dirección.
—Odd… claro.
Se llevó tras la oreja un mechón rebelde y dejó escapar un suspiro de sus labios.
—Yumi…
Sonrió. Alzó su brazo lanzando un golpe hacia su cuello deteniéndose a milímetros de darle.
—Tienes la guardia baja.
Ulrich sonrió con suficiencia, aparatando la mano de ella. Lanzó lejos la toalla que llevaba sobre los hombros, y adoptó una posición defensiva. Ella hizo lo mismo rápidamente.
Pasaron varios minutos en los que ninguno de los dos se movió, finalmente ella lanzó el primer ataque. Trató de hacerle caer barriendo su punto de apoyo, el pie izquierdo, logró evitarlo levantando la pierna en el último segundo. Buscó el modo de golpearle el hombro volviendo su ataque en su contra, pero lo único que logró fue golpear el tatami.
Los ataques se sucedían como pasos de baile de una hipnótica danza. Movimientos dominados por la pasión, ágiles y precisos.
Él encontró el hueco para derribarla, había descuidado la defensa baja, sus piernas estaban expuestas, así que sin dudarlo la atacó. Recibió un contragolpe que le derribó. Lo había olvidado, el punto fuerte de Yumi eran los contraataques. Le había tumbado con una simple patada en las costillas, ni siquiera había ejercido fuerza para hacerlo.
—Aún puedo ganarte —declaró sentándose sobre su pecho—, sigo siendo mejor que tú.
Alzó su brazo derecho llevándolo tras la nuca de ella y con un ligero movimiento de cadera dio la vuelta a la situación dejándola a ella bajo su peso. En esa situación sería tan sencillo eliminar esa distancia de a penas dos centímetros, pero no podía hacerlo, sería traicionar su confianza. Yumi estaba con William, no podía dejar de repetírselo.
—No pesas lo suficiente para inmovilizarme.
—¿Quién ha dicho que quisiera inmovilizarte? —Esbozó una sonrisa traviesa.
—¿Cuál era el plan?
Rió mientras él se incorporaba y la ayudaba.
—¿Estamos a tiempo de ir a ese concierto?
—Me ducho y nos vamos.
Negras nubes de tormenta se cernían sobre la villa. No tardarían mucho en descargar su furia sobre el lugar.
Continuará
Notas de la autora:
Bueno, hasta aquí el segundo capítulo, es un poco más cortito que el anterior. Con este episodio termina la introducción, en el que viene habrá algunas sorpresas. Un abrazo, hasta la próxima.
Aclaraciones:
Dorayaki: es un dulce japonés, consiste en dos círculos de bizcocho relleno de pasta de judías dulces, es lo que come Doraemon.
Tsuiai: equilibrio.
El sensei es el modo de referirse a un maestro.
En Japón el apellido siempre va antes del nombre, y por norma general se refieren a los demás por el apellido, a excepción de entre familiares o personas a las que se les tenga una gran confianza.
La terminación "-san" es un grado de formalidad, "-san" sería el equivalente a "señor/a", de menor a mayor formalidad "-chan", "-kun", "-san", "-dono" y "-sama" (actualmente en desuso).
Regresar al índiceViejos enemigos by Natsumi NiikuraCode: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France 3.
Viejos enemigos
El reloj digital de Jérémie marcaba las tres y treinta y seis minutos, la calma reinaba en l'Hermitage, sólo rota temporalmente por los truenos en el exterior. En la entrada, una llave se deslizó en la cerradura y el sordo chasquido del cerrojo resonó en el vacío recibidor.
Ulrich y Yumi entraron empapados, de pies a cabeza y haciendo esfuerzos por no reírse.
La cena había sido un desastre. El camarero, que sin lugar a dudas era la primera vez que cargaba con más de un plato, había lanzado los tortellini de espinacas y salsa de queso sobre los pantalones de Ulrich y, poco después, un botellín de agua sobre ella. La mitad de la gente del pequeño restaurante había acabado con la ropa llena de comida. Durante el trayecto hasta la sala de conciertos les había llovido, ¡y ellos sin paraguas! El grupo era un completo caos, la mejor parte de su actuación era cuando estaban calladitos y a distancia de los instrumentos. En el camino de vuelta, con ataque de risa incluido, el autobús se había estropeado a penas diez metros después de que subieran, la lluvia se había convertido en un diluvio y no habían encontrado un solo taxi en todo el trayecto.
Un potente trueno resonó asustándoles. Había caído cerca, muy cerca. Se asomaron por la puerta, que aún no habían cerrado, y vieron una pequeña columna de humo más allá del bosque, cerca del internado. Ambos supusieron que el humo provenía de un árbol ¿de dónde si no?
Ulrich cerró la puerta y echó la llave. Todo lo que tenían que hacer era darse una buena ducha de agua caliente y dormir.
Aquella mañana el cielo estaba cubierto de nubes negras, ya no llovía, pero el mal tiempo se negaba a abandonar la villa. El aire olía a tierra mojada y hierba húmeda y hacía algo de frío.
Sissi levantó la persiana de la habitación que compartía con Odd, y arrugó la nariz al ver el panorama.
—Qué asco de día —refunfuñó cogiendo las cosas para darse una ducha.
—¿Qué tiene de malo? —preguntó Odd frotándose un ojo aún adormecido— ¿Pensabas hacer algo especial?
—Pensábamos —le corrigió de mal humor—. Vamos a pasar la mañana con mi padre.
Abrió los ojos de par en par despertándose de golpe. No había vuelto a pensar en Jean-Pierre Delmas desde que Sissi y él se fueran a vivir a Sidney y a donde les llevasen las giras del grupo. Se levantó y la siguió hasta el baño, su expresión había pasado del sueño y cansancio a la preocupación en cuestión de segundos.
—Creía que os ibais de compras o algo así.
—Te lo dije antes de venir, Odd —dijo quitándose la ropa—. Las compras son esta tarde.
—Genial —pronunció con sarcasmo—. Será como volver al Kadic.
Sissi gruñó con desagrado y le empujó fuera del baño. Un mal augurio para lo que acabaría ocurriendo durante la mañana.
Y es que el temor de Odd Della Robbia estaba más que fundado. Jean-Pierre Delmas no llevaba muy bien que su adorada hijita Sissi se hubiese enamorado e ido a vivir con el bala perdida de Odd, lo consideraba un buen chico, sí, pero poco adecuado para ella. Al fin y al cabo su historial en el Kadic le daba la razón, malas notas, faltas injustificadas, los secretitos que tenía con sus amigos y también las pullas que le lanzaba a su hija.
Cuando ella estaba presente se esforzaba por disimular, pero en cuanto se alejaba su cara cambiaba radicalmente, hasta tal punto, que al muchacho no le salían ni las bromas más tontas que solía hacer cuando estaba nervioso. Al menos Sissi parecía encantada, no había notado nada raro y su humor era esplendido.
Aquella mañana Odd y Sissi no fueron los únicos que salieron de l'Hermitage. William, que empezaba a incomodarse con "los fantasmas del pasado", alquiló un coche y condujo durante horas sin rumbo fijo pensando en que podía hacer. Tenía dos grandes problemas; el primero era la escapada de Ulrich y Yumi y su renovada íntima amistad, tan molesta para él; y el segundo, en las últimas horas los recuerdos de X.A.N.A. eran más vivos que nunca, tanto que le parecía seguir bajo su dominio.
—"¿Y ahora qué? —pensaba—. Si les digo lo que me pasa desconfiarán de mí… y eso significaría quedarme a un lado."
Tomó el desvío hacia la estación de servicio que estaba unos metros más adelante, se estaba quedando sin combustible y se le había dormido el trasero. Definitivamente tanto él como el coche necesitaban un descanso. Se detuvo frente a un surtidor y repostó, pagó y aparcó a un lado.
En la estación de servicio había unas pequeñas galerías comerciales, dedicadas, prácticamente en exclusiva, a los turistas y una cafetería. Optó por tomar algo, un café bien cargado y un sándwich no le vendrían nada mal.
Se abstrajo pensando en los problemas que dio a sus compañeros, todo por culpa de su impulsiva forma de ser. Se había emocionado tanto, aquella primera vez en Lyoko, que ignoró por completo las advertencias y peticiones de Jérémie y Aelita, eso había desembocado en el desastre. Les había eliminado en cientos de ocasiones, y, cada una de ellas, le dolía en lo más profundo. Todo fue su culpa.
El tono de su teléfono móvil le sacó de sus pensamientos. Era Yumi. Eso le hizo sonreír y recuperar gran parte de su buen humor.
—No puedes vivir sin mí, ¿eh? —contestó burlón.
—Claro, claro —replicó ella con seriedad—. ¿Dónde te has metido?
—Pues… verás… —Suspiró pensando en que podía decirle—. Quería ir a un sitio, pero… qué más da. Oye, Yumi —dijo cambiando el tono de voz a uno preocupado— ¿ha pasado algo?
—¿Volverás pronto? —preguntó sin contestarle.
—Sí. Pero ¿qué es lo que pasa?
—Quiero que vuelvas. —Su voz se quebró como si llorase.
A William se le heló la sangre, ella nunca le había pedido que volviese aunque le pasase algo, siempre le esperaba, y no era tan vulnerable como para llorar en mitad de una conversación telefónica, así que algo espantoso tenía que ocurrirle.
—¡Yumi! ¿Dónde estás? —exclamó preocupado.
—En l'Hermitage… ven, por favor —suplicó en un hilo de voz.
No necesitó oír nada más. Se puso en pie rápidamente y salió corriendo con el móvil aún en la oreja.
—¿Te has hecho daño? ¿Alguien te ha hecho daño? —chilló sin poder controlar su nerviosismo—. ¿Yumi, Ulrich te ha hecho daño?
—William…
La llamada se cortó en ese instante, miró el aparato incrédulo y se apresuró a marcar su número, pero no tuvo éxito, la operadora le informó de que el móvil estaba apagado o sin cobertura. Maldiciendo se metió en el coche y condujo rozando el límite de velocidad deseando que Yumi estuviese bien.
Cuando llegó a la casa se quedó petrificado al ver en el jardín delantero a Odd, Ulrich y Yumi riendo con unos refrescos en la mano. Abrió la puerta bruscamente y se acercó a ella corriendo.
—Yumi ¿estás bien?
Ella parpadeó mirando fijamente como se arrodillaba a sus pies.
—¿Qué? —Alcanzó a articular perpleja—. Estoy perfectamente, ¿no me ves?
—Pero… ¿y tu llamada? ¡Estabas llorando, me has pedido que volviera!
—William, yo no te he llamado. —Puso una mano sobre la mejilla de su amigo, se le veía tan asustado arrodillado frente a ella—. Diría que alguien te ha gastado una broma de mal gusto.
—Era tu número y tu voz.
Los muchachos se miraron entre ellos, la preocupación de Dunbar no era fingida así que algo extraño estaba ocurriendo.
En el salón Sissi, Aelita y Jérémie tomaban café. La hija del director había insistido mucho en que debía hablar con ellos de algo muy importante, por lo que el matrimonio aceptó. Pero hasta el momento la conversación había girado en torno a los años vividos en el Kadic, y muchas de las cosas que comentaba no les traían muy buenos recuerdos. Aelita se echó a temblar sin causa aparente, Jérémie angustiado puso sus manos sobre sus temblorosos hombros.
—¿Qué te pasa?
—He… he oído un grito espantoso —logró pronunciar.
—Yo no he oído nada…
—Nadie ha gritado —replicó Sissi.
—Nosotros también lo hemos escuchado, Jérémie —dijo Yumi entrando.
Ulrich apareció tras la japonesa seguido de Odd y William. Aelita se relajó un poco al saber que no eran imaginaciones suyas, sentía un gran alivio por ese lado, pero aquel grito había sonado tan desesperado que le horrorizaba.
—¿Insinuáis que Belpois y yo estamos sordos?
—No, yo tampoco lo entiendo, nena. —Odd pasó el brazo por la cintura de su chica.
—Sólo nosotros cinco… —murmuró Yumi sin que nadie lograse escucharle.
La conversación se volvió confusa para ella mientras trataba de atar cabos, tenía que haber un motivo por el que ni Sissi ni Jérémie hubiesen escuchado nada. De sus labios escapó una exclamación al hallar la respuesta, era tan evidente que ni lo había pensado, la atención de todos se había centrado en ella.
—¿Qué pasa? —Ulrich dudaba en si debía acercarse más a ella o permanecer donde estaba.
—Aelita, Odd, William, tú y yo. —William enarcó una ceja por el "tú y yo"—. Los cinco tenemos algo en común.
Se pusieron a pensar, pero todo lo que se les ocurría eran cosas que habían hecho los siete, ir al Kadic, comer en el comedor, las clases con los mismo profesores…
—Lyoko.
—Sissi no ha ido pero Jérémie sí, tu teoría falla. —Le hizo ver Odd.
—No —replicó Aelita—. Jérémie fue, pero a diferencia de nosotros…
—Nunca estuve en el sector cinco —acabó la frase de su mujer.
—¡Alto! ¿Qué es ese Lyoko y lo del sector cinco?
Sissi se sentía perdida, lo de Lyoko le sonaba haberlo leído en el diario de Ulrich aquella vez que se lo había robado, pero lo del sector cinco no sabía por donde tomarlo.
—¿Sector cinco? —Odd trataba de encontrar una explicación que darle—. Hemos dicho….
—Cuando estábamos en el Kadic… —empezó Jérémie, ahora que Odd y Sissi estaban juntos suponía que ella les guardaría el secreto, además en caso de que lo contase era muy poco probable que alguien la creyese— encontré un ordenador en la fábrica abandonada, dentro de él había un mundo virtual con una entidad malvada que…
—Lo que intenta explicar Einstein —intervino Ulrich— es que nosotros cinco viajábamos a ese mundo virtual llamado Lyoko mientras él se encargaba de guardarnos las espaldas usando el ordenador.
—Yo vivía allí hasta que Jérémie encontró el modo de sacarme.
—¡Ja! —Rió irónica—. No hace falta que os inventéis cosas si no me lo queréis explicar.
—Sissi, es la verdad.
Belpois salió de discretamente sin que sus amigos se diesen cuenta. Les dejaría a ellos dar las explicaciones. Tenía algo importante que hacer, subió a su habitación y recuperó su viejo portátil, aquel del que no se separaba en el Kadic, cogió la toma de corriente y bajó de nuevo. Los chicos seguían con la labor de poner en antecedentes a Sissi.
Hizo a un lado a William que le bloqueaba el acceso al enchufe y lo conectó todo para encender el ordenador. Se desesperó, no recordaba que fuese tan lento. Una vez en marcha habló:
—Voy a escanear Lyoko.
—No es por llevarte la contraria, Jérémie —dijo William—, pero si mal no recuerdo apagamos aquel cacharro hace tiempo.
—Si está apagado el programa no responderá. —Se subió las gafas en un acto reflejo rezando interiormente para que todo siguiese desconectado. Pero entonces el portátil emitió un pitido—. ¡Oh, no! —exclamó—. No sé como, pero el superordenador vuelve a estar en funcionamiento… —Se tapó el rostro con las manos—. Y lo peor de todo… hay una torre activada.
—¿¡Qué! —gritaron al unísono todos menos Sissi.
—Un segundo. Pensemos un poco —dijo Yumi tratando de mantener la mente fría—. Alguien ha debido ponerlo en marcha. Pero de todos modos… si es X.A.N.A. quien ha activado esa torre deberíamos poder volver a apagarle sin problemas. Sin el sistema de replikas no tiene a donde ir, ¿no?
—Tienes razón, en parte. —Respiró hondo procurando ordenar sus ideas—. Tal vez ha activado la torre para volver a poner en funcionamiento el sistema y escapar como la última vez y…
—¡Dejad ya el blablabla! ¡Vamos a luchar! —gritó Odd excitado por la perspectiva de volver a patear a X.A.N.A.
Todos estuvieron de acuerdo con sus palabras y corrieron en dirección a la fábrica a través del pasadizo del cobertizo. La sala se iluminó cuando entraron, todo estaba igual, a excepción de la cantidad de polvo que se había acumulado. Jérémie tomó asiento y empezó a teclear, mientras el resto esperaban órdenes.
—Venga a los escáners —dijo adoptando aquella vieja actitud de genio loco.
Sissi se quedó junto a él y el resto subieron al ascensor que les llevó a la sala de los escáners. La voz de Jérémie resonó en la sala cuando las puertas se cerraron.
—Transmitir Odd. Transmitir William. Transmitir Yumi. Escanear Odd. Escanear William. Escanear Yumi. ¡Virtualización!
Los tres cayeron en la región de los bosques, todo estaba tal cual lo recordaban. X.A.N.A. había recuperado el diseño original de Lyoko. Aelita y Ulrich aterrizaron junto a ellos.
—La torre activada está al norte de vuestra posición —dijo la voz de Jérémie desde ninguna parte.
—Bien. En marcha —dijo Ulrich echando a correr.
Los demás le siguieron. Era genial volver a esta allí.
—Os dejo al cargo de Sissi, voy a ver por que vuelve a estar operativo el superordenador.
Se quitó el auricular de la oreja tendiéndoselo a Sissi.
—¡Pero! ¡yo no tengo ni idea de cómo funciona este trasto! —se quejó.
—Es muy fácil, todo lo que tienes que hacer es vigilar la pantalla —dijo señalando el monitor—. Los triángulos verdes son nuestros amigos, el amarillo Aelita, los rojos los enemigos. En las fichas verás cuantos puntos les quedan.
—¡Espera Jérémie!
Pero él había corrido hacia el ascensor y ya no podía oírle. Se sentó de morros frente a la pantalla y se puso el auricular.
—Ah… ¿hola? —balbuceó con torpeza.
—Te oímos —le contestó Odd.
—No hay triángulos rojos…
—¡No! Sin enemigos es muy aburrido —se quejó.
Aelita rió, su amigo no tenía remedio. William corría detrás de Yumi aún preocupado, había algo que no encajaba. Tenía un mal presentimiento.
—Se os acercan… ¿eh? —dudó—, unas cosas por ahí.
William silbó y puso su pesada espada sobre su hombro.
—Eso ha sido muy específico.
—¡Eh! no te metas con mi chica, guaperas.
—¡Megatanques! —exclamó Aelita.
Odd alzó los brazos y contoneó su cuerpo en uno de sus bailes triunfales con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Juliette! ¡Xantal! ¡Françoise! Gracias por venir a visitarnos.
Los chicos negaron con la cabeza antes de esquivar los disparos de los monstruos de X.A.N.A., Odd apuntó a uno de los megatanques pero falló dándole en el hombro a Yumi.
—¡Ay! —se quejó—. Apunta bien.
—Yumi, te quedan setenta puntos —le informó Sissi.
William se lanzó frontalmente contra un megatanque usando su técnica del superhumo cuando este atacó, emergiendo del suelo a tiempo para destruirlo. Ulrich les hizo señas a las dos chicas para que se hicieran a un lado, con el fin de distraer a los monstruos sin sufrir bajas.
Yumi lanzó uno de sus abanicos y Aelita una bola de energia al tiempo que Ulrich avanzaba.
—¡Triplicar! —exclamó el muchacho—. A ver si te atreves con nosotros, boliche.
—Se os acerca otra cosa —titubeó Sissi.
—Yo me encargo del cangrejo —dijo Yumi al ver al bicho acercarse.
—Buena suerte —desearon al unísono los tres Ulrich.
La nipona esquivó los láseres que lanzaba deslizándose entre sus patas, y lanzó su arma que lo rozó sin llegar a eliminarlo. Estiró su brazo derecho y puso la mano izquierda sobre su sien concentrándose para utilizar la telequinesia. En a penas unos segundos redirigió su abanico dando en el blanco.
—Vaya… —siseó—. Estoy en forma.
Corrió para volver junto a sus amigos. Ulrich venció al megatanque y William cubrió a Aelita del otro, Odd por su parte no hacía más que esquivar, había perdido práctica.
—Ve a la torre —le dijo Ulrich a Aelita—. Nosotros nos encargamos de esto.
Ella asintió y corrió en dirección a la torre con cierta nostalgia, ya casi ni recordaba lo que sentía cuando vivía allí. Entró y las luces de la plataforma se iluminaron, ascendió hasta el nivel superior, en el que apareció una pantalla azulada, puso su mano sobre ella.
"AELITA" marcó la pantalla que parpadeó "CODE:" surgió. Aelita no dudó un segundo e introdujo la clave "LYOKO".
—Torre desactivada.
Odd derrotó al último megatanque al tiempo que el aura de la torre se volvía azul de nuevo. Aelita salió de inmediato reuniéndose con sus compañeros.
—¿Y ahora qué? —preguntó Ulrich— ¿Volvemos a casa?
—No. Tengo una idea y como Jérémie no está aquí para reñirnos…
Sonrió guiñándoles un ojo.
—Sissi, tienes que enviarnos al sector cinco.
—¡Estáis locos! No sé como hacer nada de eso.
—Introduce los datos que te voy a dar. —La tranquilizó Aelita—. Es muy sencillo.
Aelita empezó a dictarle, en el mundo real Sissi, introducía todos los datos en el superordenador. Finalmente tecleó la clave "Escipión".
En Lyoko el transportador los llevó hasta el sector cinco. La sala azul, tan familiar, les envolvía. Poco a poco la compuerta empezó a abrirse. Los chicos corrieron hacia el estrecho pasillo en busca del interruptor.
—Sissi —llamó Aelita—. Busca una marca en la pantalla.
—¡Hay una cuenta atrás! —exclamó la morena desde la fábrica— ¡Va muy deprisa!
—Busquémoslo nosotros —dijo Odd.
Miraron alrededor. Había bloques que subían y bajaban, otros que giraban, un desfiladero muy estrecho en las alturas.
—¡Allí! —exclamó Ulrich—. Todo tuyo, Yumi.
La japonesa asintió y con la agilidad que le caracterizaba se abrió camino hasta el estrecho paso. Pero X.A.N.A. no estaba dispuesto a ponérselo fácil. Varias tarántulas cargaron sus láseres, la apuntaban a ella, y en el nivel inferior Ulrich, Odd y William no daban abasto para contenerlos y proteger a su compañera. Lo único que podía hacer era esquivar los ataques y acercarse lo más rápido posible al maldito interruptor.
Aelita gritó haciendo que todos sus compañeros la vieran caer al vacío. Yumi usó la telequinesia para frenar su caída y con suerte ponerla a salvo, era cuestión de tiempo que quedase extenuada o que un gusano le diese.
—¡La tengo! —gritó William sujetando la mano de Aelita—. ¡Venga sigue adelante!
Esquivó como pudo la ráfaga de láseres activando la llave antes de quedar desvirtualizada.
—Yumi…
—¿Qué le ha pasado? —gimió Sissi.
—Nada grave. —Odd disparó varias flechas contra los gusanos—. Ha vuelto a casa.
La joven se mantuvo pendiente de la pantalla, aunque no tenía muy claro lo que ocurría. Cuando su chico volviera tendría que darle muchas explicaciones por su propio bien. Se sobresaltó con el sonido de la puerta al abrirse. Yumi se acercó a ella y le sonrió para tranquilizarla.
—Ya me encargo yo. —La chica asintió y le entregó el auricular—. ¿Me oís? Sustituiré a Sissi.
—Envíanos los vehículos —gritó Ulrich—. Esto se pone feo, si tenemos que esperar nos eliminaran a todos.
—Estarán listos cuando lleguéis. —Empezó a teclear los códigos en el programa de los vehículos—. ¡Odd! ¡Tres tarántulas a tu espalda!
—¡Genial!
Sissi miraba curiosa la pantalla por encima del hombro de Yumi.
—Odd está bien —le informó.
En Lyoko los chicos corrían en dirección a la plataforma exterior donde había un terminal.
—Voy a buscar datos.
—Vale, nosotros nos encargamos de los enemigos —determinó el samurai.
—A… Aelita —llamó ajustándose el auricular—. Ha aparecido un mensaje cifrado en la pantalla ¿qué hago?
—Presiona F5 y dale al enter, el programa se encargará de todo.
—Recibido.
Los chicos competían por ver quien eliminaba a más monstruos sin pensar demasiado en la protección de su compañera, que recibió un disparo en la pierna. William y Ulrich pugnaban por ver quien era más veloz, Odd y Aelita pensaron, divertidos, que sus esfuerzos por impresionar a Yumi no iban a servirles de mucho estando ella en la fábrica.
Cayó el último de sus enemigos, habían limpiado la zona sin llegar a usar los vehículos.
—Ulrich te quedan diez puntos. William a ti cincuenta. —Rodó los ojos al escuchar un "¡Toma ya, tengo más puntos que tú!" de lo más infantil a través del auricular—. Odd cinco y Aelita veinte.
—Sólo unos minutos más, casi tengo los datos que necesitamos.
—Las mantas… —murmuró—. ¿Las veis?
—Sugoi! —exclamó William.
Odd y Ulrich cogieron sus respectivos vehículos, William miró con fastidio el aerodeslizador de Yumi, hubiese preferido la moto.
—Tengo que decirle a Jérémie que me programe un transporte molón.
—Ey, que aquí venimos a luchar, no a fardar.
—Para ti es fácil de decir —le dijo a Ulrich esquivando un disparo—. ¡Eh, gatito! Cuidado no te den.
—Preocúpate de ti —replicó matando a una manta—. Sé cuidarme perfectamente —dijo antes de que un láser le alcanzase eliminándole.
—Odd… —murmuró Ulrich—. Vale. Hora de trabajar en equipo.
El moreno asintió, giró ciento ochenta grados para destruir a la manta que les atacaba por la espalda mientras Ulrich iba a por la que venía de frente.
—Yumi, te envío los datos.
En ese momento los dos chicos destruyeron a las mantas completamente compenetrados. Aelita les hizo señas para que volviesen junto a ella.
—¿Has encontrado algo interesante? —le preguntó Ulrich.
—Sí… bueno… —titubeó—. He encontrado algunos datos sobre X.A.N.A. y, me temo, que apagar el superordenador no servirá de nada.
—Alegra esa cara —le aconsejó Ulrich—. De nada sirve preocuparse antes de tiempo, pase lo que pase te ayudaremos.
—Si hay que patear a X.A.N.A. cuenta conmigo —dijo William con algo de rabia—. Tengo cierto asuntillo pendiente con él.
—Gracias, chicos. —Los abrazó con fuerza—. ¿Volvemos a casa?
—De acuerdo. Yo me cargo a William, tú a mi —le indicó a Aelita—, y él a ti ¿entendido?
Los dos chicos asintieron, contaron hasta tres y se desvirtualizaron.
Cuando regresaron a la sala del ordenador encontraron a Odd y Sissi abrazados y a Yumi aún sentada en la butaca.
—No ha estado nada mal —admitió Ulrich.
—¿Nada mal? —inquirió Odd— ¡Ha sido genial!
—Sí, ya, muy bien —refunfuñó Sissi—. Aún espero que me aclaréis de qué va esto.
El programa emitió un pitido, interrumpiendo a Sissi y anunciando que había finalizado su tarea de decodificar el mensaje. Las palabras aparecieron en la pantalla con total claridad:
Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper.
X.A.N.A., sector 5.
Torre. Aelita. Mar digital.
Replika, Alaska, laboratorio, reina. Hombres de negro, Anthea, arma, log, Lyoko.
Aelita, Hermitage, libros. Traidor, X.A.N.A., modificar. Suprimir, controlar, transformar, espía.
Azul, rojo, blanco, verde, negro. Torre.
—Un mensaje de mi padre —susurró con lo ojos llenos de lágrimas—. Mi padre sigue vivo en algún lugar.
—¿Tu padre? —Sissi enarcó una ceja y se cruzó de brazos.
—Es una larga historia —dijo Odd arrastrando las sílabas—. Te lo explico luego.
—¡Es genial, Aelita! —William la abrazó animado, no conocía todos los datos, pero recordaba lo que le había hecho X.A.N.A.
—Sí, es estupendo —apoyó Yumi y Ulrich asintió.
Jérémie subió por la escalerilla de la pared, con sumo cuidado, topando con la celebración de los chicos. Atrapó a Aelita al vuelo, cuando se lanzó a sus brazos exultante de alegría.
—¡Mi padre está vivo! ¡Nos ha enviado un mensaje!
—Qué buena noticia. —Trató de darle un tono jovial a su voz pero no lo logró. Ella aflojó su abrazo y le miró a los ojos, intentando leer en ellos lo que le ocurría. El muchacho suspiró—. Me alegro mucho, de verdad. Es sólo que…
Dio unos pasos atrás separándose de ella.
—¿Has descubierto algo, Jérémie? —preguntó Aelita tomando su mano— ¿Sabes por qué el superordenador vuelve a funcionar?
—Un rayo.
—La tormenta de anoche —sentenció Ulrich.
—Es muy probable, aunque no comprendo como ha pasado.
—¿Un rayo ha entrado por la ventana inexistente, le ha salido una mano y ha activado la palanca del superordenador? —Odd sacó su mejor tono irónico—. Vamos Einstein, eso no pasa ni en las películas.
—Cuando X.A.N.A. escapó hizo una copia de seguridad de si mismo, en algún lugar —explicó—. La potente descarga activó el programa y poseyó a un trabajador de la eléctrica para que activara el superordenador.
—Y… ¿cómo sabes que era de la eléctrica? —William hizo la pregunta que estaba en mente de todos.
—Por que duerme en la sala del superordenador. —Suspiró—. Tenemos que sacarle de ahí antes de que recupere el conocimiento.
—¿Qué vamos a hacer, Einstein? —Ulrich se recargó sobre la pared.
El rubio sonrió cansado paseando su mirada por sus amigos.
—En otra situación… no dudaría en apagarlo —dijo sin delicadeza—. Pero, lo siento… tengo que pediros que me ayudéis de nuevo. Tenemos que rescatar al padre de Aelita.
—Pensaba que no lo pedirías nunca. —Odd rió.
—Sobre eso… Jérémie —dijo Aelita—. Tenemos que hablar.
Continuará
Notas de la autora:
Hasta aquí el tercer capítulo, al fin, y para que me perdonéis por el enorme retraso he escrito un capítulo más largo que los anteriores. Subiré el cuarto en cuanto pueda, he empezado a trabajar en un proyecto de cómic con un amigo y estoy algo ocupada con el diseño de personajes y ciudades, y el storyboard del prólogo, así que ya de entrada me disculpo por haceros esperar, pero quiero aclarar que el fic quedará completo, no me gusta dejar las cosas a mitad.
Aclaraciones:
Sugoi: fantástico, genial.
Lo del diario de Ulrich salió en el capítulo cuatro "Carnet de bord".
Regresar al índiceX.A.N.A. by Natsumi NiikuraCode: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.
X.A.N.A.
—Según los datos obtenidos durante vuestra, imprudente, incursión en el sector cinco —empezó a explicar Jérémie cerca de las cuatro de la madrugada—, X.A.N.A. se valió del sistema de replikas para asegurarse de que no le eliminábamos del todo.
Hizo callar a Odd nada más ver sus intenciones de hacer preguntas.
—Se aseguró de hacer copias de seguridad por todo el mundo, lo que significa que hay más superordenadores en otras ciudades, incluso en otros países. Será imposible librarse de él. —El pesimismo se adueñó de él—. X.A.N.A. es invencible, no hay duda.
Jérémie suspiró y se puso en pie, buscando una nueva perspectiva algo más optimista.
—La única solución que se me ocurre es destruir todos los superordenadores. Pero eso supondría una gran inversión de tiempo y dinero. El Skidbladnir quedó destruido como recordaréis, así que habría que programar algo similar, y eso lleva tiempo. Aún y así, en caso de que lo logremos, estoy seguro de que X.A.N.A. ha aprendido la lección y habrá encontrado la manera de evitar que nos traslademos de la replika a la ubicación del superordenador. —Se quitó las gafas y se frotó los ojos con desanimo—. Aquí viene la inversión económica, tendríais que viajar en busca de los ordenadores, lo que sería tan costoso que acabaríamos en la ruina antes de lograr nada, eso sin contar con lo improbable que es lograr nada.
—¿Sabes de que estoy seguro yo, Einstein? —preguntó Odd alzando un dedo—. De que piensas demasiado.
—¡Odd! Cómo puedes…
—No, Jérémie, Odd tiene razón —le interrumpió Aelita.
—Sí, Jérémie —continuó Ulrich—. ¿No podéis fabricar un detector o algo por el estilo? Algo como el superescáner.
—Primero, se dice programar. Y segundo, si fuera tan fácil ¡Franz Hopper no estaría perdido en la red! —gritó.
Aelita apretó los puños con fuerza por la mención a su padre.
—¡Bravo Einstein! —gruñó Ulrich—. Veo que no has aprendido delicadeza en los últimos años.
—Lo… lo siento, Aelita.
—No, tienes razón. Pero aunque no sea fácil, estoy segura de que el mensaje de mi padre es algún tipo de pista.
—O es una trampa de X.A.N.A., incluso podría ser que tu padre hubiese perdido la razón. —Jérémie dejó caer los hombros consciente de lo que acababa de decir—. No sabemos si tanto tiempo perdido en el mar digital le ha afectado.
Aelita ahogó un gemido de tristeza, la falta de tacto de su marido siempre acababa hiriéndola. Leyó el mensaje de nuevo en voz alta:
Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper. Soy Franz Hopper.
X.A.N.A., sector 5.
Torre. Aelita. Mar digital.
Replika, Alaska, laboratorio, reina. Hombres de negro, Anthea, arma, log, Lyoko.
Aelita, Hermitage, libros. Traidor, X.A.N.A., modificar. Suprimir, controlar, transformar, espía.
Azul, rojo, blanco, verde, negro. Torre.
—¿Qué puede querer decir?
—¿Y si con los colores se refiere a las torres? —preguntó Yumi encogiéndose de hombros—. Las normales eran azules, las activadas por X.A.N.A. rojas, las activadas por tu padre blancas y las activadas por Jérémie verdes…
—Sí, podría ser —Ulrich asintió—. Pero ¿qué hay de las negras?
—Ni idea.
—Las activadas por mí en una replika desde otro superordenador —dijo William pillándoles por sorpresa a todos.
—¿Cómo dices? —preguntó Jérémie ajustándose las gafas.
William suspiró con pesadez, el mensaje de Hopper lo cambiaba todo, no podía ocultar su "fantasma" más tiempo.
—Está bien —dijo armándose de valor—. Tengo que explicaros algo. Cuando me recuperasteis de las garras de X.A.N.A. mi memoria sobre él se borró casi por completo. Sin embargo, hace dos años… —Hizo una pequeña pausa—. Cuando tuve aquel accidente ¿te acuerdas, Yumi?
Ella sintió un escalofrío mientras asentía, preferiría no acordarse, pero los recuerdos volvieron a su mente como si estuviese ocurriendo en ese preciso instante:
Eran las cuatro de la tarde y ya llevaba media hora esperando a William en la entrada del centro comercial. Había insistido muchísimo en que le acompañase para comprarse un traje y ahora que ella había aceptado, él no aparecía. Estaba nerviosa, hacía un buen rato que no dejaban de pasar ambulancias y coches de policía con las sirenas encendidas.
Sacó su teléfono móvil y marcó el número de William, cansada ya de esperar. La voz al otro lado de la línea le desconcertó, no era él.
—¿Diga? —contestó una voz masculina algo grave.
—¿Quién es usted? ¿Dónde está William? —inquirió alarmada.
—Al habla el detective Nakamura de la comisaría central de Kyoto. ¿Con quién hablo?
Sintió que el suelo se movía bajo sus pies y tuvo que sentarse en las escaleras de la entrada, pálida como la cera, con sudor frío empapándole la espalda.
—Ishiyama Yumi. Soy amiga de Dunbar William.
—Ishiyama-dono —dijo el hombre procurando sonar menos rudo—, lamento decirle que su amigo ha sufrido un accidente de tráfico. En estos momentos se encuentra en el hospital general de Kyoto y…
Se le cayó el móvil al suelo y el sonido del aparato contra el empedrado de la calle le hizo despertar. Salió corriendo hacia el hospital, que no estaba lejos de allí, encontrándose con varias ambulancias en la entrada de urgencias. Entró a toda prisa esquivando a los familiares histéricos, a los heridos leves… hasta llegar al mostrador en el que había una mujer bajita y con gafas, ahogada entre papeles.
—¿Dónde está Dunbar William? —preguntó tan rápido que se atragantó con su propia saliva.
La mujer paseo su mirada por las hojas de ingresos en busca del nombre mencionado por la joven.
—Está en quirófano, espere en la sala, cuando acaben le avisaré, señorita…
—Ishiyama.
—Ishiyama-san. —Le sonrió con ternura, tratando de infundirle un poco de ánimo—. Avisaré al doctor para que venga a hablar con usted.
Asintió resignada y nerviosa. Con cada hora que pasaba su inquietud crecía hasta llegar a la histeria. Y cuando el médico la llevó a la UCI y le vio lleno de tubos y cables, su estado anímico no mejoró. El diagnóstico la dejó muy preocupada. William estaba en coma y su pronóstico era muy grave.
Ulrich puso una mano sobre su hombro, con mirada preocupada, devolviéndola al mundo real. Se había puesto a temblar y él lo había notado.
—Estuve en coma dos semanas y acabé hecho un desastre. Veinte operaciones, cuatro meses en cuidados intensivos, rehabilitación… —Sonrió tranquilizadoramente al ver la reacción de su amiga—. Mientras, digamos, dormía, soñé con X.A.N.A. y con todo lo que ocurrió. Cuando me desperté mi memoria había regresado, lo recuerdo todo.
—¿Por qué no…?
—¿Te lo dije? —acabó la pregunta de Yumi que asintió—. No quería preocuparte más, ya tenías bastante con hacerme de enfermera veinticuatro horas al día durante un año. Y después, no me vi con valor para contártelo.
—William… —susurró apenada.
—Es muy conmovedor —refunfuñó Jérémie—. ¿¡Cuándo pensabas decírnoslo! X.A.N.A. nos ha atacado y quién sabe si tú has tenido algo que ver.
Miraron sorprendidos la pataleta de Jérémie, que había perdido los estribos.
—No tengo nada que ver con eso, puedes creerme.
—¡Ja! —espetó amenazante—. ¿Te crees que un "puedes creerme" sirve de algo? —Se acomodó las gafas paseando histérico por delante de sus amigos—. Claro, como lo dices tú, pues ¡Eh! ¿Sabéis qué? ¡Vamos a creerle! ¿Engañarnos? ¿William? Qué estupidez.
Se detuvo frente a él y le golpeó en el pecho con el dedo índice.
—Pues ¿sabes qué, William? ¡No te creo! —le gritó—. Además, te quiero fuera de mi casa.
Presenciaron atónitos la salida de tono de Jérémie, siempre había sido un tanto extremista cuando se ponía nervioso, pero aquello sobrepasaba lo común.
—Olvidas que l'Hermitage es también mi casa. William es mi invitado —dijo Aelita aún sorprendida.
—¡No lo dices en serio! ¿verdad que no?
—No podría hablar más en serio, Jérémie —le gritó—. No seas infantil.
—¡No pienso dormir bajo el mismo techo que ese traidor!
—¡Pues búscate un hotel!
Sissi se despertó con los gritos y viendo lo cabreados que estaban prefirió no decir nada. Odd dio un paso al frente y se aclaró la garganta con la intención de captar la atención de sus amigos, pero no funcionó.
—Creo que todos necesitamos dormir —dijo con calma—. No sigáis diciendo cosas de las que os arrepentiréis por la mañana.
—Por la mañana llamaré a Matthias —dijo William—. Así no tendrás que verme, Jérémie.
Dicho esto se encaminó al ascensor y pulsó el botón. Sus compañeros, mientras tanto, miraban con reproche a Jérémie, que se limitó a cruzarse de brazos y devolverles la mirada.
—Eres muy injusto —dijo Yumi en un tono lúgubre que les puso los pelos de punta a todos.
Tomó el mismo camino de William y el resto la siguió dejando al rubio solo en la fábrica. En el puente, Odd, pasó un brazo por los hombros del moreno en un gesto de camaradería, Aelita rodeó su cintura acompañando su gesto, Sissi le dio un golpecito en el hombro, Yumi le revolvió el pelo y Ulrich le palm
[Code: Lyoko] Antes de que sea tarde by Natsumi Niikura
Han pasado varios años desde que X.A.N.A. fuese derrotado. Ahora los guerreros de Lyoko se reunen de nuevo, pero ¿será todo tan tranquilo como debiera? UxY,
fanfic
es
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2024-11-03
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