Sin City by zSz

 

 

 

Sin City by zSz
Summary:

Cuando vives en la ciudad, hay cosas que no puedes permitirte. Andar por las calles por la noche es una de ellas. ¿Te crees que estás protegido? ¿Qué hay vigilancia? Hay lugares en el mundo donde no queda nada, perdidos de la mano de Dios, donde no existe la pena ni la condena. Esos sitios son reales, y las personas en ellas también.

Lo sé. Porque yo soy una de ellas. 

No hay mal ni bien, no hay pena ni remordimiento. Todo lo tendrás que hacer. Y aquí nadie lo va a sentir. No existe el concepto del ser individual, a menos que se trate de ti. Lo haces y ya está. Un día es robar, otro seducir y otro matar. Pero verdaderamente, da igual.

 

 

Alexia

 


En una remota parte de la ciudad, donde solo el crimen existe y sostiene, se entremezclan las historias de incontables personajes cada uno más singular que el siguiente, centrados todos en un mismo punto. Sin City. 

¿No me crees? Sígueme. 

 


Categories: COMIC Characters: Ninguno
Generos: Angustia, Drama, General, Horror
Advertencias: Lemon, Lenguaje Obsceno, Muerte de un personaje, Tortura
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 1 Completed: No Word count: 2494 Read: 97 Published: 25/12/2012 Updated: 27/12/2012
Summary:

Cuando vives en la ciudad, hay cosas que no puedes permitirte. Andar por las calles por la noche es una de ellas. ¿Te crees que estás protegido? ¿Qué hay vigilancia? Hay lugares en el mundo donde no queda nada, perdidos de la mano de Dios, donde no existe la pena ni la condena. Esos sitios son reales, y las personas en ellas también.

Lo sé. Porque yo soy una de ellas. 

No hay mal ni bien, no hay pena ni remordimiento. Todo lo tendrás que hacer. Y aquí nadie lo va a sentir. No existe el concepto del ser individual, a menos que se trate de ti. Lo haces y ya está. Un día es robar, otro seducir y otro matar. Pero verdaderamente, da igual.

 

Alexia

 


En una remota parte de la ciudad, donde solo el crimen existe y sostiene, se entremezclan las historias de incontables personajes cada uno más singular que el siguiente, centrados todos en un mismo punto. Sin City. 

¿No me crees? Sígueme. 

 


Categories: COMIC Characters: Ninguno
Generos: Angustia, Drama, General, Horror
Advertencias: Lemon, Lenguaje Obsceno, Muerte de un personaje, Tortura
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 1 Completed: No Word count: 2494 Read: 97 Published: 25/12/2012 Updated: 27/12/2012 Liquor by zSz

Cuando vives en la ciudad, hay cosas que no puedes permitirte. Andar por las calles por la noche es una de ellas. ¿Te crees que estás protegido? ¿Qué hay vigilancia? Hay lugares en el mundo donde no queda nada, perdidos de la mano de Dios, donde no existe la pena ni la condena. Esos sitios son reales, y las personas en ellas también.

 

Lo sé. Porque soy una de ellas. El frío forma parte de éstas calles, y acaba formando parte de ti. El frío y el hambre. Pero terminan por hacerse parte del mundo, igual que el suelo bajo tus pies. Da igual lo que sientas, acabas olvidando el estómago vacío y los pies congelados. Ya no existen. Eso es cosa de mimados. Y los mimados mueren.  El metal de las monedas, el olor de los billetes, de una chaqueta de cuero, el sonido de un coche arrancando, eso es lo que acechas. No una cama ni una manta. Por favor. Aquí no se duerme- aquí se caza.

No hay odio si quiera, solo hipocresía. No se confía en nadie. Jamás. El engaño y la mentira, codo con codo, lo que sea por conseguir un día más de vida. A menos que lleves los bolsillos llenos, claro, entonces lo tienes todo comprado. Éste es el mercado negro, el patio de los obscenos y obscenidades. Aquí vienen a hacerse ricos, vienen los que no tienen a dónde ir. La élite de marginados sociales. Los que no tienen nada, ni familia ni alma. Pero que no dé te pena. Nos da igual. Y por eso estamos aquí. Una vez que cruzas la línea, ya no hay vuelta atrás. Hay una forma rápida de adinerarse y todo el mundo lo sabe. La clave es ensuciarse. Pero la trampa está en que no hay nada con qué limpiarse.

No hay mal ni bien, no hay pena ni remordimiento. Todo lo tendrás que hacer. Y aquí nadie lo va a sentir. No existe el concepto del ser individual, a menos que se trate de ti. Lo haces y ya está. Un día es robar, otro seducir y otro matar. Pero verdaderamente, da igual.

Me subo la chaqueta, andando lenta y decididamente en una y otra dirección de la calle. No estoy sola. Aquí nunca se está solo, y si crees estarlo, teme.

No subestimes tu oponente. Ni el sexo ni la piel son excusa.

Aprieto los labios, extendiendo el pintalabios negro ya secado, bajando la mirada y dejando ver el color oscuro de mis párpados. Siento el frío metal de la navaja contra mi muslo, escondido bajo mi cinturón, las piernas envueltas por unas medias de rejilla y botas de cordón.

-Alexia.

Elevo la mirada. Un coche. Un hombre asomado a la ventana.

Me acerco.

-¿Tienes frío?

-No.

Las manos metidas en los bolsillos, le miro a través de mis ojos azules. Esa pregunta significa solo una cosa. Pero le conozco. Es mi amigo.

Sí. No confíes en nadie. Pero el concepto de amistad y confianza es cambiante.

Extiende la mano y roza uno de mis largos pendientes, que al soltarlo tintinea, chocando contra mi piel. El metal está congelado.

-Entra.

Giro la cabeza. Las demás no me prestan atención, aquí todo el mundo se conoce, y al igual que solo te importas tu mismo, no te metes en los asuntos de los demás. A menos que incluyan al colectivo.

Ésta noche hay pocas, y la ciudad está tranquila.

Yo lo estoy.

-¿Cuántos haces?

-Diecisiete. ¿Cuántos haces tú, cuarenta?

Ríe, acariciándose la barbilla afeitada y volviendo a mirarme.

-No te veo ocupada hoy.

-Nosotras hacemos más que eso.

Mira a su alrededor, observando las ventanas de los edificios. Sabe que ocurre algo. No me arrepiento de habérselo sugerido.

 

-Quieres que me vaya.

-Hoy si. Vuelve mañana.

Asiente, pero aún no arranca el motor.

-¿Tienes un mechero?

Meto la mano en el corto, unos mechón de mi oscuro pelo cayendo sobre mi frente.

Acerco el fuego al cigarro, y nos observamos.

Sé que pasa algo, y soy yo ahora la que se guarda la pregunta.

Toma una calada, soltando el humo y volviendo a desviar la mirada. Blog sobre música Rock

-Cuídate- dice, mientras enciende el motor. Guiña un ojo, serio, y le da al gas, mientras observo la placa de su coche antes de que desaparezca por la esquina.

La calle vuelve a quedarse tranquila, y giro la cabeza mirando a ambos lados de la carretera.

Hoy no espero a nadie más, y tomo aire. Busco el olor del humo que hace segundos salía de su boca. Me encanta.

El olor a humo, a gasolina, a cuero, a metálico. Soy una auténtica rata de ciudad.

Y no podría adorarlo más.

 

La habitación es pequeña. De poderse llamar habitación. Mal iluminada, la única luz procede de una vieja lámpara que cuelga del techo, de un color blanco desgastado, propagando sombras desagradables. Las paredes negras y desnudas parecen cerrarse alrededor de uno, lisas, interrumpidas solo por la estrecha ventana a través de la cual se observa la luna llena  y el edificio contiguo. Deja pasar el frío al cuarto casi totalmente vacío, a excepción de una mesa y una silla situadas en el centro del espacio. Se oye un sonido metálico, unas cadenas chocando contra una cremallera, pasos fuertes que hacen eco por el pasillo.

La puerta se abre, y entra un hombre acompañado de una sombra. Es grande, amenazador; O por lo menos eso parece. Viste una camiseta de tirantes, sobre la cual lleva una grande y pesada chaqueta con bolsillos dentro y fuera, botas militares y al cuello varios collares. Con la sombra fuertemente agarrada, arrastra la silla, sentándola en ella y cruzándose de brazos mientras se apoya en la esquina. Su rostro queda tapado por las sombras, iluminándose con el fuego del mechero que acerca a su boca, abriéndola como si la fuese a introducir en su interior. Sonríe ante su propio engaño, sacando un puro y encendiéndolo, tomando una larga calada, encendiéndose así la punta de éste, el espeso humo comenzando a llenar la habitación.

-¿Te gustan mis cadenas?

Recoge una de ellas con su grande mano, agitándola. La sombra ni respira.

Da unos pasos hacia ella, y permanece quieto ante la figura. Después, sin aviso, le agarra el rostro, violentamente levantándolo a la luz de la lámpara.

Silencio. El rostro agresivo del hombre permanece impenetrable, mientras en su interior, junto al humo que llena sus pulmones contaminando su sangre, encuentra un regalo. Una sorpresa. La sombra es una joven de ojos azules, el pelo medio recogido, oscuro, apartado de su rostro pero cayendo sobre sus hombros, cubiertos por una fina chaqueta de cuero. Llevando la vida que llevaba él, no se daban muchos días en los que ocurriese algo inesperado. Como aquel. Recoger una piedra cualquiera, para descubrir después que es un rubí.

No la suelta. Es pálida. Tiene una nariz fina, centrada, al igual que sus cejas. Su frente es amplia, sin llegar a ser excesiva, y sus labios un punto intermedio, pintados de negro, semejantes a una flor abierta de pétalos, terminando su rostro al fin con la curva de su mandíbula, intensa, pero de nuevo, no excesiva. Uno de sus pendientes tintinea, formando sombras en el lateral de su rostro.

 

De nuevo, sin previo aviso, la acerca, besándola con violencia. Después al fin la suelta, cayendo ésta sobre la pared y soltando un jadeo, llevándose una mano a la boca y observando al hombre a través de sus ojos azules.

Él se dirige hacia la silla. No se arrepiente. Pero sabe que no debe hacer nada más.

La chica sirve de algo. Tras su expresión de expectación, preparándose para lo que puede venir, ve inteligencia.

El hombre se sienta, y la observa. Es muy joven.

-¿Cómo te llamas?

La chica se limpia la boca, poniéndose recta y guardándose unos mechones de pelo tras la oreja.

-Alexia.

Tiene una voz suave y firme.

-Ven aquí.

Se acerca. Él manosea sus colgantes, al fin, encontrando uno y quitándoselo.

-Lo quieres.

No es una pregunta, y ella lo toma y observa. Es largo, y al final, cuelga un pequeño cristal azulado. Lo guarda en el bolsillo.

-No entiendo esto.-dice ella.

-Estás aquí porque me gustas. Y te iba a pagar.

-No ésta noche.

-Tengo que tener un día muy malo para que me rechace una puta. Pero yo tampoco tengo tiempo. Te he cogido porque vas a endeudarte conmigo.

Alexia hace ademán de negar, pero aguarda.

-Te voy a dar algo muy valioso.

-¿El qué?-responde rápidamente.

El hombre se inclina, apoyando los codos en las rodillas y mirándola directamente.

-Información.

 

Debí de haberlo sabido. Salir de la prisión no es fácil. Han pasado ocho años. Ocho años desde que sostuve la mano de la pequeña Alexia. Dónde está, quién es… Soy un viejo con unos billetes sucios en el bolsillo. Tiene diecisiete años. Se ha olvidado de mi. Recorro las calles de Sin City, solas. Las cosas antes eran asquerosas, y ahora lo siguen siendo. Ocho años para que las calles pasen a ser de caóticas y repletas de crimen a hipócritas y llenas de engaño. Ocho años para que Alexia siga con su vida. Ocho años.

Me acaricio la barba creciente, frunciendo el ceño y contemplando un anuncio en la pared de ladrillos a mi izquierda. Lo leo mientras a mis oídos llegan los lejanos sonidos de coches de policía circulando a toda prisa. Los locales seguirán llenos. Eso poco sé que sigue igual. Doy la vuelta a la esquina, y entro en el viejo Liquor. Cómo no iba a seguir abierto. Intercambiador de negocios, droga y amor, una de las luces de los restos de Sin City. En cuanto entro el familiar olor de tabaco, madera y excitación llega a mi nariz. Lleno. El único lugar donde existe la compañía. Las camareras, jóvenes, sirviendo más sus cuerpos que las bebidas. La barra, ocupada.

Todo está regido por ellas; antes eran esclavas. Ahora las putas son dueñas de todo. No me molesta. O unos u otros. Se han formado tres pilares. Las putas, los policías y los interesados.

Yo soy un interesado. Pero por el bien de esa chica. Miro a mi alrededor, sintiendo el peso de esos ocho años sobre mis hombros y me siento en la barra. Pido Vodka. Negro. La camarera sonríe poco más de un segundo, y rebusca. Pantalones de cuero, gorro vaquero, tripa descubierta, pelo hasta las caderas. Clásico. Mi corazón da un salto. ¿Y si es Alexia? Pero no… Sigo mirándola, cundo se agacha para recoger un vaso y…

Una chica. Al otro lado de la barra. Mirada fija en el vaso medio lleno frente a ella. Pelo recogido, oscuro, mechones cayendo sobre sus hombros. Joven, muy joven. Cejas finas, labios entreabiertos. Eleva la mirada. Me ve. Ojos…

-¿Así está bien?- La camarera vuelve a subir, tapando mi vista con la botella.

Me levanto, ignorándola y andando lentamente al otro lado de la barra. Aparto a los hombres bloqueando mi paso.

Y ha desaparecido.

 

 

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Cuando vives en la ciudad, hay cosas que no puedes permitirte. Andar por las calles por la noche es una de ellas. ¿Te crees que estás protegido? ¿Qué hay v

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2020-05-20

 

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