Dios de la lluvia by Painalli

 

 

 

Dios de la lluvia by Painalli
Summary:

Todos la hemos pasado dificil en el instituto. Siempre hay alguien popular y alguien inpopular, feo o guapo, aquella chica timida o aquel muchacho inalcanzable. Bueno... este no es ese tipo de colegio.

El Instituto Tláloc cuenta con bellas instalaciones, jardines amplios y exelentes profesores. ¿Y que pasa con los alumnos? Casi todos son educados y respetuosos... a excepción de Miranda Martínez.

 

Una fiera, un huracán y un misterio envuelto en ropa holgada y cabello alborotado. ¿Eso es Miranda? Pero es que nadie lo sabe además de Karla, su mejor amiga. El caos provocado en el instituto se ve interrumpido cuando el nuevo ciclo escolar empieza, y con el llegan nuevos alumnos y profesores.

 

 

El Instituto esconde una terrible conspiración, y tal vez la personalidad explosiva de Miranda sirva para mantener con vida a aquellos compañeros de clase que no pierden oportunidad de humillarla, a aquellas profesoras que la lastimaron y... por supuesto, a aquel nuevo profesor del que está profundamente enamorada.

 

¿Podría una batalla así desencadenar la traición de una amiga? Quizás también revelar la verdadera identidad de un chico amable, el lado apasionado de un profesor decente, la rebeldía de una amiga ejemplar.

Todo podría cambiar el status con solo esta guerra...


Categories: ORIGINALES Characters: Ninguno
Generos: Angustia, Ciencia Ficción, Drama
Advertencias: Lemon, Lenguaje Obsceno, Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 7 Completed: No Word count: 8821 Read: 408 Published: 25/09/2011 Updated: 08/10/2011
Summary:

Todos la hemos pasado dificil en el instituto. Siempre hay alguien popular y alguien inpopular, feo o guapo, aquella chica timida o aquel muchacho inalcanzable. Bueno... este no es ese tipo de colegio.

El Instituto Tláloc cuenta con bellas instalaciones, jardines amplios y exelentes profesores. ¿Y que pasa con los alumnos? Casi todos son educados y respetuosos... a excepción de Miranda Martínez.

 

Una fiera, un huracán y un misterio envuelto en ropa holgada y cabello alborotado. ¿Eso es Miranda? Pero es que nadie lo sabe además de Karla, su mejor amiga. El caos provocado en el instituto se ve interrumpido cuando el nuevo ciclo escolar empieza, y con el llegan nuevos alumnos y profesores.

 

El Instituto esconde una terrible conspiración, y tal vez la personalidad explosiva de Miranda sirva para mantener con vida a aquellos compañeros de clase que no pierden oportunidad de humillarla, a aquellas profesoras que la lastimaron y... por supuesto, a aquel nuevo profesor del que está profundamente enamorada.

 

¿Podría una batalla así desencadenar la traición de una amiga? Quizás también revelar la verdadera identidad de un chico amable, el lado apasionado de un profesor decente, la rebeldía de una amiga ejemplar.

Todo podría cambiar el status con solo esta guerra...


Categories: ORIGINALES Characters: Ninguno
Generos: Angustia, Ciencia Ficción, Drama
Advertencias: Lemon, Lenguaje Obsceno, Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 7 Completed: No Word count: 8821 Read: 408 Published: 25/09/2011 Updated: 08/10/2011 Introducción... al colegio by Painalli

 

 

 

Las mañanas del Instituto Tláloc suponían ser tranquilas, monótonas y ordenadas, durante el almuerzo, todos los estudiantes debían pasar unos momentos calmados en la cafetería...



...Eso, hasta que un ruido común llenaba la estancia.



¡Craaash!



Ese ruido sutil de caos y desastre.



-¡¡Martínez, Fernández!!


No podría decirse que todos los días eran iguales, por supuesto, pero ese caos que solía reinar especialmente en la cafetería, cada viernes, era algo a lo que la mayoría de los estudiantes ya estaban acostumbrados. Sin embargo era principios de año, y muchos nuevos integrantes no entendían la dinámica "escolar". Unos alumnos en especial parecieron consternados, atentos al alboroto que se había armado cerca del patio, en unas mesas que estaban casi al aire libre debido a la ausencia de una pared.


-Diablos, ¿acaba de empezar el curso y ya hay chicas llamando la atención? Creí que esta escuela tenía mejor reputación.- comentó un muchacho en la fila de un pequeño puesto de café. Lucía realmente irritado, pero algo en su rostro era sereno.



-¿Eh? ¿Es que no lo sabes?- respondió alguien a dos puestos adelante, sorprendido.- Seguro eres nuevo...


-“Ugh... ¿no es obvio?”- pensó el aludido, más irritado aún.



-Esas chicas suelen hacer un gran alboroto todos los viernes en la cafetería, por lo que la Directora Azminda permite que almuercen en sus habitaciones.- mientras le explicaba, señalaba a dos jóvenes. Una de ellas era alta, de tez blanca y con una complexión curvilínea. Ojos del color de la miel, y una abundante cabellera azabache, con un característico y llamativo mechón carmín. La otra, mucho más menuda y bajita, tenía la piel morena. El iris de sus ojos era más oscuro, y presumía de una preciosa y sedosa melena castaña.


-¿Les da tratamiento especial?- preguntó, escéptico, al tiempo que levantaba una ceja.


-Algo así... no estamos seguros de la razón, pero se evitan una hora de gritos y dramas. La mayoría lo aceptamos, ya que no interactuamos mucho con ellas, pero algunos otros aun se molestan... sobre todo cuando Martínez estalla.- la monotonía con que hablaba le hacía entender al nuevo estudiante que la escena no era nada nueva.- Hacía dos meses que iban tranquilas, quien sabe que la alborotó hoy...

 



-Se ve que son una atracción turística aquí, eh?



-Podrías llamarlo así.-en ese punto, el muchacho se dio cuenta que lo habían adelantado en la fila- ¡Eh, mi café!



El recién ingresado suspiró. Increíble que algo así sucediera su primer día en aquel internado. Dio el recuento de los daños, la comida desperdiciada en el suelo, la charola abollada a un lado, y una profesora que se había quedado a mantener a los otros alumnos al margen.


:::::::::::::::::::::


-¡Bienvenido, profesor Estévez!- exclamó una guapísima mujer desde su escritorio, sonriente y radiante.



-Por favor, Az... nada de formalismos ahorita, tomé un vuelo muy largo y quería ver a mi vieja amiga.- contestó el apuesto pero cansado hombre que entraba por la puerta de su oficina. Su cabello negro y lacio le rozaba el mentón, sus ojos eran verdes y su altura era... impresionante. Su complexión era delgaducha, pero su porte profesional le daba una apariencia de elegancia sin comparación. Ambos se dieron un corto abrazo y tomaron asiento.


-Claro que sí, Ángel... olvidaba que debiste llegar bastante cansado.


-Bueno, no tan cansado... uhm... -sus ojeras no mentían, pero su leve sonrisa era cautivadora.- Me llevé una gran sorpresa cuando me llamaste.


-¿En serio? Yo habría tomado la decisión sin pensarlo dos veces, y así lo hice.- cuestionó ella, divertida.


-¿No te hubiese gustado un profesor con más... experiencia?

-¡Por favor! No hables de la edad así, Ángel... eres mayor que yo, incluso.- rezongó. El pelinegro no pudo objetar nada.



::::::::::::::::::::::


-¡Hey, espera!- a toda prisa, una linda y menuda castaña se acercaba al pasillo interminable de habitaciones individuales.- Martínez...


-¿Podrías dejar de decirme así? Ya no estamos en la cafetería.- le respondió esta, de mal humor.


-Tampoco te pongas tan diva conmigo, Miranda...- insistió ya a su lado, seria. La pelinegra la miró y pareció calmar la mirada.



-Lo siento... pero yo no elegí vivir aquí.- con los ojos apagados, siguió caminando por el pasillo, hasta la última habitación. Se detuvo frente a la puerta, de pronto pensativa, miedosa de abrir ese pedazo de madera y encerrarse en su propia jaula. Pero Karla Fernández la abrió por ella.

 


-Lo sé... -le sonrió.- Pero así son las cosas... anda, date una ducha, iré por comida.



-Tiré esa charola en la cafetería, no tienes por qué traerme más comida.- replicó en tono ácido.



-Si, pero tengo hambre... entra.- miró divertida como Miranda entraba a regañadientes. Cerró la puerta y regresó a la cafetería.



:::::::::::::::::::



-¡Hey, Fernández! ¿¡La asustadiza rebelde volvió a su cueva!? ¡Llévale algo de comer!- gritó alguien al fondo del salón cuando la castaña iba pasando, y sintió grandes deseos de ir y golpearlo, sin embargo, una mano tocó tranquilamente su hombro.



-Tranquila, Karla... todo está bien.- su sonrisa era tranquilizante, su figura, larguirucha y bajita igual a ella, era lo que necesitaba para relajarse. Su cabello era precioso, color miel y sus ojos resplandecían como esmeralda.- ¿Que pasó ahora?


-Lo mismo de siempre, Sahori... Unos chicos le dijeron inmadura por ser tan... apática...- suspiró.- Hacía tiempo que no le afectaba, pero en estas fechas es un poco más sensible.


-Seguro se tiente muy mal.- murmuró con mirada tristona, y Karla sonrió.


-Probablemente, pero la tierra no se detiene por eso. ¡Tenemos clases! Ella no saldrá por ahora, pero aun debemos la clase de canto y luego de matemáticas.


-Sí, conseguí un tutor para las clases de matemáticas...- dijo sonriente, y Karla, antes de entrar al salón de arte, la miró con una sonrisa pícara.



-¿Quien, querida Sahori?



-E-Eh...  M-Marco dijo que podría ayudarme... pero había considerado también a Guillermo...



-Wow, Marco, Memo... ¿qué falta? ¿Carlos? ¿Rodrigo?- su sonrisa se ensanchó, y rió al ver a su amiga sonrojarse.

 

Regresar al índiceProfesor Estévez, no sabe cuanto odio las matemáticas... y a Emiliano. by Painalli

 


 


-¡Chicos! Esta mañana me desidí a pasar a esta aula para darles un anuncio importante.- mencionó con energía la atractiva directora, mientras su largo cabello yacía atado con un lazo en lo alto de su cabeza. Sus lentes, por supuesto, tenían poco aumento, pero le daban ese aspecto intelectual que tanto la caracterizaba.


 


-Ah, mejor dicho, que se digna a pasar por aqui.- rezongó un muchacho de la ultima fila, y otros parecieron disfrutar del comentario, soltando una que otra risita.


 


-Señor Tenryu, sea tan amable y espéreme afuera del salón y luego me acompaña a rectoría para que le haga un reporte, ¿si?- respondió Azminda con dulzura, y al muchacho se le heló la sangre. No tardó ni cinco segundos en llegar al pasillo, mientras el resto de los alumnos se abstenían de reír.

 


 


-D-Directora...- habló muy muy bajito una chica rubia y de bonitos ojos.- ¿Cual era... el anuncio?


 


-¡Ah, cierto! Olvidaba lo del anuncio jejeje...- sin duda, la dulzura y energía de la directora podía llegar a ser aterradora. ¡Estaba loca!- Al parecer, el profesor de matemáticas anterior, José Eduardo, no volverá a dar clases aquí debido a un viaje muy importante que tuvo que hacer en el amazonas.


 


-¿En el...- susurraría la chica rubia, Magui.


 


-...Amazonas?- concluiría Rochi, su fiel colega y hermana menor, con una expresión de desencaje.


 


A pesar de la... extraña... noticia, todo mundo, que parecía suficientemente idiota para suponer algo así, gritó en jubilo al pensar que ya no tendrían profesor de matemáticas. Una pequeña incógnita parecía rodear la mirada de la tierna Magui, inteligente y concentrada, entendía algo que muchos parecían olvidar... tendrían un nuevo profesor. Si o si.


 


-Vamos, muchachos... no los dejaré sin una materia tan importante. Le llamé a un viejo amigo para que pudiese asistirme con esto, así que trátenlo bien.- la mirada de Az se volvió un poco más seria.- ¿Estévez, podrías...?- al tiempo que se giraba a la puerta, aquel alto profesor entraba por ella, inspeccionando tranquilamente a sus nuevos alumnos.- El será su nuevo profesor de calculo, Ángel Estévez.


 


-Vaya...- exclamó una chica al frente, pasmada, sonrojada, impresionada. Igual que muchas otras. Dios, que fastidio.


 


El hecho es que no se podía evitar, pensó el, considerando que la mayoría de esas jovencitas estaban en una etapa llena de hormonas, y él no era para nada ignorante del efecto que podía causar en la mayoría de las mujeres. Solo esperaba que eso no le causara problemas, tan solo un instituto más donde dar clases, un grupo normal, chicas normales... si, claro.


 


:::::::::::::::::::::::


 


-No quisiera salir de la cama, ¿sabes?- gruñiría llena de rabia una pelinegra en su habitación, con una almohada anaranjada sobre la cabeza. La chica a su lado ya no sabía como convencerla de salir, y conocía sus limites.


 


-Vamos, por favor, Miranda... ya es tarde, Karla ya debe estar en clase igual que todos los demás. A demás, el año pasado no fuiste muy bien en matemáticas, deberías corregirlo este año.- al decir esto, la iracunda muchacha se destapó el rostro y la fulminó con la mirada.


 


-Odio... las matemáticas.


 


-Umm.....- pasando grueso, la pobre Sahori se decidió a hacer algo realmente arriesgado. De un jalón, le retiró las sabanas que cubrían su voluptuoso cuerpo, y como reacción, ésta se encogió en posición fetal.


 


-¿¡Que haces!?


 


-¡Ya sal de la cama, por favor! El día es bello, los chicos son idiotas como siempre, ¿y qué? Es tiempo de que dejes de tener miedo, por dios... ¡Levántate y vístete rápido! Tenemos 10 minutos para llegar a la clase de matemáticas, te guste o no. Sé que no las odias, al contrario, las amas, pero se te dificultan y por eso abandonas... ¡Olvidate de eso!

 


 


-….....


 


Acostada desde su cama, Miranda miraba a una Sahori exaltada, firme y consiente. Nunca le había hablado así, de hecho, nadie a excepción de Karla lo había hecho. Se sentó lentamente, y tras un largo suspiro, emprendió una carrera contra el tiempo para ponerse el uniforme reglamentario, que consistía en una camisa blanca, una falda azul marino, y un saco del mismo color. Tuvo problemas al encontrar las calcetas blancas, y Sahori le pasó los botines negros.


 


-Vale, vámonos...


 


-Espera, ¿y mi libro de matemáticas?- preguntó Miranda, jadeante, mientras amarraba su cabello en una coleta. Su amiga sonrió tranquilamente mientras sacaba dicho libro.


 


::::::::::::::::::::::


 


-Rayos, precisamente hoy debía atrasarme en una clase... que bien, y justo a esta.- murmuraba un chico entre los pasillos, terminando su café negro. Con los libros bajo el brazo, y un pequeño morral colgando de su hombro, giró por otro pasillo, para llegar al salón que pronto le correspondería. Sin embargo, en un mal calculo, su café impactó en el saco de otra persona, y la inercia del choque pareció tumbarla en el suelo; por si esto no fuera suficiente, los libros cayeron sobre su cabeza.


 


-¡¡Que daño!!- chilló, adolorida. A su lado, otra linda chica le ayudó a limpiar el café de su ropa.- Dios, ¿qué ser tan estúpido podría...?- al levantar la vista, la chica pudo haber asesinado con solo la mirada.- ¿Por qué no te fijas por donde vas? ¿Te parece que esto no duele? Oh, debí quedarme en mi habitación, esto es una señal... lo sé... uhm... vaya, el café está bueno...


 


-Deja de decir tonterias, debemos llegar al salón, Martínez.- le dijo Sahori, un tanto preocupada. Ella también miró al chico, con mucha más paciencia.- Siento lo del café, por favor, deja que lo page después, estamos un poco retrasadas con la clase...


 


-Oh, no, no tienes que pagarlo... no me fijé por donde iba.- le aseguró a la ojiverde, y luego le tendió la mano a Miranda.


 


-No, no te fijaste...- repitió ella en voz ácida, mientras se levantaba sin la ayuda que le daban. Se giró hacia Sahori y resopló- Vamos, antes de que me arrepienta...


 


Tan solo unos pasos más adelante, la clase había comenzado oficialmente, y el profesor Estévez hacía un excelente trabajo en cuanto a la disciplina y al razonamiento de los jóvenes. Tan concentrado estaba, que casi no se percató de las tres personas que esperaban en la puerta del aula.


 


-Profesor...- tanteó Sahori.- ¿Podemos pasar?


 


-¿Por qué la tardan...?- al mirarles, y más específicamente, al mirar a esa chica alta, de aspecto deshilachado y astuto, con esa gran mecha roja en la cabeza, tan solo le dieron ganas de reír. Pero no lo haría, era muy profesional para eso, tan solo controló una leve sonrisa, la cual llamó la atención de la muchacha. Usualmente no se fijaba en los profesores, pero al verle sonreír así, algo la había espantado como la alarma de un despertador ruidoso a las tantas de la madrugada. Pero apagó la alarma, no deseaba en absoluto tener un interés especial. "Pero aun escuchas ese pequeño sonido de una alarma que no puedes apagar, solo sofocar."- Vayan a sus lugares, chicos...

 


 


-Ven, Martínez, aca tengo unos pañuelos para quitar mejor el café.


 


Y cuando todo el ambiente tensó, pareció incrementarse en el aula del profesor Ángel Estévez, la clase dio comienzo. Y una mirada curiosa, desde el lugar de Karla, observaba a Sahori. Sahori observaba con preocupación a Miranda. Y Miranda... bueno... ella se dedicaba a ojear a Emiliano con verdadero rencor, evitando así, mirar a Ángel.

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A veces creemos que somos dueños de nosotros mismos, ¿no es así? Como cuando creo que soy dueña de mi propio ser, o cuando parecs estár seguro de la localización de tu alma. ¿Tendremos alma? ¿Y será nuestra en verdad? De pronto lo dudo...

 

 

-¡Si vuelves a derramar café sobre mi, te juro que voy a golpearte, Reyes!- explotó de pronto aquel desastre humano. Con los ojos chispeando de rabia, Martínez había escalado el pupitre del aludido, y sin miedo alguno, lo había tomado del saco color azul marino. Él, desconcertado, se había quedado mudo. ¿Como podía una persona contener tanto enojo? Y no es que una taza de café sobre el uniforme no molestaría a cualquiera, menos cuando, en realidad, habían sido ya seis tazas en dos semanas. Aun así, era evidente que algo en ella andaba muy mal.

 

-Eh, Martínez, tranquila. Fue solo un accidente.- intervino un joven alto del fondo, de tez morena y cabello rizado. Levantaba los brazos. así como un policia que se acerca desarmado a un criminal desesperado. Su mirada era cautelosa, calida, de esas extrañas que te tranquilizan. Ella dudó un momento, pero finalmente lo soltó, sin bajar de esa posición tan escandaloza.- ¿Quieres bajarte de ahí, por favor?- suspiró él, y ella se puso en guardia de nuevo.

 

-No te acerques, Danny.- le advirtió en voz baja, cortante como cuchilla.- Metete en tus propios asuntos.

 

-Martínez...- habló bajito Magui, preocupada. La pelinegra probablemente no la había escuchado, o bien, había decidido no hacerle caso. Le dirigió una mirada fulminante a Emiliano Reyes, centro de todo su enojo por el momento. Sin embargo, este no parecía muy intimidado.

 

-¿Sabes? Sería conveniente que te bajaras.- dijo él, con una expresión curiosa, y ella enarcó las cejas con orgullo.

 

-¿Ah, si? ¿Por qué?

 

-No me había fijado que tu falda es ligeramente más corta que la de las demás.- explicó, totalmente tranquilo, tomando un extremo de la falda de la chica. Y en ese justo momento donde ella se habría ruborizado de vergüenza, la puerta del aula se abrió, dejando entrar a una mujer menuda, albina. Al entrar y contemplar la escena tan tensa, frunció el ceño.

 

-Martínez, por Dios... bajate de ahí.- siseó la profesora Gaby Ryuuzuki. Su cabello, blanco como la nieve, aparecía amarrado en un par de coletas, sujetas por un par de listones rosas. Un vestido blanco y simple la envolvía, dandole una apariencia ángelical y pascifica. Una profesora peculiar y extravagante, todo un personaje y del que se sabía muy poco. Sin embargo, era ese tipo de profesoras que no dudas en obedecer. La dueña de los ojos amielados dudó de nuevo, esta vez con un sentimiento de soledad enorme, cuando da igual lo que hagas, sabes perfectamente que todos se reirán de ti.

 

 

Con un profundo y rencoroso gruñido, bajó del pupitre y se dirigió al propio. Al ver de refilón a Karla y Sahori, que se sentaban juntas, se dio cuenta de que tan ridicula se había visto hacía unos momentos. Respló y soportó las siguientes dos horas de historia.

 

:::::::::::::::::::

 

Agradecido de tener un poco de tiempo libre, el profesor Estévez probó leer un poco fuera del instituto, en ese pequeño espacio de jardín que parecía haber sido confeccionado especialmente para él. Los jardines del instituto Tláloc solían ser de grandes dimensiones, prados grandes para que los deportistas pudieran ejercitarse. Sin embargo, aquel pequeño lugar parecía un escondite hecho por los más finos diseñadores de jardines. En lugar de los acostumbrados árboles de cerezo que adornaban la escuela, había un enorme sauce llorón dando sombra al lugar, que estaba rodeado por una espesa pared de arbustos y rosales.

 

Era dificil creer que todo eso pudiese estár en el mismo lugar. Bajo el sauce, descanzaba una vieja y algo destartalada banca de concreto. El viento zumbaba con delicadeza, cantando solo para el. Aquel libro era de lo más interesante, ya que los vampiros le fascinaban de una forma traslucida, contradictoria. Mientras leía, tomaba pausas para probar la delicia de ese lugar, instalado detras de uno de los tres edificios principales. La calma abundaba.

 

-Uhm... -cerró los ojos, dejandose llevar por la tranquilidad. Como acto reflejo, al abrirlos, fijó su vista en el edificio, imponente sobre él. Se sorprendió al ver ahí a un hombre que no conocía. Si bien, hace apenas dos semanas había empezado a dar clases en el instituto, Azminda le había presentado a cada uno de los profesores que trabajaban ahí. Ese hombre no era uno de ellos. Si sus calculos eran correctos -y lo eran- se encontraba en el cuarto piso, en una oficina que no había inspeccionado. Se veía sospechoso, ansioso, con esa aura que no da tranquilidad a nadie.

 

Ángel no era de los que pasan las cosas por alto, y ese tipo de detalles quedaban grabado en su cabeza muy claramente. Frunció el ceño y se revolvió el cabello con fastidio. Al mirar nuevamente hacia arriba, de nuevo por acto reflejo, sus ojos verdes se posaron en otra figura dentro del edificio. Esta vez si podía reconocerla. Una forma medio chueca, con los brazos cruzados, con la chaqueta a medio quitar, con el cabello enmarañado callendo por su espalda, con algunos cabellos rojizos dandose a mostrar a pesar de dar la espalda.

 

-¿Que está haciendo ahí?- se cuestionó, de pronto molesto por el desencanto que ella provocaba, esa ruptura total en un ambiente agradable y pácifico. Buscó por todos lados a ese sujeto que mala espina le había dado, pero ya no estaba. "Menuda suerte, todo por su culpa", pensó.

 

 

Tras un largo y bien planeado suspiro, regresó al caos de la escuela.

 

::::::::::::::::::

 

-Esto debería ir en el aula de maestros, Gaby. Ah, las credenciales de los alumnos también, aunque con eso del viaje escolar que haremos dentro de unos meses, no estoy segura...- indecisa con el cambio de oficina, Evelyn Lionel, o Evy, había pedido ayuda a su compañera y amiga Gaby, quien había dejado a su grupo con el profesor Under (un apodo que se había ganado con los años). Había montones de cosas que debían ir ahí y allá, y muchas otras no parecían tener un lugar, y eso sacaba de quicio a Evy. Era una mujer bastante joven, con una vestimenta divertida y sobre todo elegante. Destacaba por tener un humor bastante bueno, y sus compañeros siempre la respetaban como maestra y algunas veces prefecta.

 

-Quizás deberíamos preguntarle a Az...- sugirió Gaby, preocupada por la cantidad de cosas que debían arreglar. Evy, sin embargo, dio mala cara. Azminda podía ser bastante escalofriante cuando se le presionaba en el trabajo, y bien sabía Dios que ella estaba en un nivel de presión peligroso. "No seré yo quien le apure cuando esté por estallar." pensó para sus adentros.

 

-Oye, ¿ese que viene ahí no es el nuevo profesor, Estévez?- preguntó, mirando hacia el corredor de un extremo del pasillo. La albina se giró en esa dirección y pareció coincidir.- Parece apurado.- dijo, un tanto preocupada, y ambas se sorprendieron del caminar del joven, como si... buscara algo. Evy se percató de otra cosa.- ¿Te habías dado cuenta que es muy apuesto?- rió en tono picaro, y Gaby soltó una risita por la ocurrencia de su amiga.

 

Pero era verdad, aun en ese estado alarmante, el profesor Estévezno dejaba de ser atractivo a la vista. Nady, profesora de artes en el instituto, pasaba justamente por ahí cuando ellas recogían más papeles y documentos. Gaby se percató de que la mujer, un tanto menuda y de cabellera castaña que llegaba a la cintura, iba con el movil pegado al hombro, igual de apurada que Ángel.

 

-... Si, probablemente sea un buen momento. En unos meses habrá excursión y ellos...- una sonrisa indescifrable cruzó su rostro- Si, será pan comido... me tengo que ir.- su rostro, que casi había parecido felino, cambió radicalmente a uno tierno y calmado. Saludó de refilón a ambas profesoras cuando pasó de largo, y sin poderlo evitar, volvió a sonreír cuando pasó junto al profesor Estévez. Él se congeló en su sitio, de pronto con una sospecha en la mente. Una sospecha instintiva, sin fundamentos y sin ideas.

 

...Tan solo esa sonrisa había activado su nivel de alarma.

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Author's Notes:

¡Hola! Sé que aun nadie comenta, pero me quise dar la libertad de dar gracias a los que leen este fic (si es que lo leen XD)

Quiero aclarar que ya había publicado este fic en otro foro pero con distintos nombres, pues estaba inspirado en los usuarios de ese foro... ahora que vuelvo a subir el fic desde el principio, no solo estoy cambiando los nombres, sino que más adelante la historia tomara un vuelo más maduro y... bueh, si, fuerte...

Author's Notes:

¡Hola! Sé que aun nadie comenta, pero me quise dar la libertad de dar gracias a los que leen este fic (si es que lo leen XD)

 

Quiero aclarar que ya había publicado este fic en otro foro pero con distintos nombres, pues estaba inspirado en los usuarios de ese foro... ahora que vuelvo a subir el fic desde el principio, no solo estoy cambiando los nombres, sino que más adelante la historia tomara un vuelo más maduro y... bueh, si, fuerte...

Todo comienza con algo pequeño. Una celula. Una idea. Un pensamiento muy chiquito que poco a poco va tomando poder. Se hace grande y es cuando finalmente lo ves. Todo empieza... con un titulo. Con la expresión de la palabra. Tu puedes elegir que decir y que no, pero sabes, a fin de cuentas, que la idea ya nació... y que tarde o temprano, el juego comenzará a mover sus fichas.

 

 

 

 

 

Había anochecido tan lentamente, que la tortura de la compañía había parecido más insoportable que en otras ocaciones. ¿Por qué...? Quizás Dios así lo quisiera, que ella debiera aceptarlo así... porque así debía ser. Había sido capaz de llevar su camino durante un tiempo, aun si constantemente resvalaba y la ansiedad la hacía correr sin un guía. Todo el tiempo que ella se quedaba a oscuras, es donde podía pensar mejor, en donde era más consiente de su cegera.

 

 

 

Un pensamiento pareció nublar su mente una fracción de segundo, una pequeña imagen diminuta, tan rapido y silencioso como el Flash de una camara. "¡No!" quizo gritar, horrorizada, pero pronto descubrió que el pensamiento se había ido, y que el recuerdo desaparecía dolorosamente, frustrandola.

 

 

 

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Lejos del Instituto Tláloc, una persona despertaba de un sueño que le había parecido eterno. Su vista intentaba acostumbrarse a la irritante luz fluoresente del techo blanco. Frunció el rostro por el molesto aroma de hospital, ese frío que le erizaba la piel le dio un sentimiento desagradable. Inhaló ondo luego de un momento de aturdimiento, y al levantar la cabeza tanto como se le permitía, se dio cuenta que permanecía amarrada a una mesa de operaciones. ¡Que demonios! Autoclave de vapor Blog

 

 

 

Los borrosos recuerdos de una vida fueron desapareciendo de su mente, con la consecuencia de qué, al intentar recordar, parecía olvidar más. Sollozó, desesperada. Esa persona estaba en peligro...

 

 

 

... Pero que consecuencia sería el dejarla con vida?

 

 

 

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-Hey, Sahori, voy por una bebida a la cafetería... ¿quieres algo?- en la calma de la escuela, la habitación de Karla Fernández había permanecido suspendida en un silencio de descanso, pero, como cualquier estudiante a una hora tan tarde, comenzaba a sentir el aislamiento de un internado, ¿y por qué no? poner de excusa a la sed de una bebida casi a media noche.

 

 

 

-No te preocupes, Karla, creo que ya es un poco tarde, será bueno que vaya a descanzar a mi habitación.- le respondió la ojiverde con una tierna sonrisa, y la castaña se la regresó.

 

 

 

-Vale, solo cierra con llave la puerta y ponla en esa planta de la entrada, si?

 

 

 

-Si, tu ve con cuidado.- y tras eso, vio partir a su amiga. Nerviosa por los acontecimientos que se habían dado durante las primeras semanas de clase, Sahori sentía que su posición en todo eso debía ser neutral. Una calma, un salvavidas al que aferrarse. Y sin embargo, tenía esa leve sensación de que algo no cuadraba... que había algo más que un problema de autoestima, o riña entre amigas... o problemas amorosos. Eso era, si se daba la libertad de delirar, un problema mayor al de cualquier instituto ordinario. ¿Qué ocurría ahí?

 

 

 

 

::::::::::::::::::

 

 

 

Caminando por los pasillos, sola, a media noche, cualquiera diría que tenía un problema, algo que quisiera contar. Pero no, ella no tenía nada. Ella estaba perfectamente. Si... perfectamente.

 

Entonces... ¿por qué su mirada lucía tan triste? Al regresar de la cafetería, con un té de lata en las manos, se percató de que la noche era preciosa, y era una suerte tener esa vista al jardín desde aquel pasillo. Las rosas blancas que había plantado su clase el año pasado aun lucía ese tono azulado bajo la luz de la luna, y más a lo lejos, el muro que separaba la zona Éste de la escuela con el bosque, tenía un extraño encanto.

 

 

 

Tan inmersa estaba en esa vista, que no detectó a aquella persona que se acercó con sigilo... y luego... cubrió su boca con un pañuelo repleto de cloroformo.

 

 

 

:::::::::::::::::

 

 

 

Algo en el ambiente cambió. Algo tembló.

 

 

 

Miranda Martínez se estremeció, y una mirada llena de miedo cambió su expresión usualmente enojada.

 

 

 

Sin razón alguna, sin explicaciones ni argumentos, salió de su habitación. A esas horas no habría planeado salir en pijama, que consistía en una camiseta de tirantes color negro y unos pantalones largos del mismo color. Al correr por los pasillos de su área, el Sector B, sintió el viento mucho más frío, que hacía que sus cabellos le golpearan con fuerza cortante su piel traslucida. Iba sin zapatos, aunque eso podría considerarse una ventaja en aquella carrera sin sentido.

 

 

 

Con la respiración acelerada llegó a la habitación de Sahori, quien, preocupada por su aspecto, le explicó que Karla había ido a la cafetería, y ya debía haber vuelto. "Pero pasé por su habitación y no... su luz estaba apagada, estoy segura" Inmersa en una paranoia escalofriante, siguió su marcha hacia la cafetería, dejando a una pequeña y delgada Sahori confundida. "¿Donde está...?" Antes de llegar a la solitaria y fría cafetería, algo golpeó contra ella y la hizo caer al suelo.

 

 

 

-¡Ay, maldita sea!- se quejó mientras tocaba su cabeza.

 

 

 

-Niña, pero fijese por donde va...- le regañó alguien, que parecía haber sufrido un daño considerable a ese choque, aunque no había caído como ella. Molesta consigo misma por ser tan irracional, levantó la mirada, esperando encontrar el rostro monótono de un alumno más, los ojos de alguien que no ha visto mucho, los labios de alguien que hablaba por hablar. En cambio, miró a su profesor de matemáticas, a sus ojos verdes, a sus...

 

 

 

-¿A quien le dice niña?- preguntó, irritada. Pero de pronto, algo alejó su enojo, para de nuevo, dar paso al miedo.- Karla...- susurró de forma inaudible. Ángel enarcó las cejas, frustrado y desconcertado; se sorprendió al verla gatear hasta una lata de té que había unos metros más adelante.

 

 

 

 

-¿Té?

 

 

 

-Esto...- consternada, la ojimiel cerró los ojos, intentando buscarle sentido al asunto. ¿Qué había pasado con Karla?

 

 

 

Un susurro de advertencia recorrió el colegio... pero pocos pudieron escucharlo. ¿Los primeros? Martínez y Estévez... pero no eran los únicos

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Espero que les haya gustado! Mañana subiré otro nuevo!

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Regresar al índiceAudáz. ¡Date cuenta Emiliano! by Painalli

 

 

¿Qué es real? ¿Y que es mentira? El abrir los ojos nos hace dudar de los hechos anteriores a ello. Nos confunde. Aturdidos como estamos, buscamos respuesta en otro ser cercano. ¿Y si él también acaba de despertar?

 

 

 

 

 

Al abrir los ojos, y sentir la cabeza dándole vueltas, hubiese preferido seguir dormido. Se tocó la cabeza, adolorido, y se percató de que estaba en la enfermería. ¿Se habría desmayado? Enfrente de él estaba la cortina que separaba la oficina de la enfermera con las camas para descansar; lentamente se incorporó, y tras un suspiro, miró a su lado.

 

 

 

-¡Profesor Estévez!- exclamó, sorprendido, y el mencionado rapidamente lo silenció con un gesto del dedo. Con la mirada, señaló alguien del otro lado de su costado. Al girar, Emiliano vio a una chica sumergida en un sueño profundo. Se llevó una sorpresa al reconocerla, y un poco más, al darse cuenta de lo mucho que la prefería despierta.- ¿Que le ocurrió?

 

 

 

-Tranquilo, está bien, la enfermera Olivare ha dicho que su cuerpo está agotado, y que es mejor dejarla descansar.- miró al muchacho y también suspiro.- Dijo que unos chicos de ultimo año nos encontraron a los tres inconscientes en el pasillo de la cafetería... -hizo una mueca, pensativo.- Lo cierto es que no recuerdo mucho...

 

 

 

-Yo no recuerdo nada.- se apresuró a añadir el muchacho, irritado.- Solo sé que salí de mi habitación porque se había ido la luz, cogí una linterna y... uhm... -sus labios formaron una mueca, y varios gruñidos escaparon de su garganta en un vano intento por recordar.- No, lo cierto es que no recuerdo... pero por lo que dice, me topé con ustedes.

 

 

 

-Si, lo que no entiendo es por qué colapsamos.- comentó el pelinegro, llevándose las manos a la cabeza. Con los ojos verdes clavados en el piso, sintió la misma frustración que su alumno al intentar acordarse de los acontecimientos de la noche pasada. Suspiró, resignado a perder una posible información valiosa. Al subir levemente la mirada, vio a su alumna, dormida y tranquila. ¿Por qué no era así siempre? Con los ojos cerrados no podía verse el enojo, con la respiración estable lucía realmente calmada, con el cuerpo sin tensión... con ese rostro tierno.

 

 

 

-Profe... -sacudiéndolo con el tenue sonido de su voz, Emiliano también miró a Martínez, pero ésta permaneció con los ojos cerrados. Desvió la mirada a su profesor, y el desconcierto de la sospecha volvió a invadirlo. "Nah, no creo..."

 

 

 

 

-Lamento interrumpir, Estévez...- una voz femenina rompió la tensión del silencio, y una mujer de extremada ternura corrió las cortinas, y dirigiéndose a Ángel, dijo:- Al parecer, el joven Reyes ha despertado... no creo que exista ningún riesgo, puede ir a su habitación tranquilamente, o quizás... debería ir con la Directora.- la enfermera un tanto distraída, dejó que sus pensamientos divagaran sin control, y al darse cuenta de esto, se ruborizó.- Lo lamento, me pongo pensativa a veces...

 

 

 

-¿Uhm? –Emiliano dirigió una mirada de reproche a su profesor de cálculo.- Creí que usted también estaba aqui por...

 

 

 

-También estuve inconsciente, claro.- se apresuró a decir Ángel, cortante, al tiempo que ponía los pies en el suelo.- Pero no tengo ninguna contusión, he descansado lo suficiente... puedo irme...

 

 

 

Emiliano, un tanto irritado por aquella injusticia, miró a la enfermera, pero ella solo pudo asentir. Tras un suspiró, volvió a ver a Martínez, que parecía no dar indicios de despertar. Por su parte, Ángel se revolvía el cabello con un toque de indecisión. ¿En serio se iría? ¿Así nada más?... Si, así debía ser.

 

 

 

-Reyes... por favor, quédate aquí hasta que la señorita Martínez despierte.- le dijo atentamente, y por alguna razón, Emiliano entendió que ese "por favor" era un tanto irrelevante. Era una orden. Aun así, asintió tranquilamente y vio a su profesor salir de la blanca habitación. A penas habría de recostarse de nuevo, cuando el estridente sonido de la puerta al abrirse lo sobresaltó. Al subir la mirada, con las cejas arqueadas, se topó con una chica... una chica que simplemente no pudo creer... se encontraba ahí.

 

 

 

 

 

-¿A-Ara...? ¿Qué rayos haces aquí?- más descolocado que antes, el alto muchacho recibió el abrazo de la joven. Era una muchacha linda, de piel un cremosa y cabello largo y rizado. Sus preocupados ojos color chocolate lo miraban de arriba abajo.

 

 

 

-¿Como que qué hago aquí? Estaba preocupada, mi tía me dijo que la llamó la enfermera de tu nueva escuela y no dudé en venir a ver como te encontrabas- explicó. El suspiró por milesima vez, comprendiendo la preocupación de su amiga de la infancia. Ella se separó, un poco más tranquila.- ¿Cómo te ha ido en este lugar?

 

 

 

-Uhm... -sin poderlo evitar, miró de reojo a la llamativa y extravagante chica del mechón rojizo, quien lucía más pacifica así.- Un poco... turbio, supongo. No, lo cierto es que ha sido divertido.- le dedicó a su amiga una animada sonrisa suya, y ella logró regresársela.

 

 

 

:::::::::::::::::

 

 

 

-Esto... debería decírselo a Az... -murmuraba para si aquel profesor. Evadiendo a los estudiantes que comenzaban a salir de sus clases, Ángel Estévez se preguntaba que debería hacer en un caso así, considerando que todo aquello lucía demasiado extraño. Aun así, no tenía ningún tipo de prueba, ni siquiera una de esas teorías paranoicas que le daban a las persona a menudo.

 

 

 

Sin darse cuenta que había estado caminando sin rumbo fijo, terminó frente a unas escaleras vacías, donde ninguno de los alumnos que pasaban a su lado subían. Y nadie bajaba tampoco.

 

 

 

 

-Tsk... no, no pienso subir.- dijo con irritación, y pensó cual sería la mejor decisión.

 

 

 

:::::::::::::::::

 

 

 

-Agh... Dios, que sabor tan asqueroso...- mascullaba una castaña, llevándose una mano a la cabeza. Sentada en algún lugar frío, oscuro y con olor a oxido, Karla Fernández despertó de su aturdimiento. Al intentar levantarse, se dio cuenta de algo extraordinario... un extraño sonido estalló en sus oídos.- ¡Maldita sea! Joder....- cayó al suelo de rodillas, cubriendo sus orejas con ambas manos, pero era inútil; aquel sonido torturador no provenía de otro lado más que de su propia mente.

 

 

 

Unas cuantas lagrimas escaparon de sus ojos por el tremendo dolor, pero reprimió los gritos. Finalmente cedió, cayendo totalmente al suelo. Su melena color chocolate quedó esparcida en aquel suelo rocoso, y unos pasos se acercaron a ella.

 

 

 

-Por favor, deja de hacer eso...- habló pacíficamente una voz masculina. Jadeante, Karla no pudo mirar a su captor.- Si te comportas bien, podríamos pasarte a una habitación mucho más cómoda...

 

 

 

-Jo... dase....- gimió ella, que no era ignorante al peligro que representaba aquel tipo. Sin embargo... ella jamás podría haberse imaginado cuales eran los planes de aquel hombre.

 

 

 

-Jum... triste, creí que serías más cooperativa.- se agachó, cuidando meticulosamente que su traje de color blanco no se manchara.- Tienes tanto potencial... solo hace falta voluntad y...- sonrió de tal forma, que cualquiera dudaría de su humanidad.- ... un poco de fuego.

 

 

 

:::::::::::::::::

 

 

 

Con el cuerpo aun dormido, y la cabeza palpitando con fuerza, Miranda finalmente despertó... y el momentaneo olor a oxido le inhundó el olfato. Tosió violentamente y una mano en su espalda la ayudó a levantarse y evitar que se ahogara. Luego de un rato de toser, pudo calmarse y mirar a quien le había ayudado.

 

 

 

-¡Reyes!- exclamó con voz aspera, y el aludio sonrió levemente. Observó que a su lado había una bella chica que le sonreía con dulzura.- ¿Qué... pasó?- preguntó con su usual ceño fruncido, y Emiliano dio su ultimo suspiro.

 

 

 

-El profesor Estévez dijo que nos encontraron inconscientes en el pasillo y la cafetería, al parecer...

 

 

 

Desgraciadamente, Emiliano no pudo continuar, ya que la chica impulsiva como era, se levantó rápidamente de la cama, abrumada por el recuerdo de su mejor amiga. "¡Karla ha...!" Tan solo unos pasos había dado cuando su visión se nubló y el equilibrio le falló. En un mal cálculo, Emiliano intentó atrapar a la muchacha, pero solo pudo aminorar el golpe con el suelo.

 

 

 

-Ah, mierda...- carraspeó ella.

 

 

 

-Dios, que boquita tienes...

 

 

 

-Si tanto te molesta, no escuhes, Reyes.- reprochó. "No... creo que la prefería dormida" reconsideró Emiliano. Desde su lugar, Ara se había dado cuenta de inmediato de... los conflictos... entre su amigo y aquella chica tan agresiva. Al levantarse con más calma, ella caminó hasta la puerta. ¿A donde rayos había ido la enfermera Elisa Loquell?

 

 

 

 

-Hey, deberías descanzar un poco más...- habló tranquilamente Ara-... la enfermera dijo que...

 

 

 

-¡Ni de broma!- interrumpió la pelinegra.- Necesito respuestas... -con aquellas ultimas palabras, Martínez se dirigió a la habitación del profesor Estévez en busca de respuestas. La puerta, sin seguro, fue abierta sin más... pero la chica no esperaba encontrar algo así.

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Author's Notes:

Maldito fanfic.es! ¬¬ ... o Maldito Word XD  No sé, pero algo me jode horrible los capitulos

Author's Notes:

Maldito fanfic.es! ¬¬ ... o Maldito Word XD  No sé, pero algo me jode horrible los capitulos

Le decimos tantas cosas a nuestro corazón, que éste se confunde a veces. El querer odiar a alguien no significa que no podamos amarlo. ¿Qué nos impulsa a abrazar a un amigo?... ¿Lo mismo que nos empuja a besar a alguien más? Debería haber algún tipo de manual en cuanto a los sentimientos…

 

 

-¡Estévez…!- Quizás… debió tocar primero. Casi sin caber en su propia cama, el profesor había caído exhausto a la inconciencia… de nuevo. Sus ojos cerrados le daban un aspecto más inofensivo, y sus brazos estirados, demostraban cuando cansado se encontraba. A la pelinegra se le encogió el corazón, quien, repentinamente, había dejado de estar molesta. Por algún motivo muy afortunado, nadie pasaba por aquel pasillo tan extrañamente aislado. ¿Debería…?

 

Fácil. Debía irse. El estar en aquel pasillo en horas de clases suponía merecer un buen castigo, sin embargo, ahí seguía… congelada en la entrada, con la mano en la perilla. Con un extraño impulso, y la mirada perdida en aquella figura angelical, se acercó a la cama con suavidad. A pesar del riesgo, aun si sabía que no debía estar ahí, en la habitación del profesor al que más detestaba… no podía negar que su cuerpo era maravilloso; aquella curva en la espalda, y su hermoso cuello niveo. El estar cerca fue electrizante, y la diestra le comenzó a temblar. “No… ¿qué estoy haciendo?”

 

:::::::::::::::::::

 

El aula había quedado vacía, con un aire cálido y solitario. Sin embargo, Sahori seguía ahí, con sus ojos color esmeralda perdidos en la nada. Sus labios temblaron y ella tensó la mandíbula, con miedo a terminar llorando sobre las notas de matemáticas. Suspiró, resignada a la tristeza que le imponía la ausencia de su amiga, y la impotencia de no poder contárselo a nadie. ¿Estaría bien? No quería ser la débil entre las tres.

 

Desde siempre había admirado a Karla por su desempeño académico, su madurez ante cada situación y la capacidad de hacer amigos. Aunque Miranda era anti-social, su carácter fuerte y su personalidad explosiva y sincera era admirable, aquella fuerza en cuanto a demostrar quién era y qué quería.

 

-¿Sahori…?- el murmullo de una voz aterciopelada sacó de sus pensamientos a la chica, y ella se giró a verlo, no sin antes limpiar algunas lágrimas traviesas. Vaya sorpresa se llevó al ver ahí a Marco, un muchacho de cabellos negros y ondulados, observándole con preocupación. Atractivo y tierno a la vez, el joven Marco se acercó a ella, con su usual ceño fruncido.- ¿Estás bien?- interrogó con suavidad cuando estuvo a dos metros de ella. Sus ojos ambarinos titilaban.

 

 

-¿Eh? S… Si… Gracias por preocuparte, Marco…- respondió ella, formando una pequeña sonrisa. Era tan injusto…

 

-Si no deseas…- al mirarla detenidamente, su mirada se volvió seria, y a ella se le aceleró el corazón. “Tan cerca… está… Marco… ¿por qué?” - Si no puedes contármelo…- ratificó.- Está bien, Sahori… pero al menos no finjas que estás bien.- se acercó… demasiado, y ella no pudo evitar ruborizarse. Él tomó delicadamente su mentón, y tras mirarla un momento… se inclinó hacia adelante.

 

::::::::::::::::::::

 

Emiliano le había pedido a Ara que lo esperara en su habitación, pues pediría un autobús que la regresara a casa. Ella aceptó a regañadientes, ya que después de todo, la enfermería tampoco era su lugar preferido. Mientras tanto, el muchacho consideró que ya podía ir y venir, por lo que se levantó de la cama y miró debajo de ella, donde al parecer, habían puesto sus cosas.

 

-Ufff… gracias, me hace tanta gracia que dejen mis cosas bajo la cama.- rezongó el con sarcasmo, pero no pensó que entonces la puerta se abriría. “Quizás es la enfermera Loquell…” razonó, pero desde ese ángulo, se dio cuenta que quien entraba llevaba tacones alto, y si recordaba bien, Loquell llevaba zapatos bajos.

 

-Vaya, que suerte, la enfermería está…- casi de inmediato, Emiliano reconoció la voz de su profesora en Artes plásticas.- Uhm… espera…- un escalofrío recorrió su cuerpo cuando ella corrió las cortinas, pero aparentemente, ella no logró verlo detrás de la cama.- Si, está vacía…

 

“¿Está hablando por móvil?” pensó Emiliano. Era extraño, que su cuerpo reaccionara de una forma tan defensiva. Solo era una profesora hablando por teléfono buscando privacidad… ¿no? Cualquiera podría hacer lo mismo. Entonces vio como Nady se sentaba en el escritorio de la enfermera. Su sonrisa era… curiosa.

 

-Ya veo… pero es tu culpa, no debiste hacer tanto alboroto.- rezongó con irritación.- Por supuesto que no dirá nada, está muy asustada para eso… no, hice un buen trabajo.- Emiliano comenzó a ponerse nervioso, y un terrible sentimiento lo invadió. ¿Miedo? ¿O sería el incremento de sospecha?- Pronto no será necesario tanto maltrato, incluso podremos dejar a Modoki andar por ahí libremente…- una risita de satisfacción salió de la profesora.- ¡Claro! Ya tengo vistos a tres objetivos más, serían muy… espera…- cogió el móvil con el hombro y rebuscó entre los expedientes médicos.- Vaya, vaya… esto es… interesante.

 

De pronto, Emiliano considero que eso estaba saliéndose de control. Algo ocurría… ¿tendría que ver con su perdida de memoria? Al mirar de nuevo, vio en los ojos azules de la profesora todo lo que no creía mirar; sorpresa, preocupación, resignación… y al escuchar por el teléfono, una satisfacción muy poco convincente.

 

:::::::::::::::::::

 

Con un ligero miedo a ser descubierta, decidió solo probar la textura de una piel tan bonita, y luego se retiraría. Si. ¿Si…? A penas la punta de sus dedos rozaron su rostro (suave y fresco), los ojos de Ángel comenzaron a abrirse, encontrando a una chica con camisa blanca, falda azul marino, y un saco del mismo color amarrado a la cintura. Al ver su rostro y sus ojos amielados, creyó que era algún tipo de pesadilla.

 

 

-¿Q…Que está haciendo aquí?- aunque estaba molesto, los residuos del sueño volvieron su voz lenta y pasiva. Ella, aun sorprendida de sus propios actos, no supo que responder. Por un momento… un único momento fugaz, el sintió la piel de ella rozar la suya, y quiso –y a la vez no quiso- quitarla de encima. Ella la retiró de inmediato, dándose cuenta del riesgo que corría ahí.

 

-Debería… irme, ¿no?- susurró la pelinegra, aunque no era del todo consiente de lo que decía. El sentimiento que había tenido luego de observar y tocar a aquel hombre (muy diferente al profesor cascarrabias de matemáticas) le había dejado el corazón latiendo a mil.- Me podría poner un reporte…

 

-En efecto, es mejor que se vaya…- la miró intensamente con sus ojos verdes brillosos, y algo les decía a ambos, que sería lo mejor, en verdad.

 

-Uhm…- ella dudó, pero el sentimiento que comenzaba a tener le dolía demasiado para soportarlo más tiempo. Con un leve salto por parte de su pie izquierdo, se dio media vuelta y salió de la habitación.

 

Después… corrió. ¿A dónde? ¿Realmente importa? Lo importante para ella, en ese momento, era alejarse lo más posible de la tontería que acababa de cometer. ¿Qué rayos se le había metido en la cabeza? Demencia, seguro. Los tacones de sus botines negros hacían ese sonidito peculiar cuando ella subió unas escaleras muy familiares.

 

Al respirar el aire fresco de la azotea de aquel edificio, sintió que su cuerpo conseguía nuevamente una paz que había perdido por varios días. Al meditar lo que había acontecido minutos antes, volvió a llevarse las manos al rostro. "¡Estoy loca! Si, enloquecí... ¿Por qué...? ¿Por qué he hecho eso?" con el rostro hirviendo y el viento fresco golpeando sobre su cuerpo, se sobresaltó al escuchar un fuerte sonido proveniente de tras suyo. "¿Pero qué...?"

 

Al girarse, sus ojos se abrieron, sorprendidos.

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En un solo silencio tendemos a creer que estamos solos. ¿Es así? Hace poco descubrí que el silencio puede ser compartido, que una mirada puede dar muchas explicaciones, que un pensamiento puede ser muy poderoso. Tan solo basta tocarnos las manos... y lo sabremos.


"Imposible..."

Efectivamente, no podía ser posible. Porque todo había sido un sueño, tan solo una mala vibra, una sospecha sin fundamentos, una idea sin realidad. Si... Karla seguramente había ido a casa de sus padres sin anticipo, quizás alguna emergencia... algo lógico... Pero entonces, ¿no tendría que estar sana y limpia? Su cabello no debería ser tan corto y enmarañado, sus uñas no tendrían que estar negras, sus rodillas debieran estar sin raspones. Su uniforme impecable, su sonrisa intacta, su postura firme... como siempre.

Aterrada por el casi fantasma que se presentó ante ella, Martínez no reaccionó hasta que su mejor amiga cayó de rodillas al suelo. ¿Cómo había podido ser capaz de subir tantos escalones en ese estado? Además... ¿por qué habría de subir ahí en primer lugar? Lo más coherente sería ir a la enfermería.

-Karla...- sollozó, pero cuando quiso acercarse a la castaña, notó que alguien más ascendía por las escaleras. Un tanto inquieta, la pelinegra sintió que las manos le temblaban; frunció el ceño, totalmente agresiva a aquella bella mujer que ahora sostenía a Karla de los hombros.

-Tu debes ser Martínez Miranda... jee.... eres más grande de lo que creía- con sus labios carnosos y rosados, formó una sonrisa graciosa, tan simpática que la ojimiel no supo cómo tomarse aquel comentario. Miró sus manos huesudas y blancas, lucían delicadas y suaves, pero a la vez, daba la impresión de que sus uñas de color negro se encajarían en la camisa blanca de Karla.- Por favor, cuida bien de Fernández, ha sido bastante rebelde y nos ha ocasionado algunos problemas...

-Que demo...- se le heló la sangre cuando aquella preciosa dama se humedecía los labios con un extraño placer, pronto, posó un dedo sobre ellos, pidiéndole silencio aun con su sonrisa divertida. Una mano a su espalda se enredó en su espesa melena azabache, mientras que otra diferente la sujetaba de la cintura. Escuchó un suave sonido en su oído, otra señal del silencio, un anuncio lento e intimidador.

-¿Sabes, May Xan? Me gusta esta, tiene más energía...- dijo una voz masculina terriblemente cautivadora. Martínez, irritada por aquel agarre, y furiosa por la condición de Karla, tomó la mano del hombre y en un movimiento rapido invirtió las posiciones- Si, incluso es más salvaje... Sergio la pondría en su lugar de inmediato.

-Dime salvaje de nuevo y te romperé tu estupido brazo.- gruñó ella, haciendo presión a su llave, el torció la sonrisa en una mueca, pero aun se le notaba entusiasta. Sin siquiera saber como pasó, la chica sintió un cambió de equilibrio, luego, un leve golpe en la espalda baja, y finalmente, sintió el suelo duro estrellar contra ella. Sin duda dolió, sobre todo en el pecho, pero el orgullo le había dolido aun más.

-Vamos, vamos... intenta ser comprensiva.- intervino May Xan, y al subir la mirada, la joven pudo ver nuevamente a esa mujer. Alta, de cabello oscuro amarrado en un moño en la nuca. Su vestido negro llamaría la atención de cualquier hombre. Su semblante parecía preocupado, como aquel padre que quería hacerle entender a su único hijo.- Tu amiga fue un poco traviesa, aunque admitiré que mi subordinado fue muy brusco con ella... por favor, no escapes, ¿si?- sonrió, sonrió de forma resplandeciente, inocente y hermosa.

-¿Quienes son ustedes?- interrogó Miranda.

-Oh, lo lamento, querida, no podemos decirte eso...- se disculpó la mujer, quien parecía realmente apenada.- Nuestro jefe se enojaría mucho... verdad, Allen?- le sonrió a su compañero, quien a su vez, rió a lo bajo. Mirnada, de pronto atenta a su amiga, se dio cuenta que algo había cambiado en ella... más allá de sus heridas y la suciedad en su ropa... toda ella temblaba, temerosa... su mirada clavada en el piso parecía completamente vacía.

-¿...Que le hicieron?- preguntó en un hilo de voz. May Xan miró a Karla, tomando delicadamente su mentón.

-¿Te refieres a su aspecto...- le dio un cariñoso beso en la frente, y en respuesta, Karla soltó un grito ahogado-... o a su alma? -la sonrisa que May Xan le dio a Miranda fue devastadora.

::::::::::::::::::

-Esto... -preocupado por lo que había escuchado hacía unas horas, Emiliano no sabía que hacer. ¿Tendría que decirle a algún profesor o a la directora?... ¿Pero decirles qué? Realmente no sabía nada, no entendía que tipo de conexión podría tener la conversación de la profesora Nady con el extraño incidente que habían sufrido el profesor Estévez, Martínez y él mismo.

Mientras utilizaba todo su poder intelectual en aquel enigma, se dirigía a su habitación, donde seguramente estaría Ara. Al abrir la puerta, se alborotó el cabello, con aquella odiosa irritación que daba al no poder descifrar algo que, probablemente, debía ser muy simple. Cuando entró a su alcoba, esperó ver a una chica hiperactiva buscando con que entretenerse, pero en su lugar, vio a su amiga descansando plácidamente en su escritorio. Se acercó a ella y vio de lejos lo que tenía bajo su rostro y sus manos... fotos. Fotos de ellos dos, imágenes que había querido llevar a aquella escuela para recordar los días tranquilos y felices.

Sonrió con un nuevo sentimiento de serenidad, y acarició la cabeza de la chica. "Tendré que llamar al autobús por ella... que distraída." Suspiró, resignado a perder esa serenidad dentro de poco. Le escribió una nota diciéndole que regresaría en la noche, y que probablemente llevaría el boleto del pasaje. Cuando salió nuevamente de su habitación, se topó con la prefecta Belén, una mujer rubia y de sonrisas animadas.

-Reyes, ¿has visto a la profesora Evy por ahí? Debo entregarle estos papeles.- llamó su atención con un gesto de la mano. Emiliano, acostumbrado a ser de utilidad en cuanto a localizar personas, le explicó que había visto a su profesora en la sala de maestros; Belén era, por así decirlo, su prefecta favorita, ya que su humor podía ser un poco fuera de lo común entre los maestros. El chico se percató que casi todos los papeles que cargaba la profesora eran permisos vacíos. Con el pretexto de querer ser amable, le ofreció ayuda para llevarlos, prácticamente, al otro lado del edificio.

-Dígame, prefecta, ¿estos papeles son para algún viaje...?- comentó como quien no quiere la cosa, cuando hubieran bajado unas pocas escaleras. Caminaban de forma recta por un pasillo largo y lleno de jóvenes.

-Ah, si... jeje, que injusto Reyes, serás el primero en saberlo.- respondió ella, apenada.- Dentro de unas semanas se hará una bella excursión a las montañas del norte. Es un viaje que hacemos casi todos los años desde hace mucho tiempo...

-Ya veo... debe ser... entretenido...-sin duda, sería todo, menos entretenido. Casi iban a salir del pasillo, para dar vuelta a los dormitorios de los maestros, y de ahí, a la sala de estos, cuando ambos vieron bajar a dos alumnas de unas escaleras solitarias. Emiliano luchó por no dejar caer los papeles. Era... Karla... No la había visto en toda la tarde, pero no le había parecido sospechoso... hasta ahora. Su mirada lo incomodó.

Sin embargo, la mirada que le dijo tantas cosas en que pensar fue la de Miranda. Unos ojos centellantes, deseosos de contar una larga historia, ansiosos de encontrar un cómplice, una mano de ayuda, una vía de escape. Pero sus labios estaban cerrados.

 

 

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Dios de la lluvia by Painalli

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Todos la hemos pasado dificil en el instituto. Siempre hay alguien popular y alguien inpopular, feo o guapo, aquella chica timida o aquel muchacho inalcanzable

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2021-06-28

 

Dios de la lluvia by Painalli
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