Cleventine II by Kyokichin

 

 

 

Cleventine II by Kyokichin
Summary:

     Segunda temporada de Cleventine. Dos años después de la batalla contra Théo y el juicio de los dioses, la KRS y la SRS ya están muertas del aburrimiento tras tanto tiempo sin novedades. Cleven y sus poco normales amigos y familia siguen con sus vidas con tranquilidad, salvo por el hecho de que Hatori, recién despertado de su coma y con la memoria parcialmente borrada, ha empezado a movilizar a la policía del país para realizar asaltos directos de caza en lugares públicos con un propósito que los "iris" no se esperaban de él: atrapar a un simple delincuente humano.

 

     A dos meses de cumplir el plazo del castigo, Neuval recibe sin previo aviso una carta de Jean desde la Dimensión Yin, informándole de que una extraña y alarmante energía Yin se está desarrollando al otro lado del planeta, y que sólo ellos pueden parar. De esta forma la KRS y la SRS se ven obligadas a iniciar un viaje de persecución y venganzas por todo el mundo a escondidas de los Dioses, que les llevará al encuentro de más enemigos y más enigmas. Djävul, aquél que la Asociación calificó en el pasado como el peor humano de la historia y viejo enemigo de la KRS y la SRS, ha vuelto a la acción, recaudando partidarios por todo el mundo, y tiene en sus manos la verdad sobre el mayor secreto que existe; un secreto que Théo Vernoux y Wei Zou estuvieron escondiendo por millones de años como un juego inventado por ellos. ¿Por qué la Asociación? ¿Por qué los semidioses? ¿Por qué los dones? ¿Y por qué esta realidad, este equilibrio? La KRS y la SRS deberán alcanzar los pasos de Djävul antes de que éste gane y encuentre el peligroso premio final.

     Mientras tanto, un extraño, enigmático y estrambótico hombre, que resulta ser un miembro de la banda de Djävul, empieza a acosar a Cleven en los momentos y lugares menos esperados, llevándola a sus "citas secretas", para someterla a una serie de pruebas con un fin que Cleven no logra comprender. Un hombre chiflado que se hace llamar Mr. Donky, que dice no ser bueno ni malo, pero posee la clave de todo.

 * * *((Primer tercio)) Capítulo 27* * * (15-Dic-2011)


Categories: ORIGINALES Characters: Ninguno
Generos: Accion/Aventura, Ciencia Ficción, Humor/Parodia, Misterio, Romance
Advertencias: Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 143 Completed: No Word count: 1001203 Read: 15535 Published: 08/12/2010 Updated: 15/12/2011
Summary:

     Segunda temporada de Cleventine. Dos años después de la batalla contra Théo y el juicio de los dioses, la KRS y la SRS ya están muertas del aburrimiento tras tanto tiempo sin novedades. Cleven y sus poco normales amigos y familia siguen con sus vidas con tranquilidad, salvo por el hecho de que Hatori, recién despertado de su coma y con la memoria parcialmente borrada, ha empezado a movilizar a la policía del país para realizar asaltos directos de caza en lugares públicos con un propósito que los "iris" no se esperaban de él: atrapar a un simple delincuente humano.

 

     A dos meses de cumplir el plazo del castigo, Neuval recibe sin previo aviso una carta de Jean desde la Dimensión Yin, informándole de que una extraña y alarmante energía Yin se está desarrollando al otro lado del planeta, y que sólo ellos pueden parar. De esta forma la KRS y la SRS se ven obligadas a iniciar un viaje de persecución y venganzas por todo el mundo a escondidas de los Dioses, que les llevará al encuentro de más enemigos y más enigmas. Djävul, aquél que la Asociación calificó en el pasado como el peor humano de la historia y viejo enemigo de la KRS y la SRS, ha vuelto a la acción, recaudando partidarios por todo el mundo, y tiene en sus manos la verdad sobre el mayor secreto que existe; un secreto que Théo Vernoux y Wei Zou estuvieron escondiendo por millones de años como un juego inventado por ellos. ¿Por qué la Asociación? ¿Por qué los semidioses? ¿Por qué los dones? ¿Y por qué esta realidad, este equilibrio? La KRS y la SRS deberán alcanzar los pasos de Djävul antes de que éste gane y encuentre el peligroso premio final.

     Mientras tanto, un extraño, enigmático y estrambótico hombre, que resulta ser un miembro de la banda de Djävul, empieza a acosar a Cleven en los momentos y lugares menos esperados, llevándola a sus "citas secretas", para someterla a una serie de pruebas con un fin que Cleven no logra comprender. Un hombre chiflado que se hace llamar Mr. Donky, que dice no ser bueno ni malo, pero posee la clave de todo.

 * * *((Primer tercio)) Capítulo 27* * * (15-Dic-2011)


Categories: ORIGINALES Characters: Ninguno
Generos: Accion/Aventura, Ciencia Ficción, Humor/Parodia, Misterio, Romance
Advertencias: Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 143 Completed: No Word count: 1001203 Read: 15535 Published: 08/12/2010 Updated: 15/12/2011
Story Notes:

* * * La historia de Cleventine II está registrada en Safe Creative * * *

Story Notes:

* * * La historia de Cleventine II está registrada en Safe Creative * * *

Capítulo 1 - Arriba esas caras, ¡he vuelto! (Parte 1) by Kyokichin

1.

 

Arriba esas caras, ¡he vuelto!

 

 

     Sábado, 25 de octubre. Tokio se veíaaquella tarde bajo un cielo anaranjado y despejado. Un día apacible como muchosotros: gente por las calles, coches taponando las avenidas, un ruido de sirenapor ahí, risas de niños en los parques… Los que aún trabajaban a esas horasiban con el buen ánimo de que mañana era domingo, y tras el caluroso verano quehabían tenido, el frío otoñal era bienvenido. Todo marchaba bien, todo paraesos seres complicados e inocentes que iban de un lado a otro a ocuparse de losproblemas que ellos mismos se creaban para el día a día. Sin embargo, para esos“otros seres”, su rutina era por lo menos agotadora. Si ya era complicadoevitar ser vistos por los humanos que invadían las calles, salvarles de losincesantes altercados era como ser los canguros de cientos de niños pequeñoshiperactivos. Al menos ninguno de esos niños, que necesitaban ser cuidados díasí y día también, se le ocurría mirar hacia el cielo. Un par de Menores porahí, un “iris” por allá, aparecían de vez en cuando saltando de edificio en edificiocomo estrellas fugaces. Ellos, que su horario de trabajo era continuo.

 

     En Shibuyaseguía viéndose el mismo panorama. Esa tarde, aparte de incontables hombres ymujeres trajeados que ya iban hacia sus casas, todo estaba plagado de chicas gal, con sus modelitos, sus joyas, sus plataformas ymechones de pelo de todos los colores, exhibiendo sus últimas compras en el 109mientras esperaban a sus guapos novios. La gente medianamente normal ya ni sepreguntaba cual era el fin de esas estrambóticas niñas, pero siempre habíaalguno que no entendía por qué aquellos hombres y mujeres trajeados, si yahabían salido de sus trabajos, seguían hablando por el móvil de asuntos detrabajo. Y el presidente de la gran multinacional Hoteitsuba no era diferente,ahí, caminando por Shibuya con el móvil, pegado no,sino ya fusionado con la oreja.

     --¿¡Pero cómo pretende que instale unprototipo de clase B en un reactor F-117!?—decía,tratando de no perder la calma—. ¡Se supone que esos aviones están para pasardesapercibidos en los radares! … ¡Pues que si instalo ese dispositivo, hasta unmini radar podría explotar! … Sí, la cobertura magnética es muy grande,sobrepasa la protección de la pintura que absorbe las hondas de radar… ¿¡Que locambie!? ¡No puedo cambiar un prototipo que ya ha sido financiado y cerrado! …Vamos a ver, pues le dices al señor Sullivan que ese dispositivo no escompatible con los F.117, ¡son aviones muy inestables! ... ¡El sistema Fly-by-wire noserá suficiente! … ¡Yo hago tecnología posible, pero no milagros! ¿¡Te creesque tengo poderes divinos o algo así!?—tras decir esotorció una mueca—. No, espera, mejor no respondas a esa pregunta… Bueno, pues losiento, pero tu jefe se habrá sacado el diploma del Emule…

    Mientras tanto, cerca de la estatua del perro Hachiko,una de las gals empezó a gritar. Un tipo con malaspintas estaba tirando de su bolso, y tras forcejear un poco, lo acaparó y saliócorriendo con su botín. Neuval lo vio, y se detuvo en mitad de la acera.

     --Jimmy, disculpa un momento—le dijo a sucliente, y echó un vistazo a su alrededor.

     Vio que a su derecha había un puesto defrutas, y cogió una mandarina. Acto seguido, la lanzó hacia el cielo.

     --Ya. Tenía un cordón desatado—continuóhablando por el móvil tranquilamente, y mientras observaba la trayectoria de lamandarina, que ya había comenzado a caer, cogió un melocotón y le pegó unmordisco—. Hm, esos informes ya los revisó Greg…¿¡Cómo que no!?

     De repente se oyeron exclamaciones desorpresa y un grito de dolor. A aquel ladrón de bolsos le había caído unainocente mandarina del cielo en toda la cabeza, y el hombre se desplomó sobreel suelo como un tronco, inconsciente. Neuval le pagó al frutero la mandarina yel melocotón y siguió caminando.

     --¿¡Estresado!? ¿¡Yo!? ¿¡Porqué!?—exclamó—. ¡Eso fue un accidente! Yo no quería partirle la nariz aldirector de Samsung, es que me sacó un poco de quicio… ¿¡Cómo que ya llevo un añoasí!? ¡Estoy perfectamente! Sólo necesito desahogarme un poco… Pues porque… Mira, si te soy sincero, llevo casi dos años queriendovolver a hacer cosas que no me están permitidas ahora… Ya, en fin… Te llamo ellunes.

 

     Neuval colgó el teléfono y se fueaproximando a una de las chicas gals que estaba sentadaen un banco de la pequeña plaza ajardinada de Hachiko,junto a un chico de peinado estrafalario y ropa cara que no paraba de mirarseel rostro en un pequeño espejo, orgulloso de su belleza, mientras la chicahablaba por su móvil con una amiga.

     --Hey—dijo Neu, dirigiéndose a la gal.

     En cuando el otro chico le oyó y le vio,puso una cara de recelo y se pegó más a su chica, como diciéndole a Neu que no se acercara a ella. Neuval pasó de élolímpicamente.

     --Sakura—la llamó.

     La chica levantó la vista, einmediatamente dejó el móvil a un lado.

     --¿Quién eres? Lárgate—le amenazó elchico.

     Neuval dirigió la mirada hacia él. Se loquedó observando.

     --¡Oh, Dios mío,tienes un grano en la cara!—le dijo.

     --¿¡Qué!?—se horrorizó el chico, yrápidamente buscó su espejo.

     Pero el espejo lo tenía Neuval en la mano,y se lo mostró. El chico le miró con sorpresa, histérico.

     --¡Busca, busca!—Neulanzó el espejo hacia un pequeño jardín lejano, y el chico salió corriendo trasél. Una vez solos, Neu volvió a mirar a Sakura—. Undelito menor en tus propias narices.

     --Ah, ¿sí?—saltó Sakura, mirando a sualrededor, y vio un poco más allá a un par de policías llevándose a un ladrónque tenía un chichón en la cabeza, mientras una galrecuperaba su bolso—. Mira, ya se ha solucionado.

     --Sakura…

     --¡Joder, Neuval, es que esto ya meaburre!—protestó la chica, suspirando—. Todos los días lo mismo.

     --Ya, yo también estoy asqueado y no mequejo—replicó.

     --¿No le partiste la nariz a un tipo?

     --Eso no tiene nada que ver...—vaciló,mirando a un lado—. Haz un esfuerzo, ¿quieres? Sólo quedan dos meses para quenos reestablezcan.

     --Como si faltasen dos días, ¡no puedomás! ¡Mira, lo máximo que he hecho durante todo este tiempo ha sido hacercubitos de hielo para mi refresco del mediodía! ¡Necesito retorcer pescuezos,golpear cabezas, disparar objetos en movimiento!

     --Bueno, ¿y por qué no empiezas con eseelemento que te has echado por novio?—le preguntó, señalando al chico de antes,que todavía estaba buscando su espejito tan desesperadamente que se habíapuesto a excavar en la tierra.

     --No es mi novio, es sólo un atontado queme sigue a todas partes.

     --Pues mira, razón de más.

     Sakura se cruzó de brazos y refunfuñó porlo bajo. Neuval sonrió.

     --Vamos, Sui, sé paciente.

     --Tal vez no haga falta—terció la chica—.He oído que Yves está intentando negociar con Yako y conlos dioses. Creo que pretende anular nuestro castigo antes del plazo.

     --¿Qué? ¿Y eso?

     --No sé—se encogió de hombros, mientras seponía en pie y sacaba las llaves de su coche—. En fin, he de irme. Tengo querecoger a un par de amigas para irnos de marcha.

 

     --Pues nada, pasadlo bien—se despidió Neu.

     Cada uno se fue por un lado. Neuval,mientras se terminaba de comer el melocotón, se preguntó por qué Yves queríaacortar el castigo. Le extrañaba, porque durante esos dos años había sido élquien había estado animando a todo el mundo para que siguieran cumpliéndolo yno decayeran.

 

* * * *

 

     En el Instituto Tohoedaapenas quedaba algún estudiante, si eso un par de desgraciados a los que habíancastigado a limpiar los pasillos. El Director Suzuki aún seguía en la sala deprofesores con cinco de ellos, repasando algún programa de estudio que ayudasea los alumnos de último curso a aprobar los exámenes de Navidad, los últimos detoda su vida colegial. Desde que empezó a revisar los expedientes más recientesde esos alumnos de tercero, al Director se le había puesto la cara cada vez máspálida ante el predominio de los negados, aquellos que tenían todo 5 y nopasaban de él ni por debajo ni por encima. Así no conseguirían ir a una buenauniversidad. ¡No, espera! ¿¡Qué es eso!? ¡Un 3! ¿¡Quién tenía esa nota tanbaja!? Al Director Suzuki le cambió la cara de blanco a azul, se mareó y tuvoque sentarse en su silla de inmediato, horrorizado.

     --Oh, cielos…¡Mi pobre niña!—exclamó, dándole aquel caótico expediente a Denzel, que sesentaba al otro lado de la mesa de reunión—. Ella quería estudiar BiologíaMarina… ¡Con esto no le llega ni para Económicas! ¡Denzel!

     --Tranquilo, señor Suzuki, ya me encargaré—suspiróel profesor pacientemente.

     --Y me sorprende también lo mucho que habajado Lao, ¡y Kinomoto!

     --También me encargaré de Kyo y de Nakuru—repitió Denzel con la misma parsimonia,poniéndose en pie para irse.

     --Pero en cambio, ¡mira Vernoux! ¡Lleva una media de 8’5! No sé qué le habrá pasadoa esa niña en segundo curso que empezó mal y de repente… ¡Fuash!¡Se puso las pilas de una manera…! Y este curso también lo ha empezadoimpecable. Yo no entiendo nada, ¿qué quiere estudiar esa chica?

     --Creo que Derecho. Quiere ser Ministra deInterior o algo así.

     --Mmm,magnífico—asintió el Director con interés, maravillado con el expediente de Cleven.

     Denzel, aburrido, pegó un bostezo nada mássalir al pasillo, y se dispuso a marcharse a casa a descansar un poco. Luego seiría a tomar algo para despejarse. Mientras salía del instituto, pensó que de verdadtendría que hacer algo con Kyo y con Nakuru. Y aunqueno era alumna de su clase, también con Sakura, sobre todo si no quería que el Directorse muriese de pena al ver que su nieta no estudiaba una carrera, y menos la queella quería. ¡Si es que era normal! ¡Denzel podía comprenderles! Los pobres sehabían estado aburriendo y asqueando tanto en los dos últimos años que teníanpoco entusiasmo para todo. Y no eran los únicos, toda la KRS y toda la SRS estaban muertas del asco,sin nada que hacer, sin acción, sin poder hacer nada grande con sus “iris”, loscuales estaban ansiosos por descargar tensión, energía acumulada, hacerexplotar algo… A lo único que se habían dedicado es a encargarse de aburridosladrones de bolsos y carteras, a rescatar gatitos de los árboles, a apagaralgún incendio sin importancia, ayudar a los ancianitos a cruzar la calle…Parecían los Boy Scouts de la Asociación, ¡era humillante! Y tanto Yako como Yves diciéndoles constantemente: “Ocuparse deesos pequeños problemas es tan importante como ocuparse de los grandes”.Ninguno de la KRSy de la SRSquería creérselo…

 

     Su móvil emitió una vibración, indicandoque había recibido un mensaje. Denzel lo cogió y se detuvo en la puerta delColegio Tohoeda. Ahí, una niña de unos 12 años, conunas extrañas gafas de sol, lo esperaba, vestida con el uniforme del colegio.Denzel siguió caminando sin decir nada mientras leía el mensaje, y la niña lesiguió.

     --¿Por qué tengo que volver a ir a uncolegio?—le preguntó, enfadada.

     --¿Por qué me tienes que hacer la mismapregunta a la misma hora todos los días?—replicó Denzel.

     --Porque nunca oigo la respuesta quequiero oír. Me paso el día metida en una habitación con veintiocho mocosos yuna señora que cree saber Historia y Matemáticas.

     --Dime, ¿acaso ya te sabes todo lo que teenseñan ahí?

     --Pues… no, pero…

     --Has estado más de cien años sin tocar unlibro, no sabes nada de nada. Por eso te viene bien repasar. Así, de mayor,podrás dedicarte a lo que quieras: a la enseñanza, al espionaje… Comoyo—sonrió.

     --Sí...—bufó—. Para cuando yo sea “mayor”,los veintiocho mocosos de mi clase ya habrán sido pasto para los gusanos.

     --Joder, Deidara,deja de quejarte—saltó Denzel, guardando el móvil—. Mira, ¿quieres hacer algo?¿Por qué no te vas un momento a Inglaterra a recoger a una niña “iris”? Uno delos “iris” de la YRSde allí me acaba de comunicar que la ha descubierto.

     --Tú lo que quieres es librarte de mí,abuelo—refunfuñó.

     --Creía que era al revés—dijo, torciendouna sonrisa—. Venga, te esperaré en casa y te haré pato con teriyakipara cenar.

     --¿¡En serio!?—exclamó, haciéndosele laboca agua, y de repente desapareció.

     --¡Ay! ¡No hagas eso en público…!—sealarmó Denzel, mirando a su alrededor, pero por suerte no pasaba nadie por lacalle.

     Mientras tanto, en la piscina cubierta delInstituto Tohoeda, había una joven saliendo delvestuario con el bañador puesto y caminó por el bordillo de la piscina. Nohabía nadie salvo ella. Era una ventaja para los alumnos de tercero que estabanen el equipo de natación tener permiso de usar la piscina en horario de cierre.La joven se detuvo, de cara a la piscina. Observó en silencio las suavesondulaciones de la superficie, tan relajantes, pacíficas y libres. Respiróprofundamente y cerró los ojos. Despegó un pie del bordillo, y lo posósuavemente sobre la superficie. Las ondulaciones le hacían cosquillas en laplanta. Por un momento se imaginó que apoyaba ese pie en el agua, y luego elotro. Se imaginó que caminaba sobre la superficie. Era tan reconfortante ymágico… Pero algo imposible para ella. Despegó el otro pie del bordillo y sesumergió en las profundidades. Buceó un poco, y de repente se quedó quieta,quedándose suspendida en mitad de aquel fresco fluido. Se quedó ahí un par deminutos, con la mente en blanco, hasta que sus pulmones ya empezaron a pedirleoxígeno. Salió a la superficie y comenzó a hacer unos largos nadando a crol.Necesitaba superar su récord si quería ganar la próxima competición. En la delaño pasado, en la que participaron chicas de diez institutos de Tokio, quedó enquinta posición. Fue tan horrible para ella que, muy a su pesar, le pidió ayudaa Sakura, y ésta a cambio le pidió que hiciera sus deberes durante dos meses. Ylo bueno es que había mejorado. Nadie como alguien que dominaba el agua mejorpara entrenarla. Se concienció tanto en nadar más y más rápido que, cuando fuea tocar la pared, una mano se estampó contra su cabeza.

 

     --¡Ay!—exclamó, sorprendida, y miró haciaarriba.

     --Te exiges demasiado—le dijo un chicomoreno, de cuclillas sobre el bordillo delante de ella—. Llevas toda la semanaasí, acabarás teniendo un calambre y te ahogarás.

     Cleven sonrió, ysalió del agua, sentándose al lado de él.

     --¿Y qué pasa si me ahogo?

     --Que yo moriría detrás de ti—contestó.

     --Jo, qué cursi—se rió.

     --Ya ves—asintióél.

     Cleven negó conla cabeza, sonriente, y los dos se besaron.

     --¿Has venido a recogerme?—preguntó Cleven.

     --Sí, y te he traído...—dijo, sacando desu mochila una caja calentita de cartón y la abrió.

     --¡Aaah! ¡Takoyaki!—gritó, eufórica.

     Kyo cerró losojos y se rió, contento. Pero cuando volvió a abrirlos, el takoyakiya había desaparecido de la caja. Miró a Cleven,alucinado, mientras ésta se chupaba los dedos, satisfecha.

     --Había como veinte bolitas de takoyaki...—murmuró Kyo, sinsalir de su asombro.

     --Bueno, me cambio y nos vamos.

     --¿Quieres hacer algo en especial?

     --Lo cierto es que no, estoy un tantocansada. ¿Qué tal si nos tomamos algo en la cafetería de siempre?

     --Por mí perfecto.

     Cleven se loquedó mirando. Hace dos años Cleven no lo creyóposible, pero Kyo se había vuelto más alto y másguapo. No pudo evitar besarle una vez más, y se volvió a los vestuarios acambiarse.

 

* * * *

 

     Cuando ya había anochecido, hacia lasocho, Cleven y Kyoaparcaron el coche cerca de la cafetería y se bajaron. El coche era de Kyo, que aunque ya le enseñaron a conducir en el monte hacedos años, se había sacado el carnet legal, dejando a un lado el ilegal de la Asociación, nadamás cumplir los 18 años, hará unos cinco meses. A Clevenle faltaba justo una semana para su cumpleaños, el 1 de Noviembre. No es queestuviese muy entusiasmada, la verdad. El 1 de Noviembre del año pasado, cuandocumplió 17, lo celebró con todos y fue muy divertido, salvo por un detalle.Como era Halloween, todos los fantasmas salieron al ámbito público a medianoche,y no supo cómo, pero dieron con ella y la persiguieron por todas partes,queriendo conocerla y haciéndole preguntas de todo tipo. Menos mal que estaba Clover ahí y consiguió que la dejaran en paz. Cleven lo pasó muy mal durante ese rato. No podía ni verlesni oírles, pero las súplicas de todos ellos podía percibirlas claramente. Lepedían lo que era obvio. Pero eran fantasmas, gente que cometió muertes deinocentes en vida, y la suya propia. ¿Y ahora pedían volver? No se lo merecían.El único fantasma de la zona que no se lo pidió fue el del señor Shibamoto, aquél que en vida perdió la cordura, asesinó atoda su familia y luego se suicidó. No, él no lo pidió. Es más, ayudó a Clover a espantar a los otros fantasmas para que dejaran enpaz a Cleven. Además, ¿cómo pretendían que lohiciera? No era tan fácil, ni siquiera Cleven seacordaba de cómo lo hizo por primera y última vez hasta ahora con Fye. No tenía ni idea. No era algo que surgiera así, derepente.

 

     --¡Buenas!—saludó Clevencuando entraron en la cafetería—. ¡Uagh!

     Se oyó un golpe. Un niño rubio y muy guapode unos 7 años se había tropezado, Cleven le pisó uncordón desatado cuando pasó corriendo cerca de la puerta. El niño se estampócontra el suelo y se quedó inmóvil.

      --¡Tú! ¡Mira por dónde vas!—se enfadó Cleven.

     Kyo tranquilizóa Cleven y se agachó junto al niño.

     --¿Estás bien?—le preguntó.

     El niño levantó la mirada con cara depena. Le sangraba la nariz.

     --Claro que estoy bien. Soy un hombre. Nosiento dolor.

     --Te sangra la nariz—le dijo Kyo.

     --¡Buaaah…!—seechó a llorar desconsoladamente.

     De repente apareció una niña preocupada,corriendo hacia su hermano. Cuando vio su cordón desatado debajo del zapato de Cleven, se detuvo, y pegó un suspiro paciente,comprendiendo lo que había pasado. La niña se agachó junto al rubito y le atólos cordones.

     --Es culpa tuya, Daisuke,deberías andar con más cuidado. No es la primera vez—le dijo.

     --¿Culpa mía? ¡La pedorra lo ha hecho apropósito!—exclamó el niño.

     --Oh, sí, hevenido aquí expresamente a pisarte los cordones—dijo Clevencon sarcasmo—. Además, ¿tú no estabas en el monte?—le preguntó en voz baja.

     --He vuelto este mediodía—contestó,poniéndose en pie, totalmente recuperado—. Ha sido una semana fantástica, Yako me ha enseñado muchas cosas chulas.

     --No hables aquí de eso—le reprochó Kyo.

     --Vale, vale...—suspiró Daisuke—. Bueno, ¿a qué nos vais a invitar?—le preguntó ala parejita, pasando un brazo sobre los hombros de Clover.

     --¿Invitarte a ti? Vas listo—gruñó Cleven—. Sólo invitaría a Clover,si tuviese un poco más de pasta…

     --¡No es justo!—se quejó Daisuke—. ¡Yo soy tu primo y me debes atención, cariño ypasteles gratis!

     --Lo siento, Dai, pero aquí mi primofavorito es Kyo—sonrió con burla, acariciando lamejilla de Kyo.

     --Ni siquiera tiene tu sangre—rezongó elniño—. Yo sí. Aquí soy yo tu único primo-hermano de verdad.

     --¿Y?

     --Que eso significa que me tienes queinvitar a todo lo que yo te diga.

     --¡Que no tengo pasta, nene!

     --Nohace falta—sonrió Clover angelicalmente—. Le herobado la cartera a papá—dijo, sacando de debajo de su jersey una carteramarrón llena de billetes; Daisuke contempló a suhermana con ojitos brillantes de admiración—. Dai, vamos a ponernos las botas.

     --¡Te quiero!—lloró el niño, abrazándola.

     --Vaya con la niña...—se sorprendió Cleven—. ¿Cómo es que el tío Breyse ha dejado robar así sin más?

     Los mellizos señalaron con el pulgar haciala barra, sin dejar de mirar a su prima. Cleven miróhacia allí, y no tardó en comprenderlo. Un joven chico de 22 años, de pelorubio, medio largo y despeinado, y una barba de tres días, estabacompletamente dormido sobre la barra, roncando como un león y dejando un charcode babas. Junto a su cabeza, había un vaso de cerveza entero, sin tocar. Cleven y Kyo se dirigieron paraallá, mientras los mellizos seguían jugando por ahí. Tras la barra estaba Sam, que les saludó con un gesto de cabeza.

 

     --¿Qué le pasa a mi tío?—le preguntó Cleven—. ¿Está borracho?

     --Qué va...—contestó Sam—.Ese vaso de cerveza es el mismo que pidió hace una hora cuando vino, y antes dedar un trago se quedó dormido sobre la mesa. Venía agotado.

     --¡Pobrecito!—exclamó Cleven,preocupada, sentándose al lado de su tío, mientras Kyose iba a saludar a MJ a la cocina.

     En cuanto Clevense sentó, vio por el rabillo del ojo, sentado a su derecha, a otro hombredormido sobre la barra, roncando y babeando tanto como Brey.Cleven puso una mueca irónica al reconocer a supadre.

     --¿Y qué pasa con ése?—le preguntó a Sam—. ¿Está borracho o también venía agotado?

     --No. Neuval se ha dormido delaburrimiento.

     Cleven puso losojos en blanco. Negando con la cabeza y dando un suspiro, se limitó a poner unposavasos debajo de la boca de su padre y otro debajo de la de Brey, porque lo estaban poniendo todo perdido.

     --Ponme un batido, anda—le pidió a Sam, y el chico asintió y cogió un vaso—. ¿Cómo te va en launiversidad?

     --Más aburrido que en la Asociación—contestóel africano—. Habiendo trabajado junto a mi padre desde pequeño poco me quedapor aprender. Me han tenido que subir dos cursos y todo… Ya estoy en cuarto.

     --¡Jaja…! Seguroque serás el mejor veterinario del mundo.

     --Porque corro con ventaja. ¿Pero sabesqué?—le preguntó, dándole el batido a la joven y apoyó las manos en la barra,mirándola con una amarga expresión—. Es irónico, puedo curar a todo tipo deanimal, pero no sé curarme a mí mismo.

     --¿A qué te refieres?

     --El otro día me partí un ala,practicando—contestó, sin elevar mucho la voz—. Es evidente, porque no llegobien con las manos a mi espalda. Me tuvo que curar mi padre en casa, y lo peorde todo es que se estuvo partiendo de risa todo el rato. A mí no me hacíagracia, porque llegaba tarde para recoger a Raven y no podía salir a la callecon un ala de dos metros en la espalda hecha un churro.

     --¿Qué pasa?—se extrañó Cleven—. ¿Si tienes las alas heridas… no puedes volver ameterlas en tu cuerpo?

     --No. Mi “iris” no me lo permite. Es comometer una infección en el cuerpo. Voy a tener que pedirle a tu padre que meenseñe a controlar las ráfagas de aire que te atacan por sorpresa. Fotos Porno y actrices porno

     --Pero mi padre no vuela con alas.

     --Bueno, se supone que tu padre nació conseis alas, ¿no?

     --Pero nunca las ha sacado, y creo que aúnno sabe hacerlo. Además, le oí decir a Yves, hablando con mi padre, que hacertransformaciones parciales es muy peligroso, porque puede correr el riesgo deacabar dominado por su “otro yo”.

     --Tengo entendido que hace poco Yves empezóa enseñarle a hacer transformaciones parciales pequeñas para aprender acontrolarse poco a poco. Así que cuando aprenda a sacar las seis alas sinconvertirse en un demonio sanguinario, le pediré que me enseñe.

     --Para entonces tú sabrás manejar las alasmejor que él, Sam—se rió—. Creo que serás tú quien letenga que enseñar a él.

 

     Sam se encogióde hombros y se fue a atender a los clientes de una mesa, y la joven se vio ahísola en la barra, entre dos hombres que roncaban. Le entraron ganas de tirarlesel batido a la cara. No obstante, de repente, sintió que algo le tiraba deljersey. Giró la cabeza a un lado y a otro, pero no veía a nadie. Extrañada,volvió la vista al frente y siguió bebiendo su batido. Pero otra vez, alguienle dio leves tirones en el jersey. Entonces a Clevense le ocurrió mirar hacia abajo, y se encontró con una pequeña criaturita quela miraba con unos grandes ojitos tímidos. Era una niña, un bebé chiquitito.Tenía un precioso pelo castaño, cortito y ondulado, y unos ojazos azules comoel hielo. Sus mofletes eran regordetes. Y como tenía puesto un abrigo muy gordo,parecía una pequeña bola rosa. La bebé seguía mirandoa Cleven, y dándole tironcitos en el jersey,esperando una respuesta. Cleven se la quedó mirando,pero no pudo resistirse.

     --¡Aaah! ¡Quécosa más mona!—lloró Cleven, abalanzándose sobre lapequeña, apretujándola entre sus brazos como si fuese una pelota antiestrés—.¡Mi niña! ¡Te como con patatas!—exclamó, llenándola de besos por toda la cara.

     La pequeñita soltó una dulce risitagraciosa, mientras Cleven la devoraba cuan osohambriento.

     --¿Cómo es que estás aquí solita, Peque?—lepreguntó.

     --Papapa… papapa...—contestó la niña, señalando con su dedito haciala entrada de la cafetería—. Pa…

     En cuanto ese dulce e incoherente sonidollegó a sus oídos, Neuval se despertó de golpe, con el corazón a cien por hora.

     --¡Ah, estás ahí!—exclamó Lex cuando las vio desde la entrada, y corrió hacia ellas—.¡Uf, qué susto!—jadeó, al borde del infarto—. Nada más entrar la he perdido devista y…

     --Tranquilo, no es para tanto. Cómo senota que eres primerizo, cálmate—le espetó Cleven,sin soltar aquella bola rosa—. ¿Has visto? Ha venido hacia mí. ¡Un momento!¿¡Ha venido hacia mí!? ¿¡Sola!?

     --¡Si ya anda! ¡Y corre!—saltó Lex—. Bueno, aunque se tropieza de vez en cuando...—casi rió,y fue a coger a la niña en brazos.

     Pero de pronto, una sombra apareció en unafracción de segundo y la niñita desapareció del regazo de Cleven.Lex se quedó ahí quieto, con los brazos extendidos ycara de idiota. Se irguió de nuevo, lentamente, preguntándose qué demonios habíapasado. Miró a su alrededor, y no tardó en divisar a Neuval y a la niñita alotro lado del local, sentados en un sofá.

     --¡Pero será…!—se alteró Lex, cruzándose todo el local para rescatar a su bebé delas garras de Neuval.

     --Puuu… pupu…. puchupú...—le decía Neu a la niña, que estaba sentada sobre sus rodillas,cogiéndola de las manitas.

     La pequeña se rió a carcajadas ante losridículos sonidos que emitía el hombre.

     --Síii… ¿Quiénes la niña más guapa del mundo?—sonrió Neuval, poniendo voz gatuna; la niña seseñaló a sí misma con cara confusa—. ¡Sí, eso es! ¿Y quién es la persona a laque más quieres en este mundo?

     La pequeña le señaló a él, con caraconfusa.

     --¡Exacto!—celebró Neu.

     --¡Aaah,traidor!—exclamó Lex cuando llegó hasta ellos—. ¡Nola manipules!

     --¿Manipularla? ¡Ella sabe perfectamente aquién quiere más!—replicó Neuval.

     --¡Trae aquí, no es un juguete!—dijo,cogiendo a la pequeña en brazos y la apartó de Neuval.

     --Oooh… Tu papáse pone celoso...—siguió Neu diciéndole a la niña,haciéndole cosquillas en la nariz; la pequeña se rió y empezó a dar palmas,aunque casi no llegaba a tocárselas—. ¡Quítale ese abrigo, Lex,que se va a asfixiar!

     --¡Es lo que iba a hacer cuando la hassecuestrado hace unos segundos!—rugió, le quitó el abrigo a la niña y ésta dejóde ser una bola andante.

     --¿Sabes decir “abuelo”, Beth?—le preguntó Neuval.

     --Alelo.

     --No, “abuelo”—la corrigió.

     --Abelo.

     --Bueno, vamos mejorando—sonrió Neu—. Seguro que tampoco sabrá decir “papá” correctamente.

     --¡Claro que sabe!—se picó Lex—. Beth, di “papá”.

     --Papapa.

     --No, quítale un “pa”.Papá.

     --¡Papapapa!

     --¡No, quítale un “pa”,no se lo añadas!

     --Demasiado complicado—suspiró Neuval, ycogió a la niña de los brazos de Lex—. Déjamela unrato, anda, que tú te pasas la mayor parte del tiempo con ella.

     --¡Obviamente!—contestó Lex, siguiéndoles de vuelta hacia la barra—. Pobre Riku, se queda hasta tarde trabajando un sábado. Losfuncionarios la están explotando.

     --Mm… ¿Quieres que mate a alguno deellos?—preguntó Neuval, y como Lex le ignoró, añadió—:Va en serio.

     --¿Pero qué dices, papá?—se horrorizó,mirándole con sorpresa.

     --¡Vamos, Lex,haz algo, mándame una misión, lo que sea!—berreó.

     --¿Pero cómo te voy a dar yo una misión?¡Eso lo tiene que hacer Yako, y aun así! No hascumplido el castigo.

     Neuval se echó a llorar de pena ydesesperación. Beth, a sus brazos, le acarició lacabeza con la manita para consolarlo.

    --¡Ay, aquí vuelve mi niña!—sonrió Clevencuando los dos hombres se sentaron en la barra—. Peque, ¿sabes decir ya “tía Cleven”?

     --¡Tía Cleven!—exclamóla niña toda feliz.

     --¡Muy bien!

     Neuval y Lex leclavaron una mirada fiera a la joven, envidiosos.

     --¡Uh! ¿Ese es el tío Brey?—preguntóLex, cuando vio a aquel cadáver sobre la barra—. ¿Seha emborrachado?

     --No, sólo está dormido como untronco—contestó Cleven—. Dijo Samque había venido agotado.

     --Vaya, creo que soy el culpable—casi rió Lex—. Llevo toda la semana haciéndole trabajar muy duro.

     --¿¡Por qué le haces eso!?—se enfadó suhermana.

     --Cleven… Dentrode poco serán las pruebas finales del año para los médicos que están enprácticas. Si no pasa con suficiente nota, y siendo su primer año de prácticas,tendrá que repetir. El tío Brey tiene suerte de queyo sea su tutor en el hospital.

     --¿La gente no te acusa de favoritismo portratarse de tu tío?—preguntó la joven.

     --No, en realidad le estoy poniendo laspilas a todo el mundo. Lenny, Ikken, Seth y Juugo también están en mi grupo y lo llevan bastante bien,no sé por qué el tío Brey está así.

     De repente, los tres se sobresaltaroncuando oyeron gritar a unos niños por ahí. Cuando se dieron la vuelta, vieron aDaisuke y a Clovercorriendo por todas partes y pegando gritos, jugando con otros niños a lanzarsecosas. Los tres volvieron a girarse.

 

     --Creo que ya sé por qué—murmuró Lex.

     --Sí, los mellizos no paran—afirmó Cleven—. En casa están todo el día revolucionados. Hanllegado a una edad en la que son imparables. El tío Breyya no sabe qué hacer con ellos, aunque le he dicho que yo me encargo de todo. Yademás, Mei Ling últimamente viene mucho a casa paracuidarles conmigo, se ha encariñado mucho con ellos. Ni siquiera esta semana enla que Daisuke ha estado en el monte ha habido unrato de paz en casa. Clover se aburre mucho sin él.¡Mírale! El tío lleva sin afeitarse tres días. Mañana por la mañana le cortaréel pelo, que ya es hora.

     --En fin—suspiró Lex—.¿Y tú qué tal en el trabajo, papá?

     --Horrible...—sollozó, mientras jugaba adar palmas con Beth—. Todo se está descontrolando.Desde que Kei Lian pasó a mejor vida hace unaño...—murmuró, taciturno—… no puedo llevar la multinacional yo solo.

     --Si con “mejor vida” te refieres a que secogió un año sabático y se fue con el tío Fye devacaciones por todo el mundo—le dijo Cleven—, terecuerdo que el abuelo y el tío Fye vuelven mañana.

     --Menudo morro tienen esos viejos—gruñóNeuval—. Yo no puedo cogerme un año de vacaciones tan fácilmente.

     --Tú te morirías del aburrimiento si tecoges vacaciones—bufó la joven—. Por cierto, ¿dónde está Yenkis?

     --Se ha ido con su querida novia a ladiscoteca—masculló Neuval—. Me tiene más solo que la una. Y vosotros igual, queno me venís a visitar nunca.

     --¡Si apenas estás en casa!—replicaron.

     --Menos mal que aún tengo a Hana, y a mi preciosa Beth...—sonrióinfantilmente, haciéndole carantoñas a la niña—. Si es que las mujeres mevuelven loco.

     --¿Y yo?—preguntó Cleven.

     --He dicho las mujeres, no las bestias gritonasy trogloditas—le dijo con burla.

     --Espera, ¿me lo dice un hombre que esmitad payaso, mitad dios?—rebatió Cleven con el doblede burla.

     --Y tú a ellas también las vuelves locas,no es por nada—comentó Lex, mirando hacia lasespaldas de Neu, donde había un grupo de cincomujeres de treinta y pocos sentadas en la barra cuchicheando por lo bajo ylanzándole miradas y sonrisitas a Neu.

     --Pobres solteras, siempre tienen ojo paralos viudos—sonrió Neuval—. Pero yo estoy con Hana. Detodas formas… ¡Sammy!—exclamó—. Sirve a estas señoritas un Martini de mi parte.

     Las cinco mujeronas soltaron unaexclamación de repente de júbilo, y se pusieron rojas.

     --Seguro que ninguna de ellas sabe quetienes 47 añazos—masculló Cleven—. Aparentas la edadde ellas.

     De repente Beth,que se había quedado mirando a esas mujeres, se volvió hacia Neuval y empezó asaltar sobre sus rodillas con las manos alzadas, pidiéndole algo.

     --Oh, ¿tútambién quieres un Martini, Beth? ¿O un whisky doble?—preguntóel hombre con ternura—. ¡Sammy!

     Lex, como era deesperar, cogió a Beth y la apartó de su padre,cansino. La dejó en el suelo, y la pequeñita perdió un poco el equilibrio, perose agarró al palo de su cochecito de bebé. Seguidamente, se acercó a la cestitay sacó un conejito de peluche. Cleven, Lex y Neuval la observaron, y pegaron un suspiro,enamorados de esa criatura, la Vernoux más joven de la familia. Alpoco rato vino Kyo, que se había quedado hablando conMJ y con Kain. Al parecer ese era el último día que Kain trabaja en la cafetería, había acabado ya su carrera yya había encontrado un buen trabajo, cosa que va a necesitar ahora que estácasado con Bélice. Clover yDaisuke también se reunieron con ellos, y se quedaronjugando con Beth por los alrededores, bajo lavigilante mirada de Lex.

 


Regresar al índiceCapítulo 1 (Parte 2) by Kyokichin

     Más tarde, ya entrada la noche, Brey pareció empezar a renacer de su tumba. Miró a sualrededor, desorientado, y pegó un bostezo tan grande que la cafetería tembló.Vio a Cleven sentada a su lado, hablando con Kyo, y un poco más allá a Neu y aLex conversando animadamente. Frunció el ceño y miróel reloj, preguntándose cuánto tiempo había estado durmiendo, cómo y por qué.Cuando su cerebro ya se reinició, comprendió que se había quedado dormido nadamás sentarse en la barra hace unas tres horas. Seguía agotado, y casi singanas, optó por darle un buen trago a su cerveza, que ya estaba casi sin gas ycaliente, cosa que ya le daba igual. Después se palpó con la mano el bolsillotrasero de su pantalón.

     --¿Dónde está mi cartera?—murmuró,sorprendido.

    Noobstante, sintió de repente que otra mano de menor tamaño también empezó apalpar su trasero. Brey se dio la vuelta,sobresaltado, y se encontró con un bebé tocándole el culo, mirándole coninocencia.

     --Oh, aquí estámi sobrina-nieta pervertida...—sonrió, cogiendo a Bethen brazos; la pequeña se rió y comenzó a lanzarle besitos cariñosos—. Cleven, ¿qué cosas le enseñas?

     --¿Qué?—saltó la joven, y cuando vio a Beth haciendo eso, se rió—. Ajaja…Yo no le enseño nada, ella ya lleva en la sangre el don de captar a los chicosmás guapos.

     --Me ha tocado el culo—añadió Brey.

     --Bueno, quizá eso sí se lo enseñé, hehe… Pero no se lo digas a Lex.

     --¿Lex? Mevendría bien perderlo de vista un tiempo—suspiró.

     --No te quejes, tío Brey—dijoLex, que lo había oído—. Cuando pases las pruebas melo agradec…

     Derepente, las luces del local y de las farolas de la calle se apagaron. Todo elmundo soltó una exclamación, y a continuación, la puerta de la cafetería seabrió de golpe. Entre la oscuridad se divisó a una docena de siluetas negras,con las caras ocultas bajo un pasamontañas, entrando en el local corriendo yportando armas encima.

     --¡Kyaaaa!

     La gente empezó a gritar de pánico y acorrer por todo el local, mientras aquellos sujetos de negro se dispersaban portodas partes, mirando hacia todos lados. Cleven,asustada, se pegó a Kyo y los dos cogieron a Clover y a Daisuke, y Lex cogió a Beth.

     --Ellos otra vez—les dijo Sam a Neuval y a Brey, saliendode detrás de la barra de un salto.

     Justo en ese momento, los enmascaradosvieron por fin lo que buscaban. Cuatro luces, una amarilla, otra blanca, otraroja y otra verde oscuro centellearon en la oscuridad. Uno de ellos les pegó ungrito a sus compañeros, y todos apuntaron a Brey, a Neu, a Kyo y a Sam con las armas. En cuanto éstos se dieron cuenta,cerraron sus ojos izquierdos y echaron a correr.

 

     --Maestro, Sam,sacad a todo el mundo de aquí—les dijo Brey.

     Neuval asintió y, entre la agitación y losgritos de pánico, guió a la gente asustada hacia la puerta trasera del local. Sam le pidió a MJ que la abriera, mientras ayudaba a Neu, y Lex, Cleveny Kyo se llevaron a los niños con ellos.

     --¡Los otros tres se escapan!—rugió uno delos hombres enmascarados.

     Cuando los otros once agentes fueron aatraparles, una sombra se interpuso en su camino en una centésima de segundo.Los hombres frenaron en seco de la impresión, y miraron con gran desconcierto aaquella criatura que estaba cortándoles el camino. A los pocos segundos todo elmundo salió del local a las calles, sin salir de su estado de pánico, y sepusieron a salvo. El cabecilla de los hombres enmascarados soltó un juramentopor lo bajo, y disparó su arma contra Brey, pero éstedesapareció al instante. Los enmascarados, viendo que no había nadie ya dentrodel local, salieron a todo correr por la puerta trasera y se adentraron por lacallejuela, al final de la cual se podía ver todavía a la gente corriendo.Vieron a aquella criatura de nuevo, sobre la azotea del edificio de al lado, nomuy alto. Todos le dispararon, y Brey esquivó lasbalas saltando entre los dos edificios de la callejuela, dirigiéndose a lasalida. Sobre la marcha les lanzó a los enemigos doce rayos cuyos voltiospodían dejar paralizado a un toro, pero para su sorpresa, los trajes de esoshombres repelieron la electricidad. se sorprendió el rubio,y siguió corriendo  hacia la salida de lacallejuela. La tropa de asalto le siguió, pero cuando salieron a la avenida, leperdieron de vista. Sin bajar sus armas ni la guardia, miraron atentamente a sualrededor, en silencio. Sin embargo, sin previo aviso los cinturones de hierrode sus trajes, donde llevaban sujetas más armas, comenzaron a vibrar por sí solos.Los hombres, confusos, antes de que pudieran bajar la mirada para verse loscinturones, salieron despedidos, todos a la vez, hacia la misma dirección. Losdoce enmascarados colisionaron con su propia furgoneta. Sus cinturones, y susarmas, se quedaron adheridos al metal del vehículo.

     Brey, que estabatocando con la palma de la mano el capó de la furgoneta, no despegó la mano, yaque con ella estaba provocando aquel magnetismo. Con la otra mano, chasqueó losdedos, y todas las luces volvieron a las farolas y a toda la calle.

     --¿Es que no puede un “iris” tomarse unacerveza tranquilamente?—preguntó.

     Los doce agentes secretos de la policíadieron un sobresalto cuando le oyeron, y con dificultad, giraron las cabezashacia él. Bajo la luz de las farolas vieron a un hombre vestido con un trajenegro muy extraño, llevando una terrorífica máscara blanca de cara carnavalescay tenebrosa, y un pelo blanco en punta cubriendo su cabeza. En uno de losorificios de la máscara, podían ver un tenue brillo amarillo.

     --Maldición, no podemos verle elrostro—masculló uno de los agentes.

     Brey hizo unsuave movimiento de mano al aire, y todas las armas de los agentes sedespegaron de la furgoneta y levitaron por el aire por sí solas, obedeciendo alelectromagnetismo de Brey, con los cañones apuntandohacia sus caras. Después, despegó la otra mano del capó, y los agentes sedespegaron del metal de la furgoneta cayendo al suelo con un buen golpe. Viendoque sus propias armas les apuntaban, no se atrevieron a moverse. Brey dio la vuelta al vehículo y se puso frente a ellos.

 

     --¿Pasamontañas? Parecéisdelincuentes—dijo.

     --¡Aléjate, monstruo!—rugió uno de ellos.

     --Escuchadme una cosa—suspiró Brey, agachándose para ponerse a su altura—. Decidle avuestro querido Hatori que esta es mi ciudad, no la suya. Y como vuelva a verospor aquí, o por algún otro sitio...—dijo, y de repente las armas emitieron unchasquido, cargándose—. ¿Lo habéis comprendido?

     Los doce agentes tragaron saliva, sinapartar una temblorosa mirada de los cañones de sus armas. Breylo tomó por un sí, se puso en pie, y desapareció de allí. Las armas cayeron alsuelo, inertes, y los agentes se quedaron un buen rato ahí, recuperando elaliento.

     Neuval, Lex ylos otros esperaron a Brey en una plaza lejos de laavenida. Cuando se reunió con ellos, vio a MJ hecha una furia.

     --¡En nuestro local! ¿¡Pero cómo seatreven!? ¡Ahora nos hemos quedado sin clientes! ¡Cuando Yakose entere nos va a matar! ¡Menudo susto me han dado!

     --Tranquila, ya han escarmentado por untiempo—le dijo Brey—. Maestro, ¿son los mismospolicías que dijo Pipi?

     --¿Quiénes?—preguntó Cleven.

     --El mes pasado ocurrió lo mismo en unadiscoteca, cerca de donde vive Pipi—le explicó su padre—. Una docena de agentesde policía enmascarados asaltó la discoteca, y estuvieron a punto de cazar asiete “iris” que estaban ahí intentando pasar una noche divertida. Cientos dejóvenes humanos salieron de allí dando gritos, ellos que no habían hecho nada…Muchos llamaron a la policía, pero ésta no acudió, ¿por qué? ¡Sorpresa! Losasaltadores son policías.

     --Jannik me hadicho que en otras ciudades, como en Yokohama y en Saitama,también ha habido asaltos en lugares cerrados públicos en este mes—comentó Brey—. Al parecer Hatori ha perdido la cabeza. ¿Cómo se leocurre? Hace poco que ha despertado del hospital y ya vuelve a la carga.

     --Es la primera estrategia directa que haplaneado para cazarnos—dijo Kyo—. Por ahora no hatenido éxito, pero si sigue así, alguno de nosotros acabará cayendo. Ya nopodemos estar seguros en ningún lugar, ahora que Hatori tiene en cuenta queestamos por todas partes.

     --Maldita sea, ¡es culpa mía!—exclamó Neuval,rabioso.

     --No es culpa tuya, papá—le dijo Lex—. Fue un accidente.

     --¡No me puedo permitir semejantes erroresestúpidos!—insistió Neuval—. Pude haberle borrado la memoria por completo, yese idiota de Vincent Hollow, ¡qué oportuno!

 

     Hacecasi dos años, en el Hospital Kyoko…

    

 

     --Olvídate de eso—se enfadó Lex—. Al menos conseguiste borrar de su memoria tuidentidad, y la del abuelo, y la de Viernes. Y tambiéntodo lo que ocurrió aquella noche hace dos años con los semidioses y el abueloJean. Y además, todos los agentes de policía y del FBI que estuvieron presentesesa noche, perdieron la memoria de todo gracias al ataque sorpresa que hizo elabuelo Jean. Ellos sí que se dieron un buen golpe.

 

     --Yo era el responsable de encargarme deHatori—masculló Neuval—. Si algún “iris” es cazado por él aquí, será por miculpa.

     --No pasa nada—dijo Cleven—.Es imposible que esos tipejos sean capaces de atrapar a un “iris”.

     --Yo ya no estoy tan seguro—terció Brey—. Llevan trajes que repelen cualquier ataqueeléctrico. Y no me extrañaría que también estuviesen protegidos del fuego. Seestán preparando bastante bien. Se nota que Hatori ha estado estos díasestudiando nuestros poderes para crear protecciones contra ellos. Creo que haorganizado estos asaltos, más que nada, para poner a prueba esas protecciones,usando a sus agentes de cobayas.

     --Joder, si tuviésemos permitido realizarmisiones para espiar al Gobierno...—dijo Sam.

     Todos dieron un largo suspiro, más asqueadosy amargados que nunca.

     --En fin—dijo Kyo—.Lo que acaba de pasar no es nada del otro mundo. Ya se encargará la ARS de eso. Me voy a casa.

     --Bonita forma de pasar mi último día enla cafetería...—dijo Kain.

     --Yo también me voy a casa. Ven conmigo acerrar la cafetería, Kain—gruñó MJ, indignada, y semarchó calle abajo con Kain.

     Todos se despidieron unos de otros. Neuvalse fue por una parte, Lex y Bethpor otra, Sam por otra y Brey,Cleven, Kyo y los mellizosse fueron hacia sus coches.

 

* * * *

 

     Otro caótico día, para variar, con unataque sorpresa al final poco agradable. Brey era elque más asqueado estaba, y con razón. No sólo tenía que ocuparse de losmellizos, también tenía que pasarse todas las mañanas sufriendo las duras yagotadoras prácticas en el hospital y por la tarde recorrer la ciudad enterapara ejercer su deber de Guardián. Y Agatha ya no le podía echar un cable, yaque la anciana había decidido quedarse un tiempo en el monte para ayudar a Alvion a entrenar a Yako.

     Cuando los cuatro llegaron al rellano delquinto piso, vieron a Mei Ling con el pijama puestoen la puerta de su casa, esperando a Kyo.

     --Vaya caras traéis—se sorprendió lamujer.

     --Ya te contaremos—le dijo Cleven, y le dio a Kyo un largobeso de buenas noches.

     --Hola Clover. Daisuke, no sabía que habías vuelto—les saludó Mei, sonriente.

     --¡Sí! Aunque no quería irme tan pronto—contestóel niño, mientras su padre sacaba las llaves de casa.

     --Buenas noches, Brey—saludóal rubio, casi en un susurro.

     Brey la miró. Mei le miró. Silencio.

     --Buenas noches, Mei—lesonrió el chico, y entró en su casa con los mellizos.

     Mei bajó lamirada, con media sonrisa en los labios, pensando en las musarañas, pero luegopegó un brinco, puso cara de enfado y se dirigió a Kyoa zancadas.

     --¡Vamos, que parecéis dosimanes!—exclamó, despegando a Kyo de Cleven a la fuerza, y lo metió en casa arrastras.

     Cleven y Kyo se despidieron con la manita hasta que Mei cerró la puerta, entonces la joven se metió en la casade su tío, embobada. Con buen ánimo preparó una rica cena para su tío y susprimos. Aunque duró poco, los tres devoraron la comida en cinco segundos, y Cleven se mosqueó. Al menos no le tocaba fregar, era elturno de los mellizos, ahora que eran más altos, y subidos a unas pequeñasbanquetas llegaban hasta el grifo. Inmediatamente después, todos, agotados, sefueron a dormir. Mañana sería otro día, otro fantástico y divertido día.

 

 

* * * *

 

     A la mañana siguiente, el edificio estabaen sumo silencio. Eran las nueve menos cinco de la mañana y los habitantestenían intención de dormir mucho más, aprovechando la libre mañana de domingo.La casa de Brey estaba silenciosa, no se movía ni unamosca. Los mellizos, cada uno en su habitación, dormían plácidamente agarradosa sus peluches favoritos. Clover dormía tranquila yacon cualquier juguete gracias al cazasueños que hacetiempo le regaló Jannik, que evitaba que la niñapercibiese todo lo que esos juguetes habían vivido antes de ser comprados. Cleven, por su parte, se había caído de la cama y seguíadurmiendo como si tal cosa, con las piernas, una en el suelo y otra sobre lacama.

     Y Brey era elúnico que dormía decentemente, de costado frente a la mesilla de noche, tapaditocon la manta. Desgraciadamente, ayer antes de acostarse se le olvidódesconectar el despertador que cada mañana lo levantaba a las nueve para ir alhospital, por ello, cuando el reloj marcó las nueve, el aparato comenzó a darpitidos odiosos. Brey entreabrió los ojos, molesto, ymiró el aparato. Soltó un juramento por lo bajo, y perezosamente sacó una manode debajo de las mantas y apagó el despertador de un manotazo. Seguidamente, semovió para tumbarse del otro costado, de espaldas a la mesilla. Vio una caradesconocida junto a él, y después cerró los ojos para seguir durmiendo.

     ¡Un momento! Breyvolvió a abrir los ojos de golpe, y se quedó completamente paralizado,observando con cara de infarto aquel rostro desconocido que dormía a su lado.¡Había alguien en su cama!

     --¡Uaaah!—gritó,con los pelos de punta.

     Aquella persona desconocida murmuró algoen sueños y, de repente, abrazó a Brey.

     --¡Ah! ¡Aaah!—Brey se agitó sobre la cama, librándose de ese brazo, y secayó al suelo, presa del pánico—. ¡Aaah…!

     El hombre que seguía durmiendo en su camani se inmutó por sus gritos. De pronto se abrió la puerta de la habitación yaparecieron los mellizos, alarmados por los gritos de su padre, y también sepusieron a gritar cuando vieron a aquel tipo.

     --¡Aaah!

     --¡Aaah!

     --¡Aaah…!—siguiógritando Brey.

     --¡Aaah!—siguierongritando los mellizos.

     --¿¡Pero qué demonios pasa!?—rugió Cleven, hecha una furia,entrando en la habitación—. ¡Espero que tengáis unabuena razón para haberme despertaaa… Aaah!—gritó ella también cuando lo vio.

     El desconocido empezó a moverse sobre lacama. Los otros cuatro se quedaron mudos. Pero cuando el desconocido entreabriólos ojos, con cara somnolienta…

     --¡Aaah…!—gritaronCleven, Brey y los mellizosal unísono.

     Brey se puso enpie como el rayo, cogió a los mellizos bajo cada brazo y salió de la habitacióncorriendo. Cleven le siguió, y los cuatro bajaron alprimer piso de la casa para huir de allí por la puerta. No obstante, cuando Brey abrió la puerta, tres personas se desplomaron sobre elsuelo de la entrada, llevándose por delante a Brey ya los mellizos. Mei, Kyo y Eliha, que habían oído los chillidos desde sus casas, sehabían pegado a la puerta y la habían estado intentando abrir con una ganzúa,alarmados. Los seis se quedaron tirados en el suelo, aturdidos, mientras Cleven les observaba con pasmo.

      --¿¡Qué ocurre, Brey!?—preguntó Kyo, aplastado bajo elcuerpo de su hermana—. ¿¡Qué ha pasado!?

     Antes de que Breypudiera responder, se oyeron unas pisadas en el piso de arriba, y a lo alto delas escaleras de caracol, apareció aquel hombre con cara de zombi.

     --¡Uaaah…!—gritaronlos siete a la vez.

     El hombre se tapó los oídos, molesto.

     --¡Bastaaa!—rugió.

     Todos se quedaron en silencio, petrificados.

     --¡Joder, ¿es que no se puede dormirtranquilo en esta casa?!—se enfadó el desconocido—. ¡Dios,dejad de pegar voces, panda de hienas! Menuda resaca tengo...—murmuró,llevándose una mano a la cabeza.

     Cuando se apartó las rastasde la cara, los otros siete sufrieron un amago de infarto.

     --¡No es posible!—exclamaron.

     --Sí es posible—replicó el joven de las rastas—. Ayer me bebí veintisiete cervezas…

     Los demás se quedaron mudos, torciendo unamueca. Brey fue el primero en ponerse en pie,contemplando con desconcierto al recién aparecido. Después puso cara de susto,recordando que se había despertado junto a él.

     --Tranquilo, Brey,siento decepcionarte, pero entre tú y yo no ha pasado nada anoche. No me va eserollo de fratrilagnia—le dijo el joven, viendo lacara pálida del rubio.

     Silencio.

     --Nu i sukin sin!—rugió Brey.

     --¡Oye!—saltó el otro—. ¡No insultes anuestra madre!

     --¡Casi me da un infarto, pedazo decabrón!—explotó Brey—. ¿¡Cómo coño se te ocurreaparecer así de repente!? ¡En mi casa! ¡

Cleventine II by Kyokichin

Cleventine II by Kyokichin

     Segunda temporada de Cleventine. Dos años después de la batalla contra Théo y el juicio de los dioses, la KRS y la SRS ya están muertas del aburr

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2024-09-26

 

Cleventine II by Kyokichin
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