Agnus Dei by tKEN

 

 

 

Agnus Dei by tKEN
Summary:

1806, extraños sucesos y asesinatos se ciernen sobre un pueblo del Sur de Estados Unidos. Emilie Wallace una joven de veinticinco años y de buena cuna, pretende demostrar que estos acontecimientos son obra de algo que roza lo desconocido, y no de un vulgar demente.


Categories: LITERATURA, PELICULAS, ORIGINALES Characters: Ninguno
Generos: Misterio
Advertencias: Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 5 Completed: No Word count: 6585 Read: 518 Published: 13/09/2012 Updated: 13/09/2012
Summary:

1806, extraños sucesos y asesinatos se ciernen sobre un pueblo del Sur de Estados Unidos. Emilie Wallace una joven de veinticinco años y de buena cuna, pretende demostrar que estos acontecimientos son obra de algo que roza lo desconocido, y no de un vulgar demente.

 


Categories: LITERATURA, PELICULAS, ORIGINALES Characters: Ninguno
Generos: Misterio
Advertencias: Muerte de un personaje
Challenges:
Series: Ninguno
Chapters: 5 Completed: No Word count: 6585 Read: 518 Published: 13/09/2012 Updated: 13/09/2012
Story Notes:

PROHIBIDO LA COPIA O DISTRIBUICIÓN DEL CONTENIDO SIN MI CONSENTIMIENTO.

Story Notes:

PROHIBIDO LA COPIA O DISTRIBUICIÓN DEL CONTENIDO SIN MI CONSENTIMIENTO.

Capítulo 1: La sombra de la colina by tKEN
Author's Notes:

 

Lo último que vi del conde Drácula fue su terrible mirada, con una luz roja de triunfo en los ojos y con una sonrisa de la que Judas, en el infierno, podría sentirse orgulloso.

                   BRAM STOKER, Drácula.

Author's Notes:

 

Lo último que vi del conde Drácula fue su terrible mirada, con una luz roja de triunfo en los ojos y con una sonrisa de la que Judas, en el infierno, podría sentirse orgulloso.

                   BRAM STOKER, Drácula.

La joven cerró de nuevo la ventana de su cuarto. Debía de ser la quinta vez que se abría en esa noche. No hacía demasiado viento afuera, aún así cuando se entreabría dejaba pasar una helada brisa que congelaba cada milímetro de su sangre.

Pocas veces eran las que no ocurrían este tipo de cosas tan extrañas. Desde hacía ya varias semanas, la muchacha sentía como si fuera observada por algo que se escondía en la oscuridad. Odiaba encontrarse sola, sobre todo cuando anochecía, pues ese sentimiento se hacía aún más intenso.

 

El jarrón de rosas más cercano a la ventana tenía un hedor muy singular, descubrió la chica. Aquellas flores lucían marchitas, pero era imposible, acababa de recogerlas del jardín aquella misma tarde, no podían haberse secado tan rápido. Recogió una de ellas y la observó detenidamente. Miró hacia fuera aún con la rosa en la mano y se sorprendió al descubrir una sombra a lo lejos, en la colina. La silueta sólo se mostró durante unos pocos segundos, ya que desapareció veloz como había aparecido.

La muchacha soltó la rosa de manera brusca y salió corriendo de la estancia. No se podía determinar con seguridad, pero juraría que aunque estuviese oscuro, aquella persona la estaba mirando fijamente a los ojos.

Su miedo aumentaba a cada paso que daba, era absurdo, pero sentía como si la estuviesen persiguiendo ahora que corría. Apartó la idea de girar la cabeza para comprobarlo, lo único que quería hacer era huir tan apresuradamente como sus piernas le permitían.

Llegó hasta la cocina, pero el lugar estaba desierto. Eso también era muy raro, siempre había un criado rondando por allí.

Su instinto le decía que no podía pararse, que debía de seguir hasta encontrar un sitio lo bastante seguro para poder esconderse y reírse más tarde de las tontas imaginaciones que se le ocurrían. Emprendió el rumbo de nuevo, y se paró delante de la habitación de sus padres. Justo cuando iba a entrar, sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Meneó la cabeza de un lado para otro intentando despejarse, cuando el tacto de algo que le tocó el cuello la hizo gritar de puro terror.

Las luces se encendieron. Unos cuantos criados salieron al pasillo, y sus padres también siguieron su ejemplo.

-¿Qué ha ocurrido aquí?- dijo el Señor todavía adormecido.

-¡Emilie!- chilló la Señora al descubrir a su hija agazapada en un rincón - ¿Qué ha pasado?

La chica temblaba convulsivamente, y tenía la mirada ida. Soltó un par de sonidos indescifrables y volvió a esconder la cabeza entre sus rodillas.

- Llevárosla a su habitación, rápido- ordenó el Señor a dos criadas. Las mujeres asintieron, y con cuidado levantaron a la joven - será mejor que tú también vayas, querida- su esposa accedió y subió con ellas.

********************************************************

Emilie dormía profundamente en su cama. Por fin la calma había vuelto, y ya sólo debía de preocuparse de descansar lo suficiente. Pero la tranquilidad se le hizo abrumadora, tanto que le costaba trabajo respirar. Esa paz era inusual, estaba demasiado relajada. Intentó mover las piernas y los brazos, pero ninguno respondía. El miedo volvió a ella con la velocidad de un latigazo, quería levantarse, quería marcharse y caminar, pero no le resultaba posible.   

Sintió otra vez la presencia de la silueta que había visto en la colina, allí, en su propia habitación. Ahora no la observaba a lo lejos ni la perseguía, no le hacía falta, la tenía ya sujeta, a su merced. La sensación de agobio aumentaba poco a poco. Su corazón palpitaba más lento, y sus latidos apenas eran audibles. Ya sólo quedaba rendirse, dejarse ir y descansar para siempre. No tenía posibilidad de luchar, no era tan fuerte.

Algo la estaba agitando. No era la silueta, ésta seguía parada y semi-oculta. Ese algo la zarandeaba de un lado para otro, al final no tuvo más remedio que abrir los ojos.

 

-¡Está bien!- dijo con alegría una de las sirvientas a su madre.

-¿Dónde...dónde?- murmuró Emilie algo aturdida.

- Estás en tu dormitorio, hija - contestó la Señora apartándole un mechón de pelo con suavidad - nos has dado un buen susto a todos, ¿se puede saber que te ha pasado?

-No lo sé...sólo....sólo me acuerdo de que estaba asustada y huía de algo...

- Tal vez fue un sueño y caminó sonámbula - comentó una de las criadas con timidez.

-No. No fue un sueño, era real, algo me perseguía- contrarrestó la chica intentando incorporarse.

- Emilie, descansa. Era un sueño, te lo puedo asegurar. Nadie ha entrado aquí en toda la noche, los perros habrían ladrado - respondió su madre.

- También habrían forzado la cerradura- explicó una de las criadas- y no hay indicios de nada parecido.

- Él entró por mi ventana.

-¿Por tu ventana?- la Señora la miró arqueando las cejas- Hay tres metros de altura, y los muros son resbaladizos por la humedad de la noche, no son posibles de escalar.

- Pero madre, hablo en serio no me lo estoy inventando. Vi a alguien en la colina- dijo señalando a la ventana.

- Eso no tiene nada de especial- volvió a hablar una de las criadas- por esa colina pasa muchísima gente, es el camino más corto en dirección al pueblo.

- Era muy tarde Mayda- se opuso la joven- no conozco a demasiadas personas que les guste visitar el pueblo a altas horas de la noche.

Mayda la miró con desaprobación- Entonces ya está resuelto, te imaginaste a aquella sombra, estabas soñando y no hay más explicación.

Emilie frunció el ceño. Mayda era una mujer ruda que sólo creía en su propio juicio y en las cosas que se podían ver y probar, los misterios y elementos extraños quedaban fuera de su sencilla mente. Y lo peor es que la estaba dejando como una cuentista delante de su madre. Si por algún casual volvía a ver aquella silueta, ya nadie la tomaría en serio.

-Ro,-llamó la Señora a la otra criada- avisa a los jardineros para que suelten a los perros por la entrada. A partir de hoy, siempre que caiga el anochecer.

La doncella asintió y salió de la estancia.

-Estaremos pendientes de si alguien se acerca a la casa durante unos cuántos días- explicó la mujer a su hija- pero realmente creo que no hay que preocuparse. Coincido con Mayda en que tal vez fueron imaginaciones o sólo un transeúnte de tantos.

Emilie agachó la cabeza, por lo menos habría más seguridad y no tendría que sentirse tan débil ni asustada. Pero no la convencía. Esa sombra no era normal, era diferente, no parecía humana, como si nada le pudiese hacer frente. Aún así sólo ella sostenía esa versión. No era prudente rechazar la propuesta de su madre, ya que era eso o nada.

-Está bien, gracias madre- aceptó la joven con una falsa sonrisa.

-Salgamos- sentenció la Señora dirigiéndose a Mayda- dejémosla descansar.

End Notes:

SPOLIER!Esta es mi primera historia expuesta aquí ^^, es un remake inspirado en la película japonesa "Vampire Hunter D", pero con personajes propios (menos Deivis Holfhart, que está inspirado en D) Lo escrito es mío y he intentado que no tenga mucho parecido a la película, sólo he tomado como patrón el rapto que sucede, asi que si notan más parecidos, lo siento -.-

 

End Notes:

SPOLIER!Esta es mi primera historia expuesta aquí ^^, es un remake inspirado en la película japonesa "Vampire Hunter D", pero con personajes propios (menos Deivis Holfhart, que está inspirado en D) Lo escrito es mío y he intentado que no tenga mucho parecido a la película, sólo he tomado como patrón el rapto que sucede, asi que si notan más parecidos, lo siento -.-

Regresar al índiceCapítulo 2: El descenso seduce by tKEN

Emilie caminaba junto a Ro, su criada más joven, hacia el pueblo. No visitaba aquel lugar desde hacía ya varias semanas, tampoco tenía demasiado interés, lo que valía la pena de ver estaba fuera de esos dominios, en las montañas y frondosos bosques. Eso lo sabía de sobra, pero no venía mal despejarse después de todo.

Ya apenas sentía miedo, la sombra con la que tanto soñaba y deseaba no volver a encontrar, no había reaparecido de nuevo. Tal vez fuese verdad eso que decía Mayda, tal vez su imaginación le estaba jugando malas pasadas y aquello que parecía tan real no lo era. Pestañeó varias veces para apartar de su mente esos pensamientos. No quería pasarse la vida pensando siempre en lo mismo.

-Es genial poder salir por fin de la casa, ¿no crees Ro?- preguntó a la joven con aire simpático.

-Sí, aunque no se está tan mal dentro- así era Ro, se dijo Emilie. Le gustaba tener a todo el mundo contento y ser lo más discreta posible. Educada, dulce y únicamente habladora cuando lo era necesario, el perfecto modelo de doncella por así decirlo. Ella misma no se quedaba corta, Emilie era una muchacha también muy cortés y suave. Muchos de los amigos de sus padres se quedaban fascinados y les complacían con elogios por haber criado tan bien a su hija.

Las primeras casas del pueblo se divisaban ya a lo lejos. Ambas jóvenes apresuraron su paso.

Los comerciantes tenían sus puestos preparados y dispuestos para los ciudadanos. Pasaron por diversas tiendas y compraron lo necesario para la cena de esta noche, los duques de Chayffe les honrarían con su presencia. Eran de las personas más ricas y poderosas que podías llegar a encontrar en una región tan inmensa, por lo tanto se les debía de complacer en todo cuanto se podía. Compartían una agradable amistad con sus padres, algo que era de mucho prestigio.

-Mi hija cada vez está peor de la cabeza- dijo una de las mujeres que se encontraba cerca de ellas a otra- no entiendo por qué le gusta tanto inventarse historias, lleva unos días comiéndome la oreja a mí y a mi marido.

-Pues no tiene comparación con la mía- replicó la otra mujer- es peor que una recién nacida.

-Pero por lo menos la tuya no delira. La niña me cuenta cuentos sobre una sombra que ve por las noches y que entra en su cuarto- concretó la mujer haciendo un gesto de disgusto. Los ojos de Emilie se agrandaron cuando escuchó la última frase, he intentó poner más atención en lo que conversaban.

-¿Qué? ¿Tu hija también te ha dicho eso?- preguntó su compañera asombrada- mi hija me ha contado esa patraña desde hace ya varias semanas. Según ella esa sombra la persigue en la noche, ayer mismo me la encontré en la cocina medio muerta de miedo. No sé de dónde saca esas ilusiones.

-Perdonen- se entrometió Emilie- ¿es cierto lo que hablan?

 

Las mujeres se miraron entre sí, jamás habían tenido tan de cerca a la hija de los Wallace, una de ellas se atrevió murmurar- Así es, señorita. Al parecer nuestras hijas creen ver siluetas y sombras que…bueno, que las quieren cazar.

-Y no son las únicas- susurró la otra- escuché que a las hijas del panadero les pasó una cosa similar. A la mayor le dio un shock del que sólo se recuperó pasados tres días.

-¿Por qué tiene usted interés en eso?- preguntó la primera mujer.

-A mí me ha pasado algo parecido. Vi una silueta en la colina y después sentí su presencia en mi propia habitación.

-Entonces eso es muy extraño- dijo la segunda mujer- si tanto a nuestras hijas como a las del panadero y a usted le han ocurrido exactamente lo mismo…querrá decir que tal vez no mientan- terminó mirando a su amiga preocupada.

-Señorita, deberíamos de…-comenzó Ro cuando se acercó de nuevo a ella.

-Espera, quiero resolver esto, ¿tienen idea de qué puede ser esa sombra? ¿Sus hijas les han dado más detalles?- normalmente no era tan insistente, pero ese tema era muy importante para ella ahora que se estaba transformando en una posible realidad, ¿cómo podía ser que cinco chicas, contándola a ella, habían soñado casualmente lo mismo?

-La mía quiso contarme más- comenzó la primera mujer- pero no le presté atención. Pensé que sólo eran historias de crías.

-Mi hija me dijo que la silueta tenía forma de una persona- comentó la otra.

-Sí, eso es verdad, era una persona cubierta con una capa, lo recuerdo.

-Vale,-soltó la primera mujer- esto está llegando demasiado lejos. Es raro que tantas niñas hayan visto a esa especie de sombra, pero no tenemos que hacer un mundo por ello. Además, por lo que tengo entendido no ha vuelto a dejarse ver, tal vez no aparezca de nuevo.

-Puede que tengas razón- la apoyó la otra mujer- en lo que a mí respecta, desearía dejarlo pasar. Hay muchos aspectos que me ponen los pelos de punta.

-Pero…- replicó Emilie sin éxito. Aquellas mujeres ya estaban dando por entendido que habían tenido suficiente. La chica no quería perder la oportunidad de descubrir más rasgos de tal acontecimiento. Estaba a punto de preguntarles si podía hablar con sus hijas cuando Ro la detuvo.

-Señorita, se está haciendo tarde. Debo de llevar a tiempo la comida para esta noche, los duques no tardarán en llegar.

Emilie suspiró- Está bien, nos iremos- se volvió hacía las mujeres y les sonrió amablemente- muchas gracias por su cordialidad, me han ayudado bastante con el asunto. Les deseo suerte, a ustedes y a sus hijas.

-Igualmente, señorita- finalizó la primera mujer.

             

Regresar al índiceCapítulo 3: Cuando cae la noche se abre el telón by tKEN

Los duques de Chayffe eran mucho más viejos y estirados de lo que Emilie recordaba.

El duque estaba escuálido y su piel tenía un color lívido, parecido al de un cadáver. La duquesa, por el contrario, si por algún casual hubiera sido aún más corpulenta de lo que ya era, reventaría el corsé que tan ajustado llevaba; tampoco se podía descubrir el color original de su cara por culpa de los kilos y kilos de maquillaje que se había puesto.

No obstante, a ninguno de los dos les sobraban aires de grandeza.

 

-Dígame, Wilbur- dijo el duque dirigiéndose al Señor- ¿sigue en pie la venta de sus tierras del sur?

El Señor por un momento no respondió. La pregunta le había tomado por sorpresa, no esperaba que el duque fuera tan directo – Todavía estoy a tiempo de arrepentirme, pero no creo que lo haga. Esas tierras no me sirven para nada.

-Que bueno es oír eso- contestó el duque- pues ya he decidido comprárselas.

-¿Habla usted en serio?

-Yo nunca bromeo con los negocios, Wilbur.

Fue absolutamente rápido y fácil, pensó el Señor. Había tramado más de un plan para intentar convencer al duque de Chaffey de que sus tierras eran las mejores que podía encontrar, con un precio aceptable y buen estado. Por suerte, tales trapicheos no le hicieron falta.

La cena transcurría tranquila, a la vez que aburridamente pesada. Emilie solía preguntarse el por qué debía de estar ella también presente. Nunca hablaba con los invitados, tan sólo les contestaba las pocas preguntas frecuentes que le hacían.

El duque parloteaba y parloteaba, tan deprisa que parecía no tener necesidad ni de respirar- No sólo he querido comprar sus tierras, Wilbur. He tenido bastantes ofertas y sin embargo he elegido la suya – comentó – Aunque había otro terreno que me interesaba. Estaba deseando adquirirlo cuando me enteré que ya estaba ocupado, y que el dueño no quería ponerlo en venta. Jamás pensé que vivía ahí alguien, no soy un hombre supersticioso, pero se dice que aquel lugar está maldito, lleno de tenebrosidades y sombras – Emilie levantó la cabeza al escuchar esa palabra - ¿No creen que es absurdo?- continuó el duque- en estos años y con esos cuentos.

-¿Dónde está ese terreno?- preguntó Emilie.

El duque la miró extrañado, pues pocas veces la joven se metía en sus conversaciones con tanto ímpetu – A las afueras del pueblo, en dirección al norte. En realidad es una mansión. Está allí desde que tengo conciencia.

-Y las sombras, ¿mucha gente se lo ha dicho?

-Emilie, déjalo, no hagas preguntas de ese tipo – le dijo su padre con desacuerdo. Emilie se calló, pero aún así no quería zanjar el tema sin saber más sobre él. Por fin había una posible respuesta a lo que le estaba ocurriendo. Esa mansión tal vez tenía relación con la sombra que vio días atrás, por lo menos era la poca información que conocía.

Cuando los duques se marcharon, ya casi rozando la madrugada, Emilie fue al encuentro de la Señora en la cocina.

-Madre- dijo acercándose a ella- te dije que la sombra no era una mentira.

-Por Dios, Emilie, ¿nunca se te va a olvidar?- contestó con una voz cansada.

-¿Es que no has oído la historia del duque? Esa mansión puede ser la clave. Además, hoy cuando he ido al pueblo me he encontrado con unas mujeres, las cuáles sus hijas también han visto a la sombra. En total somos cinco chicas, contando conmigo, las que hemos sentido su presencia. ¿No te parece raro?

-Me parece raro que mi hija, a la que creía con más juicio, se deje intimidar por tonterías – comentó casi enfurecida- no pierdas más el tiempo con cuentos de fantasmas, tienes cosas más importantes en las que pensar.

-Ro estuvo conmigo- le recordó la joven- ella puede asegurarte de que es cierto, ¿verdad?

La criada no supo muy bien al principio qué contestar- Pues… no- soltó por fin- señorita, su madre tiene razón, no vale la pena seguir dándole vueltas. Seguro que esas mujeres no sabían de lo que hablaban.

 

Emilie puso los ojos en blanco. Ro no la estaba apoyando, e insinuaba que lo que habían vivido en el pueblo no tenía ni la más mínima importancia.

-Ro…esas mujeres decían la verdad, sus hijas…

-¡Emilie!- gritó su madre furiosa- se supone que ya eres lo bastante adulta para que empieces a inventarte sandeces, vete ahora mismo de aquí.

La muchacha sintió un nudo en la garganta. En pocas ocasiones su madre perdía los nervios, pero cuando lo hacía nunca deseaba estar presente. Pensó que podía dar esta batalla por perdida, su única testigo no estaba de su parte y su madre parecía querer estrangularla. No tuvo más opción que marcharse deprimida y subir hacia su habitación.

Ya en ella, volvió a tener un sentimiento asustado. Tapada de pies a cabeza, miraba en dirección a la ventana. No se iba a dar por vencida. Ella sabía lo que había visto y escuchado, nada de lo que le estaba ocurriendo era por culpa de su imaginación, e iba a demostrarlo, costara lo que costara. Estaba dispuesta a presentarse mañana mismo en el pueblo para intentar buscar a las hijas de las mujeres y hacerles aunque sólo fuese una pregunta.

Los perros seguían estando dispersados por el jardín de la entrada, haciendo guardia. Apenas ladraban, pero cuando a alguno se le escapa un simple aullido, Emilie sentía a la vez un escalofrío recorriendo todo su cuerpo. Olla express a presion

Por lo menos el nuevo jarrón de rosas no estaba marchito.

Regresar al índiceCapítulo 4: Jaula de silencio by tKEN

Pocas eran las mañanas en las que nadie le dirigía la palabra.

Se había despertado muy temprano, no le resultó difícil, pues apenas pudo dormir por la noche. Se vistió y bajó a desayunar como siempre. Lo primero que Emilie encontró cuando entró en la cocina fue a sus criados con la cabeza agachada, ni siquiera la miró Mayda, que le entregó su plato de gachas* y un vaso de leche caliente. Ro también evitaba toparse con ella, cada vez que pasaba por su lado desviaba la vista hacia cualquier otro sitio.

Sus padres no fueron de menos. El Señor desayunó en su despacho, cosa poco común ya que adoraba sentarse fuera en el jardín nada más levantarse. La Señora debió despertarse mucho antes que Emilie, sería por eso que no había rastro de ella. Esta indiferencia no tomó por sorpresa a la joven, era normal que la ignoraran, según su criterio se estaba volviendo loca. Las preguntas sobre sombras y demás singulares no eran apropiadas para una dama de su categoría, en realidad para nadie que quisiera vivir en paz y que no lo trataran como a un majara. De todas maneras, eso ya no tenía importancia para ella.

Se apresuró en terminar de comer para marcharse lo más rápido en dirección al pueblo. Caminó deprisa hacia la puerta cuando se topó con el Señor, por desgracia.

-¿A dónde vas, Emilie?- preguntó bastante tenso.

-Al pueblo…quiero despejarme- contestó intentando disimular su impaciencia.

-Tu madre está muy enfadada contigo- dijo cambiando de tema- y yo también, ¿qué se supone que te está pasando?

-¿Es que no lo ves, padre?- respondió subiendo el tono- nadie me cree. Jamás me inventaría historias sobre una sombra que me persigue si no fuese cierto, y no soy la única que la ha visto.

 

-Pensaba que tenías más juicio, hija – dijo el Señor entornando los ojos. Se alejó de ella y comenzó a subir los escalones hacia el piso de arriba – No tardes.

Emilie suspiró, esa era la forma en la que su padre cerraba las conversaciones que no le interesaban. Se sintió aún más despreciada, pero eso no le iba a impedir encontrar respuestas. Abrió la puerta de la entrada principal, e hizo ademan de irse, pero se detuvo unos segundos cuando la voz del Señor volvió a sonar.

-Si juegas con ese tipo de cosas acabas perdiendo mucho. Tendrás que olvidarlo tarde o temprano si deseas tu bien y el de tu familia- pausó para dar más fuerza a sus últimas palabras- No nos arrastres por culpa de tus fantasías.

La joven apretó los dientes y cerró la puerta a modo de contestación.

**********************************************************************************************

Llegó a su destino, ya rozando el mediodía. A primeras no supo por dónde ir, el pueblo no era tan grande, pero no sabía apenas nada de esas mujeres ni de donde se encontraban sus casas.

Pensó en las hijas del panadero, ellas también vieron la sombra. Apresuró su paso.

Paseó por las calles buscando el cartel de la panadería, y la gente que pasaba se quedaba mirándola, tal vez el rumor de su supuesta locura se había hecho oficial. Finalmente lo encontró pasadas dos manzanas. El local era minúsculo y muy modesto, y ya se podía percibir el olor a pan recién hecho. Emilie avanzó hacia la puerta y tocó la alabada con forma de león. Nadie contestó. Volvió a tocar otras tres veces seguidas pero aún así la puerta permanecía cerrada.

-Abrimos a las cuatro- dijo una muchacha que salió del callejón de detrás de la tienda. Era joven, no tendría más de dieciocho años, llevaba varias cajas apiladas en los brazos, llenas de deliciosos pasteles y panes de todos los tamaños. Emilie la reconoció en seguida: era la hija menor del panadero.

-Lo siento- contestó con una sonrisa- es que hace tiempo que no vengo por esta parte del pueblo y había olvidado los horarios.

-No importa- respondió amable. Anduvo recto y colocó las cajas en un rincón, al lado de la puerta trasera.

-En realidad- comenzó Emilie con timidez- sé que parece extraño, pero te buscaba a ti y a tu hermana.

La chica se quedó rígida y por un momento dejó de ordenar las cajas. Miró por encima del hombro con ojos desafiantes - ¿Por qué lo dice? ¿Qué es lo que quiere?

Emilie sostuvo la mirada- Por favor, es un tema delicado y comprendo si no deseas hablar conmigo, pero necesito que me cuentes lo que ocurrió…- notó la boca seca, y tuvo que tragar saliva un par de veces antes de poder continuar- lo que ocurrió con la sombra que visteis.

-Tiene razón- dijo la joven con voz entrecortada- no deseo hablar con usted- con esto recogió de nuevo las cajas del rincón y comenzó a girar el picaporte de la puerta.

-¡No!- la detuvo Emilie acercándose a ella- Yo te entiendo, también la he visto.

La muchacha soltó el picaporte y se giró lentamente- ¿Es en serio?

-Sí, hace ya unas cuantas semanas atrás. Pero creo que he sentido su presencia mucho antes. Estaba en mi dormitorio cuando vi una silueta en la colina, después de verla salí corriendo, y me persiguió. No era algo natural, era demasiado rápida, además creo que entró por mi ventana y eso que hay bastante altura- hizo una pausa para recomponerse- todos piensan que no estoy bien de la cabeza. Mis padres no creen ni una palabra de lo que digo e intentan convencerme de que sólo fue un sueño o mi propia imaginación.

 

La chica entrecerró los ojos y suspiró – Supongo que se trata de la misma sombra que vimos mi hermana y yo- volvió a suspirar- Debo irme.

Con esto, agarró de nuevo el picaporte y abrió la puerta. Emilie no supo si debía volver a detenerla o si ya había sido suficiente. Se decantó por la primera elección.

-Si no colaboramos juntas esa sombra seguirá yendo por nosotras.

-Le he dicho que debo irme- respondió enfurecida- además, que yo sepa la sombra no ha vuelto a aparecer por aquí, y no estoy dispuesta a jugar con usted a perseguirla para buscarme más problemas- frunció el ceño- he tenido ya demasiados.

-Pero…

-Adiós- sentenció la joven. Entró dentro de la estancia, y dio así por finalizada la conversación.

Emilie se quedó quieta, contemplando la puerta cerrada. Aquello no le había servido para nada. Era lógico que la muchacha no quisiera recordar lo ocurrido, pero huyendo no iba a solucionarlo. Aún así, veía muy difícil convencerla de eso. Estaba completamente sola en esa búsqueda. Se sintió dolorida, como aquel que cree ciegamente en algo y los demás le recuerdan una y otra vez de manera brusca que pierde el tiempo nada más pensando en ello, aunque podía ser que tuviesen razón y la sombra no volvería a aparecer. No, Emilie no apoyaba tal teoría. Según tenía entendido, ese tipo de cosas no desaparecían así por las buenas.

De repente recordó las palabras del duque de Chayffe. La mansión. Se había sentido sobrecogida cuando oyó la historia, había tenido la sensación de que podría tener algo que ver en todo ese asunto. No preguntó el nombre de la casa, para su desgracia, pero sabía que estaba situada en dirección al norte. No había muchas viviendas a las afueras del pueblo, supuso que sería fácil de encontrar. Lo malo es que llegaría casi rozando el anochecer, y no era muy seguro que digamos visitar un lugar tan sombrío en las horas de oscuridad. A pesar de eso, emprendió la marcha.

**********************************************************************************************

Conforme avanzaba, los rastros de civilización iban desapareciendo, y la espesura del bosque se intensificaba. Nunca se había alejado tanto del pueblo, por no decir que jamás había estado fuera de sus territorios.

Miró hacia arriba, el cielo era de un color anaranjado, debía de apresurarse. No quería llegar a la mansión en plena noche, ni tampoco a su casa, a la que se suponía que volvería antes de que atardeciera. En ese momento se le pasó por la cabeza abandonar y dar media vuelta, pero vio algo que le llamó la atención. Torreones. Estaban a pocos metros, afortunadamente.

En escasos pasos, llegó hasta una puerta. No podía ver que había más allá de ella, puesto que sólo dejaba ver un camino de baldosas, el cual no parecía tener fin. El interior seguía rodeado de árboles, pero mucho mejor cuidados. Los bordes estaban ocupados por infinidad de rosas rojas. Dio un rodeo alrededor de la verja, aún así lo único que consiguió ver eran más y más árboles, y los torreones del fondo. Pensó en entrar, pero la puerta, como no, permanecía cerrada, y saltar tampoco resultaba ser una buena opción cuando la valla tenía varios metros de altura y espinas en los picos. Otra vez, la hazaña era en vano. Había malgastado sus energías en recorrer no sé cuántos kilómetros para después encontrarse enjaulada por una maldita verja*. Suspiró, agotada. De todas formas, ¿qué pensaba hacer?, ¿presentarse en la mansión y registrar hasta los últimos rincones intentando no ser descubierta por el dueño? Visto de esa manera se le hacía ridículo, además de parecer una asaltadora de casas majara. Por si no fuera poco, no podía estar al cien por cien segura de que la mansión estaba relacionada con la sombra. Era cierto que ahora que se encontraba en la entrada el terreno se le hacía bastante siniestro, pero eso se le aplicaba a cualquier dominio de aspecto lúgubre.

 

“Menuda pérdida de tiempo”- pensó - “será mejor que vuelva.” Por su frustración, no se dio cuenta de que ya era completamente de noche. Algo dentro de la estancia pisó una rama del suelo. Emilie frenó al instante, y se quedó paralizada, sin saber si era conveniente mirar hacia atrás o no. El ruido se había oído con toda claridad, por lo que “

“De seguro que fue un animal”- se dijo la joven, con alivio y cierta desilusión.

Pero otra vez se volvió a escuchar el crujido. A lo lejos, entre los árboles, había algo que parecía una silueta. Emilie apretó los barrotes con más fuerza y tragó saliva. La silueta salió de su escondite de ramas y hojas, exponiendo así unos ojos escarlata que brillaban con intensidad en la negrura, unos ojos sugerentes y rebosantes de maldad. A Emilie se le desencajó la cara, soltó los barrotes de manera brusca y echó a correr como si la vida le fuera en ello. Mientras corría, intuyó que aquella cosa no parecía seguirla, aún así no quería mirar hacia atrás para averiguarlo.

Sus piernas le permitieron avanzar hasta una considerable distancia, pero estaba tan agotada que tuvo que parar para recomponerse. Aquellos ojos eran tan extraños, pensó la joven, demasiado rojizos y brillosos para ser reales. Supuso que tampoco le habrían llamado tanto la atención si su portador no tuviera forma de ser humano, ¿quién demonios tendría unos ojos así y de ese color? Era algo antinatural, pero hasta ahora todo lo que le había ocurrido llevaba incluido ese adjetivo. Lo peor fue que tuvo una sensación parecida a la de un antílope a punto de ser devorado por un león*. Tal vez si hubiera estado dentro de la estancia, más allá de la verja, habría sido realmente cazada.

**********************************************************************************************

El pueblo apenas se divisaba a lo lejos por culpa de la oscuridad de la noche. Emilie se pasó una mano por la frente, apartándose las gotas de sudor que le caían. Había tardado más de lo previsto y permitido en su “expedición”, ya debían de ser las dos de la mañana como mínimo.

Caminaba lentamente y con un paso prolongado, aquellos enrojecidos ojos permanecían latentes en su cabeza. A primera vista le habían producido escalofríos, ahora más bien se sentía hipnotizada por ellos.

Sus pensamientos fueron interrumpidos grotescamente por un chillido de terror. Emilie se giró, el grito había sonado muy cerca, y al parecer ella no era la única que lo había escuchado, algunos pueblerinos salieron de sus casas bastante confusos. Sonó otro chillido a su vez. El granero. Era allí de donde procedía. Emilie se dirigió la primera hacia el lugar, intentando no temblar por el camino. Cuando estuvo enfrente de la puerta vaciló, pero unos gemidos asustados del interior la hicieron decidirse. Dudó mucho de si alguna vez podría recuperarse por lo que vio.

 

 

Regresar al índiceCapítulo 5: Esclavo de la oscuridad by tKEN

Era una muchacha joven, no tendría más de veinte años. Estaba escondida, detrás de unos montones de paja, aterrorizada y con una mirada que no era de este mundo. Un par de hombres la sujetaron, pero resultó imposible levantarla, ya que comenzó a arañar a todo aquel que se le acercara.

-¡Hermana!- gritó una voz de entre la multitud. La dueña de la voz se abrió paso a codazos apartando a la gente, hasta que consiguió llegar hacia la traumatizada joven.

- ¿Qué te han hecho?- dijo la chica con un sollozo. Emilie la reconoció al instante, era normal, pues había tenido una conversación no del todo agradable con ella horas antes.

La hija menor del panadero abrazaba desesperadamente a su hermana mayor, intentando calmarla sin éxito.

-Los dientes…no eran…dientes- balbuceaba la hermana.

-¿Qué dices? ¿Te han atacado?

-Sus dientes…yo…- agachó la cabeza y se apegó aún más a su hermana pequeña, parecía que eso era lo único que iba a decir de momento, algo no demasiado útil. Pero estaba realmente muy asustada, lo que fuese lo que había visto, debía de haberle afectado bastante.

De repente las miradas se posaron en Emilie.

-¡Tú!- gritó la hija menor dirigiéndose a ella- tú eres la responsable de todo esto.

-¿Cómo?- preguntó confusa- yo no he hecho nada.

-¡Sí que has hecho!- acusó- hoy viniste a verme contándome cuentos de fantasmas, y más tarde le ocurre esto a mi hermana- su mirada se crispó llena de ira- ¿qué hiciste después?, ¿ir en busca de sombras para traértelas a tu lado?, y si no hiciste nada, ¿cómo es que sigues caminando por el pueblo en plena noche?, tú no vives aquí.

-Yo no…-logró decir la joven- tus palabras no tienen sentido- o tal vez sí, podría ser que aquella situación tuviese algún tipo de relación con los ojos escarlata, tal vez la mansión estaba inmiscuida en todo eso y al presentarse allí había despertado a ese algo.

-Vas a traer la desgracia al pueblo con tus habladurías y fantasiosas historias- terminó por decir la joven.

Los aldeanos tenían puestos los ojos fijos en ella, algunos no decían nada, otros se hacían oír llamándola bruja. Emilie retrocedió alerta, ante la posibilidad de ser quemada en una hoguera esa misma noche. Miró una última vez a la aterrorizada muchacha, mecida entre los brazos de su hermana y se dio cuenta de un hecho que parecía haber pasado desapercibido. Tenía sangre en el cuello y en el hombro, dos heridas que más bien se asemejaban a una mordedura.

Ahora eran más las personas que la abucheaban e insultaban, Emilie no tuvo otro remedio que marcharse rápidamente del lugar, corriendo como una verdadera delincuente que se avergonzaba por su crimen. Pero era absurdo. Ella no tenía nada que ver con lo ocurrido, por lo menos no de manera intencionada.

 

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Al llegar a su casa, lo primero que hizo su madre fue darle una bofetada y a la vez un largo sermón. Su padre le dijo que era una vergüenza como hija y que estaba arrepentido tan siquiera de llamarla de esa forma. Emilie no hizo nada más que aguantar la serie de reproches sin decir una palabra, había comprobado desde hacía tiempo que siempre era mejor estar callada y así no empeorar las cosas. No les contó nada de lo ocurrido en el pueblo, de seguro que mañana mismo se enterarían cuando la gente comenzara a chismorrear sobre la bruja que habían criado.

Decidió marcharse inmediatamente a su dormitorio en cuanto tuvo la oportunidad.  Mientras subía las escaleras, la cabeza le daba vueltas y no podía parar de pensar: la sombra, la mansión, los ojos, la chica atemorizada… todo aquello revoloteaba por su mente en forma de una gran nube gris. Se tumbó en la cama, aún con la ropa puesta, y aplastó su almohada contra la cara, intentando ahogar aquellos pensamientos. Demasiadas emociones de las que podía soportar habían sucedido en un mismo día, como suele ocurrir. Levantó la almohada de su cabeza y se acurrucó mirando hacia la ventana, estaba tan cansada que incluso dormir se le hacía pesado.

El ladrido de uno de los perros que vigilaba la casa la sobresaltó. Quiso incorporarse, pero se le hacía más tentador esconderse tras las sábanas. Otro ladrido resonó. Y otro. Y otro, hasta que los siete perros que hacían guardia formaron un coro de irritantes aullidos. Emilie oyó la voz del jardinero, Fugol, gritando y diciéndoles a los perros que se callaran, que no había nadie en la estancia. Realmente la joven habría querido desear que Fugol estuviese en lo cierto. Como de la nada, por la ventana de su cuarto entró un viento helador que inundó toda la alcoba. En ese momento, Emilie sí se incorporó, y miró hacia la colina. La silueta se encontraba de pie, como la otra noche, pero esta vez se podían apreciar con claridad sus enrojecidos y relucientes ojos. A la muchacha no le dio tiempo de gritar, pues en tan sólo unos segundos la silueta se posó con delicadeza cerca del borde de su cama. Después de aquello, todo se volvió negro y confuso para la pobre Emilie.

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Sus ojos se abrieron lentamente, pero no fue capaz de percibir imágenes nítidas. Todo a su alrededor se veía borroso y oscuro, y la cabeza le dolía una barbaridad. De vez en cuando su cuerpo revotaba y oía el relinche de unos caballos.

-Amo Salazar- dijo una voz que sonó bastante cerca de su oído –la humana ha despertado.

Emilie se atrevió a frotar una de sus manos contra los ojos para obtener una mejor visión, y dirigió su mirada directamente hacia la dueña de la voz. Era una bellísima mujer, de piel tan pálida como la nieve, y con un largo cabello negro, que llevaba recogido en un moño trenzado. Vestía ropas propias de una criada, así como un delantal blanco y un vestido negro. Pero algo extraño lucía en aquella hermosa doncella, algo que la hacía parecer sombría y apagada. Emilie aprovechó también para dar un corto vistazo al pequeño lugar donde se encontraba. Estaba tumbada boca arriba en un banco acomodado por decenas de cojines de color escarlata; había dos ventanas, ambas protegidas con densas cortinas; y del techo colgaba una lujosa lámpara con siete velas. Volvió a oír a los caballos, pero esta vez se escuchaban con total claridad sus cascos, acompañados del sonido que emitían las ruedas al tropezar contra los baches del suelo. Tenía toda la pinta de estar en un carruaje o en una careta.

De repente, el carruaje se detuvo con algo de brusquedad, y Emilie se sujetó al banco para no caer, e instintivamente miró de nuevo a la mujer que estaba a su lado. Detrás de ella había otro banco, pero este no estaba decorado con pomposos cojines ni parecía cómodo, es más, tenía una forma algo singular. “No puede ser” se dijo la joven al notar que aquello no era un banco, si no un ataúd. Con la cara desencajada se incorporó a duras penas, levantó uno de los cojines y palpó su propio asiento: otro ataúd.

La puerta del carruaje se abrió, y un hombre entró a su vez con suavidad. Era bastante alto y esbelto. Su piel, tersa e increíblemente pálida, lo hacía lucir siniestro. Aunque lo que llamaba la atención en verdad eran sus hermosos e intensos ojos azulados, que contrastaban con el cabello, plateado y ondulado. Por si no fuera poco, iba vestido de la manera más elegante posible.

-Verónica- dijo el hombre dirigiéndose a la doncella, su voz sonaba profunda y atractiva –lleva tú las riendas a partir de ahora, yo me quedaré aquí, con nuestra invitada.

Ella asintió –Sí, amo Salazar- con esto desapareció velozmente por la puerta, dejando a solas a la aterrorizada Emilie y a aquel hombre. Éste sonrió complacido –No esperaba que despertaseis tan pronto- susurró sentándose en el acomodado ataúd, al lado de la joven. Emilie tembló, y se echó para atrás intentando evitar cualquier tipo de contacto

-¿Qué…qué queréis de mí?- se atrevió a preguntar en un hilo de voz. En realidad, podía tener una ligera idea de lo que querían los hombres en situaciones como aquella.

-No pretendo haceros daño, de momento- a Emilie no le gustó nada cómo sonó eso último – Mi nombre es Salazar, bella mujer- continuó con un tono algo más cortés -y en cierto modo, vos sois la que me buscaba.

Emilie entornó los ojos y le miró fijamente, miles de teorías e imágenes rondaban por su cabeza –La sombra…

Salazar rió -¿Es así cómo los humanos llaman ahora a los vampiros?

Regresar al índiceDisclaimer: All publicly recognizable characters and settings are the property of their respective owners. The original characters and plot are the property of the author. No money is being made from this work. No copyright infringement is intended.Esta historia archivada en https://www.fanfic.es/viewstory.php?sid=34238

Agnus Dei by tKEN

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1806, extraños sucesos y asesinatos se ciernen sobre un pueblo del Sur de Estados Unidos. Emilie Wallace una joven de veinticinco años y de buena cuna, prete

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2024-10-01

 

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